Francisco López Bárcenas
La existencia del Día
Internacional de los Pueblos Indígenas y los festejos que la clase
política realiza en esa fecha siempre me ha parecido una burla hacia
ellos. Se me figura como un cumpleaños donde el cumpleañero no está
presente porque no se le invitó a la fiesta y si se hizo fue para que
sirviera a los otros comensales. Eso ya de por sí es ofensivo, pero
organizar una fiesta para los indígenas, cuando en la vida real se les
ofende, agrede, excluye, discrimina y hasta se niega su existencia,
francamente no encuentro forma de nombrarlo. Afortunadamente en la
actual administración federal no son muy proclives a hablar en serio de
los indígenas, lo cual tendrá como consecuencia que los festejos, si los
hay, serán pocos y no muy vistosos.
Es que no existe razón o motivo alguno, ni histórico ni actual que
justifique celebrar a los pueblos indígenas. Sabido es que, como efecto
de la colonización española, cientos de pueblos desaparecieron y hoy,
producto del colonialismo interno, continúan desapareciendo sin que
nadie haga nada por impedirlo. Que esto suceda se mira como una
desgracia, casi un designio divino, ante el cual nada se puede hacer por
impedirlo. De nada han servido los estudios que eminentes
investigadores como Guillermo Bonfil Batalla, Rodolfo Stavenhaguen, Luis
Villoro o Pablo González Casanova realizaron mostrando que la situación
de pobreza en que se desenvuelve la vida de los pueblos indígenas no es
porque sean indígenas, sino por las relaciones de sometimiento que los
grupos dominantes han establecido con ellos para aprovecharse de su
trabajo y sus recursos naturales.
A esos estudios han seguido otros que muestran la persistencia de
esas relaciones coloniales y la manera en que en se manifiestan en la
actualidad. Una pequeña enunciación de estas formas haría sonrojarse a
cualquier gobierno democrático. De nada ha servido declarar que la
nación mexicana es pluricultural y que el sustento de esta
pluriculturalidad son los pueblos indígenas, ni que estos son sujetos de
derecho público, como lo hacen 12 constituciones estatales, porque ni
siquiera pueden administrar su patrimonio y menos elegir oficialmente a
sus autoridades. Se continúa pensando que los municipios son el orden de
gobierno que los representa y la manera natural de participar
políticamente siguen siendo los partidos políticos. Nadie piensa que su
derecho a la libre determinación les permite organizarse como mejor les
parezca, y obligarlos a realizarlo de una manera específica viola ese
derecho.
En materia de desarrollo ni se diga. A diario somos testigos de la
manera en que los intereses capitalistas arrasan con los pueblos, sus
territorios y sus recursos naturales con la complacencia gubernamental
que no duda en ponerse a litigar contra los pueblos a quienes por ley
debería defender. Se les despoja de sus bosques y sus aguas,
indispensables para su permanencia, se destruyen sus espacios sagrados,
se afectan sus asentamientos históricos y se privatiza su cultura para
beneficio del turismo. Como es natural, los pueblos y las comunidades
afectadas se defienden. Y lo hacen como pueden, con sus propios
recursos, a los que se agrega la solidaridad que sus luchas logran
despertar de otros sectores sociales que entienden que la defensa de la
naturaleza –o lo que queda de ella– importa a todos los que piensen que
aún es posible salvar al planeta y la vida que en él se ha desarrollado.
Con la llegada del candidato del partido Morena a la Presidencia de
la República, muchos creyeron que la atención de las demandas de los
pueblos indígenas serían atendidas. Sus expectativas se fundaban más en
el deseo que en la realidad, y el paso del tiempo mostró lo falso de sus
esperanzas. Se colocaron algunos indígenas al frente de las
instituciones indigenistas y a ellos correspondió aplicar el recorte
presupuestal, en lugar de aumentarlo como se había anunciado; ellos
cerraron los comedores para niños indígenas en diversas partes del país;
ellos anunciaron el recorte del presupuesto a las Casas de la Mujer
Indígena, que se repuso sólo después de una fuerte protesta; a ellos les
ha correspondido implementar consultas a modo para ejecutar
megaproyectos diseñados en gobiernos anteriores.
Es por eso que a los pueblos y comunidades indígenas les tiene sin
cuidado que exista un día para festejarlos si durante todo el año se les
ningunea. Para ellos lo importante es construir una alternativa que les
permita seguir existiendo como pueblos, con su propia cultura y su
propuesta de futuro. Se trata, naturalmente, de una propuesta imposible
de realizar en una situación de colonialismo interno, como la que
actualmente se vive en nuestro país, por eso su lucha pasa por terminar
con las relaciones de sometimiento que la clase dominante ha tendido
sobre sus hombros. Por eso en lugar de un día de festejos piensan en
muchos días de resistencia y de organización para la emancipación.
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