Columnas
Julio Hernández López: Astillero
La danza de los números nunca ha dicho nada claro. Un día es la antesala de la catástrofe y al siguiente se anuncia que la tempestad ni siquiera se produjo. La contabilidad de funerales y contagios decrece en determinados lugares, como el Distrito Federal, pero se destapa en otros, como Jalisco, cuyo gobernador irresponsable decretó durante largos días que era tapatío el edén sin epidemia y ahora ha tenido que aceptar la realidad antes ocultada. Las cifras oficiales sostienen el tono del miedo pero el vocero-secretario Córdova Villalobos da maternal descanso a las conferencias de prensa que hasta ahora sólo han servido para demostrar que el gobierno calderonista ha actuado con negligencia y opacidad.
El mexicano que al mundo salvó, Jesús (de Felipe) Calderón, mantiene similar política de firmes indefiniciones: se ha desbocado en contra de países que han aplicado su soberana decisión de protegerse como mejor han podido contra los riesgos de contagio de un virus desatado. Pero no ha ido más allá el discurso del SuperPAN pinolero, como si lo importante solamente fuera tratar de inflamar espíritus patrios. Bla, bla, bla inflamado hacia afuera, mientras en lo interno crece el enojo por las evidencias de que no se atendieron oportunamente las evidencias del surgimiento del virus en México y de que el sistema público de salud ha sido gravemente dañado durante décadas neoliberales recientes. Eso sí, ayer se anunció un lance digno, casi épico: México renunció (¡Sí, señor!) a participar en un Salón Internacional de la Alimentación, en Shanghai, donde era convidado de honor y a última hora se le retiró la invitación, además de que ninguna autoridad se hacía responsable de garantizar el buen trato para los empresarios y funcionarios que se atrevieran a ir. Así es que, ¡faltaba más!, México decidió renunciar a esa invitación retirada.
En el caso del libro de Carlos Ahumada es detectable el mismo virus del maniqueísmo porcino. El detestable villano del pasado corruptor es ahora fuente casi bíblica de verdades reveladas, a tal grado que sus palabras se han convertido en azote para unos y felicidad revanchista para otros. Por encima de los nombres involucrados y de las historias de mafia que relata, quedan, sin embargo, sedimentos claros. Uno de ellos es el de las maniobras hechas desde la cúpula foxista-salinista para cerrar el paso al adversario que les producía alucinaciones; el otro, el de la terrible realidad puerca de la política mexicana, hundida irreversiblemente en los pantanos. En ese gran mural de la podredumbre mexicana tiene un papel importante la izquierda electoral convertida en burocratismo transa. Muchos cuadros directivos del PRD (de todas las corrientes, sin cargar la tinta en los Chuchos para pretender construirles atenuantes a las demás) han convertido las tareas de gobierno y de representación popular en auténticos botines, alejados totalmente de las causas sociales importantes y dedicados solamente a la preservación de sus privilegios.
Las disociaciones y la falta de claridad también se manifestaron ayer en una peculiar arenga emitida por López Obrador en Chiapas, adonde fue a apoyar campañas electorales de candidatos no perredistas. Según la información dada a conocer en su página de Internet, AMLO exigió en Yajalón a los próximos diputados federales del PT y Convergencia que sean leales, comprometidos, decididos y buenos servidores públicos. Pero, además, “les pidió una reacción inmediata en el momento en que los representantes de los grupos parlamentarios de la derecha panista y priísta presenten un proyecto de reforma contrario a los intereses de la Nación. ‘¡Nada de discutir en tribuna, nada de debate parlamentario, se dice: esto no pasa y punto!’, explicó”. Como discurso suena bien. Una frase impactante. Ni discusión ni debate: se dice que algo no pasa y punto. Pero, ¿una fracción parlamentaria evidentemente menor a la que tendría un PRD unido podrá simplemente decir que algo no pasa y punto?, ¿se puede esperar algo importante de la lucha legislativa en un San Lázaro que dominarán mediante acuerdos el PRI, el PAN y el PRD-Nueva Izquierda? Y, más allá: ¿sigue teniendo sentido la participación en las cámaras legislativas, en su esquema de debates y discusiones, e incluso, en términos generales, en el plano electoral, institucionalmente dominado éste por garantes indudables de nuevos fraudes? ¿Cuál es entonces el camino elegido para el combate político de los años inmediatos?
Astillas
Algunos lectores preguntan a este tecleador por qué no aceptó la invitación de Carlos Ahumada para hacerle preguntas cuyas respuestas supuestamente habrían de quedar consignadas en el libro de reciente publicación. El 2 de abril del año pasado llegó al correo astillado el siguiente texto: “Aprovecho la ocasión para saludarte y agradecerte una vez más el interés en mi caso desde 2004 e incluso antes, por el momento me encuentro tratando de reconstruir mi vida, siempre pensando en el futuro pero sabiendo que en esta historia aún quedan deudas con el pasado. Es por esto que me atrevo a pedir tu colaboración a fin de que me hicieras saber por este medio, qué preguntas querrías hacerme en una entrevista, qué dudas quisieras despejar sobre la situación que viví y que en menor grado sigo viviendo. Esta información me sería de gran utilidad para uno de los proyectos en los que me encuentro inmerso en estos días y que consiste en escribir el libro que, desde mi punto de vista y de la manera más objetiva posible, relate esa etapa de mi vida. Sobra decir que esta solicitud nace de la gratitud por tu interés en mi caso. Te agradecería mucho me hicieras llegar tus comentarios a www.cahumadak@hotmail.com en cuanto tus múltiples ocupaciones te lo permitan. Aprovecho la ocasión para enviarte cordial saludo”. ¿Colaboración, dudas, gratitud? En esta columna nunca hubo dudas sobre el papel que jugaron Ahumada y Rosario Robles y tampoco hubo ni hay interés en colaborar en ese tipo de proyectos... ¡Hasta mañana!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
Miguel Ángel Rivera: Clase Política
Enrique Galván Ochoa: Dinero
Con la tranquilidad de que su país cuenta con una red hospitalaria muy extensa, millones de dosis de antivirales y centros de investigación buscando una vacuna contra la influenza, el presidente Obama se puso a contar chistes en la reunión que tuvo el sábado con los corresponsales de prensa acreditados ante la Casa Blanca. No se salvó México de su humor negro. Recordando la campaña de selección interna del Partido Demócrata en que enfrentó a Hillary Clinton, convertida hoy en su secretaria de Estado, Obama arrancó las carcajadas con este chistorete: “Fuimos rivales durante la campaña, pero hoy en día no podríamos ser más cercanos. En cuanto Hillary regresó de México vino a verme a la Casa Blanca a darme un abrazo y un gran beso… y a recomendarme que no dejara de ir a visitar a los vecinos”. Como quien dice, Hillary no se ha resignado, quería ver si el virus mexicano le hace el milagrito. Los representantes de la prensa internacional se doblaron de la risa. Lo habrá dicho de chía pero es de horchata. El director del Museo de Antropología, Felipe Solís, quien sirvió de guía al presidente de Estados Unidos en un breve recorrido con motivo de la cena de los invitados y los desinvitados, fallecería días después por una enfermedad de tipo pulmonar, y uno de los agentes del servicio secreto de la comitiva pescó una tos que se convirtió en influenza al volver a Washington, contagió a sus hijos, tuvieron que cerrar por unos días las escuelas a las que asisten, todo un desastre. Obama dijo otros chistecines pero, según los periodistas, el mejor de la noche fue el de Hillary y México. Por lo visto hay de negros a negros para el gobierno calderonista. Si Haiti –nación cuyos habitantes en alto porcentaje son de piel oscura– rechaza un donativo de frijoles, el presidente de la humanidad (Monisiváis dixit) reacciona encorajinado y los llama muertos de hambre, pero si el ocupante de la Casa Blanca se pitorrea de lo lindo, sólo pone cara de what?
Sofisticación
Todavía no he hallado algún texto de nuestros analistas sobre la creciente sofisticación de nuestra clase política, que se advierte entre líneas en el libro de Carlos Ahumada. Luis Donaldo Colosio fue asesinado, a AMLO sólo lo destruyeron mediáticamente –o lo intentaron, porque sigue en acción y, según The New York Times, ganando terreno. Los más sobresalientes personajes que rodeaban a Colosio son los mismos del compló contra López Obrador. ¿Cómo es que se les ha escapado? Quizá ha jugado un papel importante la globalización de la política. Recordarán un editorial del Washington Post que enfocó la atención del mundo sobre el desafuero del entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, proceso que calificó de antidemocrático. Así que era preferible liquidarlo mediáticamente para evitar el escándalo internacional. Hay progresos en la sofisticación de la clase política.
Viene otro plan
Agustín Carstens anunciará hoy un nuevo plan de apoyo a las empresas, una aspirinita para la grave enfermedad que anunció la semana pasada: recesión. No es esperado con optimismo, ya van muchos y los resultados son disparejos. Está bien que den aliento a las pequeñas y medianas empresas, las grandes tienen posibilidades de salir a flote. Telmex, por ejemplo, levantó mil millones de dólares de capital en China. Lo que falta es un programa de apoyo a los desempleados y los clientes de los bancos –son los mismos en muchos casos. Las afores manejan a su antojo alrededor de un millón de millones de pesos y es el momento de que permitan retirarlos a los dueños, que son los trabajadores.
Arturo Balderas Rodríguez: Desde el otro lado
Durante su campaña por la presidencia de Estados Unidos, Barack Obama prometió dar los pasos necesarios para establecer un sistema migratorio que, entre otras cosas, permitiera a los trabajadores indocumentados salir de las sombras. En otras palabras, propuso medidas para dar estatus migratorio legal a los millones de indocumentados que viven, laboran y han formado una familia en ese país. Si lo ofreció porque considera que es una medida justa y necesaria o para obtener el voto de los latinos, es algo que pierde importancia a la luz de lo que ha sucedido después.
Ya como mandatario, Obama se ha referido al tema al menos en dos ocasiones. La más reciente fue en abril, cuando consideró prioritario impulsar el asunto. Esta vez el anuncio no tuvo respuesta en pro o en contra, a diferencia de lo sucedido en 2004, cuando el entonces presidente Bush hizo lo mismo. En aquella ocasión incluso se formularon diversas propuestas de ley; la más ambiciosa fue planteada por los senadores McCain y Kennedy. La explicación es sencilla: la necesidad de salvar la economía del país se impone a cualquier otro asunto, como la reforma migratoria, por importante que ésta sea para algunos sectores.
Parece ser que la mayoría de quienes aspiran a resolver el problema migratorio estadunidense, causado por una legislación totalmente disfuncional con la realidad laboral y social en el país, ha entendido que el asunto no se resuelve con buenos propósitos ni con excesos verbales ni bravatas, como desafortunadamente se pretendió en el pasado reciente.
Es necesario construir un consenso para asegurar que se apruebe una legislación que, además de que haga justicia a los indocumentados, convenza a quienes se oponen a dicha norma, a pesar de las evidencias sobre la necesidad del trabajo de los migrantes.
Para asegurar el voto aprobatorio en el Congreso es necesario impulsar un movimiento, integrado por organizaciones e instituciones, capaz de convencer a los legisladores escépticos sobre la reforma y hacerles ver que también tienen un compromiso con los votantes que apoyan la modificación, cuya influencia en la vida pública es tanto o más importante que la de quienes utilizan los medios como púlpito para denostar a los migrantes.
Si se avanza en ese sentido, será mucho más fácil para el presidente cumplir sus promesas de campaña sin poner en peligro la integridad de la representación de su partido en el Congreso. El tiempo que se dé al mandatario y el consenso que se organice en torno de la reforma puede ser esta vez la clave de su éxito.
Hernán González G.: Aprender a morir
David Márquez Ayala: Reporte Económico
Carlos Fernández-Vega: México SA
Qué lástima: de nueva cuenta nos enteramos que la banca moderna que opera en el país, trasnacional hasta los huesos, no sirve a México; se sirve de él, y en abundancia. Las encuestas, análisis, estudios comparativos y conexos que se divulgan de vez en vez no reportan mayor variación de fondo: cada día más utilidades, comisiones y cobros a la clientela; cada día menos respuesta a los requerimientos crediticios del crecimiento nacional. ¿Y el gobierno? Pasmado.
Entre lo más reciente nos informan (La Jornada, Roberto González Amador): “en un momento en que la economía mexicana cayó en recesión, el sistema bancario que opera en el país, dominado por firmas extranjeras, mantiene una oferta de crédito al sector productivo menor al financiamiento que otorgan proveedores o bancos de desarrollo, según el resultado de una encuesta elaborada por el Banco de México. Prácticamente la mitad de los propietarios o responsables de las firmas que fueron consultadas para la muestra afirmó que la banca privada hizo más restrictivas las condiciones para otorgar préstamos. A nivel general, la encuesta reveló que ocho de cada 10 pesos del financiamiento que obtienen las empresas en el país son otorgados por proveedores, filiales o matrices de las propias firmas y la banca de desarrollo. La banca comercial, en tanto, sólo participa con los restantes dos pesos. Los resultados de la encuesta trimestral sobre el financiamiento a las empresas del sector privado muestran que entre enero y marzo pasados las principales fuentes de financiamiento utilizadas fueron: proveedores, con 56.2 por ciento; bancos comerciales, 21.3 por ciento; otras empresas del grupo corporativo, 13.1; oficina matriz, 3.9; bancos extranjeros, 2.6; bancos de desarrollo, 1.7 y ‘otros’, 1.3 por ciento”.
El problema real es que si dicha información se compara con la que el propio Banco de México divulgó un año, cinco o 10 atrás, no se notarán mayores cambios. Ahora, en pleno terremoto económico, la banca que opera en México aducirá razones de crisis para restringir el crédito productivo y aumentar las tasas de interés, pero el hecho real es que desde que reventó la banca reprivatizada en 1994, se le rescató por medio del Fobaproa, se extranjerizó a partir del zedillato y se consolidó tal tendencia con Fox y su cambio, las instituciones trasnacionales que se sirven del país registran niveles de financiamiento productivo similares a los prevalecientes en el década de los 60.
Más allá del cotidiano asalto a sus usuarios, el fardo económico y social que significa la banca extranjera que opera en el país es terrible. Algunas semanas atrás en este espacio comentamos que entre la banca moderna” y eficiente que se presume desde el micrófono oficial, y la banca real que opera en el país existe un dato espeluznante que la ubica en su exacta dimensión: a estas alturas, el financiamiento por ella canalizado al sector privado productivo reporta un nivel similar al observado en 1960, casi medio siglo atrás. En cambio, si su modernidad y eficiencia se miden por el volumen de utilidades, las elevadísimas tasas de interés que impone a su clientela y el creciente cobro de comisiones, entonces sí supera, por mucho, a otros sistemas bancarios en el planeta.
En ese medio siglo, de acuerdo con la estadística de la Cepal, sólo en dos años (1967 y 1991) el crédito bancario al sector privado productivo del país representó el equivalente a 35 por ciento del producto interno bruto; de allí en fuera la tendencia ha sido decreciente. De hecho, con la reprivatización bancaria tal crédito se desplomó de alrededor de 33 por ciento del PIB a menos del actual 18 por ciento (y descontando), ya con la extranjerización del sistema financiero a todo lo que da. “El caso –apunta la Cepal– es que por un largo periodo, con la excepción de la primera mitad de los 90, la banca mexicana se desvinculó de los negocios privados y de las familias como fuente principal de financiamiento”.
El mismo organismo regional nos ilustra (Competencia y regulación de la banca en México y Centroamérica, Eugenio Rivera y Adolfo Rodríguez): el crédito de la banca privada que opera en México está por abajo del otorgado (en ese orden) por las instituciones que funcionan en Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Costa Rica, Honduras y Panamá, muy distante del promedio latinoamericano, y abismalmente alejado del promedio mundial. Sin embargo, los bancos instalados en México superan, por mucho, las utilidades generadas por los que funcionan en América Central, que suelen ser propiedad de las mismas matrices.
Y remata: para el caso de la banca trasnacional que opera en México destaca la baja proporción de crédito otorgado al sector privado: apenas ligeramente por encima de 15 por ciento del PIB en 2004 (el Banco de México asegura que ese año fue menor a 10 por ciento, pero de cualquier suerte es ínfima la proporción si se compara con el potencial de crecimiento que tiene el país). El truco es el siguiente: la calidad de la cartera crediticia se ha conseguido en gran medida en desmedro del crédito, pues los bancos concentran sus inversiones en valores. Mientras éstos representan más de 50 por ciento de las inversiones de la banca en México, el crédito al sector privado no ha dejado de caer desde la crisis (la de 1995): el crédito al comercio y a la vivienda ha permanecido estancado desde 2001 y sólo el crédito al consumo ha mostrado un fuerte crecimiento en el último periodo. El bajo nivel que alcanza el crédito al sector privado como proporción del PIB resulta aún más preocupante si se considera que en términos relativos se encuentra por debajo de países tan pobres como Honduras y Nicaragua.
¿Y el gobierno? Sí: pasmado.
Las rebanadas del pastel
Con la confirmación de lo aquí publicado el pasado sábado (“de la libertad de expresión y el no pago para que me peguen”), de La Paz llega el siguiente mensaje, vía correo electrónico: “saludos desde la Universidad Autónoma de Baja California Sur. Su mención sobre el asunto de La Tijereta es muy valiosa para nosotros que estamos muy escasos de medios independientes. Tan es así, que le comentamos que los diarios Tribuna de Los Cabos y Tribuna de La Paz reproducen su columna del día 9 de mayo (pero) mutilando la parte de Las rebanadas del pastel”. Así es: algunos periódicos tampoco pegan para que el gobernador Narciso Agúndez les deje de pagar (con recursos públicos) y les retire su querencia (ídem). Saludos, plenos de libertad de expresión, a La Paz y a Los Cabos.
cfvmexico_sa@hotmail.com • mexicosa@infinitum.com.mx
11 de mayo de 1909: Centenaria
Carlos Hernández: Balance de la Jornada
Luis Ángel Silva: Melón
Leonardo Páez: ¿La Fiesta en Paz?
Opinión
Nada que celebrar
A
unque a partir de hoy, con la reanudación de las clases de educación básica en 26 de las 32 entidades federativas del país, se dará un paso importante hacia la normalización de las actividades después de 17 días de emergencia sanitaria, la epidemia de influenza A/H1N1 está lejos de haber sido controlada en el territorio nacional. Más allá de que el reinicio de las actividades educativas se haya postergado hasta el 18 de mayo en Chihuahua, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Michoacán y San Luis Potosí, la información disponible indica que los contagios siguen ocurriendo y que no hay motivos para suspender, en lo personal y en lo colectivo, la aplicación de medidas básicas de higiene y profilaxis. De hecho, los expertos mexicanos e internacionales señalan la probabilidad de que la expansión del nuevo virus tenga un repunte importante a corto plazo en el hemisferio sur y, a partir del otoño próximo, en el norte. Si bien es cierto que el padecimiento ha resultado ser menos mortífero y virulento de lo que se temió en un principio, no debe pasarse por alto que fuera de México los casos confirmados de infección no han dejado de crecer y que en nuestro país las muertes confirmadas ascienden a casi medio centenar.
Lo que el brote de influenza humana ha dejado claro es que el sistema de salud pública de México carece de las condiciones necesarias para hacer frente a una epidemia; que las instituciones federales y estatales adolecen de falta de mecanismos y canales de comunicación ágiles y eficaces y hasta de reflejos para enfrentar situaciones críticas; que no existen criterios empresariales, laborales ni económicos para vivir una emergencia, y que una proporción importante de los fallecimientos registrados no son tanto atribuibles al virus sino a la desatención, la falta de recursos, el burocratismo, la corrupción y la imprevisión oficiales. En este sentido, la epidemia ha sacado a relucir las mismas miserias que se ponen de manifiesto, en forma mucho más localizada, en cada ocasión en que un fenómeno natural o un accidente en gran escala –temblor, huracán, incendio industrial, colapso de infraestructura– se traduce en catástrofes humanas de proporciones injustificables.
Por añadidura, se emprende hoy el regreso a una normalidad caracterizada por el colapso de la seguridad pública y el estado de derecho, por los efectos de una crisis que fueron previsibles para todo el mundo, salvo para las más altas autoridades económicas del país, y por la inocultable descomposición moral de la vida política nacional. Tales fenómenos pasaron a segundo plano durante dos semanas, pero permanecen intactos, tan alarmantes y exasperantes como lo eran hasta el pasado 23 de abril.
En el frente económico, la población volverá a una circunstancia incluso peor, habida cuenta de que las medidas adoptadas para contener la epidemia han tenido un impacto devastador en diversos sectores: el turismo, la cultura, las industrias restaurantera y del entretenimiento, por citar algunos de los más visibles, han experimentado pérdidas cuantiosas, y hoy ni siquiera se cuenta con cifras de las empresas que no han podido sobrevivir a la obligada suspensión de actividades ni con las de fuentes de trabajo que se han perdido en estos 17 días.
En suma, la epidemia no ha concluido, las condiciones de vida de incontables personas han experimentado un deterioro, el país no está mejor preparado para hacer frente a un nuevo riesgo sanitario y la credibilidad de las autoridades ha experimentado una nueva caída a raíz del errático y contradictorio manejo de instrucciones, cifras y valoraciones que formularon en días pasados. No hay nada que festejar en el retorno a una normalidad por demás anómala, y cabe preguntarse si los mandos políticos formales tienen conciencia de lo que esto significa en el estado de ánimo nacional.
Jorge Carrillo Olea: El general en su laberinto
El título de este texto, plagiado al querido y admirado amigo Gabriel, supone que todo general, en un momento, no encuentra por dónde ni cómo salir de algún embrollo. Hoy es el caso de Felipe Calderón Hinojosa. Sus cinco estrellas no le ofrecen suficiente amplitud de firmamento para desentrañar sus complejos problemas de seguridad. Seguridad que él mismo degradó, aconsejado quién sabe por quién.
En estas condiciones abrió, con enorme entusiasmo y comprometiendo todas sus fuerzas desde el primer momento, una guerra sin información, sin plan y sin cálculo de consecuencias. Sin experiencia alguna en el manejo de grandes estructuras y conflictos, ni de la perspicacia necesaria, ni del manejo de colaboradores reacios a la cooperación. Pronto dio muestras a sus gabinetes especializados, en este caso los de seguridad, de que no sabía adónde iba, ni cómo ejercer el mando enorme que era su responsabilidad. Esto lo llevó, a la mitad de su mandato, al final de su camino.
La conformación de esos gabinetes fue producto no calculado de nombramientos apresurados, con simple sentido burocrático, de rutina, en los que no se tuvo en cuenta la complejidad de la función que pronto habrían de desempeñar, porque ésta no se había concebido y menos calculado sus rebotes; era una simple idea de campaña.
Esto es, se nombró al funcionario con una visión imprecisa, sin cabalidad sobre lo que se le demandaría. Fueron: procurador de la República, Eduardo Medina Mora; secretario de Seguridad Pública, Genaro García; director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional, Guillermo Valdés; asesora en Seguridad Nacional, Sigrid Arzt Colunga, sin tener en cuenta sus capacidades para algo que todavía no se sabía qué iba a ser, ni cuáles serían sus complejidades. ¿Qué habría de resultar? Lógicamente la impericia y cosas más graves aún, como la incapacidad para controlar a sus huestes, parte de ellas involucradas desde mucho antes en el delito y en ciertos casos hasta el encubrimiento.
Los años venideros no ofrecen sino más de lo mismo, atendiendo a aquella máxima que sentencia que a iguales causas-iguales efectos. Los cambios que podrían advertirse son de dos naturalezas: 1. Por el gobierno, más dinero, equipo, tropas (sin inteligencia) y 2. Por el crimen, posiblemente, mayor beligerancia y cobertura territorial, que se habría de ir consolidando, distribuyendo y encontrando arreglos para gobernar todo el territorio nacional que les resulte rentable, pero ya con una perspectiva de sistema, con criterios gerenciales, con una estructura federativa, con cárteles autónomos, con reglas para sus interrelaciones y la diversificación a áreas como son el turismo, negocios inmobiliarios, ciertas industrias, grandes centros comerciales, inversiones en el extranjero, etcétera, dirigidos por una clase cupular que no son los primates que nos enseñan en la televisión. Todo ello ante un régimen que cada día empalidece.
Concurrente con todo esto, sería urgente, pero no se está pensando en ello, conocer a fondo y con exactitud el sentir íntimo de las tropas involucradas: soldados, marinos y policías. De aceptarse honestamente el resultado, sería preocupante. Las bases, mandos básicos y medios están en un estado de ánimo bajísimo, una situación moral deplorable. Con lógico miedo a cumplir misiones inexplicadas y sin objetivos claros; con altos riesgos de perder la vida sin más retribución que las pensiones raquíticas que alcanzarían sus familias, sin ningún reconocimiento oficial. Mueren anónimos. Por eso algunos de ellos son informantes del crimen organizado. Los altos mandos, orgullosos y arrogantes, gracias a que no corren riesgo alguno y se les paga con increíble esplendidez, lo que incide más en el desánimo de las bases.
El jefe de la policía judicial de Morelos, a una semana de haber sido nombrado y ante una ola de crímenes, externó el 5 de mayo: Los elementos de la policía a mi mando tienen miedo, son humanos. Yo también tengo miedo (Reforma, 6/5/09). Es una grave situación que, a falta de una política de personal adecuada, las bases del sistema de seguridad muestren grietas como las descritas.
Todo esto lleva a configurar una situación de pérdida de los ejes cartesianos del quehacer gubernamental. A un laberinto propio del Minotauro y a un sentido de soledad para el que Calderón no está preparado; de ahí el afecto hacia Mouriño.
Tiene ante sí al enemigo que él motivó; debajo de él sólo oye arrastrar cadenas en el sótano. Está viviendo en su propia casa una guerra de baja intensidad, donde todos le sonríen, pero pocos estarían dispuestos a obedecerle hasta el extremo. Vive su propio Vietnam, sordo y solitario. Y faltan tres años, a los que no se les puede anticipar ser diferentes. Los dados ya están echados. Es parte de la tragedia nacional.
hienca@prodigy.net.mx
Ana María Aragonés: Reflexiones en el contexto de la influenza
La influenza llamada A/H1N1 que está afectando prácticamente a todos los países del mundo, y que surge en el marco de una de las crisis económicas más graves del capitalismo, ha puesto en evidencia las graves carencias que México presenta en rubros como salud y educación, ámbitos despreciados por los gobiernos priístas y panistas y que, sin embargo, marcan la diferencia entre ser un país desarrollados y uno dependiente. Por ese desdén hacia la ciencia y los científicos, México sigue sin superar los graves problemas de pobreza en los que se ven sumidas más de 60 millones de personas y que por lo mismo no tienen acceso a vivienda decente, a agua potable, a servicios de salud ni a los medicamentos esenciales, y que padecen elevados índices de desnutrición, todo lo cual marca claramente un cuadro de falta de salud. Y lo que es más triste es que a quienes más afecta es a miles de niños que mueren en pleno siglo XXI por enfermedades que en otros países son ya una cuestión de museo. Los gobiernos mexicanos siguen sin entender que es necesario poner en marcha un sistema nacional de salud universal, gratuito y solidario, financiado con gastos públicos como uno de los caminos para que los más desfavorecidos puedan ir superando los gravísimos niveles de pobreza y alcancen niveles de salud aceptables.
Seguimos sin ser autosuficientes en materia tecnológica, científica o alimentaria, sectores todos que deberían ser considerados por los gobiernos asunto de seguridad nacional y base fundamental para transitar hacia el desarrollo. Las prioridades de estos gobiernos se reflejan en la forma en que se asigna el presupuesto que ha girado, que no tiene como eje las prioridades nacionales, sino decisiones políticas, intereses partidarios, pago de facturas electorales, todo ello muy alejado de las necesidades que exige el desarrollo del país. Invertir en educación y salud no es un gasto, sino una inversión cuyos frutos pueden verse a muy corto plazo. Los gobernantes no entienden que contribuir a una extensa formación de científicos, de infraestructura médica, es una necesidad estratégica para superar la subordinación tecnológica, que se hizo tan evidente en la crisis epidémica que estamos viviendo al tener que recurrir a laboratorios extranjeros por falta de presupuesto para la compra de reactivos. Por ello la sociedad mexicana está pagando con creces todos estos años de ineficiencia y corrupción y de aplicación indiscriminada de políticas neoliberales que han prácticamente retirado al Estado de su papel como responsable de los gastos sociales.
Estas condiciones explican que la migración de trabajadores haya respondido en cantidad y calidad a los requerimientos de la economía de Estados Unidos y que sean los migrantes quienes con sus aportaciones mediante las remesas estén paliando en alguna medida las condiciones de escasez y de insuficiencia de las necesidades básicas de sus familias y comunidades, aunque se espera una disminución de 10 por ciento para el presente año. Esto se debe a que también los migrantes están sufriendo esta crisis económica, a la que se añaden ahora los efectos de una epidemia que en forma por demás lamentable y desinformada empezó a denominarse influenza mexicana y con ello la xenofobia y la discriminación también se han incrementado. Lo más triste es que no tienen ningún apoyo de su gobierno, y ni siquiera reconocimiento a pesar del importante papel que juegan en la economía nacional. Quizá tendrían que haberse ido a China, país que en el marco de su propia soberanía decidió aplicar controles epidemiológicos y aislar por siete días a todas aquellas personas que llegaban de México. Si bien no puede reprochársele que tomara las medidas que consideraron pertinentes para proteger a su población, sí hay que reconocer que fue por lo menos incorrecto no haber informado con toda oportunidad las nuevas condiciones que se impondrían a todos los turistas, lo que les habría evitado verse envueltos en tan lamentable situación. Ante esa situación, se levantó una ola de desaprobación y horror en el país, encabezada por Felipe Calderón, quien decidió rescatar a los connacionales fletando un avión para salvarlos de semejante discriminación por ser mexicanos. Con una deferencia tal, y qué bueno para ellos, que hasta la señora Zavala los esperaba al pie del avión.
Lo que da tristeza, sin cuestionar de ninguna manera que estos mexicanos se merecían todo el apoyo de su gobierno, es que estas demostraciones de indignación y apoyo por la supuesta discriminación sufrida no se hagan extensivas a los trabajadores migrantes, quienes sufren situaciones muy dramáticas y muchas veces peores, a pesar de que, gracias a sus remesas, no sólo sus familias y comunidades pueden vivir un poco mejor, sino que esas remesas se han convertido en un pilar de la economía nacional.
Quizás habría que recordar a Calderón la caracterización que hizo de los migrantes su correligionario y ex presidente del país, de muy triste memoria, por cierto, que los llamó los héroes de México.
amaragones@gmail.com
Iván Restrepo: Ataques a la educación pública
En los años que lleva en el poder el Partido Acción Nacional abundan los ataques a la educación pública. En la campaña de desprestigio no escapa nuestra máxima casa de estudios, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde se desarrolla la mejor investigación científica y tecnológica y se han formado y enseñan los especialistas más prestigiosos del país. La administración panista prefiere las universidades privadas, cantera de nuevos funcionarios, muchos de los cuales creen que México es una gran empresa y como tal debe administrarse. Seguramente existen instituciones privadas de muy buen nivel, de las que egresan profesionistas valiosos. Pero otras fallan por su proceder en estos tiempos de emergencia epidemiológica.
En La Jornada y en otros medios se denunció que algunas universidades privadas en las que se imparte la carrera de medicina, pidieron a sus pasantes no acudir a los hospitales privados donde cumplen su servicio social para evitar un posible contagio por la fiebre humana. Es el caso de las universidades La Salle y Anáhuac. Enrique Galván Ochoa da cuenta en su columna del rechazo que esa huida despierta en la sociedad: médicos a los que no guiará el servicio a sus semejantes, el combate a las enfermedades, sino el lucro.
Quizás con la intención de no cargar con la indignación ciudadana, se divulgó que también los pasantes y los alumnos de los últimos años de la Facultad de Medicina de la UNAM huyeron de sus tareas en los hospitales públicos y privados, donde tienen la oportunidad de conocer en directo los problemas de salud de México. El desmentido fue inmediato y el rumor quedó como muestra de perversidad. No sobra agregar que los expertos que han dado claridad sobre el nuevo virus egresaron de la UNAM y del Instituto Politécnico Nacional. Y que si los centros educativos privados reciben dinero del Estado, es de exigirles que contribuyan al bienestar ciudadano, y no únicamente a quienes pueden pagar los servicios médicos en los hospitales privados. Tampoco sobra agregar que estos hospitales están blindados al ingreso de personas pobres con síntomas de la gripe humana. Es evidente su falta de solidaridad cuando el país necesita de los servicios médicos de urgencia. O quizás creen que, en efecto, la gran mayoría de los contagiados eran pobres, y no hay salud fuera de la chequera.
Por otro lado, no deben caer en el olvido las denuncias, algunas formuladas por el secretario de Salud, de que gobiernos estatales ocultaron el problema de gripe humana que se vivía en sus entidades con el fin de tapar las deficiencias de los sistemas locales de salud y hacer creer que todo estaba bajo control. Los casos más comentados son los de los estados de Jalisco y México. Pero las cifras muestran ahora una realidad que no se maquilla con limosnas al clero, el patrocinio de telenovelas y del turismo religioso, los romances color rosa ni los mensajes de la cantante y actriz Lucero, en los que menciona milagros sin cuento. Mientras, cientos de residentes de los municipios conurbados acuden a resolver sus problemas de gripe a los hospitales públicos de la ciudad de México. Los milagros de ahora son a plazos.
También conviene que se aclare si es verdad que los que llevaron a España el nuevo virus fueron estudiantes de ese país que vacacionaban en la Riviera Maya. Como el gobernador de Quintana Roo sostuvo siempre que en su entidad no había infectados con la gripe humana, ¿cómo se contagiaron esos estudiantes? Aunque en el Caribe mexicano se concentra la parte fundamental de la inversión española en turismo, el gobierno de ese país no ocultó el origen del contagio. En cambio, todo apunta a que la sorpresiva suspensión de los vuelos entre Argentina y México buscó desviar la atención sobre la incompetencia del gobierno de aquella nación para enfrentar la epidemia de dengue que sufren de tiempo atrás, so pretexto de proteger a sus ciudadanos del virus azteca.
Y es que por ignorancia, exageración (de nuestro gobierno y de muchos otros) y equívocos no quedamos: Rusia, China y varios países del norte de Europa prohíben la importación de carne de cerdo y hasta de jamones y embutidos de España. Bigas Luna y su Jamón jamón en toda su salsa.
Jorge Camil: Epidemia del miedo
Los burócratas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) son como el pollito que predecía el fin del mundo: ¡se va a caer el cielo!, repetía sin cesar, y el cielo permanecía inmutable. Hoy la moraleja se utiliza para describir a quienes se aferran a la creencia de que algún desastre imaginario es inminente. Los hay pesimistas de todos colores; desde los que predicen el temblor que separará a California del territorio continental, o a México de Centroamérica, hasta quienes aseguran que pronto nos eliminará una hecatombe nuclear.
Los profetas del calentamiento global tienen también sus versiones, igualmente sombrías: el hundimiento de Manhattan y la desaparición de los Países Bajos, para empezar. (Todos ellos harían bien en recordar la suerte de Saddam Hussein, que fue ahorcado tras predecir que respondería a la invasión militar de George W. Bush con la madre de todas las guerras.) Los burócratas de la OMS tienen décadas prediciendo la madre de todas las pandemias, y como principal argumento esgrimen invariablemente la influenza española que ocurrió después de la Primera Guerra Mundial en 1918, una catástrofe tan antigua que se convirtió en leyenda, y que según los más recatados mató a 50 millones y, según los alarmistas, a casi 100.
En los recientes años estos mismos alarmistas han asegurado, con esa certeza de sabelotodo que caracteriza a los funcionarios internacionales, que la influenza del SARS (síndrome respiratorio agudo y severo, por sus siglas en inglés) y la gripe aviar serían respectivamente las pandemias que exterminarían a la humanidad. Y nada. Seguimos como si nada. Pero hace solamente tres semanas volvieron por sus fueros para presentar un bicho desconocido, el virus porcino. Este, aseguraron, sería finalmente el flagelo que acabaría con la humanidad. Pero una vez que los atemorizados mexicanos nos refugiamos en nuestros hogares para escuchar al secretario de Salud, y ocasionalmente al Presidente, los chicos de la OMS continuaron elevando el nivel de alerta epidemiológica (y el de la presión arterial de los mexicanos) hasta llegar a casi el nivel de pandemia. Después, como siempre, se disculparon. ¡Ya vendrá otra! Y, como despedida, rebautizaron la vulgar cepa porcina con el respetable nombre científico de virus A/H1N1.
Durante la contingencia, gobierno y ciudadanos nos enfrascamos en ese juego en el que alguien te pide que pienses un número, le añadas 100, lo multipliques por dos y le quites el número que pensaste. En la guerra de las cifras cada día teníamos información menos confiable, y ni idea de cómo, cuándo y dónde se inició el brote, ni de quién o quiénes convencieron al gobierno para dar la voz de alarma. Fue cuando la pandemia mexicana soltó su carga mortal: una vorágine de especulación e información mediática contradictoria, en la que aparecían cifras tan alarmantes como incongruentes; gobernadores que ocultaban o maquillaban las cifras y muertos anónimos de quienes nunca se revelaron nombres, ocupaciones, circunstancias y fechas en las que ocurrió el contagio o el deceso.
Una ciudad atemorizada se convirtió en escenario de ciencia ficción, primero nublada de tapabocas azules y después convertida en pueblo fantasma. Quedamos a merced de los medios locales, y en manos de un gobierno que presentaba y comentaba información confusa, que paulatinamente comenzaron a contradecir los medios extranjeros y algunos expertos en otras partes del mundo.
Elisabeth Rosenthal, doctora y columnista de The New York Times, que cubrió la influenza de SARS y la gripe aviar en Asia, se reía de quienes aparecían haciendo deporte con tapabocas bajo los rayos del sol y al aire libre (porque los virus se mueren al contacto con el sol). Concluyó con tres recomendaciones sensatas y tranquilizantes: lavarse las manos, evitar el contacto con objetos de uso común y usar tapabocas únicamente en lugares cerrados.
En medio del terror que infundían el gobierno y nuestros medios de comunicación, fue reconfortante leer en Fox Forum, el 25 de abril de 2009, el artículo del doctor Marc Siegel, The most powerful virus is fear, not flu (El virus más poderoso es el miedo, no la influenza). Siegel, un prestigiado epidemiólogo, es autor de dos libros sobre el tema: The Next Pandemic: bird flu or fear (La próxima pandemia: gripe aviar o miedo) y False alarm: the truth about the epidemic of fear (Falsa alarma: la verdad sobre la epidemia del miedo). En su artículo, Siegel afirmó que la influenza porcina no es el asesino que pensamos, que pierde potencia al transmitirse entre seres humanos, y no es tan contagiosa como se afirma. ¿Quién asustó a quién y quién inició la desbandada? Es preciso saberlo, porque a medida que volvemos a la normalidad más mexicanos nos preguntamos: ¿hubo negligencia? ¿Faltó liderazgo? ¿Intervinieron intereses políticos? ¿Quién desató la histeria? ¿A quién atribuirle la debacle económica, las pérdidas millonarias, la ruina del turismo, las relaciones diplomáticas dañadas y la crisis de confianza que resultaron más virulentas que el A/H1N1?
León Bendesky: Reforma financiera: ¿por dónde?
Hay muchos cuestionamientos acerca de la dirección que toman las reformas financieras que se están aplicando en Estados Unidos a raíz de la crisis desatada en septiembre de 2008. La extensa intervención del gobierno estadunidense, primero en los últimos meses de la presidencia de George W. Bush y ahora con Barack Obama, no ha logrado aún estabilizar el sistema financiero, evitar que se sigan reclamando las viviendas con problemas hipotecarios y restaurar las corrientes de crédito para las empresas.
La economía está en recesión, en los últimos seis meses se han perdido 3.94 millones de empleos y aún están por registrarse más pérdidas entre los bancos. En buena medida el mercado financiero ha cambiado radicalmente, por la organización de la industria, la participación en la propiedad que tiene el gobierno, el tipo de operaciones que se hacen y el fuerte efecto adverso que ha tenido en el patrimonio de las familias, por ejemplo, mediante la depreciación de los fondos de pensiones.
La Reserva Federal ha emitido miles de millones de dólares para recrear la liquidez en la economía. Eso aún no se consigue, sin embargo, se ha elevado significativamente la deuda pública y con ello se ocasiona una presión en el futuro valor del dólar.
Las interrelaciones de los mercados financieros comprometen las posiciones económicas de muchos países: China mantiene una alta proporción de sus activos en bonos del Tesoro de Estados Unidos y no puede desprenderse de ellos; en Europa, el contagio de muchos bancos fue muy grande y también hay una recesión que ha obligado al banco central hace unos días a bajar las tasas de interés de referencia hasta uno por ciento.
En Asia se resiente igualmente la caída del consumo y, por lo tanto, de las exportaciones, y crece la fragilidad productiva y financiera. Lo mismo ocurre en México, donde las cifras más recientes indican que la economía padece ya de una recesión y de alta inflación; el escenario que prevalece es hacia una mayor rebaja del nivel de la actividad económica. Hay previsiones que sitúan la caída del PIB este año en 5.7 por ciento, es decir, mayor, al esperado hoy por la Secretaría de Hacienda y el Banco de México.
Hoy son ya muy pocos los que esperan que pueda iniciarse una recuperación económica en Estados Unidos este año y que empiece a arrastrar a las demás naciones. Esto se pospone cuando menos hasta entrado 2010. Lo cual no quiere decir que se repondrá el crecimiento anterior, sino que incluso puede extenderse un periodo de varios años de lento crecimiento.
Muchos analistas insisten en que la recuperación, para que sea más sólida y sostenida, exige una reforma financiera profunda, empezando por Estados Unidos. Esto involucra la regulación de las distintas instituciones y de los instrumentos que se colocan en los mercados y se extiende hasta la conformación de una nueva arquitectura del sistema financiero que prevenga la extensión de los riesgos y privilegie el financiamiento de la producción.
La última década ha sido de grandes excesos por parte de los bancos, las hipotecarias, las aseguradoras y, también de los consumidores. Los gobiernos se arroparon en una ideología y una práctica políticas que rechazaba la normatividad y las reglas. Había una relación incestuosa con las instituciones financieras de las cuales muchos se beneficiaron con grandes ganancias. La proporción del total de las ganancias corporativas que representaron las empresas del sector llegó a ser la más grande la historia de ese país, alrededor de 30 por ciento.
No es claro que la reforma que se implementa vaya a replantear la organización del sistema en la medida en que esta crisis parece exigir. Las dudas al respecto se exponen desde distintas posiciones. Entre ellas sobresale la forma en que lo plantea Simon Johnson, quien fue economista en jefe del Fondo Monetario Internacional en 2007 y 2008.
En un reciente artículo publicado en la revista The Atlantic, Johnson hace una fuerte crítica al proceso asociado con el desencadenamiento de la crisis y al de la reforma en curso. El texto, titulado El golpe silencioso, se refiere a cómo se fueron acomodando las relaciones financieras conforme a los intereses de la elite financiera de Estados Unidos.
El planteamiento es llamativo por ser de quien viene y por hacer una comparación muy cercana con las experiencias de países emergentes en los que, luego de las crisis financieras, las reformas acaban obedeciendo los intereses de los banqueros y cargando la cuenta a los ciudadanos mediante el uso de dinero público y las consecuencias de la recesión y las presiones fiscales.
Señala que la oligarquía financiera usa ahora toda su influencia para prevenir precisamente el tipo de reformas que se requieren, y pronto, para sacar a la economía de su caída. Añade que el gobierno de Obama parece incapaz, o no quiere, actuar contra ellos.
Ya habían surgido las fuertes críticas de Stiglitz, también desde dentro del sistema, en su caso el Tesoro, el Consejo Económico del Presidente y el Banco Mundial, sobre la necesidad de grandes reformas en el sistema financiero. Johnson se suma con una crítica mucho más política y devastadora. Si estas consideraciones no tienen eco cuando vienen de fuera, es posible que también acaben marginadas ahora que se debate la reforma en un entorno de mucha incertidumbre económica y política por todas partes.
leon@jornada.com.mx
Bernardo Bátiz V.: Ahumada: las razones
La intencionalidad es lo que caracteriza a los actos humanos y los distingue de los hechos de la naturaleza. Carlos Ahumada Kurtz finalmente publica un libro del que viene hablando hace varios años, el cual ha usado como amenaza abierta que como moneda de cambio con sus protectores, que a fin de cuentas lo desampararon. Las intenciones de esta publicación las iremos entendiendo en los próximos días o quizá en los próximos años.
Cuando se tramó el complot, descubierto y denunciado oportunamente y hoy plenamente confirmado con las confesiones del autor del libro, coincidieron las intenciones de dos personajes con motivaciones diferentes, pero que compartieron un fin: perjudicar y desestabilizar al Gobierno del Distrito Federal. Ambos querían lo mismo, pero uno se movía por el deseo de venganza y el rencor, y el otro por salvarse de la persecución de la justicia.
Para el arrogante y pagado de sí Diego Fernández de Cevallos, era la oportunidad de vengar una afrenta que no ha podido olvidar; es usted un farsante, un farsante, le dijo Andrés Manuel López Obrador y se lo reiteró a pregunta expresa, cara a cara y a corta distancia, frente a las cámaras de un canal de televisión y por tanto ante una amplia audiencia.
Para el ego de Diego, siempre presumido, siempre valentón, que alguien le endilgara rotunda y claramente un adjetivo tan definitorio, fue algo intolerable. Lo aguantó de momento y tan sólo farfulló una débil respuesta, pero nunca olvidó; ahora dice que tiene cosas mejores de que ocuparse, seguramente en sus negocios, pero lo cierto es que en cuanto pudo oteó el momento de la venganza y lo aprovechó cuando se encontró con la situación propicia y con su copartícipe.
En cuanto a Ahumada, que resulta ahora escritor, hay que decir que se encuentra prófugo de la justicia mexicana, la cual debe reclamar su extradición de Argentina, porque aquí tiene pendiente una sentencia que cumplir, pues a pesar de todo el apoyo federal que recibió, no pudo evitar en última instancia una sentencia condenatoria, que buenos jueces y buenos magistrados que se respetan confirmaron en su momento.
La historia, en el fondo, es sencilla: la entonces contralora del Distrito Federal, Bertha Luján, en cumplimiento de su deber presentó ante la procuraduría capitalina información con la que se abrió una averiguación previa sobre un posible fraude en contra del patrimonio de la delegación Gustavo A. Madero. Se trataba de pagos por poco más de 30 millones de pesos por obras que no se había hecho, pero sí cobrado.
La indagatoria se desarrolló conforme a la ley sobre las empresas fantasmas que recibieron los cheques en forma indebida, se pudo detener a uno o dos de los cómplices, y en la procuraduría estábamos ya pisando los talones del principal dueño de otra empresa a cuya cuenta de banco fluían finalmente los dineros mal habidos.
Cuando Ahumada se percató de que la justicia estaba a punto de alcanzarlo, atemorizado, aterrorizado sacó los videos que con total falta de ética grabó a quienes confiaban en él, y los puso en manos de los enemigos políticos de AMLO; pensó, y así se lo ofrecieron, que lo iban a proteger y a pagar con largueza, pero no fue así.
Los dos personajes, el que quería vengarse y el que estaba asustado, llevaron las cosas al extremo que todos conocemos; en lugar de presentar los videos a las autoridades para que determinaran si había algún delito que perseguir, Carlos Salinas y los demás que participaron, según Ahumada confiesa en su libro, escogieron el camino del escándalo mediático, que tanto daño hizo a todos y, bien pensadas las cosas, al país.
Quedó claro desde entonces, y lo reitero, que la difusión de los videos fue la respuesta de quien estaba siendo investigado para tratar de dañar a quienes había descubierto su fechoría, no a la inversa. Se ha dicho que su consignación y juicio fueron en venganza por los videos, lo cierto es que cuando éstos se hicieron públicos la averiguación estaba muy avanzada y sus cómplices ya habían sido detenidos.
El apoyo que le dieron inicialmente todos los personajes que ahora descubre y exhibe en su libro están recibiendo una sopa de su propio chocolate, entonces lo usaron para poner en aprietos a su rival político, después quisieron cumplir su compromiso de salvarlo del proceso en su contra, pero no lo consiguieron, y ahora toma venganza.
Recordar el encuentro de los dos personajes que ejecutaron el complot, aunque no los que tomaron la decisión de perpetrarlo, me hizo recordar un viejo dicho que se usaba cuando dos pillos se ponían de acuerdo para alguna maldad: “ahora sí –se decía– se juntaron Palomita y Juan de amor”.
jusbbv@hotmail.com
Hermann Bellinghausen: La constelación suspendida
opos o frutos, miles de garzas blancas cargan las extendidas y largas ramas desnudas de los ceibones. Aunque es pleno día, están encorvadas, tal vez dormidas. Apunto la fecha: 6 de mayo de 2009. Y también: kilómetro 116. El calor es seco, tan sofocante, que hasta el sudor quema debajo de la camisa.
Debe tratarse de algún fenómeno meteorológico. Garzas se ven por acá todo el tiempo, sobre todo en potreros y valles, y comparten los ríos con sus parientes cormoranes, írices, grullas. Rondan vacas y humedales, se subrayan en el aire preferentemente al caer la tarde. Pero de una en una, unas cuántas a lo más. Nada de grandes parvadas.
Los copos hoy son multitud. Y permanecen inmaculadamente inmóviles, como esperando algo que no parece inminente, y les da tiempo para una siesta colectiva.
Época de sequía. Los pastizales amarillean. El paisaje se adelgaza y pone rígido, oculta menos que en época de lluvias, se desnuda y desnuda todo eso que el paisaje habitualmente contiene: gente, bestias, arroyos y caminos. El verdor es ralo y opaco. Por algo los rebeldes en las montañas siempre han sabido que este clima es propicio para las operaciones militares contra las comunidades. No hay lodo ni follaje, hay poca agua.
Con ese fondo, la constelación de garzas brilla por su presencia sobre las inmensas ramas, sin hojas, igual que los duraznos cuando florean. Tan énfática su masa, que para imaginaciones como la de Alfred Hitchcock resultaría amedrentadora.
Y para como están los ánimos del personal, ahora cualquier pájaro, cualquier cerdo, cualquier estornudo o anuncio televisivo, cualquier vecino mete miedo. O la duda. Y entonces, ¿qué culpa tienen los que acuden a las explicaciones más imaginativas de los fenómenos naturales? ¿Quién dijo que las de miedo –como llamaba mi abuelita a las películas de horror– guardan relación con el pensamiento científico ni las evidencias? Y tienen un no sé qué que nos deja temblando.
Pero como aquí no hay nadie, no hay quien venga a enojarse con ellas o tener miedo a estas aves dotadas de gracia, que cuando están despiertas son palafitos de sí mismas en las orillas y los pantanales, o saetas blancas y cruficadas al volar todas cuello, todas ala. Y cuando dormidas: estos copos de nieve, esta constelación suspendida.
Lástima que no estaré aquí mañana para verlas estallar en vuelo como fuegos pirotécnicos contra el grisáceo azul del cielo. Ya otras veces he presenciado el estallido, ese momento en que todas las garzas se cubren para cubrir el cielo con una especie de tul. En aparente caos, sin formación de vuelo, un nudo de espirales que no se tocan.
Esta vez me tocó el momento previo, el capullo blanco de la inminencia. Y eso tiene también su belleza, su magia.
José Cueli: La feria de San Isidro
Lydia CachoPlan B11 de mayo de 2009
Comenta la nota
Sí, soy mafioso y qué
En un capítulo de Los Sopranos, Tony, el carismático mafioso, habla con sus colegas sobre la falta de principios de las mafias del Este. Elabora un discurso impecable sobre la pérdida de valores de los rivales; “hasta para matar se necesita clase”, dice uno de sus esbirros. Mirando la serie pensé en dos de los grandes capos de la política mexicana: Emilio Gamboa Patrón, alias El Chupón y Diego Fernández de Cevallos, alias El Jefe.
Estos dos personajes tienen más en común de lo que quisieran admitir. Emilio, líder priísta en la Cámara de Diputados ha sido vinculado a redes de pederastas, de lavado de dinero y apropiación de terrenos en el sureste. Ha sido evidenciado públicamente incontables veces; las investigaciones desaparecen siempre. Cuando se descubrió a Gamboa llamándole “papá” a Kamel Nacif y sometiéndose a sus órdenes para echar atrás una ley sobre juegos y casinos, la respuesta de Gamboa sobre la autenticidad de las llamadas fue: “Sí, soy yo, y de una vez les digo hay otras seis llamadas con Kamel en este sexenio”. Con esa frase cerró el capítulo sobre el tráfico de influencias que ejerció desde el Senado. Cuando el pederasta Succar Kuri mencionó en entrevista con Loret a Gamboa como su amigo, la autoridad lo desoyó. Gamboa sabía que ni la PGR ni la Suprema Corte lo llamarían. Es interlocutor de su partido con el Presidente, se sabe intocable.
El Jefe Diego se enriqueció litigando contra el Estado mientras era senador y coordinador de la bancada del PAN. Carlos Ahumada, empresario-mafioso argentino, evidenció a este panista como “coordinador” de los videoescándalos contra el equipo de López Obrador, por órdenes de Carlos Salinas. Ahumada muestra a Diego como esbirro obediente del ex presidente. En una entrevista El Jefe declaró: “Lo que hice ya lo sabe el pueblo de México, y lo volvería a hacer”.
Como los mafiosos que viven en un mundo en que son conocidas sus actividades, Diego y Emilio se atreven a estos desplantes de cinismo y admisión de sus delitos a sabiendas de que su poder al interior del sistema les mantendrá al margen de la justicia. Las mafias políticas se perpetúan gracias a su capacidad de influencia dentro de la maquinaria. Compran policías, jueces, gobernadores y ministros; desayunan con el Presidente y litigan para los medios. Compran y venden información privilegiada, espían a sus enemigos, especulan con bienes y recursos públicos, manipulan elecciones y protegen a criminales. Ahumada es un sinvergüenza incapaz de admitir su corrupta avaricia, pero gracias a él volvemos a vivir el escándalo de una injusticia anunciada. Salinas, El Chupón y El Jefe, controlan al Estado con otros personajes menores. Ante la impunidad de Los Sopranos, apagamos la televisión, pero ante el cinismo de las mafias políticas aún no hay remedio. Mientras sigan jalando los hilos de la política, nuestro pobre país seguirá secuestrado por los tramposos más corruptos y poderosos que escupen al pueblo la frase: “Sí lo hice, y qué”, a manera de cerrar casos criminales por su propia ley.
Ricardo Raphael
“Libroescándalo”11 de mayo de 2009
Comenta la nota
Derecho de réplica es un texto donde Carlos Ahumada Kurtz no logra mejorar —ni por un milímetro— la imagen que se tiene de su baja estatura moral. Usó la pluma para confirmar que fue un traficante de influencias de altísimos vuelos, un hombre sin contención en sus ambiciones y también un ingenuo por calcular que sus interlocutores eran aún más cándidos que él.
De la nada se convirtió en un empresario mexicano muy rico. Un cortesano ágil y corrupto que ascendió tan vertiginosamente como se desplomó. La historia dura 14 años (1990-2004) y narra una vida pública que es francamente novelable.
En estas páginas, Ahumada busca justificarse asegurando que los sobornos entregados a la autoridad del gobierno del Distrito Federal a cambio de obra pública son la regla y no la excepción. Ahí también relata cómo le ganó la partida a sus competidores al convertirse en el más diestro de los limpiabotas.
Es aparatosa la diversificación de los actos de corrupción en los que estuvo involucrado. Su confeso repertorio es vastísimo: prestamos, viajes, financiamiento para campañas electorales, compara de bienes inmuebles a favor de sus amigos. Y para coronar su obra, el ejercicio de una seducción amorosa que, según afirma, terminó costándole demasiado.
Escribe de su puño y letra: “A ellos les interesaba el poder político y a mí incrementar las ventas”. Con todo, pocos folios más adelante se define así: “Soy alguien muy idealista. Creo, en principio, en la honestidad y sinceridad de las personas”. Un corrupto, pues, con pretensiones de trascendencia ética.
En un pasaje y otro, Ahumada Kurtz se queja de su propia ingenuidad. De todos, éste pareciera ser el error que más lamenta. Mientras tanto, al lector le va enfadando que el autor lo trate con el mismo calificativo.
A pesar de lo anterior —de la credibilidad de la fuente y del cinismo con el que se presentan los argumentos— éste es un libro que debe ser leído por todos aquellos mexicanos que necesitamos entender mejor los modos y las formas, irremediablemente corrompidas, de nuestra actual clase política.
El personaje central de Derecho de réplica es sin duda el menos relevante del libro. Un mero instrumento de otros cuyo papel en la sociedad mexicana está bien protegido dentro de las murallas de su poderosísima oligarquía. Ahumada aporta elementos para constatar que no existe diferencia entre los políticos del país; no importa que se trate de priístas, perredistas o panistas, todos se parecen entre sí.
Son parte de una misma y extendida familia obsesionada con defender cada una de sus sobradas prerrogativas. Este escándalo político, como la gran mayoría de los anteriores, ocurre cuando una fracción de esa coalición decide arremeter contra la otra. Y no cesa hasta que los privilegiados recomponen, entre sí, sus desacuerdos.
Mientras tanto, la sociedad, y sobre todo el aparato mexicano de justicia, juegan de meros espectadores. Políticos, periodistas, funcionarios, ministerios públicos, empresarios y tantos otros, asumen que el ejercicio de la ley en México tiene dueño. Y no hay un solo juez que quiera contradecir esta fundada creencia.
Repite Ahumada machaconamente una frase que, según su dicho, le transmitiera un magistrado: “Cuando la política entra por la puerta, la justicia sale por la ventana”. En México los argumentos jurídicos más potentes son los contactos sociales que las partes puedan desplegar. Nada tiene más importancia, nada es tomado con mayor seriedad.
Los dados estarán siempre cargados en función de las posiciones que —en la oligarquía— ocupen las partes en conflicto. O se es patrón o se es cliente. Y es absurdamente difícil dejar de ser uno para convertirse en lo otro. Derecho de réplica es la historia de un personaje que se equivocó por haber ignorado esta regla fundamental.
Y sin embargo, Carlos Ahumada ha sido exonerado. René Bejarano también. Lo mismo que Carlos Imaz, Rosario Robles y Andrés Manuel López Obrador. Raúl Salinas está libre y los socios de su hermano Carlos no tienen nada que lamentar. Ya lo dijo el prócer Fernández de Cevallos: si lo volvieran a invitar a una conspiración parecida, no se la pensaría dos veces antes de participar otra vez.
Analista político
No hay comentarios.:
Publicar un comentario