Voy a abandonar la línea política. Hablar mal del Día de las Madres, la fiesta más popular en México después de la de Guadalupe, es exponerse a ser apedreado, al menos, simbólicamente. Por un prejuicio heredado de mi padre, yo considero este día un fraude. Según él me contó a detalle y yo lo confirmé en mi larga vida, se trata de un invento de los comerciantes que veían decaer sus ventas a mediados de año. México fue un precursor. No es la única calamidad que hemos contagiado. Los demás países tienen la buena costumbre de celebrar a sus madres el segundo domingo de mayo. Nosotros lo celebramos el día 10, caiga donde caiga, provocando un verdadero desastre que se suma a la multitud que cargamos a diario.
La ciudad se desborda de gente. Los hijos, nietos, yernos y nueras salen corriendo a comprar electrodomésticos con descuento. Las familias abarrotan restaurantes y fondas, los últimos en llegar comen platos de segunda mesa y reciben rosas marchitas. Es frecuente que la parentela le caiga a las madres en su casa y las obliguen a sudar la gota gorda para confirmar sus dotes de abnegada cocinera. Después los rebaños asisten a teatros, cines o parques para contentar a las madrecitas.
Según recuerdo, antes había cabecitas blancas. Ahora es una rareza encontrar a una mujer con cabellera de plata, como diría Agustín Lara en su canción. La mayoría de las señoras de edad son alabastrinas con “cabelleras de seda ensortijadas que han sido embrujadas con filtro divino”. Todas procuran cuidadosamente disimular arrugas, canas, imperfecciones faciales y corporales. Muchas dan el gatazo.
Quiero hacer una propuesta que será rechazada: ¿por qué no homenajear a nuestras reverendas el día de su santo (ya en desuso) o en su cumpleaños, o una vez por semana o todos los meses? Lo merecen.
Yo creo que la fidelidad del pueblo de México hacia el Día de las Madres expresa el enorme papel de la mujer como jefa de familia. Muchísimas mujeres atienden y sacan adelante una familia, donde el hombre ha muerto en forma prematura o las abandona, o está enfermo o es desobligado. En fábricas y oficinas, casi la mitad de las mujeres son jefas de familia. No sé si en otros países exista una situación semejante. Por ello, aquí el 10 de mayo tiene tanta repercusión. Carlos Fuentes se refiere a sus abuelas y reconoce en ellas a muchas madres mexicanas diciendo, con razón, que tienen cualidades heroicas. Mis propias abuelas, Adela y Margarita, tuvieron magnífico temple, y las recuerdo siempre al margen del rito consumista.
jaorpin@yahoo.com.mx
La ciudad se desborda de gente. Los hijos, nietos, yernos y nueras salen corriendo a comprar electrodomésticos con descuento. Las familias abarrotan restaurantes y fondas, los últimos en llegar comen platos de segunda mesa y reciben rosas marchitas. Es frecuente que la parentela le caiga a las madres en su casa y las obliguen a sudar la gota gorda para confirmar sus dotes de abnegada cocinera. Después los rebaños asisten a teatros, cines o parques para contentar a las madrecitas.
Según recuerdo, antes había cabecitas blancas. Ahora es una rareza encontrar a una mujer con cabellera de plata, como diría Agustín Lara en su canción. La mayoría de las señoras de edad son alabastrinas con “cabelleras de seda ensortijadas que han sido embrujadas con filtro divino”. Todas procuran cuidadosamente disimular arrugas, canas, imperfecciones faciales y corporales. Muchas dan el gatazo.
Quiero hacer una propuesta que será rechazada: ¿por qué no homenajear a nuestras reverendas el día de su santo (ya en desuso) o en su cumpleaños, o una vez por semana o todos los meses? Lo merecen.
Yo creo que la fidelidad del pueblo de México hacia el Día de las Madres expresa el enorme papel de la mujer como jefa de familia. Muchísimas mujeres atienden y sacan adelante una familia, donde el hombre ha muerto en forma prematura o las abandona, o está enfermo o es desobligado. En fábricas y oficinas, casi la mitad de las mujeres son jefas de familia. No sé si en otros países exista una situación semejante. Por ello, aquí el 10 de mayo tiene tanta repercusión. Carlos Fuentes se refiere a sus abuelas y reconoce en ellas a muchas madres mexicanas diciendo, con razón, que tienen cualidades heroicas. Mis propias abuelas, Adela y Margarita, tuvieron magnífico temple, y las recuerdo siempre al margen del rito consumista.
jaorpin@yahoo.com.mx
Antes de abordar este tema geoeconómico, con profundos alcances geoestratégicos de control global, vale la pena una acotación sobre la Investigación y Desarrollo (I&D) de la farmacología, como ciencia pura, que merecen agradecimiento y respeto del género humano por sus excelsos hallazgos y aportaciones.
No ponemos en tela de juicio su existencia imprescindible (hasta ahora), aunque exhiba ciertas lacras muy criticables en el mundo occidental, en especial en Estados Unidos (EU), las cuales se desviaron de sus fundamentos teleológicos de servicio público durante el paroxismo de la globalización financierista, lo que obliga a un escrutinio estricto de sus actividades por los ciudadanos del mundo, es decir, los propios interesados y/o afectados.
Sería ingenuo subestimar el inmenso poder intrínseco que conlleva el acto farmacológico que, por lo visto, han entendido los militares y los banqueros en forma sutil al haber pasado tanto a la militarización de ciertos rubros estratégicos de la salud como a su soterrada penetración en los consejos de administración de las principales trasnacionales farmacéuticas del planeta, que primordialmente pertenecen a EU y son conocidas como Big Pharma (que pudiéramos traducir castizamente como “el poder oligopólico farmacológico de EU”).
Las omnipotentes trasnacionales farmacéuticas (en su mayoría de EU), muy poderosas en la lubricación de las conciencias tanto de la industria médica como de los gobiernos claudicantes, prefieren el uso del término Big Pharma en forma angelical como característica de las 30 primeras empresas en la clasificación global con un excedente de 3 mil millones de dólares anuales y/o gastos en I&D por más de 500 millones de dólares anuales (¡más que todo el presupuesto anual de la OMS que ha sido privatizada silenciosamente, lo que amerita un estudio ulterior!).
¿Constituye el Big Pharma el arma sigilosa, con cobertura de pureza filantrópica, de control de la terapia química humana de parte de EU que se amplificó mediante la depredadora globalización financiera?
La revista Fortune (21/7/08), en su clasificación de las primeras 500 empresas globales (con datos de 2007 que habrá que actualizar con las recientes masivas megafusiones), ubica a las primeras 12 trasnacionales farmacológicas (ver tabla).
Destaca que EU concentre siete de 12, Gran Bretaña dos, Suiza dos y Francia una; el eje anglosajón aglutina así 75 por ciento de las 12 primeras trasnacionales farmacológicas.
Más allá de las vertiginosas megafusiones realizadas por Pfizer (v. gr. Wyeth, adquirida recientemente por 68 mil mdd), que probablemente la habrá colocado en el primer sitial mundial, existe otra clasificación de las primeras 35 (cuyo último lugar es ocupado por Gilead Sciences, aliada a la suiza Roche y de la que es accionista el ex secretario de Defensa del régimen torturador bushiano, Donald Rumsfeld), cuyos ingresos mayores a 3 mil mdd anuales las incrustan dentro del Big Pharma, y de las cuales EU cuenta con 16, Japón cuatro, Alemania tres, Suiza tres, Gran Bretaña dos, Bélgica dos, Francia una, Israel una, Dinamarca una, Holanda una y China una. En esta clasificación con datos de 2006, llama la atención el asombroso posicionamiento de EU, el despegue sigiloso de Japón, el pobre desempeño de China, además de la notable ausencia de Canadá, Rusia, India y Latinoamérica (ya no se diga los países islámicos, árabes y africanos).
Queda claro que el poder farmacológico es preponderantemente anglosajón y extensivo a sus aliados dentro del G-7 y el G-10 (que en realidad son 11).
El entrelazamiento de los intereses farmacológicos con la banca de Wall Street, el complejo militar industrial y el poder político de EU rebasan la imaginación. Baste citar el nombramiento por Baby Bush de Randall Tobias, anterior mandamás de Eli Lilly (generosa contribuyente del Partido Republicano) al puesto sensible del Fondo contra el sida (con un presupuesto de 15 mil mdd en cinco años), bajo la encomienda de comprar las medicinas patentadas que benefician al Big Pharma en detrimento de los genéricos de bajo costo (The Lancet, 12/7/03).
Conjuntamente EU, la Unión Europea y Japón consumen casi 90 por ciento de los medicamentos globales.
IMS Health (19/3/09) reporta que solamente en EU las ventas de medicamentos ascendieron a 291 mil mdd en 2008 y calcula que este año las ventas oscilarán entre 820 mil mdd y 750 mil mdd a escala global (22/4/09). A nuestro juicio, es probable que el poder farmacológico represente el cuarto negocio más lucrativo del planeta detrás del narcotráfico, el petróleo y la venta de armas (en ese orden).
Las hazañas de Big Pharma, pueden ser indagadas en el libro crítico La verdad sobre las empresas farmaceúticas (Random House, 04), de Marcia Angell, que resume The New York Review of Books (15/7/04).
Por cierto, la aciaga reunión de la OMC en Cancún constituyó la apoteosis del Big Pharma, lidereado por Pfizer (la productora del Viagra), contra la apertura a los medicamentos genéricos.
Con o sin el brote súbito de infecciones inéditas, el siglo XXI estaba destinado a ser eminentemente biológico, donde la inmunidad, la genética, la bioquímica y la virología jugarán un rol determinante y cuando el armamentario farmacológico será de carácter estratégico, por lo que aquellos países que dispongan de la sapiencia nanobiotecnológica (un feudo de EU, guste o disguste) tendrán un gran avance y quizá dispongan hasta del control del género humano voluntaria o involuntariamente.
Aquí resalta la inmensa vulnerabilidad del BRIC (Brasil, Rusia, India y China), ya no se diga de Latinoamérica y el mundo islámico, que han descuidado el rubro farmacológico tan relevante.
Quizá la verdadera batalla comercial del siglo XXI se libre con los medicamentos genéricos: una genuina liberación nacional contra los grilletes de las tiránicas patentes y marcas de la OMC que protege, al unísono de la OMS, los intereses unilaterales de las trasnacionales farmacológicas anglosajonas.
León García Soler: A la mitad del foro
No ponemos en tela de juicio su existencia imprescindible (hasta ahora), aunque exhiba ciertas lacras muy criticables en el mundo occidental, en especial en Estados Unidos (EU), las cuales se desviaron de sus fundamentos teleológicos de servicio público durante el paroxismo de la globalización financierista, lo que obliga a un escrutinio estricto de sus actividades por los ciudadanos del mundo, es decir, los propios interesados y/o afectados.
Sería ingenuo subestimar el inmenso poder intrínseco que conlleva el acto farmacológico que, por lo visto, han entendido los militares y los banqueros en forma sutil al haber pasado tanto a la militarización de ciertos rubros estratégicos de la salud como a su soterrada penetración en los consejos de administración de las principales trasnacionales farmacéuticas del planeta, que primordialmente pertenecen a EU y son conocidas como Big Pharma (que pudiéramos traducir castizamente como “el poder oligopólico farmacológico de EU”).
Las omnipotentes trasnacionales farmacéuticas (en su mayoría de EU), muy poderosas en la lubricación de las conciencias tanto de la industria médica como de los gobiernos claudicantes, prefieren el uso del término Big Pharma en forma angelical como característica de las 30 primeras empresas en la clasificación global con un excedente de 3 mil millones de dólares anuales y/o gastos en I&D por más de 500 millones de dólares anuales (¡más que todo el presupuesto anual de la OMS que ha sido privatizada silenciosamente, lo que amerita un estudio ulterior!).
¿Constituye el Big Pharma el arma sigilosa, con cobertura de pureza filantrópica, de control de la terapia química humana de parte de EU que se amplificó mediante la depredadora globalización financiera?
La revista Fortune (21/7/08), en su clasificación de las primeras 500 empresas globales (con datos de 2007 que habrá que actualizar con las recientes masivas megafusiones), ubica a las primeras 12 trasnacionales farmacológicas (ver tabla).
Destaca que EU concentre siete de 12, Gran Bretaña dos, Suiza dos y Francia una; el eje anglosajón aglutina así 75 por ciento de las 12 primeras trasnacionales farmacológicas.
Más allá de las vertiginosas megafusiones realizadas por Pfizer (v. gr. Wyeth, adquirida recientemente por 68 mil mdd), que probablemente la habrá colocado en el primer sitial mundial, existe otra clasificación de las primeras 35 (cuyo último lugar es ocupado por Gilead Sciences, aliada a la suiza Roche y de la que es accionista el ex secretario de Defensa del régimen torturador bushiano, Donald Rumsfeld), cuyos ingresos mayores a 3 mil mdd anuales las incrustan dentro del Big Pharma, y de las cuales EU cuenta con 16, Japón cuatro, Alemania tres, Suiza tres, Gran Bretaña dos, Bélgica dos, Francia una, Israel una, Dinamarca una, Holanda una y China una. En esta clasificación con datos de 2006, llama la atención el asombroso posicionamiento de EU, el despegue sigiloso de Japón, el pobre desempeño de China, además de la notable ausencia de Canadá, Rusia, India y Latinoamérica (ya no se diga los países islámicos, árabes y africanos).
Queda claro que el poder farmacológico es preponderantemente anglosajón y extensivo a sus aliados dentro del G-7 y el G-10 (que en realidad son 11).
El entrelazamiento de los intereses farmacológicos con la banca de Wall Street, el complejo militar industrial y el poder político de EU rebasan la imaginación. Baste citar el nombramiento por Baby Bush de Randall Tobias, anterior mandamás de Eli Lilly (generosa contribuyente del Partido Republicano) al puesto sensible del Fondo contra el sida (con un presupuesto de 15 mil mdd en cinco años), bajo la encomienda de comprar las medicinas patentadas que benefician al Big Pharma en detrimento de los genéricos de bajo costo (The Lancet, 12/7/03).
Conjuntamente EU, la Unión Europea y Japón consumen casi 90 por ciento de los medicamentos globales.
IMS Health (19/3/09) reporta que solamente en EU las ventas de medicamentos ascendieron a 291 mil mdd en 2008 y calcula que este año las ventas oscilarán entre 820 mil mdd y 750 mil mdd a escala global (22/4/09). A nuestro juicio, es probable que el poder farmacológico represente el cuarto negocio más lucrativo del planeta detrás del narcotráfico, el petróleo y la venta de armas (en ese orden).
Las hazañas de Big Pharma, pueden ser indagadas en el libro crítico La verdad sobre las empresas farmaceúticas (Random House, 04), de Marcia Angell, que resume The New York Review of Books (15/7/04).
Por cierto, la aciaga reunión de la OMC en Cancún constituyó la apoteosis del Big Pharma, lidereado por Pfizer (la productora del Viagra), contra la apertura a los medicamentos genéricos.
Con o sin el brote súbito de infecciones inéditas, el siglo XXI estaba destinado a ser eminentemente biológico, donde la inmunidad, la genética, la bioquímica y la virología jugarán un rol determinante y cuando el armamentario farmacológico será de carácter estratégico, por lo que aquellos países que dispongan de la sapiencia nanobiotecnológica (un feudo de EU, guste o disguste) tendrán un gran avance y quizá dispongan hasta del control del género humano voluntaria o involuntariamente.
Aquí resalta la inmensa vulnerabilidad del BRIC (Brasil, Rusia, India y China), ya no se diga de Latinoamérica y el mundo islámico, que han descuidado el rubro farmacológico tan relevante.
Quizá la verdadera batalla comercial del siglo XXI se libre con los medicamentos genéricos: una genuina liberación nacional contra los grilletes de las tiránicas patentes y marcas de la OMC que protege, al unísono de la OMS, los intereses unilaterales de las trasnacionales farmacológicas anglosajonas.
León García Soler: A la mitad del foro
Noticias que (casi) nadie da: Los ministros de Economía de Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela acaban de firmar el acta de nacimiento del Banco del Sur. Cuenta con un capital social de 7 mil millones de dólares y para empezar a funcionar necesita sólo la firma de los presidentes de los países asociados, comunica el cotidiano argentino Página 12. Ningún diario importante de los otros países firmantes consideró necesario destacar este hecho tan importante (¿será porque todos ellos, que pertenecen a grandes grupos, centran su atención en la lucha contra sus respectivos gobiernos calificados de “populistas”?). Por su parte el prestigioso diario liberal francés Le Monde informa que en Guantánamo siguen funcionando los tribunales militares de excepción. ¿Qué dicen Barack Obama y el Departamento de Estado?
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Nuevas nacionalizaciones petroleras en Venezuela: El brasileño Folha de Sao Paulo destaca, a diferencia de otros medios latinoamericanos, la nacionalización de 60 empresas petroleras decretada por Hugo Chávez. El diario opositor venezolano El Universal explica que dichas nacionalizaciones permitirán ahorrar 700 millones de dólares anuales a PDVSA, la paraesatal petrolera venezolana. Las petroleras nacionalizadas inyectan agua al lago Maracaibo, igualmente agua, vapor o gas a los pozos para elevar su rendimiento y realizan la compresión de gas. El mismo cotidiano titula a todo lo ancho de su primera página que los gastos de la petrolera pública pasaron de 14 mil 900 millones de dólares a 22 mil 700 millones
* * *
Otras noticias importantes: El diario chileno La Tercera informa escandalizado que por presión del PAN, el estado de Guanajuato prohibió el aborto incluso en caso de embarazo resultante de violación. El uruguayo El País reporta que la justicia envió a la cárcel a los padres de un menor delincuente por “omisión de deberes inherentes a la patria potestad”, lo cual sienta un precedente legal sobre la corresponsabilidad familiar en el caso de la delincuencia juvenil. El colombiano El Mundo, relata el conflicto entre los obreros bananeros colombianos y los finqueros exportadores. El sindicato de esos trabajadores decretó la huelga en las 296 fincas bananeras de Urubá y esa industria agrícola deja de vender por día 350 mil cajones de fruta, con valor de 2.5 millones de dólares. El diario paraguayo Última Hora anuncia el asesinato a puñaladas de un destacado líder sindical de los ciegos y defensor de los derechos humanos.
Desde otras ciudades
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Nuevas nacionalizaciones petroleras en Venezuela: El brasileño Folha de Sao Paulo destaca, a diferencia de otros medios latinoamericanos, la nacionalización de 60 empresas petroleras decretada por Hugo Chávez. El diario opositor venezolano El Universal explica que dichas nacionalizaciones permitirán ahorrar 700 millones de dólares anuales a PDVSA, la paraesatal petrolera venezolana. Las petroleras nacionalizadas inyectan agua al lago Maracaibo, igualmente agua, vapor o gas a los pozos para elevar su rendimiento y realizan la compresión de gas. El mismo cotidiano titula a todo lo ancho de su primera página que los gastos de la petrolera pública pasaron de 14 mil 900 millones de dólares a 22 mil 700 millones
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Otras noticias importantes: El diario chileno La Tercera informa escandalizado que por presión del PAN, el estado de Guanajuato prohibió el aborto incluso en caso de embarazo resultante de violación. El uruguayo El País reporta que la justicia envió a la cárcel a los padres de un menor delincuente por “omisión de deberes inherentes a la patria potestad”, lo cual sienta un precedente legal sobre la corresponsabilidad familiar en el caso de la delincuencia juvenil. El colombiano El Mundo, relata el conflicto entre los obreros bananeros colombianos y los finqueros exportadores. El sindicato de esos trabajadores decretó la huelga en las 296 fincas bananeras de Urubá y esa industria agrícola deja de vender por día 350 mil cajones de fruta, con valor de 2.5 millones de dólares. El diario paraguayo Última Hora anuncia el asesinato a puñaladas de un destacado líder sindical de los ciegos y defensor de los derechos humanos.
Desde otras ciudades
adrid. Es un paraje singular, poético y un símbolo casi sagrado de la ciudad. Es donde vivió, estudió y se inspiró Francisco de Goya para plasmar con su pincel algunos de sus cuadros visionarios. Es el único sitio donde los habitantes de Madrid pueden contemplar los bellos atardeceres abrigando a sus montañas. Es el Parque de Las Vistillas, zona republicana por antonomasia a pesar de estar rodeada de la catedral de La Almudena y del Palacio Real.
Ahí, en ese rincón de la ciudad, el alcalde de Madrid, el conservador Alberto Ruiz-Gallardón, en connivencia con el arzobispo y cardenal Antonio María Rouco-Varela, pretenden edificar un “minivaticano”. Sí, una réplica, pero en pequeño, del palacio romano en pleno centro de Madrid para, entre otras cosas, atraer al “turismo religioso”. El proyecto es de dimensiones faraónicas, como casi todas las obras de este alcalde: 25 mil metros cuadrados de edificación, en donde habrá entre otras cosas una residencia para sacerdotes jubilados de más de tres mil metros cuadrados y un seminario de 18 mil.
El proyecto está aprobado por el cabildo y se anuncia como inminente. Pero la población de Las Vistillas y demás ciudadanos han decidido hacer frente a este proyecto, tanto por su dudosa aportación arquitectónica a la ciudad como por el hecho de que se done, una vez más, suelo público a una confesión religiosa. En este caso, y como casi siempre en este país, a la Iglesia católica.
Armando G. Tejeda, corresponsal
Ahí, en ese rincón de la ciudad, el alcalde de Madrid, el conservador Alberto Ruiz-Gallardón, en connivencia con el arzobispo y cardenal Antonio María Rouco-Varela, pretenden edificar un “minivaticano”. Sí, una réplica, pero en pequeño, del palacio romano en pleno centro de Madrid para, entre otras cosas, atraer al “turismo religioso”. El proyecto es de dimensiones faraónicas, como casi todas las obras de este alcalde: 25 mil metros cuadrados de edificación, en donde habrá entre otras cosas una residencia para sacerdotes jubilados de más de tres mil metros cuadrados y un seminario de 18 mil.
El proyecto está aprobado por el cabildo y se anuncia como inminente. Pero la población de Las Vistillas y demás ciudadanos han decidido hacer frente a este proyecto, tanto por su dudosa aportación arquitectónica a la ciudad como por el hecho de que se done, una vez más, suelo público a una confesión religiosa. En este caso, y como casi siempre en este país, a la Iglesia católica.
Armando G. Tejeda, corresponsal
en días recientes, ha sido evidente la molestia del gobierno mexicano ante algunas de las acciones de prevención adoptadas por autoridades de otras naciones en el contexto de la alerta sanitaria mundial por el brote de influenza A. Además del roce diplomático que desataron las medidas de aislamiento decretadas por China para decenas de ciudadanos mexicanos, destacan las notas de protesta enviadas por la cancillería mexicana a sus homólogas de Ecuador, Perú, Argentina y Cuba por las restricciones establecidas a vuelos de y hacia nuestro país, disposiciones que, a decir del titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón Hinojosa, no tienen fundamento técnico suficiente y constituyen en cambio acciones de discriminación en contra de mexicanos.
Ciertamente, las decisiones adoptadas por los gobiernos de otros países pueden ser vistas como unilaterales y hasta desmedidas, y es insoslayable que han generado molestias al alterar los traslados de pasajeros de distintas nacionalidades que viajan a o salen de nuestro país. Sin embargo, el calderonismo pareciera empeñado en atribuir a otros la responsabilidad por la incómoda situación que se vive en el ámbito internacional y ha soslayado, con ello, que ésta ha tenido su origen en la imagen que las autoridades nacionales proyectaron al extranjero: un país con tapabocas, una población hundida en la zozobra y la desinformación y una estrategia gubernamental de contención tardía y errática, circunstancias que, a lo que puede verse, indujeron la alarma y el temor tanto dentro como fuera del país.
En este contexto, las reacciones de gobiernos como el de China –país que cuenta con un largo historial de epidemias por enfermedades respiratorias– o el de Argentina –nación que en los últimos meses ha sufrido el repunte de la epidemia del dengue–, desmesuradas o no, han tenido como principal objeto la prevención y el cuidado de la salud de sus respectivas poblaciones, y resulta por tanto inadecuado acusarlas de discriminatorias. En el caso concreto de Cuba, nación que ha realizado invaluables aportes en materia de salud a otros países –México incluido, como lo prueba la brigada médica enviada por el gobierno de la isla a Tabasco en el contexto de las inundaciones que esa entidad sufrió en 2007–, el temor al contagio del virus de la influenza se explica por dos factores fundamentales, ligados a la política hostil y criminal que Washington ha practicado hacia La Habana en las últimas décadas.
El primero de ellos es el bloqueo inhumano e ilegal que Estados Unidos mantiene hacia la isla desde hace casi medio siglo y que se ha mantenido hasta ahora no obstante las medidas de relajación emprendidas por la administración que encabeza Barack Obama. Entre muchas otras afectaciones, este castigo impide la compra de medicamentos, patentes, equipos sanitarios, y coloca, por tanto, a la población cubana en una circunstancia de vulnerabilidad adicional ante la amenaza de una pandemia como la que hoy se enfrenta.
A lo anterior debe añadirse el hecho de que, de acuerdo con información existente y documentada en distintos medios, Cuba ha sido víctima de agresiones químicas y bacteriológicas, emprendidas por Estados Unidos con el objeto de abonar así al empobrecimiento de la población de ese país, y sembrar animadversión popular hacia las autoridades de la isla. Algunos ejemplos: de acuerdo con informes desclasificados de la Agencia Central de Inteligencia estadunidense (CIA, por sus siglas en inglés), entre 1961 y 1962 Washington fraguó un plan, la denominada Operación Mangosta, cuyo objetivo era provocar fracasos en las cosechas alimentarias en Cuba, para lo cual se pretendía, entre otras cosas, emplear químicos para dañar a los trabajadores. En mayo de 1971, una epidemia de fiebre porcina africana que apareció en territorio cubano –el primer brote de ese virus en el hemisferio occidental– forzó al gobierno de La Habana a sacrificar por completo su población porcina –más de medio millón de cerdos–. A pesar de que Washington negó su participación en la propagación del brote, seis años después el diario neoyorquino Newsday publicó declaraciones de una fuente de la inteligencia estadunidense en las que ésta confiesa que había recibido el virus en un contenedor sellado y sin etiqueta en una base militar de Estados Unidos en Panamá con instrucciones de entregarlo a un grupo anticastrista (CIA link to Cuban pig virus reported, Newsday, 10/1/1977). Una década más tarde, en 1981, la nación caribeña se vio afectada por una variedad del dengue particularmente virulenta que afectó a 273 mil personas y provocó la muerte de 158; la propagación del virus pudo haber sido una operación norteamericana encubierta (Cover Action, verano de 1982).
Ante estas consideraciones, es claro que, más que muestras de hostilidad y de xenofobia antimexicana, las disposiciones del gobierno de La Habana constituyen medidas de obvia sensatez y pertinencia ante una amenaza sanitaria que, en la circunstancia presente, sería más devastadora para la isla de lo que sería en otras partes. El gobierno de México, en suma, debe cobrar conciencia de esta situación y, en lugar de abrazar un discurso patriotero y hasta chauvinista, corregir los errores propios –de los cuales la opinión pública internacional ha tomado nota– y rectificar el pésimo manejo que ha hecho en general con respecto a la todavía vigente emergencia sanitaria.
Jorge Durand: Crisis y deportación
Ciertamente, las decisiones adoptadas por los gobiernos de otros países pueden ser vistas como unilaterales y hasta desmedidas, y es insoslayable que han generado molestias al alterar los traslados de pasajeros de distintas nacionalidades que viajan a o salen de nuestro país. Sin embargo, el calderonismo pareciera empeñado en atribuir a otros la responsabilidad por la incómoda situación que se vive en el ámbito internacional y ha soslayado, con ello, que ésta ha tenido su origen en la imagen que las autoridades nacionales proyectaron al extranjero: un país con tapabocas, una población hundida en la zozobra y la desinformación y una estrategia gubernamental de contención tardía y errática, circunstancias que, a lo que puede verse, indujeron la alarma y el temor tanto dentro como fuera del país.
En este contexto, las reacciones de gobiernos como el de China –país que cuenta con un largo historial de epidemias por enfermedades respiratorias– o el de Argentina –nación que en los últimos meses ha sufrido el repunte de la epidemia del dengue–, desmesuradas o no, han tenido como principal objeto la prevención y el cuidado de la salud de sus respectivas poblaciones, y resulta por tanto inadecuado acusarlas de discriminatorias. En el caso concreto de Cuba, nación que ha realizado invaluables aportes en materia de salud a otros países –México incluido, como lo prueba la brigada médica enviada por el gobierno de la isla a Tabasco en el contexto de las inundaciones que esa entidad sufrió en 2007–, el temor al contagio del virus de la influenza se explica por dos factores fundamentales, ligados a la política hostil y criminal que Washington ha practicado hacia La Habana en las últimas décadas.
El primero de ellos es el bloqueo inhumano e ilegal que Estados Unidos mantiene hacia la isla desde hace casi medio siglo y que se ha mantenido hasta ahora no obstante las medidas de relajación emprendidas por la administración que encabeza Barack Obama. Entre muchas otras afectaciones, este castigo impide la compra de medicamentos, patentes, equipos sanitarios, y coloca, por tanto, a la población cubana en una circunstancia de vulnerabilidad adicional ante la amenaza de una pandemia como la que hoy se enfrenta.
A lo anterior debe añadirse el hecho de que, de acuerdo con información existente y documentada en distintos medios, Cuba ha sido víctima de agresiones químicas y bacteriológicas, emprendidas por Estados Unidos con el objeto de abonar así al empobrecimiento de la población de ese país, y sembrar animadversión popular hacia las autoridades de la isla. Algunos ejemplos: de acuerdo con informes desclasificados de la Agencia Central de Inteligencia estadunidense (CIA, por sus siglas en inglés), entre 1961 y 1962 Washington fraguó un plan, la denominada Operación Mangosta, cuyo objetivo era provocar fracasos en las cosechas alimentarias en Cuba, para lo cual se pretendía, entre otras cosas, emplear químicos para dañar a los trabajadores. En mayo de 1971, una epidemia de fiebre porcina africana que apareció en territorio cubano –el primer brote de ese virus en el hemisferio occidental– forzó al gobierno de La Habana a sacrificar por completo su población porcina –más de medio millón de cerdos–. A pesar de que Washington negó su participación en la propagación del brote, seis años después el diario neoyorquino Newsday publicó declaraciones de una fuente de la inteligencia estadunidense en las que ésta confiesa que había recibido el virus en un contenedor sellado y sin etiqueta en una base militar de Estados Unidos en Panamá con instrucciones de entregarlo a un grupo anticastrista (CIA link to Cuban pig virus reported, Newsday, 10/1/1977). Una década más tarde, en 1981, la nación caribeña se vio afectada por una variedad del dengue particularmente virulenta que afectó a 273 mil personas y provocó la muerte de 158; la propagación del virus pudo haber sido una operación norteamericana encubierta (Cover Action, verano de 1982).
Ante estas consideraciones, es claro que, más que muestras de hostilidad y de xenofobia antimexicana, las disposiciones del gobierno de La Habana constituyen medidas de obvia sensatez y pertinencia ante una amenaza sanitaria que, en la circunstancia presente, sería más devastadora para la isla de lo que sería en otras partes. El gobierno de México, en suma, debe cobrar conciencia de esta situación y, en lugar de abrazar un discurso patriotero y hasta chauvinista, corregir los errores propios –de los cuales la opinión pública internacional ha tomado nota– y rectificar el pésimo manejo que ha hecho en general con respecto a la todavía vigente emergencia sanitaria.
Jorge Durand: Crisis y deportación
En tiempos de bonanza económica los trabajadores migrantes son bienvenidos. No sólo eso, son necesarios e indispensables para el desarrollo económico; por tanto, son reclutados, enganchados, contratados. No importa que sean irregulares o indocumentados, todo se justifica en aras del crecimiento económico. En épocas de recesión los que habían sido bienvenidos se convierten en trabajadores desechables y son estigmatizados, discriminados, culpados por el desempleo y en ocasiones deportados.
Con la crisis, las labores que desechaban los nativos, por considerarlas impropias, riesgosas, sucias y mal pagadas, se convierten, retóricamente, en puestos de empleo arrebatados a los trabajadores locales. Y digo retóricamente porque muy difícilmente un americano de raza blanca o negra va a ir a trabajar a los campos para recoger lechuga, brócoli o coliflor. Prefieren hacer cola para cobrar el seguro de desempleo.
El hombre de la calle percibe la crisis por los indicadores de desempleo. No los que anuncian la prensa o el gobierno, sino aquellos que por su propia cuenta han podido constatar en su familia, sus amigos, su barrio. Estar empleado se convierte en el bien más preciado y no estarlo en desgracia personal y familiar. Todos quieren conservar su puesto y para ello trabajan más, llegan temprano, evitan pedir permisos, se olvidan de las organizaciones sindicales. Pero al mismo tiempo el empleo se convierte en un derecho de los nacionales; son ellos los que deben tener preferencia sobre los extranjeros.
En Cataluña, por ejemplo, la tasa de desempleo de los nativos en 2009 es de 12.7 puntos, mientras la de los inmigrantes es el doble: 30.5. Pero en realidad las cosas son mucho más complejas, como puede apreciarse en tres espacios laborales donde los inmigrantes suelen ocuparse: la agricultura, la construcción y el servicio doméstico.
España, país que reclutó cientos de miles de esos trabajadores en décadas recientes, ahora ha empezado a despedirlos. Hace 20 años existían numerosas cuadrillas de trabajadores agrícolas españoles que recorrían los campos de acuerdo con el ritmo de las cosechas. Ahora hacen el trabajo los inmigrantes marroquíes, polacos, rumanos y ecuatorianos. Paradójicamente, estos trabajadores, que son el último peldaño de la escala laboral, difícilmente perderán sus empleos. La agricultura no suele parar y siempre demanda mano de obra barata. Cuando un tipo de labor se convierte en tarea exclusiva de inmigrantes, se transforma en un nicho laboral al cual no suelen recurrir los nativos. La crisis tendrá que ser muy profunda y prolongada para poder desplazar a los trabajadores migrantes del medio agrícola.
Por el contrario, en la construcción los salarios son mejores y son un nicho laboral que disputan nativos e inmigrantes. Los empleadores suelen preferir a los foráneos porque cobran menos y trabajan más. Tienen otras ventajas, pueden ser despedidos fácilmente, no tienen prestaciones sociales y no hay sindicato que los proteja. Pero, a diferencia de la agricultura, la industria de la construcción está estrechamente ligada a las épocas de bonanza y simplemente se cancelan las obras cuando empieza la crisis.
En el servicio doméstico los inmigrantes, en su mayoría mujeres, no suelen tener competencia. Al igual que la agricultura es un nicho laboral considerado de muy bajo nivel, propio para inmigrantes. Paradójicamente, es una labor que todo el mundo puede realizar pero donde el trabajador contratado se convierte en indispensable. La peor crisis doméstica que pueda imaginarse se da cuando “la doméstica” agarra su maleta y dice: “señora, me voy”. Por otra parte, los que suelen contratar el servicio doméstico son los sectores medios y altos que por lo general tienen mayores recursos y ahorros, y se pueden dar el lujo de contar con ese servicio. Recursos que se obtienen precisamente porque alguien se encarga de limpiar la casa, cuidar los niños y atender a los ancianos.
Por su parte, en Estados Unidos se calcula que hay unos 7 millones de trabajadores indocumentados, de los cuales 21 por ciento trabaja en servicios domésticos (limpieza, cocina, cuidado de niños y ancianos, jardinería, etcétera); otro 14 por ciento labora en la preparación de alimentos (enlatados, empaque, procesamiento de carne, mariscos, aves, etc.) y 13 por ciento se dedica a labores agrícolas, fundamentalmente la recolección de cosechas estacionales. Por lo general, en el desempeño de estas labores no se paga más allá del sueldo mínimo, alrededor de 7 u 8 dólares por hora, dependiendo de las regiones. Podríamos afirmar que casi la mitad de la población indocumentada está ubicada en un mercado de trabajo que resulta estratégico para la sobrevivencia (alimentos perecederos y procesados) y para el bienestar cotidiano (servicio doméstico). Dos rubros donde difícilmente se puede prescindir de mano de obra y donde muy pocos nativos quieren o pueden trabajar.
En la agricultura estadunidense, por ejemplo, 77 por ciento de los trabajadores es nacido en México y 9 por ciento de origen mexicano. A lo largo de cien años la política migratoria de ese país tuvo como principal objetivo confinar y especializar a los mexicanos en el trabajo agrícola. Y esta política puede considerarse todo un éxito, sus propios datos y estudios lo demuestran. La agricultura en Estados Unidos está totalmente mexicanizada, tanto en la base como en los mandos medios y las labores técnicas. Su medio agrícola depende de la mano de obra mexicana y esto no se puede cambiar de la noche a la mañana. Son indispensables, no importa que tengan o no papeles, eso es secundario.
En el rubro de la preparación de alimentos se han dado cambios radicales en los 20 años recientes. En la industria avícola y el procesamiento de carnes en Estados Unidos trabajaban fundamentalmente negros, tanto hombres como mujeres. Ahora laboran latinos, principalmente mexicanos y centroamericanos. La industria entró en una fase de reconversión, se abandonaron las viejas instalaciones, se indemnizó a los trabajadores y se relocalizaron las fábricas. Pero, sobre todo, se acabaron los sindicatos y los contratos colectivos. Los reclutadores empezaron a contratar migrantes y en pocos años cambió radicalmente la composición de la fuerza laboral. Las redadas de la época de Bush se enfocaron a este tipo de empresas que contratan miles trabajadores. Pero, finalmente, eran actos simbólicos; ni modo que los americanos dejaran de comer pavo el día de Acción de Gracias.
Por el contrario, en la industria de la construcción, donde labora 12 por ciento de la mano de obra indocumentada, los despidos han sido masivos. La crisis hipotecaria repercutió directamente en la producción de viviendas y se paralizaron las obras. A diferencia de los otros rubros, en éste se ganan mejores salarios y hay más posibilidades de que entren a trabajar los nativos cuando se reactive la economía.
Sucede lo mismo en la industria restaurantera y hotelera, donde los nativos han empezado a solicitar trabajo y los indocumentados a perderlos. Al fin y al cabo, no es lo mismo trabajar al aire libre, bajo el sol o en la nieve, que con aire acondicionado o calefacción. El retorno masivo de indocumentados sólo se dará si la crisis se agudiza y la recuperación se dilata varios años.
Con la crisis, las labores que desechaban los nativos, por considerarlas impropias, riesgosas, sucias y mal pagadas, se convierten, retóricamente, en puestos de empleo arrebatados a los trabajadores locales. Y digo retóricamente porque muy difícilmente un americano de raza blanca o negra va a ir a trabajar a los campos para recoger lechuga, brócoli o coliflor. Prefieren hacer cola para cobrar el seguro de desempleo.
El hombre de la calle percibe la crisis por los indicadores de desempleo. No los que anuncian la prensa o el gobierno, sino aquellos que por su propia cuenta han podido constatar en su familia, sus amigos, su barrio. Estar empleado se convierte en el bien más preciado y no estarlo en desgracia personal y familiar. Todos quieren conservar su puesto y para ello trabajan más, llegan temprano, evitan pedir permisos, se olvidan de las organizaciones sindicales. Pero al mismo tiempo el empleo se convierte en un derecho de los nacionales; son ellos los que deben tener preferencia sobre los extranjeros.
En Cataluña, por ejemplo, la tasa de desempleo de los nativos en 2009 es de 12.7 puntos, mientras la de los inmigrantes es el doble: 30.5. Pero en realidad las cosas son mucho más complejas, como puede apreciarse en tres espacios laborales donde los inmigrantes suelen ocuparse: la agricultura, la construcción y el servicio doméstico.
España, país que reclutó cientos de miles de esos trabajadores en décadas recientes, ahora ha empezado a despedirlos. Hace 20 años existían numerosas cuadrillas de trabajadores agrícolas españoles que recorrían los campos de acuerdo con el ritmo de las cosechas. Ahora hacen el trabajo los inmigrantes marroquíes, polacos, rumanos y ecuatorianos. Paradójicamente, estos trabajadores, que son el último peldaño de la escala laboral, difícilmente perderán sus empleos. La agricultura no suele parar y siempre demanda mano de obra barata. Cuando un tipo de labor se convierte en tarea exclusiva de inmigrantes, se transforma en un nicho laboral al cual no suelen recurrir los nativos. La crisis tendrá que ser muy profunda y prolongada para poder desplazar a los trabajadores migrantes del medio agrícola.
Por el contrario, en la construcción los salarios son mejores y son un nicho laboral que disputan nativos e inmigrantes. Los empleadores suelen preferir a los foráneos porque cobran menos y trabajan más. Tienen otras ventajas, pueden ser despedidos fácilmente, no tienen prestaciones sociales y no hay sindicato que los proteja. Pero, a diferencia de la agricultura, la industria de la construcción está estrechamente ligada a las épocas de bonanza y simplemente se cancelan las obras cuando empieza la crisis.
En el servicio doméstico los inmigrantes, en su mayoría mujeres, no suelen tener competencia. Al igual que la agricultura es un nicho laboral considerado de muy bajo nivel, propio para inmigrantes. Paradójicamente, es una labor que todo el mundo puede realizar pero donde el trabajador contratado se convierte en indispensable. La peor crisis doméstica que pueda imaginarse se da cuando “la doméstica” agarra su maleta y dice: “señora, me voy”. Por otra parte, los que suelen contratar el servicio doméstico son los sectores medios y altos que por lo general tienen mayores recursos y ahorros, y se pueden dar el lujo de contar con ese servicio. Recursos que se obtienen precisamente porque alguien se encarga de limpiar la casa, cuidar los niños y atender a los ancianos.
Por su parte, en Estados Unidos se calcula que hay unos 7 millones de trabajadores indocumentados, de los cuales 21 por ciento trabaja en servicios domésticos (limpieza, cocina, cuidado de niños y ancianos, jardinería, etcétera); otro 14 por ciento labora en la preparación de alimentos (enlatados, empaque, procesamiento de carne, mariscos, aves, etc.) y 13 por ciento se dedica a labores agrícolas, fundamentalmente la recolección de cosechas estacionales. Por lo general, en el desempeño de estas labores no se paga más allá del sueldo mínimo, alrededor de 7 u 8 dólares por hora, dependiendo de las regiones. Podríamos afirmar que casi la mitad de la población indocumentada está ubicada en un mercado de trabajo que resulta estratégico para la sobrevivencia (alimentos perecederos y procesados) y para el bienestar cotidiano (servicio doméstico). Dos rubros donde difícilmente se puede prescindir de mano de obra y donde muy pocos nativos quieren o pueden trabajar.
En la agricultura estadunidense, por ejemplo, 77 por ciento de los trabajadores es nacido en México y 9 por ciento de origen mexicano. A lo largo de cien años la política migratoria de ese país tuvo como principal objetivo confinar y especializar a los mexicanos en el trabajo agrícola. Y esta política puede considerarse todo un éxito, sus propios datos y estudios lo demuestran. La agricultura en Estados Unidos está totalmente mexicanizada, tanto en la base como en los mandos medios y las labores técnicas. Su medio agrícola depende de la mano de obra mexicana y esto no se puede cambiar de la noche a la mañana. Son indispensables, no importa que tengan o no papeles, eso es secundario.
En el rubro de la preparación de alimentos se han dado cambios radicales en los 20 años recientes. En la industria avícola y el procesamiento de carnes en Estados Unidos trabajaban fundamentalmente negros, tanto hombres como mujeres. Ahora laboran latinos, principalmente mexicanos y centroamericanos. La industria entró en una fase de reconversión, se abandonaron las viejas instalaciones, se indemnizó a los trabajadores y se relocalizaron las fábricas. Pero, sobre todo, se acabaron los sindicatos y los contratos colectivos. Los reclutadores empezaron a contratar migrantes y en pocos años cambió radicalmente la composición de la fuerza laboral. Las redadas de la época de Bush se enfocaron a este tipo de empresas que contratan miles trabajadores. Pero, finalmente, eran actos simbólicos; ni modo que los americanos dejaran de comer pavo el día de Acción de Gracias.
Por el contrario, en la industria de la construcción, donde labora 12 por ciento de la mano de obra indocumentada, los despidos han sido masivos. La crisis hipotecaria repercutió directamente en la producción de viviendas y se paralizaron las obras. A diferencia de los otros rubros, en éste se ganan mejores salarios y hay más posibilidades de que entren a trabajar los nativos cuando se reactive la economía.
Sucede lo mismo en la industria restaurantera y hotelera, donde los nativos han empezado a solicitar trabajo y los indocumentados a perderlos. Al fin y al cabo, no es lo mismo trabajar al aire libre, bajo el sol o en la nieve, que con aire acondicionado o calefacción. El retorno masivo de indocumentados sólo se dará si la crisis se agudiza y la recuperación se dilata varios años.
espués de casi 50 años de hostilidad incesante hacia el gobierno revolucionario de Cuba, Estados Unidos ha dado su primer paso hacia un deshielo en las relaciones. El gobierno cubano ha respondido con cautela y escepticismo, pero dejó la puerta abierta a esta posibilidad. Algunos comentaristas han atribuido esta nueva situación a un cambio en el liderazgo de ambos países. La explicación real descansa mucho más en un cambio en la situación geopolítica –en el sistema-mundo como un todo y en América Latina en particular.
Los revolucionarios cubanos asumieron el poder en enero de 1959. Las relaciones con Estados Unidos se deterioraron mucho en el lapso de un año. En marzo de 1960, el presidente Eisenhower ordenó preparar una invasión de exiliados cubanos para derrocar al gobierno de Cuba. En marzo de 1961, poco después de llegar a presidente, John F. Kennedy aprobó una versión revisada del plan Eisenhower. El plan se instrumentó un mes después. Se le conoce como la invasión de Bahía de Cochinos (Playa Girón). Duró unos cuantos días y fue un fiasco militar para los invasores respaldados por Estados Unidos.
En enero de 1962, Estados Unidos propuso en la reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA) que se le suspendiera su membresía a Cuba. La propuesta de Estados Unidos se aprobó por 14 de los 21 miembros, apenas las dos terceras partes necesarias para que pasara. Cuba votó que no y se abstuvieron otros seis países latinoamericanos. El argumento principal para la suspensión fue que Cuba había anunciado su adhesión al marxismo-leninismo, que se consideró incompatible con la membresía. Además, Estados Unidos lanzó un embargo total a las relaciones comerciales con Cuba y buscó la aquiescencia con este boicot de los aliados de la OTAN en Europa occidental y de los estados latinoamericanos.
Octubre de 1962 marcó la muy dramática crisis de los misiles cubanos. La Unión Soviética colocó misiles nucleares en sitios de la isla. Estados Unidos exigió que fueran retirados. El mundo temió que estuviéramos a punto de una guerra nuclear. Al final, la Unión Soviética retiró los misiles, supuestamente a cambio de un compromiso secreto de Estados Unidos de que no respaldaría ninguna invasión más a Cuba. El gobierno cubano indicó su desacuerdo con la decisión de la Unión Soviética, pero mantuvo sus buenas relaciones con ese gobierno.
Como resulta evidente, el principal elemento en la hostilidad estadunidense hacia el gobierno cubano se debió a consideraciones de la guerra fría. De ahí en adelante, el gobierno de Estados Unidos puso presión constante en sus aliados de la OTAN y en los estados latinoamericanos para que cortaran todos sus vínculos con Cuba, lazos que, uno por uno, casi todos cortaron.
Al mismo tiempo, hubo un número creciente de exiliados cubanos en Estados Unidos. Estos exiliados estaban decididos a derrocar al gobierno cubano, y se organizaron políticamente para garantizar un fuerte apoyo a esta idea por parte del Congreso y del gobierno estadunidense. Durante los primeros 30 años, este esfuerzo tuvo más y más éxito.
Contra esta hostilidad, el gobierno cubano buscó alianzas no sólo con países del así llamado bloque socialista sino con gobiernos y movimientos revolucionarios en el llamado tercer mundo. Exportó a los países del tercer mundo su capital humano en la forma de médicos y profesores bien capacitados. Ofreció ayuda militar crucial al gobierno de la Angola independiente, que entonces luchaba contra los invasores del gobierno de Sudáfrica, promotor del apartheid. Las tropas cubanas ayudaron a derrotar a los sudafricanos en la crucial batalla de Cuito Carnavale en 1988.
La situación cambió por completo en los años 90, en tres modos cruciales. El primer nuevo elemento fue el colapso de la Unión Soviética. Esto significó que las consideraciones de la guerra fría se volvieran irrelevantes. Significó también que Cuba sufriera grandes penurias económicas en los años 90 debido al fin de la asistencia económica ruso/soviética, y que tuviera que ajustar su programa interno.
El segundo nuevo elemento, especialmente evidente en la presidencia de George W. Bush, fue la aguda decadencia del poderío geopolítico estadunidense. Esto desató un serio revés en la política latinoamericana, con la subida al poder de gobiernos de centroizquierda en un país tras otro. Una por una, todas estas naciones empezaron a restablecer relaciones con Cuba y llamaron a ponerle fin al boicot estadunidense y a la reintegración de Cuba a la OEA.
El tercer elemento fue una marcada transformación en el escenario político estadunidense. Por vez primera, comenzó a hablarse con seriedad del fracaso de las políticas estadunidenses hacia Cuba. Hubo presión de los agricultores que se interesaron en conseguir el derecho de vender sus productos en Cuba. Esto obtuvo respaldo de muchos senadores republicanos, incluido, notablemente, Richard Luger, el decano republicano en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado.
Más importante aún fue el hecho de que, después de 50 años, la comunidad de exiliados en Cuba evolucionó en sus puntos de vista políticos. Un gran número de cubanoestadunidenses más jóvenes comenzaron a argumentar en favor de su derecho a viajar a Cuba, enviar dinero ahí y establecer un intercambio libre y abierto.
Cuando Barack Obama llegó a la presidencia, recibió algunas presiones para emprender el deshielo en las relaciones cubano-estadunidenses. Esto lo hizo mediante varios gestos iniciales, deshaciendo las restricciones a las remesas familiares y a los viajes que su predecesor había impuesto.
Qué tan lejos está dispuesto a llegar Obama para mejorar las relaciones es algo que no sabemostodavían. Pero mientras que hace apenas 10 años las presiones políticas internas en Estados Unidos estaban abrumadoramente en favor de un boicot económico, hoy el público y los políticos están divididos. Y debido a la evolución de la opinión latinoamericana y el tamaño creciente de la población latina en Estados Unidos, es probable que la opinión pública evolucione todavía más en uno o dos años por venir.
La reacción de Cuba ha sido prudente. Fidel Castro lo explicó bien el 5 de abril. Dijo que los gestos y afirmaciones de Obama estaban destinados primordialmente al público estadunidense y expresaban la opinión de un presidente de Estados Unidos. Sin duda es mucho mejor que Bush y McCain (algo que muchos críticos de izquierda no quieren admitir de Obama), pero Obama está constreñido por las realidades. El imperio es mucho más poderoso que él y sus buenas intenciones.
Así que Cuba está tentativamente explorando qué tan lejos quiere llegar Estados Unidos. Hay discusiones diplomáticas de nivel bajo que ya están en curso. El gobierno de Obama tiene presiones que empujan hacia el deshielo. El gobierno de Castro tiene presiones en América Latina en favor de un deshielo. Si las realidades geopolíticas continúan evolucionando en la dirección que se han encaminado en los últimos años, no es imposible que Cuba y Estados Unidos logren relaciones diplomáticas normales. No hay duda de que ambos continuarían teniendo perspectivas diferentes con respecto del mundo, y que prosigan diferentes objetivos, pero eso es cierto para casi todas las relaciones bilaterales. Lograr una situación en que las relaciones entre Cuba y Estados Unidos fueran unas de dignidad y respeto mutuo sería un gran avance con respecto a las relaciones de los pasados 50 años.
Traducción: Ramón Vera Herrera
©Immanuel Wallerstein
Ángeles González Gamio: Poco a poco
oco a poco vamos recuperando la ciudad que habíamos perdido. La vitalidad que la caracteriza y su inmensa riqueza cultural, gastronómica y de esparcimiento estuvieron vetadas, mutilando su subyugante personalidad de urbe cosmopolita y vibrante.
Pero lo que permanece inmutable es su arquitectura, la belleza de sus plazas y calles, su verdor perenne, ahora salpicado con el color de las flores primaverales. Eso no nos lo pueden quitar, ¡disfrutémoslo! ¿Qué les parece un paseo por la calle de Moneda?; aquí se forjó la cultura americana occidental. La vía conserva el nombre que le dio la antigua Casa de Moneda, cuya sede aún existe, con la misma belleza y elegancia, aunque con otro uso.
La acompañan otras construcciones magníficas de las que hemos hablado en ocasiones anteriores, pero siempre hay cosas diferentes que decir, ya que cada una de ellas da para un libro: la primera universidad, el Palacio del Arzobispado, la llamada Casa de la Primera Imprenta, la antigua Casa de Moneda, las casas del Mayorazgo de Guerrero, el templo de Santa Inés y en el cruce con la calle de Academia, la Academia de San Carlos que le da nombre y el Museo José Luis Cuevas, ocupando el antiguo convento de Santa Inés y al final de Moneda, en donde se angosta y cambia de nombre, el imponente templo de la Santísima.
Varios de estos edificios son museos, lo que permite admirarlos también en el interior, en donde siempre hay uno o varios magníficos patios, además del contenido artístico, que suele ser de gran calidad. Si estos recintos continúan cerrados, lo que nos ofrece el exterior es más que suficiente para alimentar el alma de belleza.
Comencemos el recorrido admirando en la esquina de Moneda y Seminario la casona en donde estuvo la primera universidad. Unos pasos adelante se levanta imponente el antiguo Palacio del Arzobispado que conserva su fachada del siglo XVIII, con el gran portón enmarcado por dos pares de sobrios estípites.
En la contraesquina se encuentra la hermosa casona que se dice fue la sede de la primera imprenta. En el interior se puede ver una enorme cabeza de serpiente mexica, que se encontró colocada como parte de los cimientos. Casi enfrente se yergue el soberbio palacio que alojó a la primera Casa de Moneda y después se convirtió en el primer museo del continente americano.
Del otro lado de la calle dos hermanas, parecidas, más no idénticas, lucen su hermosura barroca un tanto decadente, en espera de una buena restauración; son las casas del Mayorazgo de Guerrero. Fueron diseñadas por Francisco Guerrero Torres, uno de los grandes arquitectos del siglo XVIII.
Continuando por Moneda nos encontramos con el templo de Santa Inés, cuyas portadas gemelas muestran el martirio de la santa, finamente labrado en la vieja madera. A la vuelta podemos apreciar el que fuera su convento, que se restauró para albergar el Museo José Luis Cuevas.
En esa misma vía se encuentra la Academia de San Carlos, fundada en 1785 como la primera de América dedicada a formar arquitectos, pintores y escultores. Retomando la calle de Moneda, ya convertida en Santísima, desembocamos en el imponente templo que bautiza la vía, una de las edificaciones barrocas más hermosas del mundo.
Y ahora que nuevamente podemos disfrutar de los deleites gastronómicos con la reapertura de sitios de comer y ¡beber!,vamos a la callecita de Filomeno Mata, entre Madero y Cinco de mayo que, sabiamente convertida en peatonal, alberga varios sitios con mesas al aire libre, lo que mucho se agradece con este clima tropical que estamos gozando.
En el número 18, el tradicional Salón Corona abrió una sucursal, en la que ofrece sus mismos suculentos cocteles marinos: abulón, vuelve a la vida, ceviche y ostión. Lugar principal tienen las tortas. De chuparse los dedos las de bacalao, de romeritos, de pulpo, de callos o de salpicón. El acompañamiento indispensable: una buen tarro de cerveza.
gonzalezgamio@gmail.com
Pero lo que permanece inmutable es su arquitectura, la belleza de sus plazas y calles, su verdor perenne, ahora salpicado con el color de las flores primaverales. Eso no nos lo pueden quitar, ¡disfrutémoslo! ¿Qué les parece un paseo por la calle de Moneda?; aquí se forjó la cultura americana occidental. La vía conserva el nombre que le dio la antigua Casa de Moneda, cuya sede aún existe, con la misma belleza y elegancia, aunque con otro uso.
La acompañan otras construcciones magníficas de las que hemos hablado en ocasiones anteriores, pero siempre hay cosas diferentes que decir, ya que cada una de ellas da para un libro: la primera universidad, el Palacio del Arzobispado, la llamada Casa de la Primera Imprenta, la antigua Casa de Moneda, las casas del Mayorazgo de Guerrero, el templo de Santa Inés y en el cruce con la calle de Academia, la Academia de San Carlos que le da nombre y el Museo José Luis Cuevas, ocupando el antiguo convento de Santa Inés y al final de Moneda, en donde se angosta y cambia de nombre, el imponente templo de la Santísima.
Varios de estos edificios son museos, lo que permite admirarlos también en el interior, en donde siempre hay uno o varios magníficos patios, además del contenido artístico, que suele ser de gran calidad. Si estos recintos continúan cerrados, lo que nos ofrece el exterior es más que suficiente para alimentar el alma de belleza.
Comencemos el recorrido admirando en la esquina de Moneda y Seminario la casona en donde estuvo la primera universidad. Unos pasos adelante se levanta imponente el antiguo Palacio del Arzobispado que conserva su fachada del siglo XVIII, con el gran portón enmarcado por dos pares de sobrios estípites.
En la contraesquina se encuentra la hermosa casona que se dice fue la sede de la primera imprenta. En el interior se puede ver una enorme cabeza de serpiente mexica, que se encontró colocada como parte de los cimientos. Casi enfrente se yergue el soberbio palacio que alojó a la primera Casa de Moneda y después se convirtió en el primer museo del continente americano.
Del otro lado de la calle dos hermanas, parecidas, más no idénticas, lucen su hermosura barroca un tanto decadente, en espera de una buena restauración; son las casas del Mayorazgo de Guerrero. Fueron diseñadas por Francisco Guerrero Torres, uno de los grandes arquitectos del siglo XVIII.
Continuando por Moneda nos encontramos con el templo de Santa Inés, cuyas portadas gemelas muestran el martirio de la santa, finamente labrado en la vieja madera. A la vuelta podemos apreciar el que fuera su convento, que se restauró para albergar el Museo José Luis Cuevas.
En esa misma vía se encuentra la Academia de San Carlos, fundada en 1785 como la primera de América dedicada a formar arquitectos, pintores y escultores. Retomando la calle de Moneda, ya convertida en Santísima, desembocamos en el imponente templo que bautiza la vía, una de las edificaciones barrocas más hermosas del mundo.
Y ahora que nuevamente podemos disfrutar de los deleites gastronómicos con la reapertura de sitios de comer y ¡beber!,vamos a la callecita de Filomeno Mata, entre Madero y Cinco de mayo que, sabiamente convertida en peatonal, alberga varios sitios con mesas al aire libre, lo que mucho se agradece con este clima tropical que estamos gozando.
En el número 18, el tradicional Salón Corona abrió una sucursal, en la que ofrece sus mismos suculentos cocteles marinos: abulón, vuelve a la vida, ceviche y ostión. Lugar principal tienen las tortas. De chuparse los dedos las de bacalao, de romeritos, de pulpo, de callos o de salpicón. El acompañamiento indispensable: una buen tarro de cerveza.
gonzalezgamio@gmail.com
o primero que me parece importante señalar hoy es que la captación tributaria en nuestro país sigue siendo una de las más bajas del mundo. Números preliminares de la cuenta pública 2008 indican que el peso de las aportaciones tributaria de los mexicanos es de apenas poco más de 9 por ciento (9.16) del producto interno bruto. En 2001 y 2002 –acaso como fruto del bono ciudadano inicial al regresivo gobierno de Fox– casi llegaron a 12 por ciento (11.27 y 11.62), participación similar a la que se había logrado en algunos –sólo algunos– años anteriores.
En sólo seis años, los gobiernos de Acción Nacional nos han llevado a una participación tributaria menor en dos puntos y medio del producto nacional. ¿Cómo, entonces, se puede hablar de responsabilidad y cumplimiento gubernamentales, cuando no se enfrenta la verdad de esta dramática realidad tributaria nacional? Déjeme contarle con un ejemplo lo que hoy en día valen esos dos puntos y medio a los que han renunciado los gobiernos del PAN. ¿A qué equivalen? Exactamente al gasto total en lo que en el gobierno llaman “función salud”, ejercido en 36 a 37 por ciento por la también llamada por el gobierno “administración pública centralizada”. Y en un 64 o 63 por ciento por las “entidades de control presupuestario directo”, es decir, IMSS (80 por ciento de esa parte), ISSTE (15 por ciento) y los servicios de salud de Pemex (5 por ciento).
Claro que ante esta terrible realidad –la que podemos llamar paraíso fiscal– usted me puede preguntar cómo le ha hecho el gobierno para lograr una leve mejoría en el gasto en salud por cada mexicano. Sí, una mejoría: 15 por ciento más por habitante respecto de uno de los años de mayor gasto por persona en nuestra historia reciente, justamente 1993. Ahora bien, si le cuentan que la mejoría es de casi el doble respecto del gasto en salud por persona de 1996, en plena recuperación de la caída de 1995 impulsada por el gobierno de Zedillo, dígales –por favor, hágalo– que es cierto.
Sí, hoy se gasta en salud casi el doble de aquel terrible y lamentable año de 1996: 2 mil 820 pesos actuales de 2008 por habitante. Y dígales también que ese valor mínimo de Zedillo fue de sólo mil 449 pesos actuales de 2008 por habitante. Y cuando le acepten las felicitaciones –desde luego que los personeros de Fox y de Calderón– pídanle, por favor, que le expliquen con detalle (o sin detalle, en realidad no importa) cómo lograron esa mejoría –exigua…pobre, por lo demás– sin una mejoría tributaria. O, más bien, con un deterioro tributario tremendo: esos dos y medio puntos del PIB que le señalé antes.
Déjeme terminar apoyándolo con algunos elementos explicativos. Más bien el elemento explicativo básico. ¿Lo adivinó? Sí, claro que lo adivinó. La renta petrolera. El año pasado la aportación de esta renta petrolera fue de 80 mil 842 millones de dólares, equivalentes a poco más de 7 por ciento del PIB. Los años anteriores se registraron cifras menores de captación gubernamental de renta petrolera, pero similarmente importantes para soportar el mayor gasto gubernamental con deterioro tributario. Lo lamentable de todo esto es que, sí, efectivamente, Cantarell no sólo está enfermo sino que se está muriendo, de la influenza tributaria gubernamental. Su vida permitió –lamentablemente– más de 30 años de regresión fiscal en nuestro país. Por eso, cuando estos personeros se paran frente a las medios de comunicación para explicarnos –con sus verdades a medias y su ausencia de explicación integral de las cosas– todo lo que han hecho para mejorar la salud de los mexicanos, sobre todo de los más de 73 por ciento que reciben menos de cinco salarios mínimos de ingreso mensual, uno no puede menos que ignorarlos. Parece ser lo mejor. De veras.
rojasags@yahoo.com.mx
En sólo seis años, los gobiernos de Acción Nacional nos han llevado a una participación tributaria menor en dos puntos y medio del producto nacional. ¿Cómo, entonces, se puede hablar de responsabilidad y cumplimiento gubernamentales, cuando no se enfrenta la verdad de esta dramática realidad tributaria nacional? Déjeme contarle con un ejemplo lo que hoy en día valen esos dos puntos y medio a los que han renunciado los gobiernos del PAN. ¿A qué equivalen? Exactamente al gasto total en lo que en el gobierno llaman “función salud”, ejercido en 36 a 37 por ciento por la también llamada por el gobierno “administración pública centralizada”. Y en un 64 o 63 por ciento por las “entidades de control presupuestario directo”, es decir, IMSS (80 por ciento de esa parte), ISSTE (15 por ciento) y los servicios de salud de Pemex (5 por ciento).
Claro que ante esta terrible realidad –la que podemos llamar paraíso fiscal– usted me puede preguntar cómo le ha hecho el gobierno para lograr una leve mejoría en el gasto en salud por cada mexicano. Sí, una mejoría: 15 por ciento más por habitante respecto de uno de los años de mayor gasto por persona en nuestra historia reciente, justamente 1993. Ahora bien, si le cuentan que la mejoría es de casi el doble respecto del gasto en salud por persona de 1996, en plena recuperación de la caída de 1995 impulsada por el gobierno de Zedillo, dígales –por favor, hágalo– que es cierto.
Sí, hoy se gasta en salud casi el doble de aquel terrible y lamentable año de 1996: 2 mil 820 pesos actuales de 2008 por habitante. Y dígales también que ese valor mínimo de Zedillo fue de sólo mil 449 pesos actuales de 2008 por habitante. Y cuando le acepten las felicitaciones –desde luego que los personeros de Fox y de Calderón– pídanle, por favor, que le expliquen con detalle (o sin detalle, en realidad no importa) cómo lograron esa mejoría –exigua…pobre, por lo demás– sin una mejoría tributaria. O, más bien, con un deterioro tributario tremendo: esos dos y medio puntos del PIB que le señalé antes.
Déjeme terminar apoyándolo con algunos elementos explicativos. Más bien el elemento explicativo básico. ¿Lo adivinó? Sí, claro que lo adivinó. La renta petrolera. El año pasado la aportación de esta renta petrolera fue de 80 mil 842 millones de dólares, equivalentes a poco más de 7 por ciento del PIB. Los años anteriores se registraron cifras menores de captación gubernamental de renta petrolera, pero similarmente importantes para soportar el mayor gasto gubernamental con deterioro tributario. Lo lamentable de todo esto es que, sí, efectivamente, Cantarell no sólo está enfermo sino que se está muriendo, de la influenza tributaria gubernamental. Su vida permitió –lamentablemente– más de 30 años de regresión fiscal en nuestro país. Por eso, cuando estos personeros se paran frente a las medios de comunicación para explicarnos –con sus verdades a medias y su ausencia de explicación integral de las cosas– todo lo que han hecho para mejorar la salud de los mexicanos, sobre todo de los más de 73 por ciento que reciben menos de cinco salarios mínimos de ingreso mensual, uno no puede menos que ignorarlos. Parece ser lo mejor. De veras.
rojasags@yahoo.com.mx
ras el susto no queda sino la tentación de decirnos, como en otras ocasiones: ¡la libramos! La perspectiva era negra: nos movíamos y movemos dentro de un sistema de salud pública cuya descentralización no propició nuevas energías integradoras, ni pudo evitar que el federalismo salvaje desatado por Fox con cargo a la renta petrolera la avasallara, hasta llegar al punto crítico donde parte de los fondos transferidos por la Federación para la salud simplemente no aparecen, se desviaron, se esfumaron.
La insuficiencia financiera y de alcance efectivo del sistema ha sido elocuentemente expuesta por la OCDE, así como por informes y ensayos especializados. Mucho se sabía, aunque tales conocimientos no hayan llegado a integrar un diagnóstico general y de Estado, como lo ilustra para su desdoro el Plan Nacional de Desarrollo; pero lo básico formaba parte ya del bagaje de los profesionales de la salud a quienes se les pedía ahora actuar, pronto y bien, en territorio desconocido. De aquí la desolación y la angustia institucional de los primeros días.
Entrampados el gobierno y el sistema de salud en esta tijera envenenada, se optó por la dureza y la acción pronta y radical, que ahora lleva a más de un improvisado pontífice a afirmar que “hubo sobrerreacción”. En realidad, dado el punto de partida aquí reseñado, no había a la mano sino el argumento contrafactual: ¿Y si en efecto es tan grave? ¿Y qué tal si ésta es la grande, tan esperada y tan temida por todos?
Este argumento sigue del lado de la autoridad, pero no por mucho tiempo, porque más allá de la piratería empresarial en curso, el reclamo y las preguntas formuladas en estos días de encierro pronto darán lugar a un severo cuestionamiento ciudadano que le toca responder sin ambages al gobierno, ahora sin el escudo un tanto prestado por la emergencia: ¿por qué tantos muertos, aquí?, ¿qué tan preparados estábamos?, ¿qué tanto lo estamos ahora, sabiendo que estos sismos reverberan y replican sin pedir permiso ni comprometer fechas?, ¿podemos empezar a garantizar(nos) atención oportuna y eficaz, cuidado digno?, ¿podemos asegurar que la cascada de noticias sobre la no atención en los centros de salud o las clínicas del IMSS pasarán al diccionario mexicano de sus infamias?
Muchos se regodean hoy ante lo que describen como “todo un Estado” que derrotó con decisión al virus traicionero. Tal descubrimiento del Estado puede ser tan engañoso como el optimismo que ahora quieren inventar los náufragos de la implosión de Wall Street.
The Economist advertía hace unos días contra este optimismo precoz y Paul Krugman no ha dejado de hacerlo recordando la recaída americana de 1937, cuando Roosevelt decidió que ya estaba bien y había que buscar el sacrosanto equilibrio fiscal. Y la recesión convirtió la vuelta de la sabiduría convencional en remate de una crisis que no parecía tener fin.
Redescubrir el Estado, y festinarlo sin hacerse cargo de sus ostensibles debilidades, puede llenar un programa de tv o una proclama radiofónica, pero no lleva a ninguna parte, porque soslaya lo fundamental y obscurece las zonas neurálgicas que el encierro no pudo disfrazar y que saltaron ante nuestros ojos desde el principio del pánico: no tenemos suficiente capacidad instalada para el diagnóstico específico; no hay investigación básica epidemiológica ni dirigida expresamente a solventar las fallas al parecer geológicas en materia de vacunación; y las finanzas públicas, en su extrema precariedad, no pueden capear el temporal de presiones provenientes de un empresariado voraz e insolidario, ahora acompañado por gobernadores que, miopes pero no lentos, “ven la suya” y reclaman ampliaciones del gasto, sin que ninguno de ellos diga esta boca es mía cuando deba abordarse el hoyo negro de los impuestos.
No hay por qué alarmarse, dice el gobierno, porque recursos hay y para todos: pero esto sólo tiene sentido en la hipótesis de que las fuerzas productivas nacionales pueden valerse por ellas mismas y, por ello, lo presupuestado para encarar la crisis económica antes de la lluvia del virus basta y sobra, para lidiar también con los costos y nuevas exigencias atribuibles a la desgracia sanitaria.
Tal hipótesis carece de fuerza y fundamento, si atendemos a lo que se hace en otros lados, como Brasil o Chile, o a lo que se ha hecho y se hará en Estados Unidos.
No basta, entonces, con preguntar a Hacienda si lo anunciado para aliviar los efectos del virus es adecuado. Un debate sólo sobre esto no hará sino desviar la atención sobre lo principal y lo que urge encarar: que Hacienda y el Congreso se pregunten y se respondan en un solo acto de política si lo dispuesto antes de este susto ha fluído; cuáles han sido sus efectos y si, a la vista de una extensión del receso americano y mundial, es en efecto lo que hay que hacer para salir al paso de la caída tan aguda en la producción y el empleo pronosticada por el Banco de México y el propio FMI y para evitar que se nos vuelva un viaje al centro de la tierra.
Estado y ciudadanía hay, pero no para siempre ni para todo. Y si algo no sobra en esta temporada infame es tiempo. Y la sabia virtud.
La insuficiencia financiera y de alcance efectivo del sistema ha sido elocuentemente expuesta por la OCDE, así como por informes y ensayos especializados. Mucho se sabía, aunque tales conocimientos no hayan llegado a integrar un diagnóstico general y de Estado, como lo ilustra para su desdoro el Plan Nacional de Desarrollo; pero lo básico formaba parte ya del bagaje de los profesionales de la salud a quienes se les pedía ahora actuar, pronto y bien, en territorio desconocido. De aquí la desolación y la angustia institucional de los primeros días.
Entrampados el gobierno y el sistema de salud en esta tijera envenenada, se optó por la dureza y la acción pronta y radical, que ahora lleva a más de un improvisado pontífice a afirmar que “hubo sobrerreacción”. En realidad, dado el punto de partida aquí reseñado, no había a la mano sino el argumento contrafactual: ¿Y si en efecto es tan grave? ¿Y qué tal si ésta es la grande, tan esperada y tan temida por todos?
Este argumento sigue del lado de la autoridad, pero no por mucho tiempo, porque más allá de la piratería empresarial en curso, el reclamo y las preguntas formuladas en estos días de encierro pronto darán lugar a un severo cuestionamiento ciudadano que le toca responder sin ambages al gobierno, ahora sin el escudo un tanto prestado por la emergencia: ¿por qué tantos muertos, aquí?, ¿qué tan preparados estábamos?, ¿qué tanto lo estamos ahora, sabiendo que estos sismos reverberan y replican sin pedir permiso ni comprometer fechas?, ¿podemos empezar a garantizar(nos) atención oportuna y eficaz, cuidado digno?, ¿podemos asegurar que la cascada de noticias sobre la no atención en los centros de salud o las clínicas del IMSS pasarán al diccionario mexicano de sus infamias?
Muchos se regodean hoy ante lo que describen como “todo un Estado” que derrotó con decisión al virus traicionero. Tal descubrimiento del Estado puede ser tan engañoso como el optimismo que ahora quieren inventar los náufragos de la implosión de Wall Street.
The Economist advertía hace unos días contra este optimismo precoz y Paul Krugman no ha dejado de hacerlo recordando la recaída americana de 1937, cuando Roosevelt decidió que ya estaba bien y había que buscar el sacrosanto equilibrio fiscal. Y la recesión convirtió la vuelta de la sabiduría convencional en remate de una crisis que no parecía tener fin.
Redescubrir el Estado, y festinarlo sin hacerse cargo de sus ostensibles debilidades, puede llenar un programa de tv o una proclama radiofónica, pero no lleva a ninguna parte, porque soslaya lo fundamental y obscurece las zonas neurálgicas que el encierro no pudo disfrazar y que saltaron ante nuestros ojos desde el principio del pánico: no tenemos suficiente capacidad instalada para el diagnóstico específico; no hay investigación básica epidemiológica ni dirigida expresamente a solventar las fallas al parecer geológicas en materia de vacunación; y las finanzas públicas, en su extrema precariedad, no pueden capear el temporal de presiones provenientes de un empresariado voraz e insolidario, ahora acompañado por gobernadores que, miopes pero no lentos, “ven la suya” y reclaman ampliaciones del gasto, sin que ninguno de ellos diga esta boca es mía cuando deba abordarse el hoyo negro de los impuestos.
No hay por qué alarmarse, dice el gobierno, porque recursos hay y para todos: pero esto sólo tiene sentido en la hipótesis de que las fuerzas productivas nacionales pueden valerse por ellas mismas y, por ello, lo presupuestado para encarar la crisis económica antes de la lluvia del virus basta y sobra, para lidiar también con los costos y nuevas exigencias atribuibles a la desgracia sanitaria.
Tal hipótesis carece de fuerza y fundamento, si atendemos a lo que se hace en otros lados, como Brasil o Chile, o a lo que se ha hecho y se hará en Estados Unidos.
No basta, entonces, con preguntar a Hacienda si lo anunciado para aliviar los efectos del virus es adecuado. Un debate sólo sobre esto no hará sino desviar la atención sobre lo principal y lo que urge encarar: que Hacienda y el Congreso se pregunten y se respondan en un solo acto de política si lo dispuesto antes de este susto ha fluído; cuáles han sido sus efectos y si, a la vista de una extensión del receso americano y mundial, es en efecto lo que hay que hacer para salir al paso de la caída tan aguda en la producción y el empleo pronosticada por el Banco de México y el propio FMI y para evitar que se nos vuelva un viaje al centro de la tierra.
Estado y ciudadanía hay, pero no para siempre ni para todo. Y si algo no sobra en esta temporada infame es tiempo. Y la sabia virtud.
Antonio Gershenson: Nuevos datos del camino a perforar
Hay nuevos datos sobre la alternativa, sobre lo que sí funciona en materia de producción de petróleo crudo. En el cuarto trimestre de 2008, según información oficial de Pemex, hubo cuatro pozos que entraron a producir crudo ligero, y que fueron considerados principales descubrimientos de ese período. Ninguno estaba en Chicontepec, ni menos aún en las aguas profundas, objetivos de los discursos oficiales durante más de un año, en relación con la llamada reforma energética.
Hubo también un caso similar pero con gas natural y condensados, y de eso nos vamos a ocupar en su momento, merece un artículo específico. Damos los datos principales de cada uno. Todos producen crudo ligero(tabla 1).
También hubo otros tres descubrimientos similares en el primer trimestre de 2009. Todos están en la Región Sur, y tienen otro rasgo importante: producen crudo superligero. Sus datos son:(tabla 2)
No es toda la producción nueva, sólo es la de estos pozos notables. Vamos a comparar esto con la de Chicontepec. En el último mes de 2004, la producción de esa zona fue de poco más de 20 mil 552 barriles diarios promedio. En el último trimestre de 2008, la producción promedio fue de 30 mil barriles diarios. El aumento en esos cuatro años fue de menos de 10 mil barriles diarios, aproximadamente 9 mil 500. Aumentó la producción en 4 años menos que en cualquiera de los dos trimestres mencionados y sólo por los pozos notables.
En cambio, la inversión en Chicontepec es mucho mayor. Vimos en el artículo anterior que para esta área está contratada la perforación de 2 mil 600 pozos. Aproximadamente Pemex paga un millón 350 mil dólares por pozo. En los otros casos no disponemos de los datos de 2008 porque no se ha publicado la Memoria de Labores, pero de la edición de 2007 sacamos los siguientes datos, sucesivamente se refieren a 2005, 2006 y 2007, y se refieren al número de pozos de desarrollo terminados en el área respectiva.
Litoral de Tabasco, 9, 16 y 6 pozos terminados. Cinco Presidentes, 22, 7 y 28 pozos perforados. No hay comparación, ¿cierto?. Es importante mostrar que esta enorme diferencia no es de ahora, de los dos trimestres más recientes, aunque ahora se ven cosas que antes no habían pasado, y que son muy importantes.
En las regiones Marina Suroeste y Sur sus ventajas no se notan tanto porque hay partes de cada región ya muy antiguas, y otras nuevas que inician su desarrollo. La diferencia es más clara en la Marina Suroeste porque la región Litoral de Tabasco es toda nueva, unos cuantos años, mientras que en la zona Sur hay diferentes lugares nuevos. Por ejemplo, del proyecto Julivá, lleva años pero no décadas, no se oía mucho hablar de él, y ahora tiene el primer lugar entre los pozos de crudo superligero. Su extremo nororiente es la ciudad de Frontera, en la costa de Tabasco.
Vamos a ver el caso de la Región Marina Suroeste. Ya en el caso de la región en su conjunto, había bajado su producción al declinar los yacimientos y pozos originales (Abkatún data de 1978). Pero desde 2003 hasta 2008 subió de poco menos de 400 mil barriles diarios a 500 mil, 100 mil barriles diarios de aumento en la producción. Pero eso no es todo.
Esta misma región no producía crudo superligero, aunque ya el producir casi puro ligero era una ventaja. En 2003 empezó con una mínima cantidad, 400 barriles diarios. Pero estuvo aumentando hasta llegar a 96 mil barriles diarios de crudo superligero en 2007. No tenemos el dato de 2008. Pero casi todos los 100 mil barriles que aumentó la producción total de la región, pues son de crudo superligero. Para cuando las actuales zonas nuevas se vayan a agotar, es razonable ir también a zonas un poco más profundas pero contiguas a las actuales, incluso más de 200 metros de profundidad pero menos de 500.
Por si fueran pocas estas diferencias, la Auditoría Superior de la Federación da a conocer sus trabajos, incluyendo auditorías, realizados sobre el ejercicio de 2007. Nos dicen que en el proyecto Aceite Terciario del Golfo (así le dicen ahora a Chicontepec, prefieren que la gente común no les entienda) y otros más, todos ellos financiados con Pidiregas, se cometió una falta que viola la ley.
En estos casos PEP (Pemex Exploración y Producción) no llevó a cabo un proyecto definido que sustente que la inversión producirá los recursos suficientes para su amortización y obligaciones asumidas, ya que no cuenta con los estudios de costo beneficio de la inversión asociada a las actividades de exploración, lo cual incumple el artículo 18, párrafo primero, de la Ley General de Deuda Pública. No puede, por lo mismo, demostrar que Chicontepec es rentable, y ya hemos visto desde diferentes ángulos que no lo es.
gershen@servidor.unam.mx
Hay nuevos datos sobre la alternativa, sobre lo que sí funciona en materia de producción de petróleo crudo. En el cuarto trimestre de 2008, según información oficial de Pemex, hubo cuatro pozos que entraron a producir crudo ligero, y que fueron considerados principales descubrimientos de ese período. Ninguno estaba en Chicontepec, ni menos aún en las aguas profundas, objetivos de los discursos oficiales durante más de un año, en relación con la llamada reforma energética.
Hubo también un caso similar pero con gas natural y condensados, y de eso nos vamos a ocupar en su momento, merece un artículo específico. Damos los datos principales de cada uno. Todos producen crudo ligero(tabla 1).
También hubo otros tres descubrimientos similares en el primer trimestre de 2009. Todos están en la Región Sur, y tienen otro rasgo importante: producen crudo superligero. Sus datos son:(tabla 2)
No es toda la producción nueva, sólo es la de estos pozos notables. Vamos a comparar esto con la de Chicontepec. En el último mes de 2004, la producción de esa zona fue de poco más de 20 mil 552 barriles diarios promedio. En el último trimestre de 2008, la producción promedio fue de 30 mil barriles diarios. El aumento en esos cuatro años fue de menos de 10 mil barriles diarios, aproximadamente 9 mil 500. Aumentó la producción en 4 años menos que en cualquiera de los dos trimestres mencionados y sólo por los pozos notables.
En cambio, la inversión en Chicontepec es mucho mayor. Vimos en el artículo anterior que para esta área está contratada la perforación de 2 mil 600 pozos. Aproximadamente Pemex paga un millón 350 mil dólares por pozo. En los otros casos no disponemos de los datos de 2008 porque no se ha publicado la Memoria de Labores, pero de la edición de 2007 sacamos los siguientes datos, sucesivamente se refieren a 2005, 2006 y 2007, y se refieren al número de pozos de desarrollo terminados en el área respectiva.
Litoral de Tabasco, 9, 16 y 6 pozos terminados. Cinco Presidentes, 22, 7 y 28 pozos perforados. No hay comparación, ¿cierto?. Es importante mostrar que esta enorme diferencia no es de ahora, de los dos trimestres más recientes, aunque ahora se ven cosas que antes no habían pasado, y que son muy importantes.
En las regiones Marina Suroeste y Sur sus ventajas no se notan tanto porque hay partes de cada región ya muy antiguas, y otras nuevas que inician su desarrollo. La diferencia es más clara en la Marina Suroeste porque la región Litoral de Tabasco es toda nueva, unos cuantos años, mientras que en la zona Sur hay diferentes lugares nuevos. Por ejemplo, del proyecto Julivá, lleva años pero no décadas, no se oía mucho hablar de él, y ahora tiene el primer lugar entre los pozos de crudo superligero. Su extremo nororiente es la ciudad de Frontera, en la costa de Tabasco.
Vamos a ver el caso de la Región Marina Suroeste. Ya en el caso de la región en su conjunto, había bajado su producción al declinar los yacimientos y pozos originales (Abkatún data de 1978). Pero desde 2003 hasta 2008 subió de poco menos de 400 mil barriles diarios a 500 mil, 100 mil barriles diarios de aumento en la producción. Pero eso no es todo.
Esta misma región no producía crudo superligero, aunque ya el producir casi puro ligero era una ventaja. En 2003 empezó con una mínima cantidad, 400 barriles diarios. Pero estuvo aumentando hasta llegar a 96 mil barriles diarios de crudo superligero en 2007. No tenemos el dato de 2008. Pero casi todos los 100 mil barriles que aumentó la producción total de la región, pues son de crudo superligero. Para cuando las actuales zonas nuevas se vayan a agotar, es razonable ir también a zonas un poco más profundas pero contiguas a las actuales, incluso más de 200 metros de profundidad pero menos de 500.
Por si fueran pocas estas diferencias, la Auditoría Superior de la Federación da a conocer sus trabajos, incluyendo auditorías, realizados sobre el ejercicio de 2007. Nos dicen que en el proyecto Aceite Terciario del Golfo (así le dicen ahora a Chicontepec, prefieren que la gente común no les entienda) y otros más, todos ellos financiados con Pidiregas, se cometió una falta que viola la ley.
En estos casos PEP (Pemex Exploración y Producción) no llevó a cabo un proyecto definido que sustente que la inversión producirá los recursos suficientes para su amortización y obligaciones asumidas, ya que no cuenta con los estudios de costo beneficio de la inversión asociada a las actividades de exploración, lo cual incumple el artículo 18, párrafo primero, de la Ley General de Deuda Pública. No puede, por lo mismo, demostrar que Chicontepec es rentable, y ya hemos visto desde diferentes ángulos que no lo es.
gershen@servidor.unam.mx
Desde hace más de 60 años Argentina está condenada a repetir, siempre en condiciones diferentes, su pasado político y, como en la famosa espiral histórica del filósofo napolitano Giambattista Vico, retorna siempre al mismo punto, aunque a otro nivel.
Hagamos un poco de historia. El golpe militar de 1943 dividió a las fuerzas armadas entre las diversas variantes de nacionalistas y de desarrollistas, por un lado, y los pretorianos de la vieja oligarquía exportadora ligados al imperialismo de turno (primero inglés y después iusai), por el otro. De ese modo abrió el camino a la construcción del peronismo como gobierno capitalista conservador pero que, desde el poder, actuaba en nombre de una burguesía industrial. Ésta no tenía expresión política e incluso en buena parte lo resistía. Por eso Perón, para compensar la debilidad de aquélla y enfrentar la poderosa alianza entre la oligarquía y el imperialismo, se apoyaba en los trabajadores, cediendo ante sus movilizaciones y exigencias al mismo tiempo que combatía las ideas socialistas.
Antes del peronismo, la escena política estaba ocupada casi exclusivamente por el partido conservador, de los terratenientes, y la Unión Cívica Radical, nacida en 1890 de una rebelión de sectores medios y que sirvió para dar cauce al ingreso de las clases medias en la política y la vida social. En los años 30 los sectores más conservadores de la UCR, al igual que los del partido socialista, se habían amalgamado con la oligarquía mientras los radicales más nacionalistas intentaban infructuosos golpes de Estado.
El peronismo de 1945 pudo juntar así tendencias nacionalistas reaccionarias y hasta conservadores populares con sindicalistas revolucionarios, sectores socialistas, anarquistas y comunistas minoritarios y viejos votantes radicales en ruptura con su partido, y dividió a las instituciones al lograr el apoyo de una ala de la Iglesia, así como había logrado el de la mayoría del ejército. La oposición antiperonista, por su parte, tenía como eje también la amalgama entre los sectores más importantes de los capitalistas industriales, el capital extranjero, la oligarquía tradicional exportadora y el imperialismo, y reunía la mayoría de las clases medias urbanas, incluyendo la gran mayoría de los simpatizantes comunistas y socialistas, prisioneros de la ideología liberal.
En Argentina no existía una izquierda anticapitalista influyente. El conflicto social intercapitalista, por un lado, y la lucha entre explotados y explotadores, por el otro, se expresaron de modo deformado. Por un lado, como lucha feroz entre dos corrientes liberales y procapitalistas (la oligárquico-exportadora y la nacionalista conservadora industrialista) y, por el otro, mediante un sindicalismo obrero muy combativo pero también víctima de su ideología liberal que luchaba contra los patrones pero no contra el capital. En efecto, el proletariado urbano resultante de la industrialización quería vivir mejor y más dignamente, no acabar con la explotación. Por eso siguió tan fácilmente a un coronel hasta entonces desconocido que pudo legalizarle importantes conquistas sociales y que, al mismo tiempo, colmó su orgullo nacionalista con la promesa de la Argentina potencia y con la resistencia al comando de Washington.
Desde la huida de Perón en 1955 ante el golpe militar de septiembre de ese año, el peronismo de los trabajadores se refugió en la resistencia sindical y en las empresas mientras la derecha del peronismo (incluido el mismo Perón) negociaba continuamente con los dictadores. Cuando el derrumbe de la última dictadura provocada por el fracaso ignominioso de la aventura diversionista con la guerra de las Malvinas, esa derecha conservadora, que dominaba el aparato político partidario, creyó poder canalizar el peronismo de los trabajadores, pero en 1983 ganó las elecciones el radical Raúl Alfonsín, con el voto de la mayoría izquierdizada de las clases medias urbanas y de los trabajadores peronistas que repudiaban a las burocracias sindicales corruptas y la derecha peronistas. El liberalismo proimperialista de los dictadores fue sustituido así por el liberalismo antimperialista de una ala del partido radical que no tenía base firme y constante ni tampoco un verdadero partido (ya que en Argentina la UCR y el peronismo son más bien movimientos ). El derrumbe del gobierno de Alfonsín y los desastres producidos por los gobiernos peronistas de Menem provocaron después la crisis profunda y paralela de radicales y peronistas que llevó al estallido popular de diciembre de 2001. La pareja presidencial Néstor-Cristina Kirchner, en estos seis años últimos intentó lograr respaldo popular para una política de desarrollo del capitalismo y de la industria nacionales mucho menos audaz que la de Perón, que seguía siendo liberal (pero no neoliberal). Ahora la crisis mundial está llevando a la reconstitución de un bloque político de la derecha en torno al intento de juntar nuevamente los pedazos dispersos de la vieja UCR. Este bloque tiene una extrema derecha (lo que queda de la UCR, el menemismo, la derecha peronista, la Iglesia católica, el alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri) y una izquierda social en el conservadurismo de las clases medias urbanas y de los rentistas agrarios, feroces defensores del mercado. Frente a eso el kirchnerismo no encontró nada mejor que tratar de hacer bloque con los integrantes de la derecha peronista, los cuales hoy aceptan un acuerdo esperando después tomar el timón del partido con vistas a las elecciones presidenciales de 2001. Así marcha Argentina hacia las elecciones del 28 de junio próximo. El peronismo como caricatura del de 1945 se presenta contra el frente antiperonista que suma también lo peor del peronismo y es apoyado por el gran capital. Teóricamente, el tándem Kirchner-Kirchner podría ganar, pero eso no es nada seguro.
Hagamos un poco de historia. El golpe militar de 1943 dividió a las fuerzas armadas entre las diversas variantes de nacionalistas y de desarrollistas, por un lado, y los pretorianos de la vieja oligarquía exportadora ligados al imperialismo de turno (primero inglés y después iusai), por el otro. De ese modo abrió el camino a la construcción del peronismo como gobierno capitalista conservador pero que, desde el poder, actuaba en nombre de una burguesía industrial. Ésta no tenía expresión política e incluso en buena parte lo resistía. Por eso Perón, para compensar la debilidad de aquélla y enfrentar la poderosa alianza entre la oligarquía y el imperialismo, se apoyaba en los trabajadores, cediendo ante sus movilizaciones y exigencias al mismo tiempo que combatía las ideas socialistas.
Antes del peronismo, la escena política estaba ocupada casi exclusivamente por el partido conservador, de los terratenientes, y la Unión Cívica Radical, nacida en 1890 de una rebelión de sectores medios y que sirvió para dar cauce al ingreso de las clases medias en la política y la vida social. En los años 30 los sectores más conservadores de la UCR, al igual que los del partido socialista, se habían amalgamado con la oligarquía mientras los radicales más nacionalistas intentaban infructuosos golpes de Estado.
El peronismo de 1945 pudo juntar así tendencias nacionalistas reaccionarias y hasta conservadores populares con sindicalistas revolucionarios, sectores socialistas, anarquistas y comunistas minoritarios y viejos votantes radicales en ruptura con su partido, y dividió a las instituciones al lograr el apoyo de una ala de la Iglesia, así como había logrado el de la mayoría del ejército. La oposición antiperonista, por su parte, tenía como eje también la amalgama entre los sectores más importantes de los capitalistas industriales, el capital extranjero, la oligarquía tradicional exportadora y el imperialismo, y reunía la mayoría de las clases medias urbanas, incluyendo la gran mayoría de los simpatizantes comunistas y socialistas, prisioneros de la ideología liberal.
En Argentina no existía una izquierda anticapitalista influyente. El conflicto social intercapitalista, por un lado, y la lucha entre explotados y explotadores, por el otro, se expresaron de modo deformado. Por un lado, como lucha feroz entre dos corrientes liberales y procapitalistas (la oligárquico-exportadora y la nacionalista conservadora industrialista) y, por el otro, mediante un sindicalismo obrero muy combativo pero también víctima de su ideología liberal que luchaba contra los patrones pero no contra el capital. En efecto, el proletariado urbano resultante de la industrialización quería vivir mejor y más dignamente, no acabar con la explotación. Por eso siguió tan fácilmente a un coronel hasta entonces desconocido que pudo legalizarle importantes conquistas sociales y que, al mismo tiempo, colmó su orgullo nacionalista con la promesa de la Argentina potencia y con la resistencia al comando de Washington.
Desde la huida de Perón en 1955 ante el golpe militar de septiembre de ese año, el peronismo de los trabajadores se refugió en la resistencia sindical y en las empresas mientras la derecha del peronismo (incluido el mismo Perón) negociaba continuamente con los dictadores. Cuando el derrumbe de la última dictadura provocada por el fracaso ignominioso de la aventura diversionista con la guerra de las Malvinas, esa derecha conservadora, que dominaba el aparato político partidario, creyó poder canalizar el peronismo de los trabajadores, pero en 1983 ganó las elecciones el radical Raúl Alfonsín, con el voto de la mayoría izquierdizada de las clases medias urbanas y de los trabajadores peronistas que repudiaban a las burocracias sindicales corruptas y la derecha peronistas. El liberalismo proimperialista de los dictadores fue sustituido así por el liberalismo antimperialista de una ala del partido radical que no tenía base firme y constante ni tampoco un verdadero partido (ya que en Argentina la UCR y el peronismo son más bien movimientos ). El derrumbe del gobierno de Alfonsín y los desastres producidos por los gobiernos peronistas de Menem provocaron después la crisis profunda y paralela de radicales y peronistas que llevó al estallido popular de diciembre de 2001. La pareja presidencial Néstor-Cristina Kirchner, en estos seis años últimos intentó lograr respaldo popular para una política de desarrollo del capitalismo y de la industria nacionales mucho menos audaz que la de Perón, que seguía siendo liberal (pero no neoliberal). Ahora la crisis mundial está llevando a la reconstitución de un bloque político de la derecha en torno al intento de juntar nuevamente los pedazos dispersos de la vieja UCR. Este bloque tiene una extrema derecha (lo que queda de la UCR, el menemismo, la derecha peronista, la Iglesia católica, el alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri) y una izquierda social en el conservadurismo de las clases medias urbanas y de los rentistas agrarios, feroces defensores del mercado. Frente a eso el kirchnerismo no encontró nada mejor que tratar de hacer bloque con los integrantes de la derecha peronista, los cuales hoy aceptan un acuerdo esperando después tomar el timón del partido con vistas a las elecciones presidenciales de 2001. Así marcha Argentina hacia las elecciones del 28 de junio próximo. El peronismo como caricatura del de 1945 se presenta contra el frente antiperonista que suma también lo peor del peronismo y es apoyado por el gran capital. Teóricamente, el tándem Kirchner-Kirchner podría ganar, pero eso no es nada seguro.
La desaparición de las disciplinas filosóficas (historia de las doctrinas filosóficas, lógica, ética y estética) de los planes de estudio del bachillerato que ha estado instrumentando la Secretaría de Educación Pública no es algo que sólo preocupe a los integrantes de la comunidad filosófica de México, si es que existe algo parecido. Muchos de los que estamos involucrados en la formación de cuadros de investigación en historia y ciencias sociales hemos dado muchas peleas por la formación filosófica de nuestros alumnos y hemos expuesto nuestras razones. Yo voy a dar ahora las mías en mi ya larga experiencia como formador de investigadores.
Como parte de mis estudios en filosofía del derecho, en mis años de Italia (1961-1964), mis maestros me hicieron estudiar la obra de los principales filósofos modernos. Mis autores fueron Hobbes, Descartes, Locke, Bacon, Vico, Leibniz, Hume, Kant, Hegel y Marx y tuve que estudiarlos en sus propias lenguas, porque, como me decía mi maestro Umberto Cerroni, “la nuestra es, ante todo, una investigación filológica”. Mientras me enfrascaba en el estudio de aquellos autores, también a mí me vino a la cabeza la pregunta “¿para qué todo esto?” y mi maestro Widar Cesarini Sforza, titular de la cátedra de filosofía del derecho, me dijo: “Hoy no lo podrás ver. Lo verás cuando ya seas un profesional de la ciencia”.
Cuando pude entrar a dar clase en 1967 a la UNAM, en la entonces Escuela de Ciencias Políticas y Sociales (en la Facultad de Derecho sólo pude dar clases hasta 1989), había una auténtica fiebre por el estudio de una gringada llamada “métodos y técnicas de investigación social”. Tengo unos 50 libros que me compré sobre esa materia. Leí todos los que pude y, un día, le pregunté a Enrique González Pedrero, mi director, para qué hacían que nuestros estudiantes llevaran hasta cuatro y a veces incluso cinco cursos sobre esas idioteces. Él me preguntó: “¿Qué les darías a estudiar?” “¡Filosofía!”, le contesté de inmediato. A la pregunta de qué les daría a leer a los estudiantes le dije “¡La Crítica de la razón pura de Kant!” Enrique me sonrió casi con conmiseración y no dijo más.
Durante los 70, mientras todos mis colegas daban cursos sobre los autores de moda, los marxistas embelesados con Althusser, que yo critiqué acerbamente; los antes funcional-estructuralistas, ahora con las propuestas “sistémicas” de Easton, que luego pasaron de moda hasta que Luhmann les dio nueva y efímera vida, y así por el estilo, yo persistí en dar mis cursos sobre los autores clásicos del pensamiento filosófico y político. Tuve un plan que seguí con varias generaciones de alumnos: Maquiavelo, Bodino, Hobbes, Locke, Montesquieu, Rousseau, Kant, Humboldt, Constant, Hegel, Tocqueville, Marx, Weber. Nunca lo terminé en un semestre. Así que mis alumnos fueron casi siempre de dos o tres semestres. Muchos de ellos recuerdan esos cursos.
Mi demanda de que se eliminaran en la Facultad de Ciencias Políticas los cursos de metodología en ciencias sociales y se sustituyeran por cursos de filosofía jamás prosperó ni fue entendida. Para mi regocijo cada año cambiaban los programas de esos cursos y nunca daban resultados. Desde hace ya más de 15 años, por otro lado, he innovado mi trabajo de formación filosófica de mis alumnos. Cada semestre escojo la obra de un gran autor: la Ciencia nueva, de Vico, por ejemplo, o la Crítica de la razón pura de Kant, o las Lecciones sobre la filosofía de la historia y la Filosofía del derecho de Hegel, o las obras filosóficas de Marx, o La ética protestante y el espíritu del capitalismo y Economía y sociedad de Weber y los leo con mis estudiantes y luego las discutimos pormenorizadamente en seminarios. Debo decir que los resultados han sido muy buenos.
Cuando en 1996 la coordinación del Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM eliminó las disciplinas filosóficas y sólo dejó dos cursillos en los que se pretendió meter todo, mientras en las preparatorias se sostenían los cursos tradicionales, yo le hice saber al rector que se estaba consumando una estupidez. El bachillerato universitario, obviamente, necesita de una reforma a fondo, pero no es así como lo vamos a mejorar. Desde hace ya muchos años he concentrado mi labor académica en el posgrado del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras y me ha sorprendido que también allí he tenido que seguir batallando por la filosofía. Contra viento y marea estoy dirigiendo una tesis doctoral sobre la filosofía de la historia de Kant, que algunos investigadores del Instituto de Investigaciones Filosóficas piensan que es una mafufada.
¿Por qué la filosofía? Para empezar, todo tiene que ver, precisamente, con el método. Uno de los autores con los que se deleitaban los profesores de Ciencias Políticas en los 60, Russel L. Ackoff, escribió: “Las ciencias sociales han ya avanzado muy bien técnicamente, pero no tan bien metodológicamente. Este desarrollo desigual se debe (en parte) al fracaso en distinguir entre técnicas y métodos de investigación social” (The Design of Social Research, University of Chicago Press, 1967, p. vii). La filosofía moderna ha cambiado la idea que los antiguos y los medievales tenían del método: ya no es un saber hacer, como para los gringos hoy; ahora se trata de concebir conceptos. Para concebir conceptos hay que saber pensar y sólo la filosofía sabe enseñarlo.
Desde Kant (en realidad, ya desde Descartes) la filosofía ha dejado de ser mera especulación para convertirse en teoría del conocimiento, vale decir, en teoría del conocimiento científico. Como escribió Ortega y Gasset: “La filosofía moderna adquiere en Kant su franca fisonomía al convertirse en mera ciencia del conocimiento. Para poder conocer algo, es preciso antes estar seguro de si se puede y cómo se puede conocer” (“Kant”, en Tríptico, Espasa-Calpe, 1947, p. 70). Concebir quiere decir pensar. No se puede elaborar un concepto sin pensarlo. Pongamos por caso el Estado o la sociedad o el ciudadano o la mujer o el hombre en sus relaciones. Hay que pensarlos, además de observarlos. Para eso sirve la filosofía. También hay que pensar el mundo como tal, debo pensarme como sujeto que conoce y definirme y debo saber definir mi objeto de estudio. Son problemas de concepción.
Por eso es una idiotez suprimir las disciplinas filosóficas cuando más las necesitan nuestros alumnos en una etapa tan crucial de su formación como lo es el bachillerato
Como parte de mis estudios en filosofía del derecho, en mis años de Italia (1961-1964), mis maestros me hicieron estudiar la obra de los principales filósofos modernos. Mis autores fueron Hobbes, Descartes, Locke, Bacon, Vico, Leibniz, Hume, Kant, Hegel y Marx y tuve que estudiarlos en sus propias lenguas, porque, como me decía mi maestro Umberto Cerroni, “la nuestra es, ante todo, una investigación filológica”. Mientras me enfrascaba en el estudio de aquellos autores, también a mí me vino a la cabeza la pregunta “¿para qué todo esto?” y mi maestro Widar Cesarini Sforza, titular de la cátedra de filosofía del derecho, me dijo: “Hoy no lo podrás ver. Lo verás cuando ya seas un profesional de la ciencia”.
Cuando pude entrar a dar clase en 1967 a la UNAM, en la entonces Escuela de Ciencias Políticas y Sociales (en la Facultad de Derecho sólo pude dar clases hasta 1989), había una auténtica fiebre por el estudio de una gringada llamada “métodos y técnicas de investigación social”. Tengo unos 50 libros que me compré sobre esa materia. Leí todos los que pude y, un día, le pregunté a Enrique González Pedrero, mi director, para qué hacían que nuestros estudiantes llevaran hasta cuatro y a veces incluso cinco cursos sobre esas idioteces. Él me preguntó: “¿Qué les darías a estudiar?” “¡Filosofía!”, le contesté de inmediato. A la pregunta de qué les daría a leer a los estudiantes le dije “¡La Crítica de la razón pura de Kant!” Enrique me sonrió casi con conmiseración y no dijo más.
Durante los 70, mientras todos mis colegas daban cursos sobre los autores de moda, los marxistas embelesados con Althusser, que yo critiqué acerbamente; los antes funcional-estructuralistas, ahora con las propuestas “sistémicas” de Easton, que luego pasaron de moda hasta que Luhmann les dio nueva y efímera vida, y así por el estilo, yo persistí en dar mis cursos sobre los autores clásicos del pensamiento filosófico y político. Tuve un plan que seguí con varias generaciones de alumnos: Maquiavelo, Bodino, Hobbes, Locke, Montesquieu, Rousseau, Kant, Humboldt, Constant, Hegel, Tocqueville, Marx, Weber. Nunca lo terminé en un semestre. Así que mis alumnos fueron casi siempre de dos o tres semestres. Muchos de ellos recuerdan esos cursos.
Mi demanda de que se eliminaran en la Facultad de Ciencias Políticas los cursos de metodología en ciencias sociales y se sustituyeran por cursos de filosofía jamás prosperó ni fue entendida. Para mi regocijo cada año cambiaban los programas de esos cursos y nunca daban resultados. Desde hace ya más de 15 años, por otro lado, he innovado mi trabajo de formación filosófica de mis alumnos. Cada semestre escojo la obra de un gran autor: la Ciencia nueva, de Vico, por ejemplo, o la Crítica de la razón pura de Kant, o las Lecciones sobre la filosofía de la historia y la Filosofía del derecho de Hegel, o las obras filosóficas de Marx, o La ética protestante y el espíritu del capitalismo y Economía y sociedad de Weber y los leo con mis estudiantes y luego las discutimos pormenorizadamente en seminarios. Debo decir que los resultados han sido muy buenos.
Cuando en 1996 la coordinación del Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM eliminó las disciplinas filosóficas y sólo dejó dos cursillos en los que se pretendió meter todo, mientras en las preparatorias se sostenían los cursos tradicionales, yo le hice saber al rector que se estaba consumando una estupidez. El bachillerato universitario, obviamente, necesita de una reforma a fondo, pero no es así como lo vamos a mejorar. Desde hace ya muchos años he concentrado mi labor académica en el posgrado del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras y me ha sorprendido que también allí he tenido que seguir batallando por la filosofía. Contra viento y marea estoy dirigiendo una tesis doctoral sobre la filosofía de la historia de Kant, que algunos investigadores del Instituto de Investigaciones Filosóficas piensan que es una mafufada.
¿Por qué la filosofía? Para empezar, todo tiene que ver, precisamente, con el método. Uno de los autores con los que se deleitaban los profesores de Ciencias Políticas en los 60, Russel L. Ackoff, escribió: “Las ciencias sociales han ya avanzado muy bien técnicamente, pero no tan bien metodológicamente. Este desarrollo desigual se debe (en parte) al fracaso en distinguir entre técnicas y métodos de investigación social” (The Design of Social Research, University of Chicago Press, 1967, p. vii). La filosofía moderna ha cambiado la idea que los antiguos y los medievales tenían del método: ya no es un saber hacer, como para los gringos hoy; ahora se trata de concebir conceptos. Para concebir conceptos hay que saber pensar y sólo la filosofía sabe enseñarlo.
Desde Kant (en realidad, ya desde Descartes) la filosofía ha dejado de ser mera especulación para convertirse en teoría del conocimiento, vale decir, en teoría del conocimiento científico. Como escribió Ortega y Gasset: “La filosofía moderna adquiere en Kant su franca fisonomía al convertirse en mera ciencia del conocimiento. Para poder conocer algo, es preciso antes estar seguro de si se puede y cómo se puede conocer” (“Kant”, en Tríptico, Espasa-Calpe, 1947, p. 70). Concebir quiere decir pensar. No se puede elaborar un concepto sin pensarlo. Pongamos por caso el Estado o la sociedad o el ciudadano o la mujer o el hombre en sus relaciones. Hay que pensarlos, además de observarlos. Para eso sirve la filosofía. También hay que pensar el mundo como tal, debo pensarme como sujeto que conoce y definirme y debo saber definir mi objeto de estudio. Son problemas de concepción.
Por eso es una idiotez suprimir las disciplinas filosóficas cuando más las necesitan nuestros alumnos en una etapa tan crucial de su formación como lo es el bachillerato
Cuando en 1995 Oliver Stone ofreció en Nixon, el retrato del presidente más denostado de la historia estadunidense –un hombre mentiroso y hábil, demagogo y agresivo, el villano político favorito de los años 70–, muchos juzgaron el resultado ambiguo e incluso complaciente.
Se le concedía demasiada importancia al personaje, y con su estupenda actuación Anthony Hopkins le confería mayor complejidad sicológica e inteligencia que la que el público estaba dispuesto a reconocerle. Años después, otra caracterización acertada, la de Frank Langella en Frost/Nixon, de Ron Howard, mostró que aquel mandatario poseía, en efecto, una astucia y un magnetismo público nada desdeñables; sin embargo, insuficientes para eludir el juicio histórico que mereció su mandato desastroso.
En Hijo de… Bush (W.), el realizador parece haber abdicado de todo intento por crear un personaje complejo y medianamente interesante. Su propósito es aportar elementos para insistir en la conclusión, ampliamente aceptada, de que el gobierno de George W. Bush fue –a la imagen de su intervención militar en Irak– todo un fiasco. Oliver Stone se aplica a desmenuzar, en una tarea tan ingrata como ociosa, la pequeñez moral de un mandatario que declaró haber oído un llamado celestial para salvar a una nación de pecadores lastimados, en un misterioso plan que haría del mundo un escenario de confrontación entre las fuerzas del bien y algunas naciones pertenecientes a un eje maligno.
Para efectos de una dramatización sin sutilezas, el realizador centra toda su atención en el personaje estelar (su equipo de colaboradores cercanos apenas disienten de él, no muestran autonomía suficiente, no se les atribuyen intenciones o intereses propios, son comparsas deslucidos en la tragicomedia insulsa de un solo hombre, al que escuetamente se identifica por la inicial intermedia de su nombre, W). De él conoceremos, mediante flash-backs rutinarios, sus delirios de grandeza y su espíritu bravucón en sus tiempos de estudiante en Yale, con esa novatada cruel presentada como ensayo virtual de las torturas que el mandatario autorizara en contra de sus enemigos reales o imaginarios, en Abu Ghraib o en Guantánamo; de él sabremos también, por los azarosos vericuetos del sicoanálisis instantáneo, de sus frustraciones juveniles y su rebeldía frente al padre que siempre prefirió a su hermano, y de cómo esta insatisfacción primitiva marca y decide buena parte de un comportamiento que años después linda ya con la paranoia.
Josh Brolin interpreta a George W. Bush
Lo que no se permite la cinta de Stone es una visión panorámica y más sustanciosa de lo que fueron los momentos claves de los ocho años de mandato de GWB. Ni una palabra acerca de las elecciones amañadas que lo mantuvieron en el poder, y muy poco de las presiones económicas y las afanosas complicidades de quienes ven en la intervención militar la oportunidad de un buen negocio (de Halliburton a Rumsfeld, pasando por un largo etcétera). Apenas algunas imágenes sobre la repulsa mundial a la aventura bélica, y referencias muy anecdóticas y al borde de la caricatura del involucramiento de otros líderes mundiales en la guerra. Hay, con todo, un énfasis sostenido en el argumento falaz de la existencia de armas de destrucción masiva en poder de Saddam Hussein.
En poco tiempo, la atención conferida a un personaje presentado esencialmente anodino y rapaz –depósito de frustraciones y rencores–, desplaza cualquier intento por comprender la realidad política de ocho años de un ejercicio caprichoso y arbitrario del poder supremo.
Si Bush se distingue por su propensión al maniqueísmo moral y a la revancha instintiva, Oliver Stone apenas opera de modo diferente. En este contexto, Josh Brolin (el rencoroso Dan White en Milk, de Gus Van Sant) hace lo posible por no naufragar en la trivialidad interpretativa a que lo orilla el guión freudiano de Stanley Weiser. Al finalizar la película, poco habrá añadido el espectador a su percepción de Bush como un mandatario de inusitada frivolidad política. Tal vez podrá concluir que lo que el cineasta intentó demostrar en las dos horas de Hijo de… Bush, cualquier caricaturista talentoso lo habría resuelto en muy pocos trazos.
carlos.bonfil@gmail.com
Se le concedía demasiada importancia al personaje, y con su estupenda actuación Anthony Hopkins le confería mayor complejidad sicológica e inteligencia que la que el público estaba dispuesto a reconocerle. Años después, otra caracterización acertada, la de Frank Langella en Frost/Nixon, de Ron Howard, mostró que aquel mandatario poseía, en efecto, una astucia y un magnetismo público nada desdeñables; sin embargo, insuficientes para eludir el juicio histórico que mereció su mandato desastroso.
En Hijo de… Bush (W.), el realizador parece haber abdicado de todo intento por crear un personaje complejo y medianamente interesante. Su propósito es aportar elementos para insistir en la conclusión, ampliamente aceptada, de que el gobierno de George W. Bush fue –a la imagen de su intervención militar en Irak– todo un fiasco. Oliver Stone se aplica a desmenuzar, en una tarea tan ingrata como ociosa, la pequeñez moral de un mandatario que declaró haber oído un llamado celestial para salvar a una nación de pecadores lastimados, en un misterioso plan que haría del mundo un escenario de confrontación entre las fuerzas del bien y algunas naciones pertenecientes a un eje maligno.
Para efectos de una dramatización sin sutilezas, el realizador centra toda su atención en el personaje estelar (su equipo de colaboradores cercanos apenas disienten de él, no muestran autonomía suficiente, no se les atribuyen intenciones o intereses propios, son comparsas deslucidos en la tragicomedia insulsa de un solo hombre, al que escuetamente se identifica por la inicial intermedia de su nombre, W). De él conoceremos, mediante flash-backs rutinarios, sus delirios de grandeza y su espíritu bravucón en sus tiempos de estudiante en Yale, con esa novatada cruel presentada como ensayo virtual de las torturas que el mandatario autorizara en contra de sus enemigos reales o imaginarios, en Abu Ghraib o en Guantánamo; de él sabremos también, por los azarosos vericuetos del sicoanálisis instantáneo, de sus frustraciones juveniles y su rebeldía frente al padre que siempre prefirió a su hermano, y de cómo esta insatisfacción primitiva marca y decide buena parte de un comportamiento que años después linda ya con la paranoia.
Josh Brolin interpreta a George W. Bush
Lo que no se permite la cinta de Stone es una visión panorámica y más sustanciosa de lo que fueron los momentos claves de los ocho años de mandato de GWB. Ni una palabra acerca de las elecciones amañadas que lo mantuvieron en el poder, y muy poco de las presiones económicas y las afanosas complicidades de quienes ven en la intervención militar la oportunidad de un buen negocio (de Halliburton a Rumsfeld, pasando por un largo etcétera). Apenas algunas imágenes sobre la repulsa mundial a la aventura bélica, y referencias muy anecdóticas y al borde de la caricatura del involucramiento de otros líderes mundiales en la guerra. Hay, con todo, un énfasis sostenido en el argumento falaz de la existencia de armas de destrucción masiva en poder de Saddam Hussein.
En poco tiempo, la atención conferida a un personaje presentado esencialmente anodino y rapaz –depósito de frustraciones y rencores–, desplaza cualquier intento por comprender la realidad política de ocho años de un ejercicio caprichoso y arbitrario del poder supremo.
Si Bush se distingue por su propensión al maniqueísmo moral y a la revancha instintiva, Oliver Stone apenas opera de modo diferente. En este contexto, Josh Brolin (el rencoroso Dan White en Milk, de Gus Van Sant) hace lo posible por no naufragar en la trivialidad interpretativa a que lo orilla el guión freudiano de Stanley Weiser. Al finalizar la película, poco habrá añadido el espectador a su percepción de Bush como un mandatario de inusitada frivolidad política. Tal vez podrá concluir que lo que el cineasta intentó demostrar en las dos horas de Hijo de… Bush, cualquier caricaturista talentoso lo habría resuelto en muy pocos trazos.
carlos.bonfil@gmail.com
Carlos Monsiváis La versión correcta del escándalo10 de mayo de 2009
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Lancemos, por decir algo, una hipótesis. Se publica un libro de escándalo que denuncia malos manejos, aceptaciones de sobornos, organizaciones de complots contra un candidato presidencial, escenas de fraternización entre un ex presidente de la República y una dirigente de la izquierda democrática, en fin, lo que ustedes imaginen y gusten.
El libro, perniciosamente, provoca comentarios, satura las líneas telefónicas, distrae del ocio a los políticos, se vuelve un tema inevitable porque no hay mayor dolor, lo dijo Dante, que no tener nada de qué escandalizarse. Y los medios, la mayoría de ellos al menos, se lanzan a preguntar a los involucrados en el libelo: “¿Usted qué opina de lo que dicen de usted? ¿Está de acuerdo en la descripción? Si naciera de nuevo, ¿volvería a juntarse con el autor de ese diabólico panfleto?”.
¡Qué cosa tan triste! En la hora de madurez de la República hay quienes aportan confusión, calumnias, dolo. Por eso, he acudido con varios de los atrozmente mencionados para obtener la versión fidedigna de lo ocurrido. Las versiones difieren, desde luego, pero para mí tienen algo de lo que, en abundancia, sólo goza el régimen actual: credibilidad. A continuación, algunas escenas de lo que sí tuvo lugar:
Un altísimo funcionario del estado de México
—¿Que si conocí a ese sujeto? Oigan, señores, ¿por quién me toman? Por supuesto que no, y tampoco, desde luego, nunca le entregué dinero a cuenta de unos videos que un señor me pidió le diera a su nombre… ¡Por favor! Jamás lo haría, yo soy de una pieza y muy bien amueblada, soy congruente con mis ideales que me han llevado hasta aquí, hasta la más alta magistratura (pero de aquí) y que me llevarán hasta allá, si no en 2012 sí en el año siguiente a 2011. Y con todo ese porvenir que me sigue dócilmente, ¿voy a dar dinero o excusas a un delincuente? ¿Por quién me toman? Bueno, pasemos a lo importante: en abril de 2013 presentaré al Congreso mi plan para pavimentar las presas de riego… ¿Que las presas no se pavimentan? Yo jamás diría eso, debe ser otra intriga del difamador ése en su libro.
Escena en casa de un ex jefe nato de las instituciones. Presentes: el autor de las calumnias, el patriota incomprendido fuera del periodo 1988-1994 y la ex dirigente. Doy fe: lo que viene a continuación es lo que pasó, la neta.
Ex presidente: ¡Ah, chispiajo! ¿Y qué es lo que traen con tanto sigilo?
Autor del libelo: Es un refrigerador y allí están los videos.
Ex Prez: ¿Y qué contienen esos videos?
Autor: Son grabaciones de las agonías de personajes de la historia de México: Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero, Benito Juárez, Porfirio Díaz, Venustiano Carranza. Allí hablan de su pasión por México y cuentan lo que van a hacer después de muertos.
Ex Prez: ¡Ah, qué interesante! ¿Algo como mi programa de Solidaridad? Recuerden: “Repartimos 434 camas en seis años y rifamos departamentos para ubicar al menos tres de ellas”.
Dirigente de la hoz y el sablazo: Licenciado, usted se las sabe de todas todas y además algunas. Dígame, ¿cómo le hizo para mantenerse tan bien en su sexenio luego de la victoria transparente y legal de 1988?
Ex Prez: ¡Qué buena pregunta! ¿Estás cómoda? ¿No quieres que te preste la Silla que usaba en Palacio Nacional?
Dirigente: ¿A poco se la trajo? ¿Y a pie?
Ex Prez: ¡Qué buen humor!
Dirigente: Es el humor de las mujeres incorruptibles en la política, es el humor que va a tono con la dignidad de las fuerzas progresistas, es el humor autorizado en la asamblea 14 mil 244 de mi partido, un humor que denuncia las injusticias laborales en Wal-Mart.
Ex Prez: No hagas publicidad que están grabando y me van a multar. Déjenme ver los videos… ¡Ah, caray! A Guerrero lo van a fusilar y sin embargo se da tiempo para despedirse de mí y felicitarme por mi sexenio. ¡Caramba! Me interesa. Y aquí está don Porfirio haciendo jogging en París. ¡Qué bien se ve no obstante la silla de ruedas! Este material me cuadra. ¿Cuánto quieren por él?
Autor: Señor, nosotros no somos mercaderes. El material se lo regalamos, pero el refrigerador cuesta 430 millones.
Ex Prez: ¡Caramba! Ustedes sí son patriotas… ¿Quieren probar las delicias de mi cava? Aquí tengo esta botella de sidra comprada en una barata de Ciudad Neza.
Dirigente: Licenciado, usted fue un gran gobernante de la burguesía parásita, como decía yo de niña, y por eso me atrevo a hacerle una pregunta: ¿qué se siente cuando a uno le ciñen por vez primera la banda presidencial?
Ex Prez: La emoción no cabe en las palabras, así que voy a rentar un departamento para que quepa.
Dirigente: ¿Ya ve la diferencia entre el humor ramplón de la burguesía y el mío fresquecito y regocijante?
Ex Prez: ¡Ah, chispiajo! Tú siempre haciendo que se rectifique el rumbo de la República. ¿No quieres probarte la banda presidencial?
Dirigente: No, licenciado, porque a mí desde niña me enseñaron el valor de los símbolos, y nadie ni usted me va a despojar de ese patrimonio.
Ex Prez: ¿De cuál patrimonio?
Dirigente: De haber sido niña… Pero recapitulo y le afirmo: este autor que me acompaña piensa traicionarnos y por eso le pido me traiga un ejemplar de la Constitución para que jure sobre ella (el Ex Prez va por la Constitución).
Dirigente y Ex Prez: ¡Jura que nunca serás desleal!
Autor: ¡Lo juro!... Cae un rayo, lo reduce a cenizas, y los sobrevivientes se van a leer la obra completa de Carlos Cuauhtémoc Sánchez.
Escritor
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Lancemos, por decir algo, una hipótesis. Se publica un libro de escándalo que denuncia malos manejos, aceptaciones de sobornos, organizaciones de complots contra un candidato presidencial, escenas de fraternización entre un ex presidente de la República y una dirigente de la izquierda democrática, en fin, lo que ustedes imaginen y gusten.
El libro, perniciosamente, provoca comentarios, satura las líneas telefónicas, distrae del ocio a los políticos, se vuelve un tema inevitable porque no hay mayor dolor, lo dijo Dante, que no tener nada de qué escandalizarse. Y los medios, la mayoría de ellos al menos, se lanzan a preguntar a los involucrados en el libelo: “¿Usted qué opina de lo que dicen de usted? ¿Está de acuerdo en la descripción? Si naciera de nuevo, ¿volvería a juntarse con el autor de ese diabólico panfleto?”.
¡Qué cosa tan triste! En la hora de madurez de la República hay quienes aportan confusión, calumnias, dolo. Por eso, he acudido con varios de los atrozmente mencionados para obtener la versión fidedigna de lo ocurrido. Las versiones difieren, desde luego, pero para mí tienen algo de lo que, en abundancia, sólo goza el régimen actual: credibilidad. A continuación, algunas escenas de lo que sí tuvo lugar:
Un altísimo funcionario del estado de México
—¿Que si conocí a ese sujeto? Oigan, señores, ¿por quién me toman? Por supuesto que no, y tampoco, desde luego, nunca le entregué dinero a cuenta de unos videos que un señor me pidió le diera a su nombre… ¡Por favor! Jamás lo haría, yo soy de una pieza y muy bien amueblada, soy congruente con mis ideales que me han llevado hasta aquí, hasta la más alta magistratura (pero de aquí) y que me llevarán hasta allá, si no en 2012 sí en el año siguiente a 2011. Y con todo ese porvenir que me sigue dócilmente, ¿voy a dar dinero o excusas a un delincuente? ¿Por quién me toman? Bueno, pasemos a lo importante: en abril de 2013 presentaré al Congreso mi plan para pavimentar las presas de riego… ¿Que las presas no se pavimentan? Yo jamás diría eso, debe ser otra intriga del difamador ése en su libro.
Escena en casa de un ex jefe nato de las instituciones. Presentes: el autor de las calumnias, el patriota incomprendido fuera del periodo 1988-1994 y la ex dirigente. Doy fe: lo que viene a continuación es lo que pasó, la neta.
Ex presidente: ¡Ah, chispiajo! ¿Y qué es lo que traen con tanto sigilo?
Autor del libelo: Es un refrigerador y allí están los videos.
Ex Prez: ¿Y qué contienen esos videos?
Autor: Son grabaciones de las agonías de personajes de la historia de México: Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero, Benito Juárez, Porfirio Díaz, Venustiano Carranza. Allí hablan de su pasión por México y cuentan lo que van a hacer después de muertos.
Ex Prez: ¡Ah, qué interesante! ¿Algo como mi programa de Solidaridad? Recuerden: “Repartimos 434 camas en seis años y rifamos departamentos para ubicar al menos tres de ellas”.
Dirigente de la hoz y el sablazo: Licenciado, usted se las sabe de todas todas y además algunas. Dígame, ¿cómo le hizo para mantenerse tan bien en su sexenio luego de la victoria transparente y legal de 1988?
Ex Prez: ¡Qué buena pregunta! ¿Estás cómoda? ¿No quieres que te preste la Silla que usaba en Palacio Nacional?
Dirigente: ¿A poco se la trajo? ¿Y a pie?
Ex Prez: ¡Qué buen humor!
Dirigente: Es el humor de las mujeres incorruptibles en la política, es el humor que va a tono con la dignidad de las fuerzas progresistas, es el humor autorizado en la asamblea 14 mil 244 de mi partido, un humor que denuncia las injusticias laborales en Wal-Mart.
Ex Prez: No hagas publicidad que están grabando y me van a multar. Déjenme ver los videos… ¡Ah, caray! A Guerrero lo van a fusilar y sin embargo se da tiempo para despedirse de mí y felicitarme por mi sexenio. ¡Caramba! Me interesa. Y aquí está don Porfirio haciendo jogging en París. ¡Qué bien se ve no obstante la silla de ruedas! Este material me cuadra. ¿Cuánto quieren por él?
Autor: Señor, nosotros no somos mercaderes. El material se lo regalamos, pero el refrigerador cuesta 430 millones.
Ex Prez: ¡Caramba! Ustedes sí son patriotas… ¿Quieren probar las delicias de mi cava? Aquí tengo esta botella de sidra comprada en una barata de Ciudad Neza.
Dirigente: Licenciado, usted fue un gran gobernante de la burguesía parásita, como decía yo de niña, y por eso me atrevo a hacerle una pregunta: ¿qué se siente cuando a uno le ciñen por vez primera la banda presidencial?
Ex Prez: La emoción no cabe en las palabras, así que voy a rentar un departamento para que quepa.
Dirigente: ¿Ya ve la diferencia entre el humor ramplón de la burguesía y el mío fresquecito y regocijante?
Ex Prez: ¡Ah, chispiajo! Tú siempre haciendo que se rectifique el rumbo de la República. ¿No quieres probarte la banda presidencial?
Dirigente: No, licenciado, porque a mí desde niña me enseñaron el valor de los símbolos, y nadie ni usted me va a despojar de ese patrimonio.
Ex Prez: ¿De cuál patrimonio?
Dirigente: De haber sido niña… Pero recapitulo y le afirmo: este autor que me acompaña piensa traicionarnos y por eso le pido me traiga un ejemplar de la Constitución para que jure sobre ella (el Ex Prez va por la Constitución).
Dirigente y Ex Prez: ¡Jura que nunca serás desleal!
Autor: ¡Lo juro!... Cae un rayo, lo reduce a cenizas, y los sobrevivientes se van a leer la obra completa de Carlos Cuauhtémoc Sánchez.
Escritor
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