Una investigación en Colombia logró reunir testimonios de
1000 mujeres, más seis casos colectivos, en los que se denuncian todo
tipo de violencias hacia las mujeres
en el contexto del conflicto armado y el narcotráfico que desde hace
décadas son parte de esa sociedad. Silvia García, directora de la
organización Mujeres que crean, da cuenta de la investigación y de las
construcciones culturales que se fueron construyendo alrededor de esta
problemática social: “En barrios pobres hoy en día ser un capo narco es un modelo a seguir para los niños, como para las niñas ser sus mujeres”.
Por Laura Charro, desde Medellín
COMUNICAR IGUALDAD- Mientras en la ciudad de La
Habana se realiza desde finales del año 2012 la negociación de paz
entre el Estado colombiano y la guerrilla de las FARC (Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia), los organismos de derechos humanos y
organizaciones sociales de género hacen oír su voz para echar luz sobre
las violencias de género ejercidas a mujeres civiles durante años de
confrontación, que han sido invisibilizadas como tales y que recién hoy
sus víctimas tienen la valentía de denunciar.
Silvia García, directora general de la organización feminista Mujeres que Crean,
organización con más de 24 años de trabajo en la ciudad de Medellín,
trabaja en dos campos concretos: la violación a los derechos humanos
de las mujeres, específicamente violencias sexuales; y, por otra parte,
el área de Mujeres, Desarrollo y Democracia, haciendo eje en la
participación política de las mujeres en la ciudad. En conjunto con la
organización Ruta Pacifica de las Mujeres – que nace en 1996, contra la guerra interna- lograron testimonios de mil mujeres de todo el país y seis casos colectivos. Las mujeres
denunciaron todo tipo de violencias (físicas, sexuales, desnudez
forzada, desaparición y asesinatos de familiares, desplazamiento,
humillación, etc) ejercidas en el marco del conflicto armado en manos
de la guerrilla, Estado y paramilitares que hace más de veinte años sacude al país.
Valorando el aporte de estas mujeres en la construcción de la paz, se creó la Comisión de Verdad y Memoria de las Mujeres Colombianas en
la cual un grupo de profesionales se destinó para recabar estos
testimonios, teniendo en cuenta la dificultad de reconstruir hechos tan
sensibles como las violencias sexuales que para muchas mujeres
significan una ruptura decisiva en su historia, indagar sin revictimizar e identificar la vulneración de derechos sufridos. En relación a este informe Silvia manifiesta que “se
confeccionó un documento único para mantener la preocupación de lo que
sucedió y aún sucede con las violencias hacia las mujeres en el
conflicto armado, hacer una recolección de información y un análisis
sobre los hechos. Es un aporte importante al reconocimiento de las
victimas mujeres y los hechos y crímenes que no son visibilizados como
los delitos sexuales”. Esta sistematización de testimonios pone a las voces de las mujeres como protagonistas en la construcción de la verdad colectiva de la historia reciente del país
y se espera que sean un aporte a la generación de justicia y políticas
de reconstrucción del tejido social tan dañado por las violencias y sus
consecuencias sociales y culturales. “El objetivo, además, es que sirvan como prueba ante organismos de paz internacionales señalando como responsables a los tres actores involucrados: Estado, guerrillas y paramilitares.
Hoy el documento ha llegado a la Mesa de Negociación de la Habana con
la esperanza de ser tenido en cuenta como prueba de hechos de violación
de derechos humanos específicos hacia las mujeres que precisan tener
una condena”.
En Colombia se encuentra vigente la ley 1257, del año 2008, por
medio de la cual se dictan normas de sensibilización, prevención y
sanción de formas de violencia y discriminación contra las mujeres, que
posibilita un marco legal para la condena de los delitos cometidos en
el marco del conflicto armado. Sin embargo, Silvia destaca que “tenemos
normas y leyes con grandes avances, una ley que refleja cuestiones
importantes, pero las prácticas, referentes culturales,
representaciones sociales hacen que la violencia esté naturalizada”.
Cuando Silvia habla de “representaciones sociales y prácticas” que naturalizan violencias también se refiere a la situación actual que vive el país, que sufre las consecuencias no
sólo del largo conflicto armado sino también de un camino de ilegalidad
y muertes de la mano del narcotráfico y sus históricos carteles que han
corrompido al Estado desde su génesis, generando violencias extremas en los barrios vulnerables de las grandes ciudades y estableciendo culturas y estéticas femeninas violentas: “Las
jóvenes quieren moldear su cuerpo con operaciones estéticas que les
permitan acceder a los jefes del negocio del narcotráfico y así lograr,
además, protección y status social. En barrios pobres hoy en día ser un
capo narco es un modelo a seguir para los niños, como para ellas ser
sus mujeres. Muchas jóvenes se venden para conseguir el dinero
para cirugías siguiendo un poco el concepto de la novela colombiana que
reflejaba esta realidad – televisada en argentina hace pocos años- llamada “Sin tetas no hay paraíso”, mujeres sumisas sometidas al capo y con el único anhelo de convertirse en su mujer.”
Desde este complejo marco actual, Colombia está en el difícil camino, pero no menos necesario, de re-construcción de la memoria social con voces de mujer
y a la espera de que sean amparadas por una voluntad política real de
reconocerlas como verdaderas sujetas de derechos. Otorgando una
responsabilidad fundamental atribuida al Estado en el nacimiento y
mantenimiento de un sistema social, económico y político en extremo
inequitativo, que ha servido de caldo de cultivo de las diversas
violencias y violación de derechos que han alimentado el conflicto
armado colombiano.
Foto: Laura Charro
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