Víctor Flores Olea /I
“La llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia generó sentimientos de esperanza, entusiasmo y renovación en México. Hoy, hay una creciente inquietud sobre la capacidad del gobierno para realizar los cambios que los mexicanos necesitan urgentemente, tanto en el área económica y social como en la crítica cuestión de la violencia y el crimen organizado.” En estos términos se inicia el artículo de Humberto Beck, Carlos Bravo Regidor y Patrick Iber, originalmente publicado en la Revista Nueva Sociedad, 287, y retomado a mediados del año en curso por el periódico Reforma.
En alguno de nuestros artículos sobre AMLO a inicios de su mandato, y no obstante la abierta simpatía que mostramos por el nuevo Presidente, dijimos que nuestro apoyo sería condicional en el sentido que manifestaríamos nuestro desacuerdo con el gobierno cuando así lo juzgáramos necesario. Todos sabemos que hoy existen varias oleadas críticas al gobierno de AMLO, que muy pocas alcanzarían la calificación de objetivas y constructivas, y que se distinguen más bien por su carácter publicitario, partidario y de mala fe, posiblemente cooptadas por las campañas fabricadas para desprestigiar a AMLO. Entre tanta basura difundida, hemos, no obstante, elegido el ensayo mencionado arriba que nos parece de todos modos (salvo algunos pasajes y frases inaceptables) un texto que relativamente procura imparcialidad y que toca una variedad de temas que son rescatables para una discusión constructiva, que ojalá pudieran tomar AMLO y sus principales asesores sobre todo en el plano económico y social.
Desde luego el párrafo citado al principio, que alude a una supuesta incapacidad de los dirigentes actuales para emprender los cambios necesarios tanto en el
área económica y social como en la cuestión de la violencia y el crimen organizado, entraría plenamente en la categoría de las críticas elaboradas por consigna.
La cuestión económica, que debería hacer posible un desarrollo en los años inmediatos siguientes a la pandemia (3 o 4 por ciento sostenidos). Pero, sobre todo, por ser absolutamente central en la definición de López Obrador del nuevo México (el de la Cuarta Transformación), un México en que impere la justicia social, es decir, un México en que se hayan dejado atrás las abismales diferencias de ingreso existentes entre las clases ricas y las más pobres. Una corrección a fondo de esa variable sería, sin duda, un aspecto esencial y real del fin del neoliberalismo en el país.
Los críticos piensan que AMLO debiera ser mucho más específico en su política para terminar con las diferencias de ingreso existentes en nuestra población (política que, naturalmente, debe ser sobre todo a mediano y largo plazos, por la imposibilidad de alcanzar tales objetivos en el corto y mediano términos). Por lo pronto, AMLO parece haber optado por los auxilios financieros para los jóvenes y adultos mayores, vía las cantidades importantes que ha destinado a los jóvenes sin empleo y a incrementar esencialmente las pensiones de los adultos. En efecto, aquí parece haber un inicio de trabajo muy importante y complejo que es necesario ampliar y profundizar. En efecto, AMLO parece abordar este objetivo parcialmente que, como decíamos, deberá ampliarse y consolidarse con el tiempo. Sin embargo, es un inicio real, al que no se atrevieron los anteriores presidentes
revolucionarios. De hecho, estas ausencias y
olvidos, que contribuyeron a mantener la desigualdad entre los mexicanos, es uno de los fiascos acumulados de los anteriores regímenes que empujaron decididamente a López Obrador a la Presidencia de la República.
Por lo demás, resulta cierto que para López Obrador la lucha anticorrupción y contra el dispendio oficial (que habrían sido signos distintivos del antiguo régimen), y que son objetivos centrales de su programa, no lo han llevado, por ejemplo, a implementar reformas fiscales o institucionales para hacer de su
modelo económicoalgo más progresivo e incluyente. Por ahora,
se ha limitado a reajustar recursos existentes, sin generar nuevos ingresos fiscales. Pareciera también, por parte de los críticos que se quejan de que
no hay dinero para trabajar, que extrañan esa bolsa
flotanteporque precisamente se ha registrado, en la austeridad, menos dinero al cual pudieran clavarle las uñas. En otro aspecto, la austeridad, en efecto, resulta contraria por ejemplo al New Deal, que le sirvió a F. D. Roosevelt, con métodos típicamente keynesianos, a combatir la crisis de 1929 y la recesión consecuente.
De cualquier manera uno de los aciertos indiscutibles de AMLO ha sido el incremento en el salario mínimo nacional, de 4.39 dólares diarios a cerca de 5 dólares. En la región fronteriza –la más industrializada y con la población de mayores ingresos–, el salario mínimo prácticamente creció al doble, a casi 9 dólares. El gobierno de López Obrador se mantuvo neutral ante las huelgas que se suscitaron posteriormente, un cambio notable dada la clara hostilidad de los gobiernos anteriores a las acciones colectivas por parte de los trabajadores. En todo el país, el poder adquisitivo de los trabajadores ha aumentado y ha habido un incremento en el consumo, dos factores que explican la duradera popularidad del Presidente.
En varios aspectos, diremos ya muy de modo resumido, ha crecido la popularidad y fuerza política del Presidente, no quizá entre sectores de las clases medias, y menos entre los grupos oligárquicos de la oposición
por consigna. Obviamente, el gobierno de AMLO atraviesa por momentos difíciles, que son, además de los habituales en el plano económico y social, los derivados de la pandemia que azota al país y al mundo.
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