5/29/2008

La Jornada, rodeada de medios electrónicos e impresos al servicio de gobierno y capital


Pedro Echeverría V.

1. La directora general del diario La Jornada, Carmen Lira, denunció que la distribución de los recursos de la publicidad gubernamental aún es manejada de forma patrimonialista, antidemocrática y poco transparente. Dijo: “Se entrega la mayor parte de recursos a los medios electrónicos, y lo que queda para los impresos es distribuido de manera discrecional, no necesariamente en función de tirajes, penetración e impacto, sino para premiar afinidades, servilismos y sumisiones, y para castigar discordancias y posturas independientes”. Después resaltó que “el reparto faccioso y arbitrario de la publicidad oficial es particularmente inaceptable, por cuanto involucra recursos públicos que debieran estar sujetos a una estricta rendición de cuentas”. Y advirtió que el mundo político no se acostumbra a que los periódicos actúen como un contrapoder ejerciendo sus tareas de crítica, estímulo y control. Persisten las embestidas del México oficial que buscan imponer verdades a medias o abiertas falsedades.

2. El diario La Jornada cumplirá 28 años en septiembre. Durante ese tiempo casi todas las izquierdas, desde la “ultra” hasta la socialdemócrata y la del PRI, la han consultado de manera permanente. Sus reportajes, análisis e informaciones (junto con las aportadas por el semanario Proceso) han conformado una manera de pensar y han ayudado mucho
al desarrollo del pensamiento de izquierda. Aunque se pudiera haber discrepado de alguno de sus textos, los enfoques ideológicos de su política editorial, dirigidos hacia la búsqueda de la objetividad, han obligado a sus reporteros a observar de manera directa los movimientos sociales, políticos y culturales, así como a investigar y reflexionar acerca de otros acontecimientos. La línea de La Jornada ha permanecido incólume frente al poder que ha buscado corromperla, silenciarla, incluso destruirla. Por eso los sectores de izquierda, que en el país luchan por los derechos de la población mayoritaria, junto con los suyos, deben apoyar y defender esta publicación.

3. El presidente López Portillo (acostumbrado a las lisonjas y aplausos de los medios de información siempre a su servicio) señaló en alguna ocasión criticando a Proceso y a La Jornada: “no pago para que me peguen”. Seguramente pensó que el dinero que destinan los gobiernos para pagar su publicidad es de ellos, es dinero privado y pueden entregarlo a quien los alaba y les silencia sus acciones negativas. Parecen olvidar, queriéndonos ver la cara de tontos, que es dinero del presupuesto público que paga todo el pueblo con su trabajo y tienen la obligación de administrarlo con honradez y distribuirlo adecuadamente. Son recursos económicos multimillonarios que deben ser manejados con transparencia y de manera democrática. Pero en México, hasta hoy, los miles de millones de pesos en publicidad gubernamental son entregados a Televisa, TV Azteca, Radio Fórmula y a todos aquellos medios que se encargan de ensalzar los programas de gobierno y personajes a su servicio.

4. La Jornada, por su posición crítica y por su orientación hacia los movimientos sociales, siendo un periódico tamaño tabloide, con alrededor de 50 páginas, apenas cuenta con un 20 por ciento, aproximadamente, de publicidad gubernamental y privada; otros periódico de tamaño clásico, con más de 100 páginas, llenan el 60 o 70 por ciento de su enorme espacio con publicidad. Al parecer La Jornada vive, esencialmente, del dinero de la venta de alrededor de 200 mil ejemplares diarios; otros periódicos, que apenas distribuyen 50 mil, viven de los miles de millones de pesos que obtienen de publicidad, aunado a los privilegios que les otorga el poder por estar sometidos a él. Es el precio que debe pagarse en un sistema capitalista cuyo poder entiende perfectamente que para mantener su dominación es indispensable que la oposición, cualquier real oposición debe ser controlada y cercada mientras se apoya a los leales al sistema para gozar los cantos de las sirenas.

5. En La Jornada (contrario a las noticias y opiniones falsas y tergiversadas de los medios electrónicos (Radio y TV) y de la prensa escrita, ampliamente difundidas para tratar de convencer o confundir a la población) hemos podido leer juicios críticos, análisis objetivos y justas denuncias acerca de sucesos nacionales de enorme presencia, tales como: las explosiones de San Juanico, el terremoto de la Ciudad de México, la huelga de la UNAM, el fraude electoral de 1988, los negocios en Fobaproa, la firma del TLC, el levantamiento zapatista, la huelga de 1999 de la UNAM, las elecciones de 2000, el fortalecimiento del narcotráfico, las batallas de la APPO en Oaxaca, las manifestaciones contra el desafuero y las elecciones de 2006, las lucha contra las reformas electorales y la privatización del petróleo, etcétera, etcétera. La interpretación que le dio La Jornada a esos acontecimientos contribuyó de manera definitiva a la organización política de muchos sectores de la población.

6. En Venezuela, como en México, los más poderosos medios de información son propiedad de las familias más ricas de ese país en estrecha alianza con grandes millonarios norteamericanos. Pero en ese país, con el fuerte apoyo del gobierno de Hugo Chávez, se han construido redes de comunicación comunitarias donde circulan periódicos de masas que han tenido la capacidad de brindar información alternativa y crítica con el fin de que la población no pueda ser engañada por la prensa comercial o burguesa. Esa estrategia es la que deberíamos comenzar a practicar en México con el apoyo de organizaciones de izquierda con el fin de que la población pudiera comprender globalmente el mundo en que vive. En ello ha contribuido La Jornada y Proceso, así como varios cientos de pequeños periódicos que han venido publicando grupos de izquierda. Para la construcción de esa red La Jornada y Proceso cuentan con algunos periódicos regionales que pueden jugar un importante papel.

7. La Jornada y Proceso son también publicaciones comerciales que han abierto largos caminos en medio de contradicciones y confrontaciones. En su interior hay fuerzas que empujan hacia la izquierda y hacia el centro, pero no debe olvidarse que sólo son publicaciones que quieren la mayor objetividad y ser lo más críticas posible. Nada más. Quizá directora de La Jornada sólo busque ubicarse en un “mundo político acostumbrado a que los periódicos actúen como un contrapoder ejerciendo sus tareas de crítica, estímulo y control”. Sin embargo, persiste el México derechista o centrista que sólo busca imponer “verdades a medias o abiertas falsedades”.

Mientras hacemos un reconocimiento a esas dos publicaciones por lo mucho que han ayudado a entender, con una visión crítica y reflexiva la realidad, busquemos construir publicaciones que sean alternativa a la gran prensa vendida. Quizá en estos momentos sea la tarea más consecuente de quienes están en la lucha social.

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