MÉXICO,
D.F. (apro).- La historia oficial mexicana está llena de mentiras que
tarde o temprano han salido a relucir. No hace mucho en Tlatlaya
dijeron que había habido un enfrentamiento en la muerte de 22 personas,
pero resultó que fue una ejecución militar. Casi al mismo tiempo en
Apatzingán dijeron algo parecido con 11 muertos y se descubrió que fue
una masacre de policías federales. Igual fue en Ecuandureo con 43
ejecutados por policías o el caso de la colonia Narvarte donde dijeron
que a las cuatro mujeres y al fotoperiodista Rubén Espinoza los mataron
por libertinos.
Hoy la versión oficial de la supuesta quema y desaparición de 42
estudiantes normalistas de Ayotzinapa está derrumbándose con el informe
de los peritos asignados por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH) quienes determinaron que no hay pruebas científicas que
sostengan la versión oficial de la incineración de los jóvenes que
fueron secuestrados por agentes de la policía del municipio de Iguala
la noche del 26 de septiembre del 2014.
El caso de Ayotzinapa se parece a muchos otros en los que la versión
oficial carece de toda credibilidad como las matanzas de Acteal, Aguas
Blancas, Campo Algodonero, el asesinato de Colosio, los 72 cadáveres de
las fosas de San Fernando, Cadereyta y antes la masacre de Tlatelolco.
Y no porque ya no exista la confianza en el gobierno, sino porque
constan pruebas palpables de que se trató de una acción, en este caso
de una desaparición forzada, en la que participaron agentes del
gobierno –policías y soldados—en contubernio con el crimen organizado.
El informe de la comisión de expertos de la CIDH es similar a la que
presentaron con anterioridad los peritos argentinos y que ponían en
duda la versión de la Procuraduría General de la República (PGR) de que
los normalistas habrían sido incinerados en un tiradero de basura del
pueblo de Cocula, Guerrero, por personajes pertenecientes a una banda
del crimen organizado.
El informe no sólo desmiente esta versión oficial sino que ofrece
pruebas científicas de la imposibilidad de una incineración como lo
argumentó la PGR, usando llantas, trozos de madera, basura y unos
cuantos litros de combustible. Además proporciona indicios de que hubo
participación del Ejército y las policías estatal, municipal y
ministerial quienes se enteraron del ataque a los estudiantes y, al
menos no hicieron nada para evitar su secuestro.
La investigación de los peritos asignados por la CIDH también aporta
elementos de que el gobierno mexicano no informó de la existencia de un
quinto autobús que, de acuerdo con información periodística, podría
haber estado cargado de droga pues el cártel de los Guerrero Unidos
utilizaba precisamente autobuses de pasajeros para sacar de la zona
serrana heroína con destino el mercado de consumo de Estados Unidos.
Frente a dichas pruebas contenidas en el amplio informe de más de
500 páginas del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes
elaborado en seis meses, Felipe de Jesús Muñoz, titular de la
Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia
Organizada (SEIDO), rechazó que Jesús Murillo Karam, extitular de la
PGR, haya mentido.
El gobierno mexicano, con una imagen internacional depauperada, ha
intentado defenderse como gato bocarriba, pero en cada movimiento se
hunde más en un pantano de desconfianza que habrá de repercutirle en el
futuro electoral.
La versión oficial del caso Ayotzinapa está hecha añicos y todo
esfuerzo del gobierno de Enrique Peña Nieto por recomponerla fracasará.
Sólo una investigación profunda y ajena a los intereses del propio
gobierno dará una versión más cercana a lo ocurrido la noche del 26 de
septiembre cuando fueron secuestrados y desaparecidos los estudiantes
de Ayotzinapa por manos del crimen institucionalizado.
Twitter: @GilOlmos
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