La misma percepción revela que ni el sabadazo para atrapar a
Javier Duarte, el emblema contemporáneo del sátrapa, se interpreta como
una victoria contra la impunidad y la corrupción, sino como una
“detención pactada” para utilizar al exgobernador de Veracruz con fines
de propaganda electoral.
El mismo presidente Enrique Peña Nieto lanzó un autoelogio el pasado
17 de abril que pone en duda la eficacia de estas detenciones: “quienes
quebrantan la ley deben responder por sus actos. Independientemente de
lo que determine el Poder Judicial, estas detenciones son un mensaje
firme y contundente del Estado mexicano contra la impunidad”.
¿Cómo se puede interpretar como “mensaje firme y contundente” si Peña
Nieto ni siquiera es capaz de mencionar a Yarrington y a Duarte por su
nombre? ¿Dónde está el mensaje contra la impunidad si Yarrington fue
señalado desde 2004 por recibir sobornos de los cárteles y pasaron cinco
años de esta administración hasta que fue detenido por una petición
expresa de Estados Unidos y no de la PGR?
¿Cómo creer que es un logro si Duarte tuvo tiempo suficiente para
terminar su sexenio, dejar un quebranto de 34 mil 57 millones de pesos
–según la Auditoría Superior de la Federación– y sembrar a su entidad
fosas de 15 mil desaparecidos, periodistas asesinados y una ola de
inseguridad inauditas?
El problema fundamental es que la era de los gobernadores
cleptócratas en el sexenio de Peña Nieto rebasó todos los límites de la
contención hasta convertirse en un “pacto de impunidad” que ya no se
puede sostener ante el derrumbe electoral del priismo, las complicidades
con el PAN y el PRD y la intensa presión de las autoridades de Estados
Unidos.
Oficialmente, sólo hay siete exgobernadores detenidos de un total de
más de 21 mandatarios estatales señalados por la ASF, la Secretaría de
Hacienda, la DEA y organizaciones civiles por sus desfalcos, sus pactos
mafiosos, su intensa corrupción.
Estos siete detenidos son los siguientes:
-Javier Duarte y Flavino Ríos, gobernador constitucional e interino
de Veracruz. El segundo sólo estuvo 48 días al frente del Ejecutivo
estatal.
-Tomás Yarrington, exgobernador de Tamaulipas de 1999 a 2005, pero
con una clara influencia en la situación criminal de su entidad y de
Veracruz desde hace más de una década.
-José de Jesús Reyna, gobernador interino de Michoacán, quien terminó
por responder del desvío de dos mil 323 millones de pesos desde el
gobierno de Fausto Vallejo, mandatario priista con quien se desbordó la
influencia de los cárteles de la droga.
-Andrés Granier, exmandatario priista de Tabasco, detenido en 2013 por desvío de dos mil 600 millones de pesos.
-Guillermo Padrés, exgobernador panista de Sonora, el único de los
ocho mandatarios señalados desde noviembre de 2016 por la Auditoría
Superior de la Federación por una serie de irregularidades graves en el
manejo del presupuesto.
-Mario Villanueva, extitular priista de Quintana Roo, arrestado desde
el gobierno de Vicente Fox por corrupción y vínculos con el crimen
organizado.
A estos siete detenidos hay que sumar a los mandatarios del “nuevo
PRI” de Peña Nieto que han sido también acusados y que algunos se
encuentran prófugos, otros amparados o simplemente disfrutando del
anonimato:
-Rodrigo Medina, exgobernador priista de Nuevo León, quien estuvo
unas horas en la cárcel y ha logrado librar la acusación de peculado y
desvío por tres mil 600 millones de pesos. La ola de violencia y
corrupción que vivió esta entidad durante su mandato está presente aún
en los habitantes regiomontanos.
-César Duarte, exejecutivo priista de Chihuahua, prófugo desde hace
más de tres semanas, acusado de peculado y presunto lavado de dinero.
-Roberto Borge, exgobernador priista de Quintana Roo, quien no tiene
orden de aprehensión en su contra, pero sobre él hay nueve denuncias
ante la PGR y la Fiscalía de la entidad por rematar nueve mil 500
hectáreas de la reserva territorial estatal, entre otros delitos.
-Humberto Moreira, exmandatario de Coahuila, exdirigente nacional del
PRI, uno de los más firmes aliados de Peña Nieto en su ascenso a la
candidatura presidencial, hasta que fue señalado por presuntos vínculos
con el narcotráfico.
La Secretaría de Hacienda documentó que durante su gobierno la deuda
pública se disparó de 323 millones de pesos a 36 mil 186 millones de
pesos. Comparte con Javier Duarte el “honor” de ser uno de los más
señalados por irregularidades en el manejo del presupuesto y del súbito
endeudamiento. Anda libre y aspira a ser diputado local por el Partido
Joven.
-Eugenio Hernández, exgobernador de Tamaulipas, sucesor de Yarrington
(2004-2010), quien apoyó también a Peña Nieto en su aspiración
presidencial. Es buscado por la DEA desde el 18 de junio de 2015. Se
especula que está escondido en Quintana Roo.
-Mario Anguiano Moreno, exgobernador priista de Colima, acusado por
irregularidades presupuestales por mil 800 millones de pesos y en
proceso de “juicio político”.
-Jorge Herrera Caldera, exmandatario priista de Durango, acusado por
un presunto desfalco y un súbito endeudamiento por 15 mil millones de
pesos.
Sin embargo, hay una segunda línea de exmandatarios del PRI que se
libraron de una investigación y están relacionados con el ascenso de
Enrique Peña Nieto.
Son los casos, sobre todo, de Arturo Montiel, padrino político y
antecesor de Peña Nieto; Ulises Ruiz y José Murat, exmandatarios de
Oaxaca; Mario Marín, el góber precioso de Puebla;
Fidel Herrera, de Veracruz y principal apoyo para que llegara Javier
Duarte al poder; Natividad González Parás, exgobernador de Nuevo León,
principal padrino político de Rodrigo Medina y de quien ya nadie habla.
Y a esta lista habrá que agregar a los gobernadores que llegaron bajo
siglas opositoras, pero que dejaron desfalcadas y desmoralizadas a sus
respectivas entidades o enfrentan acusaciones por presunta corrupción:
Juan Sabines en Chiapas; Ángel Aguirre en Guerrero; Gabino Cué en
Oaxaca; y el panista Kiko Vega, quien aún gobierna Baja California.
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