Algunos asesores del presidente Obama bien indicaron que el gobierno no puede darse el lujo de equivocarse porque hunde al mercado de valores y a la economía.
Los gobiernos no pueden jugar al aprendizaje equivocándose porque sus decisiones disparan conductas personales que pueden descarrilar las intenciones originales y empeorar situaciones. La gente a final de cuentas es egoísta y antes que nada busca proteger sus intereses y si su percepción es que el gobierno pone en peligro lo propio se enfrentarán al mismo y con mucha frecuencia lo derrotaran.
El secretario de Hacienda en México parece no entender lo delicado y sensible de su posición y se equivoca con más frecuencia de la que debería y de la que debe ser sensato para una persona en una posición de poder como la suya. No tiene poca importancia que los comentaristas se burlen de el por sus ya famosos dislates, como aquel de que la caída del mercado de las hipotecas era un simple catarrito y que ya llegó a tsunami.
El Dr. Carstens tiene razón en que los gobernantes no deben desplegar actitudes negativas o pesimistas, pero parece no entender que si no se puede presentar un escenario positivo en ocasiones la prudencia reclama mejor cerrar la boca. El no solamente emite declaraciones ligeras sino que muchas son irresponsables. Le gusta entrar al juego verbal siendo que tiene un repertorio muy pobre en ingenio y una ortodoxia económica que responde a otra realidad, otra geografía y otra época y termina creando una confusión que para nada ayuda a que el gobierno ponga orden en una situación que desde hace mucho se le salió de las manos.
El cantinfleo del secretario de hacienda termina profundizando las consecuencias negativas que supuestamente debe evitar porque demuestra carecer de un curso de acción bien pensado y reflexionado. Parece no tener un plan bien trazado para librar la crisis y el descubre más tarde que todo mundo lo difícil de la realidad económica. Parece en ocasiones –muy frecuentes- que el secretario vive en una burbuja y que cuando se acerca a la realidad se sorprende de lo que encuentra, porque no es lo que el pensaba dirían los textos que memorizo y que estaban escritos para un mundo distinto. Tal vez los mexicanos no quepan en su libro, o no quepa la economía actual.
El secretario descubre que estamos en recesión cuando hay empresas que llevan más de un año lidiando con la debilidad de la economía, con el cierre del crédito, con el retraso de la inversión gubernamental producida por un subejercicio provocado en gran medida por lineamientos inadecuados impuestos por la secretaría de Hacienda. La acusación reciente –que no desmintió- sobre la negativa a comprar un laboratorio para producir vacunas contra la influenza demuestra que este señor simplemente vive en otra realidad.
Es tan poco lo que entiende sobre la condición de la economía que ahora se ha lanzado directamente con el terrorismo fiscal contra las empresas y aunque el no la inició, continua con la política de preferir cerrar una empresa en contra de la opción de ayudarla a pagar su deuda con el fisco. Tiene muy poca utilidad perder más empleos y consumidores porque el patrón dejo de pagar impuestos. Un empresario me comentó: “pago salarios o impuestos”. Si la economía real ha llegado a esa conclusión, alguien tiene que despertar al secretario para que salga de la economía ficción.
Ahora que el Dr. Carstens descubrió que México esta en recesión, una vez más plantea exactamente la política contraria a lo que se necesita. Frente a la recesión el gobierno tiene que aligerar sus mecanismos de gasto sin perder el control porque hoy el país es más corrupto que nunca. Pero una manera de lograr contundencia consiste en ejercer el gasto público con rapidez y eficacia.
El principio es que debe haber más dinero en el mercado directamente para que el consumo se enfrente a las tendencias recesivas. Pero el secretario sostiene que hay que hacer lo contrario y lanzó la idea de que va a presentar la propuesta de nuevos impuestos. Como hace tiempo que ensordeció frente a los reclamos sociales, no quiere registrar que el nuevo impuesto al ingreso ha sido recesivo y que la caída en la recaudación se debe a la debilidad de la economía y no a que los mexicanos sean delincuentes fiscales.
Lo más preocupante del caso es que frente a lo impractico de la postura de Hacienda, el congreso mexicano sea complaciente y no actúe para introducir un poco de sensatez y corregir el rumbo de un gobierno que a todas luces se está descarrilando. Parece ser que diputados y senadores están cómodos con el dicho aquel: Estamos al frente del precipicio, demos pues un paso adelante.
Samuel Schmidt
schmidt@mexico.com
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