Frente femenil en apoyo a la lucha de los mineros
Por Silvia Núñez Esquer/corresponsal
Cananea, Son., 28 mayo 08 (CIMAC).- Después de la huelga de abril de 1940 que duró seis meses, la que ahora viven los trabajadores mineros de Cananea es la más larga de la historia de la sección 65 del Sindicato Nacional Minero.
Se han cumplido nueve meses desde que se paralizaron las actividades en julio del año pasado en respuesta a violaciones al contrato colectivo de trabajo (CCT) que los trabajadores de Mexicana del Cobre, del grupo México, ya no estuvieron dispuestos a tolerar.
Los mineros, que en el mejor de los casos se retirarán pensionados o jubilados con los pulmones semidestruidos por la silicosis, tienen acompañantes permanentes cuyo objetivo es apoyarlos y mantener su moral arriba. Son las guerreras de Cananea, esposas de los huelguistas.
Estas mujeres siguen el ejemplo de la célebre María, compañera embarazada de un minero de nombre Moisés, quien en la huelga del 40, según Eligio Espinoza Ojeda autor del libro “Minero”, dijo a su esposo: “Te rajas y me divorcio porque no quiero un marido cobarde”.
Ellas se encargan de hacer la parte solidaria de administrar los limitados recursos que otras organizaciones les envían para su supervivencia, así como animarlos a resistir hasta lograr sus objetivos.
Son también quienes se movilizan hacia las ciudades cercanas a Cananea para difundir la lucha de los mineros y contrarrestar un poco la versión que Grupo México insiste en propagar en los medios de comunicación.
Cansadas, pero con el ánimo indeclinable, Rosa Guayante y Dinamichel Ávila, presidenta y secretaria del Frente Femenil Cananense, respectivamente, narran cómo han vivido las mujeres esta lucha.
Hablan de cuál ha sido la participación de las mujeres y cómo ha resultado clave el apoyo que han dado a sus esposos haciendo un bloque sólido, gracias a que el 11 de enero decidieron conformar un grupo que las visibilizara como organismo paralelo al sindicato, capaz de indignarse ante el trato injusto que pretende criminalizar las luchas sociales.
LA REPRESIÓN
Hay dos fechas que nunca olvidarán los mineros de Cananea: el 31 de julio de 2007, día en que estallaron la huelga que lleva nueve meses, y el 11 de enero de 2008 cuando las fuerzas policíacas federales y policía estatal los atacaron en las guardias con el pretexto de que la huelga había sido declarada inexistente.
Todavía está fresco en su memoria el ardor en ojos y garganta por los efectos de las bombas lacrimógenas, que sin miramientos arrojaron granaderos en las puertas de la mina donde hacían guardia, los gases afectaron a gran parte de la población pues las casas habitación tienen como vista, en su patio, la mina más grande de cobre del país y tercera más importante en el mundo.
No es un panorama que se escoge, simplemente ahí está. De cualquier punto de la ciudad la visión inevitable es la mina de Cananea, el centro económico del pueblo.
Ahí los vientos se encargan de recordarles que el polvo, más bien parece talco muy fino, cargado de tóxicos venenosos provenientes de Mexicana del Cobre, no sólo afecta los pulmones de los hombres que a diario se ganan la vida en la mina. Las mujeres y las niñas y niños suelen padecer alergias y problemas estomacales constantes.
La silicosis es la enfermedad profesional propia de los mineros. Consiste en la fibrosis (formación o desarrollo en exceso de tejido fibroso) nodular de los pulmones y la dificultad para respirar causadas por la inhalación prolongada de compuestos químicos que contienen sílice cristalina.
Con frecuencia produce la muerte, causada por respirar polvo que contiene partículas muy pequeñas. La exposición a sílice cristalina se puede presentar durante la minería, metalurgia, industria relacionada con químicos, pinturas, cerámicas, mármol, y vidrieras.
Pero eso no significa que el viento y el polvo hagan distingos. El arroyo procedente de la mina que va hasta el represo, conduce agua cobriza que en sí lleva la carga de residuos peligrosos que van desde arsénico hasta otros ácidos utilizados para bañar los cerros y con ello poner al descubierto el cobre.
Esas sustancias envenenan el agua, que si bien va a dar al represo de donde se reutiliza el agua para la propia mina, también lleva en consecuencia la contaminación de los mantos acuíferos. Además, cuando el arroyo está seco el viento levanta el veneno para esparcirlo en el aire que termina en los pulmones de las y los cananenses.
LAS MUJERES DE FRENTE
Rosa y Dinamichel, representan a mil cien mujeres que apoyan y luchan hombro con hombro con sus esposos. El 11 de enero día del violento desalojo, las mujeres decidieron ser parte activa y organizada del movimiento que sienten como suyo. Saben lo que es tocar puerta por puerta para organizar a más mujeres. Han experimentado la toma de escuelas, de donde han sido retiradas a empujones.
Que tengan paciencia y que no manden a trabajar a sus esposos, era la invitación que hacían a las demás esposas de los mineros cuando iniciaron su propio movimiento.
Han recorrido Nogales, Caborca, Agua Prieta, ciudades norteñas de Sonora, y otras de Estados Unidos, como Detroit, Michigan, a donde fueron invitadas para difundir lo que consideran la verdad. Se quejan de los periodistas que desvirtúan la información refiriéndose a Martín Camargo, de la revista Proyección, y a Gerardo García “El Chinano” de la Radio La Nueva Amor 104.7, quienes se encargan de tratar de dividir al pueblo, dicen.
Además del desalojo en enero, acaban de recibir una agresión más que es el cierre del hospital El Ronquillo, institución que prestaba servicios médicos a los mineros y sus familias por CCT. La compañía minera concluyó las actividades del nosocomio, mismo que fue tomado en comodato por el gobierno del Sonora, según anunció del gobernador Eduardo Bours el pasado 16 de mayo.
Pero ellas no están de acuerdo. Rosa Guayante declara que no se le hace justo que el gobierno estatal proteja y cobije al Grupo México (GM), al quitarle responsabilidades asumiendo el funcionamiento del hospital.
No se explica por qué es tan poderoso el GM, si para ella es un “asesino en serie” ya que al cerrar el hospital corta la posibilidad de que muchos mineros retirados de avanzada edad terminen su vida dignamente y con calidad, y en cambio los dejen morir lentamente con la falta de medicamentos y tratamientos adecuados.
Como solución ve que los gobiernos federal y estatal llamen a sentarse a negociar al Grupo México, en lugar de solapar tantas cosas. Recuerda cómo la compañía les ha amenazado con quitarles el gas, la luz y otras prestaciones de que gozan por contrato colectivo.
Al igual que el hospital El Ronquillo, Rosa recuerda cómo hace 9 años acabaron con la clínica donde ella nació, la de la sección 65, de un día para otro, terminando unilateralmente con prestaciones pactadas. Su reapertura, es una de las demandas de la huelga del 31 de julio.
Hoy es un cascarón deteriorado, sus vidrios quebrados y muros pintarrajeados, así como las ambulancias que reflejan los nueve años que tienen estacionadas en los patios de la clínica, exhiben el panorama del capricho. De contar con excelente tamaño e instalaciones adecuadas, es hoy uno más de los edificios abandonados a su suerte en la ciudad de Cananea.
Sergio Tolano Lizárraga es Secretario General de la sección 65 del sindicato minero. Al igual que Rosa Guayante, presidenta del Frente Femenil Cananense, es hijo de minero y ha estado al frente del movimiento de huelga capoteando los embates del Grupo México, junto con sus mil doscientos 86 compañeros. Sobre el movimiento de mujeres, opina que ver a las esposas de los compañeros solidarizándose con el suyo, es importante.
Veo muy positivo ver a la esposa luchar al lado de uno, dice. “Sobre todo porque en los medios locales se insistía en decir que Cananea estaba dividida en opiniones, incluso en los hogares. Cuando las mujeres empiezan a salir a la luz pública respaldándolos, es algo muy positivo para ellos como trabajadores”.
Además, han hecho muy buen trabajo, han andado inclusive en Estados Unidos, atienden a algunas universidades de ese país que vienen a conocer la situación, afirma Tolano: “En las luchas en Cananea siempre han participado las mujeres”.
Como si fuera un preámbulo a la serie de lo que consideran agresiones del Grupo México, las activistas del Frente Femenil Cananense recuerdan que hace un año se vivió la jornada más violenta en la historia de Cananea y sus alrededores.
Se refieren a la narcojornada que inició en la madrugada, del 16 de mayo del 2007, en un enfrentamiento entre delincuentes organizados y la policía estatal de Sonora. El saldo: 22 muertos.
Pasaron por Cananea rumbo a Arizpe, en el camino dejaron una estela de terror, cuentan.
Las mujeres, ajenas a los hechos, presenciaron con asombro cómo su pueblo se volvió escenario para la muerte. Los operativos en donde se asesinaron a cinco policías y dos civiles presentaron tres quejas de violaciones a los derechos humanos, según informó el presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, CEDH, Jorge Sánez Félix.
Rosa se encontraba en Douglas, frontera con Agua Prieta, cuando recibió una llamada de su hijo advirtiéndole que no regresara, pues había el rumor de que vendría un convoy de sicarios. Cuando regresó, su hija le narró que fue “una cosa espantosa”. Sacaron niños de escuelas, la gente estaba muy asustada y no sabía para dónde correr. Muchos conductores de carros chocaron en su huída, recuerda.
Nunca se hubiera imaginado que en esos días vería armas y mucho menos cómo éstas disparaban ráfagas que incluso le quitaron la vida a una persona delante de sus ojos. Y es que la ocupación duró aproximadamente dos semanas, cuenta.
Los jóvenes no podían salir a divertirse por la toma policial de la ciudad. Los retenes y detenciones se convirtieron en cotidianos. El acoso hacia la población civil se hizo normal. Las mujeres fueron víctimas de violencia policiaca, ya que a algunas las manosearon con el pretexto de revisión. También fueron agredidas verbalmente, narra Rosa. “Ellos nomás pasan váscula, sin ningún tipo de respeto muy estúpidos y prepotentes”, se indigna.
Por su parte, Dinamichel Ávila, secretaria del Frente Femenil Cananense, cuenta que ella regresaba de la ciudad norteamericana de Tucson con su familia. Recibieron llamadas telefónicas que les advertían de que “estaba muy feo” así que mejor se quedaran allá. Incluso funcionarios estadounidenses les comentaron en la línea de entrada que tenían la opción de quedarse o pasar bajo su propio riesgo.
Ella junto con su esposo siguieron adelante, su hija mayor se encontraba en Cananea, no así sus otros dos hijos y su hermana quienes se quedaron a la espera en la ciudad de Sierra Vista, Arizona.
En el camino encontraban retenes de soldados que no los querían dejar pasar, por lo que tomaron una vereda alterna para poder llegar. Tenían mucho miedo, pero era más el terror de que le pasara algo malo a su hija, dice. Fue una tensión horrible que no se la desea a nadie. Ella siente que ahí empezó “todo” fue la prueba de que las policías no respetan a nadie.
“Era un caos total, mientras el presidente municipal decía por la radio que nos encerráramos en nuestras casas, no se podía andar en los carros porque chocaban entre sí. Nosotros mejor dejamos el carro en la entrada y caminamos hacia la casa”, recuerda.
Todos andaban juntos: soldados, policías estatales y municipales al principio en forma pacífica. Pero conforme pasaban los días se les vio la prepotencia, “nos bajaban de los carros y nos acosaban a preguntas insistiendo en que si estábamos seguros de que no traíamos nada”, dice.
“Revisaban a niñas y niños, a mujeres y a los hombres los meneaban para otro lado, era una tensión horrible porque nos preguntábamos ¿qué nos irán a hacer? O ¿qué irá a pasar ahora? Ellos se adueñaron de las calles, cerraron el área principal de la ciudad y a todos nos bajaban de los carros. La gente estaba muy molesta porque habían pasado dos semanas y nos habían revisado como doscientas veces, y no habían encontrado nada, ¿para qué entonces seguir revisando?”, se pregunta molesta.
En las casas tocaban, a las escuelas llegaban a revisar, que les habían dicho que probablemente ahí habían estado los sicarios. A cualquier hora, incluso en la madrugada andaban los helicópteros, ya no era tanto el miedo de que vinieran a atacarnos, sino que a ellos --los policías-- les teníamos miedo, asegura.
LOS CAMBIOS QUE VINIERON
Para Rosa Guayante, lo más impactante que se ha vivido en el último año es sin duda el 11 de enero, día del desalojo de los huelguistas. Ese día estaban asustadas viendo cómo los policías federales y estatales trataban a sus esposos. El despliegue de elementos, armas y artefactos de disuasión, evidenciaban el desequilibrio entre éstos y los obreros de la mina, desarmados, mal alimentados y desprevenidos, pues siempre sostuvieron que su movimiento era legal.
En abril se sabría de lo inadecuado del dispositivo ya que El Tribunal 1 Colegiado en Materia del Trabajo desechó la revisión solicitada por Grupo México, la cual se oponía a la declaración de existencia legal de la huelga en Cananea, Sonora.
Para Dinamichel este tiempo ha sido difícil ya que comenta que al principio del movimiento creían que duraría poco tiempo. Cuando empezó la huelga teníamos dinero de las utilidades, pero conforme pasó el tiempo, dos o tres meses, se hizo cada vez más difícil, la economía se fue para el piso, lamenta. “Vienen los cobros de los servicios, por ejemplo cuando estaba haciendo mucho frío en noviembre y diciembre, nos cortaron el gas, a manera de presión para el sindicato”.
Esa fue una de las embestidas de la empresa para estrangular el movimiento, lo cual antecedió a la convocatoria de la empresa minera, a los trabajadores que quisieran entrar a trabajar y con ello cooperar para romper la huelga. Ahí fue donde vieron la situación muy difícil y ese representaba el golpe mortal, por lo que decidieron en definitiva constituirse como organización el 14 de enero.
El otro gran golpe fue el cierre del hospital El Ronquillo el pasado 9 de mayo, situación de la que Dinamichel fue testiga ya que acudió a atenderse de alta presión, cuando le informaron que había órdenes de ya no dar servicio a nadie. El médico que la recibió, le dijo sin embargo que la atendería por fuera.
Otro señor no tuvo igual suerte, ya que acudió con un dolor en su brazo izquierdo y al retirarse por falta de atención, más adelante sufrió un infarto que le quitó la vida, lo cual consideran hubiera sido evitable si el hospital hubiera estado funcionando y de lo cual responsabilizan a Grupo México.
GRUPO MÉXICO
Además de la huelga de Cananea, Grupo México es el patrón responsable del accidente de la mina de Pasta de Conchos en Coahuila, que sepultó y mató a más de sesenta mineros. Pero la compañía, cuenta con otras dos huelgas estalladas: la de Sombrerete en Zacatecas, y la de Taxco en Guerrero. Todos los mineros en huelga son miembros del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana y todos reconocen que es la sección 65 de Cananea, la más fuerte.
A pesar de tener estos problemas en nuestro país, Grupo México tiene intenciones de crecer más en Estados Unidos, como lo comenta Darío Celis Estrada, en su columna especializada Tiempo de Negocios: “Esta semana será clave en el derrotero de Asarco, la empresa minera subsidiaria de Grupo México declarada en bancarrota desde 1999. El próximo jueves 22 de mayo, se reúne en Dallas el consejo independiente para recibir posturas de compra”.
Además de Germán Larrea han manifestado interés el grupo Indio Vedanta, el fondo Matlin Patterson, y Citigroup asociado al fondo Harbinger, a la sazón, acreedores ambos con unos bonos por 440 millones de dólares, indica en su publicación del 19 de mayo.
El 2 de abril, el Grupo México pedía a las autoridades del trabajo y de gobierno a través de un desplegado en los medios escritos, su apoyo para que se obligara a los trabajadores a aceptar la supuesta inexistencia de la huelga y pudieran así entrar libremente los nuevos trabajadores contratados, así como los huelguistas que voluntariamente quisieran trabajar.
En respuesta, el 13 de abril se dio a conocer oficialmente que la huelga era legal.
08/SN/CV
Por Silvia Núñez Esquer/corresponsal
Cananea, Son., 28 mayo 08 (CIMAC).- Después de la huelga de abril de 1940 que duró seis meses, la que ahora viven los trabajadores mineros de Cananea es la más larga de la historia de la sección 65 del Sindicato Nacional Minero.
Se han cumplido nueve meses desde que se paralizaron las actividades en julio del año pasado en respuesta a violaciones al contrato colectivo de trabajo (CCT) que los trabajadores de Mexicana del Cobre, del grupo México, ya no estuvieron dispuestos a tolerar.
Los mineros, que en el mejor de los casos se retirarán pensionados o jubilados con los pulmones semidestruidos por la silicosis, tienen acompañantes permanentes cuyo objetivo es apoyarlos y mantener su moral arriba. Son las guerreras de Cananea, esposas de los huelguistas.
Estas mujeres siguen el ejemplo de la célebre María, compañera embarazada de un minero de nombre Moisés, quien en la huelga del 40, según Eligio Espinoza Ojeda autor del libro “Minero”, dijo a su esposo: “Te rajas y me divorcio porque no quiero un marido cobarde”.
Ellas se encargan de hacer la parte solidaria de administrar los limitados recursos que otras organizaciones les envían para su supervivencia, así como animarlos a resistir hasta lograr sus objetivos.
Son también quienes se movilizan hacia las ciudades cercanas a Cananea para difundir la lucha de los mineros y contrarrestar un poco la versión que Grupo México insiste en propagar en los medios de comunicación.
Cansadas, pero con el ánimo indeclinable, Rosa Guayante y Dinamichel Ávila, presidenta y secretaria del Frente Femenil Cananense, respectivamente, narran cómo han vivido las mujeres esta lucha.
Hablan de cuál ha sido la participación de las mujeres y cómo ha resultado clave el apoyo que han dado a sus esposos haciendo un bloque sólido, gracias a que el 11 de enero decidieron conformar un grupo que las visibilizara como organismo paralelo al sindicato, capaz de indignarse ante el trato injusto que pretende criminalizar las luchas sociales.
LA REPRESIÓN
Hay dos fechas que nunca olvidarán los mineros de Cananea: el 31 de julio de 2007, día en que estallaron la huelga que lleva nueve meses, y el 11 de enero de 2008 cuando las fuerzas policíacas federales y policía estatal los atacaron en las guardias con el pretexto de que la huelga había sido declarada inexistente.
Todavía está fresco en su memoria el ardor en ojos y garganta por los efectos de las bombas lacrimógenas, que sin miramientos arrojaron granaderos en las puertas de la mina donde hacían guardia, los gases afectaron a gran parte de la población pues las casas habitación tienen como vista, en su patio, la mina más grande de cobre del país y tercera más importante en el mundo.
No es un panorama que se escoge, simplemente ahí está. De cualquier punto de la ciudad la visión inevitable es la mina de Cananea, el centro económico del pueblo.
Ahí los vientos se encargan de recordarles que el polvo, más bien parece talco muy fino, cargado de tóxicos venenosos provenientes de Mexicana del Cobre, no sólo afecta los pulmones de los hombres que a diario se ganan la vida en la mina. Las mujeres y las niñas y niños suelen padecer alergias y problemas estomacales constantes.
La silicosis es la enfermedad profesional propia de los mineros. Consiste en la fibrosis (formación o desarrollo en exceso de tejido fibroso) nodular de los pulmones y la dificultad para respirar causadas por la inhalación prolongada de compuestos químicos que contienen sílice cristalina.
Con frecuencia produce la muerte, causada por respirar polvo que contiene partículas muy pequeñas. La exposición a sílice cristalina se puede presentar durante la minería, metalurgia, industria relacionada con químicos, pinturas, cerámicas, mármol, y vidrieras.
Pero eso no significa que el viento y el polvo hagan distingos. El arroyo procedente de la mina que va hasta el represo, conduce agua cobriza que en sí lleva la carga de residuos peligrosos que van desde arsénico hasta otros ácidos utilizados para bañar los cerros y con ello poner al descubierto el cobre.
Esas sustancias envenenan el agua, que si bien va a dar al represo de donde se reutiliza el agua para la propia mina, también lleva en consecuencia la contaminación de los mantos acuíferos. Además, cuando el arroyo está seco el viento levanta el veneno para esparcirlo en el aire que termina en los pulmones de las y los cananenses.
LAS MUJERES DE FRENTE
Rosa y Dinamichel, representan a mil cien mujeres que apoyan y luchan hombro con hombro con sus esposos. El 11 de enero día del violento desalojo, las mujeres decidieron ser parte activa y organizada del movimiento que sienten como suyo. Saben lo que es tocar puerta por puerta para organizar a más mujeres. Han experimentado la toma de escuelas, de donde han sido retiradas a empujones.
Que tengan paciencia y que no manden a trabajar a sus esposos, era la invitación que hacían a las demás esposas de los mineros cuando iniciaron su propio movimiento.
Han recorrido Nogales, Caborca, Agua Prieta, ciudades norteñas de Sonora, y otras de Estados Unidos, como Detroit, Michigan, a donde fueron invitadas para difundir lo que consideran la verdad. Se quejan de los periodistas que desvirtúan la información refiriéndose a Martín Camargo, de la revista Proyección, y a Gerardo García “El Chinano” de la Radio La Nueva Amor 104.7, quienes se encargan de tratar de dividir al pueblo, dicen.
Además del desalojo en enero, acaban de recibir una agresión más que es el cierre del hospital El Ronquillo, institución que prestaba servicios médicos a los mineros y sus familias por CCT. La compañía minera concluyó las actividades del nosocomio, mismo que fue tomado en comodato por el gobierno del Sonora, según anunció del gobernador Eduardo Bours el pasado 16 de mayo.
Pero ellas no están de acuerdo. Rosa Guayante declara que no se le hace justo que el gobierno estatal proteja y cobije al Grupo México (GM), al quitarle responsabilidades asumiendo el funcionamiento del hospital.
No se explica por qué es tan poderoso el GM, si para ella es un “asesino en serie” ya que al cerrar el hospital corta la posibilidad de que muchos mineros retirados de avanzada edad terminen su vida dignamente y con calidad, y en cambio los dejen morir lentamente con la falta de medicamentos y tratamientos adecuados.
Como solución ve que los gobiernos federal y estatal llamen a sentarse a negociar al Grupo México, en lugar de solapar tantas cosas. Recuerda cómo la compañía les ha amenazado con quitarles el gas, la luz y otras prestaciones de que gozan por contrato colectivo.
Al igual que el hospital El Ronquillo, Rosa recuerda cómo hace 9 años acabaron con la clínica donde ella nació, la de la sección 65, de un día para otro, terminando unilateralmente con prestaciones pactadas. Su reapertura, es una de las demandas de la huelga del 31 de julio.
Hoy es un cascarón deteriorado, sus vidrios quebrados y muros pintarrajeados, así como las ambulancias que reflejan los nueve años que tienen estacionadas en los patios de la clínica, exhiben el panorama del capricho. De contar con excelente tamaño e instalaciones adecuadas, es hoy uno más de los edificios abandonados a su suerte en la ciudad de Cananea.
Sergio Tolano Lizárraga es Secretario General de la sección 65 del sindicato minero. Al igual que Rosa Guayante, presidenta del Frente Femenil Cananense, es hijo de minero y ha estado al frente del movimiento de huelga capoteando los embates del Grupo México, junto con sus mil doscientos 86 compañeros. Sobre el movimiento de mujeres, opina que ver a las esposas de los compañeros solidarizándose con el suyo, es importante.
Veo muy positivo ver a la esposa luchar al lado de uno, dice. “Sobre todo porque en los medios locales se insistía en decir que Cananea estaba dividida en opiniones, incluso en los hogares. Cuando las mujeres empiezan a salir a la luz pública respaldándolos, es algo muy positivo para ellos como trabajadores”.
Además, han hecho muy buen trabajo, han andado inclusive en Estados Unidos, atienden a algunas universidades de ese país que vienen a conocer la situación, afirma Tolano: “En las luchas en Cananea siempre han participado las mujeres”.
Como si fuera un preámbulo a la serie de lo que consideran agresiones del Grupo México, las activistas del Frente Femenil Cananense recuerdan que hace un año se vivió la jornada más violenta en la historia de Cananea y sus alrededores.
Se refieren a la narcojornada que inició en la madrugada, del 16 de mayo del 2007, en un enfrentamiento entre delincuentes organizados y la policía estatal de Sonora. El saldo: 22 muertos.
Pasaron por Cananea rumbo a Arizpe, en el camino dejaron una estela de terror, cuentan.
Las mujeres, ajenas a los hechos, presenciaron con asombro cómo su pueblo se volvió escenario para la muerte. Los operativos en donde se asesinaron a cinco policías y dos civiles presentaron tres quejas de violaciones a los derechos humanos, según informó el presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, CEDH, Jorge Sánez Félix.
Rosa se encontraba en Douglas, frontera con Agua Prieta, cuando recibió una llamada de su hijo advirtiéndole que no regresara, pues había el rumor de que vendría un convoy de sicarios. Cuando regresó, su hija le narró que fue “una cosa espantosa”. Sacaron niños de escuelas, la gente estaba muy asustada y no sabía para dónde correr. Muchos conductores de carros chocaron en su huída, recuerda.
Nunca se hubiera imaginado que en esos días vería armas y mucho menos cómo éstas disparaban ráfagas que incluso le quitaron la vida a una persona delante de sus ojos. Y es que la ocupación duró aproximadamente dos semanas, cuenta.
Los jóvenes no podían salir a divertirse por la toma policial de la ciudad. Los retenes y detenciones se convirtieron en cotidianos. El acoso hacia la población civil se hizo normal. Las mujeres fueron víctimas de violencia policiaca, ya que a algunas las manosearon con el pretexto de revisión. También fueron agredidas verbalmente, narra Rosa. “Ellos nomás pasan váscula, sin ningún tipo de respeto muy estúpidos y prepotentes”, se indigna.
Por su parte, Dinamichel Ávila, secretaria del Frente Femenil Cananense, cuenta que ella regresaba de la ciudad norteamericana de Tucson con su familia. Recibieron llamadas telefónicas que les advertían de que “estaba muy feo” así que mejor se quedaran allá. Incluso funcionarios estadounidenses les comentaron en la línea de entrada que tenían la opción de quedarse o pasar bajo su propio riesgo.
Ella junto con su esposo siguieron adelante, su hija mayor se encontraba en Cananea, no así sus otros dos hijos y su hermana quienes se quedaron a la espera en la ciudad de Sierra Vista, Arizona.
En el camino encontraban retenes de soldados que no los querían dejar pasar, por lo que tomaron una vereda alterna para poder llegar. Tenían mucho miedo, pero era más el terror de que le pasara algo malo a su hija, dice. Fue una tensión horrible que no se la desea a nadie. Ella siente que ahí empezó “todo” fue la prueba de que las policías no respetan a nadie.
“Era un caos total, mientras el presidente municipal decía por la radio que nos encerráramos en nuestras casas, no se podía andar en los carros porque chocaban entre sí. Nosotros mejor dejamos el carro en la entrada y caminamos hacia la casa”, recuerda.
Todos andaban juntos: soldados, policías estatales y municipales al principio en forma pacífica. Pero conforme pasaban los días se les vio la prepotencia, “nos bajaban de los carros y nos acosaban a preguntas insistiendo en que si estábamos seguros de que no traíamos nada”, dice.
“Revisaban a niñas y niños, a mujeres y a los hombres los meneaban para otro lado, era una tensión horrible porque nos preguntábamos ¿qué nos irán a hacer? O ¿qué irá a pasar ahora? Ellos se adueñaron de las calles, cerraron el área principal de la ciudad y a todos nos bajaban de los carros. La gente estaba muy molesta porque habían pasado dos semanas y nos habían revisado como doscientas veces, y no habían encontrado nada, ¿para qué entonces seguir revisando?”, se pregunta molesta.
En las casas tocaban, a las escuelas llegaban a revisar, que les habían dicho que probablemente ahí habían estado los sicarios. A cualquier hora, incluso en la madrugada andaban los helicópteros, ya no era tanto el miedo de que vinieran a atacarnos, sino que a ellos --los policías-- les teníamos miedo, asegura.
LOS CAMBIOS QUE VINIERON
Para Rosa Guayante, lo más impactante que se ha vivido en el último año es sin duda el 11 de enero, día del desalojo de los huelguistas. Ese día estaban asustadas viendo cómo los policías federales y estatales trataban a sus esposos. El despliegue de elementos, armas y artefactos de disuasión, evidenciaban el desequilibrio entre éstos y los obreros de la mina, desarmados, mal alimentados y desprevenidos, pues siempre sostuvieron que su movimiento era legal.
En abril se sabría de lo inadecuado del dispositivo ya que El Tribunal 1 Colegiado en Materia del Trabajo desechó la revisión solicitada por Grupo México, la cual se oponía a la declaración de existencia legal de la huelga en Cananea, Sonora.
Para Dinamichel este tiempo ha sido difícil ya que comenta que al principio del movimiento creían que duraría poco tiempo. Cuando empezó la huelga teníamos dinero de las utilidades, pero conforme pasó el tiempo, dos o tres meses, se hizo cada vez más difícil, la economía se fue para el piso, lamenta. “Vienen los cobros de los servicios, por ejemplo cuando estaba haciendo mucho frío en noviembre y diciembre, nos cortaron el gas, a manera de presión para el sindicato”.
Esa fue una de las embestidas de la empresa para estrangular el movimiento, lo cual antecedió a la convocatoria de la empresa minera, a los trabajadores que quisieran entrar a trabajar y con ello cooperar para romper la huelga. Ahí fue donde vieron la situación muy difícil y ese representaba el golpe mortal, por lo que decidieron en definitiva constituirse como organización el 14 de enero.
El otro gran golpe fue el cierre del hospital El Ronquillo el pasado 9 de mayo, situación de la que Dinamichel fue testiga ya que acudió a atenderse de alta presión, cuando le informaron que había órdenes de ya no dar servicio a nadie. El médico que la recibió, le dijo sin embargo que la atendería por fuera.
Otro señor no tuvo igual suerte, ya que acudió con un dolor en su brazo izquierdo y al retirarse por falta de atención, más adelante sufrió un infarto que le quitó la vida, lo cual consideran hubiera sido evitable si el hospital hubiera estado funcionando y de lo cual responsabilizan a Grupo México.
GRUPO MÉXICO
Además de la huelga de Cananea, Grupo México es el patrón responsable del accidente de la mina de Pasta de Conchos en Coahuila, que sepultó y mató a más de sesenta mineros. Pero la compañía, cuenta con otras dos huelgas estalladas: la de Sombrerete en Zacatecas, y la de Taxco en Guerrero. Todos los mineros en huelga son miembros del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana y todos reconocen que es la sección 65 de Cananea, la más fuerte.
A pesar de tener estos problemas en nuestro país, Grupo México tiene intenciones de crecer más en Estados Unidos, como lo comenta Darío Celis Estrada, en su columna especializada Tiempo de Negocios: “Esta semana será clave en el derrotero de Asarco, la empresa minera subsidiaria de Grupo México declarada en bancarrota desde 1999. El próximo jueves 22 de mayo, se reúne en Dallas el consejo independiente para recibir posturas de compra”.
Además de Germán Larrea han manifestado interés el grupo Indio Vedanta, el fondo Matlin Patterson, y Citigroup asociado al fondo Harbinger, a la sazón, acreedores ambos con unos bonos por 440 millones de dólares, indica en su publicación del 19 de mayo.
El 2 de abril, el Grupo México pedía a las autoridades del trabajo y de gobierno a través de un desplegado en los medios escritos, su apoyo para que se obligara a los trabajadores a aceptar la supuesta inexistencia de la huelga y pudieran así entrar libremente los nuevos trabajadores contratados, así como los huelguistas que voluntariamente quisieran trabajar.
En respuesta, el 13 de abril se dio a conocer oficialmente que la huelga era legal.
08/SN/CV
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