Ciudad de México. Contrario a años anteriores, cada
vez hay más mujeres, principalmente hondureñas, que huyen junto con sus
familias de la violencia y falta de oportunidades en su país para
solicitar asilo en Estados Unidos y México; no obstante, en nuestro país
encuentran barreras para acceder a la condición de refugiadas y a su
derecho a la salud, la educación y el empleo.
Así se reveló en el informe “Adolescentes y jóvenes hondureñas en México: una mirada exploratoria sobre sus necesidades y acceso a derechos”,
que elaboró y presentó este 5 de agosto el Instituto para las Mujeres
en la Migración (Imumi), Fondo Semillas y Psicólogos Sin Fronteras.
Este informe se elaboró con base en el testimonio de 30 jóvenes de 12
a 24 años que están alojadas en albergues de Tijuana y la Ciudad de
México, a través de actividades psicolúdicas y entrevistas.
El interés de hacer este estudio surgió porque desde 2014, las
organizaciones han identificado un incremento del número de niñas, niños
y adolescentes migrantes y solicitantes de asilo, explicó durante la
presentación la directora de Imumi, Gretchen Kuhner.
Por ejemplo, en 2019, las personas provenientes de Honduras
conformaron el mayor número de detenciones por parte de la Patrulla
Fronteriza de Estados Unidos y del Instituto Nacional de Migración (INM)
en México. Entre los años fiscales 2014 y 2019, la aprehensión de
familias hondureñas por la Patrulla Fronteriza estadounidense aumentó
446 por ciento: de 34 mil 495 miembros de familias detenidos en 2014 a
188 mil 416 en 2019.
De acuerdo con el informe, las niñas y adolescentes hondureñas suelen
viajar de manera acompañada, en mayor medida que sus pares hombres.
Esta tendencia se ha acrecentado en los últimos años. Por ejemplo,
mientras que 66.8 por ciento de las niñas viajó acompañada en 2014,
85.19 por ciento lo hizo en 2019.
Actualmente, la principal acompañante de viaje de las adolescentes es
la madre, y de las jóvenes son sus hijas e hijos. Por ello, “a
diferencia de los flujos de migración femenina centroamericana de hace
una década, los movimientos de hoy no generan las cadenas de cuidado
transnacionales”, señaló el informe.
A esto se suma que hay más niñas que adolescentes detenidas por el
INM. Si bien las de cero a 11 años de edad constituían 59.92 por ciento
en 2014, para 2019 conformaban 70.41 por ciento del total de niñas
menores de 18 años de edad detenidas. Más de la mitad de las
adolescentes y jóvenes fue detenida en alguna estación migratoria del
país, y la duración de su detención varió de 2 a 90 días.
Además, en los últimos años también ha crecido “exponencialmente” el
número de solicitantes de asilo en México, de 2 mil en 2013 a 70 mil en
2019. La primera nacionalidad de quienes solicitan asilo y son
reconocidas con 32 la condición de refugiado en México es la hondureña.
Más de 30 mil personas de ese país solicitaron asilo en 2019 (43 por
ciento del total). Sin embargo, entre 2013 y 2019, México únicamente ha
ofrecido protección internacional a 8 mil 565 personas de Honduras (6
mil 108 como refugiadas y 2 mil 457 con protección complementaria).38
¿Por qué migran?
El contexto que obliga a las mujeres hondureñas a salir de su país,
señaló Imumi, es que en Honduras 7 de cada 10 personas son pobres y 47
por ciento son menores de 20 años de edad. Además, es muy fuerte la
criminalización de la población joven, por parte del gobierno
hondureño.
Las jóvenes viven en sus países de origen violencias legales,
paralegales, estatales, del mercado, familiares y de pares que atacan la
vida de las jóvenes desde los barrios sin escuelas, la precarización
del trabajo en las maquiladoras, las redadas policiales que cazan
jóvenes de barrios marginados en limpiezas sociales, las cárceles, las
maras, las redes transnacionales de narcotráfico, hasta la impunidad y
desprotección por parte del Estado.
“Esto tiene un impacto muy fuerte en el imaginario y la realidad de
las personas que salen de Honduras. Más de la tercera parte de las
mujeres en Honduras se casan o forman uniones tempranas cuando aún son
adolescentes, para escapar de la violencia y la pobreza, aunque éstas se
continúan con sus parejas, según observó Imumi con base en la
literatura que han generado organismos internacionales y otras autoras y
autores.
La violencia que viven las jóvenes en su país de origen las orilla a
migrar, pero –de acuerdo con el informe– los procesos de migración
tienen un impacto profundo en el desarrollo de adolescentes y jóvenes,
ya que constituyen ritos de pasaje, donde pueden reformular sus nociones
de pertenencia y ciudadanía, y adquirir una nueva identidad, ya que
cruzan fronteras físicas, culturales, étnicas y de clase, pero no dejan
de ser realidades complejas y violentas que, además de constreñir su
movilidad y potencial, pueden dejar un impacto psicosocial agudo y
duradero, alertó Imumi.
Por ejemplo, Maryori, una hondureña de 22 años y dos hijos que habita
desde hace dos años en nuestro país, dijo durante la presentación que
ella salió de su país porque la iban a matar a ella y su familia. “Por
eso tuve que migrar de mi país, sino no hubiera migrado”, dijo la joven.
La joven dijo que, si pudiera, le pediría al gobierno federal que no
deporte a las personas, sino que les pregunte antes por qué vino a
nuestro país” “Cuando una llega aquí llega sin nada, a formar su
destino”, expresó.
Como documentó el informe, una vez que las jóvenes llegan a México
experimentan obstáculos y discriminación que les impiden acceder a su
derecho a la educación, la salud, el trabajo y otros. Por todo ello, las
organizaciones civiles que participaron en el informe recomendaron al
Estado mexicano lo siguiente:
- Romper las barreras en el acceso a la educación para la población solicitante de asilo y en el reconocimiento de la condición de refugiado en México, con capacitación e información a las autoridades y al personal de las escuelas sobre la normatividad vigente que impide excluir a niñas, niños y adolescentes a causa de su condición migratoria y falta de documentación, y sensibilización sobre la situación que enfrenta la niñez y la adolescencia migrante y solicitante de asilo en México.
- Promover iniciativas de acceso al empleo con perspectiva de género, que incluyen desarrollar programas de cuidados para las y los hijos de las mujeres trabajadoras, a fin de permitir conciliar el empleo y la familia. Una buena práctica que puede ser replicada es la iniciativa de inclusión laboral que lidera el ACNUR en el norte de México.
- Ampliar y especializar el acceso a la salud, específicamente servicios de salud tanto mental como sexual y reproductiva para adolescentes y jóvenes en contextos de movilidad. En estos dos ámbitos de la salud, el trabajo en red con actores multinivel puede potenciar los expertises, así como el alcance de la provisión de servicios y sus resultados.
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