Por José Gil Olmos , (apro).- Aunque todavía es precampaña y faltan cinco meses para la votación, en los que todo puede cambiar, las adhesiones sin cortapisas de personajes variopintos a la campaña presidencial de Andrés Manuel López Obrador tiene algunas semejanzas con el efecto que hubo en el año 2000 con Vicente Fox, quien recibió el apoyo de mucha gente de todos los perfiles políticos para vencer al PRI por primera vez en la historia política del país.
Hoy, como hace 18 años, una bola de nieve parece crecer de manera
inevitable arrasando con todo a su paso y, como entonces, el
desprestigio del PRI y el hartazgo social contra el gobierno de ese
partido está generando el efecto político que se conoce como el voto del
cambio.
Ahora parece que es López Obrador el beneficiario de este fenómeno y
todas las críticas a sus alianzas pragmáticas, propuestas, declaraciones
y hasta las acusaciones –provenientes sobre todo del PRI– de que tiene
apoyo de Venezuela y Rusia, se le resbalan o tienen un efecto búmerang
que no lo afectan sino le favorecen.
Montado en la cresta de la popularidad y de las encuestas, con su
perfil carismático que raya peligrosamente en lo religioso, el dirigente
de Morena es capaz de pasar por el tamiz de su palabra para perdonar
hasta su enemigo más acérrimo, como Carlos Salinas de Gortari. Total,
todo suma en este momento en el que nada parece afectarle.
Pero no estaría mal que López Obrador refrescara en su memoria sus
errores pasados: el exceso de confianza, las declaraciones impetuosas e
irracionales que cayeron mal en el ánimo social, la necedad de
concentrar todas las decisiones, menospreciar a sus adversarios y quizá
dos aspectos fundamentales que afectaron de manera decisiva sus dos
campañas anteriores: la falta de una estructura electoral en todo el
país y la falta de recursos para mantenerla.
Cinco meses faltan para la elección. El 11 de febrero termina la
precampaña y entramos a una fase de intercampaña que dura un mes, en la
cual los candidatos no pueden pedir el voto y los partidos podrán lanzar
la carretada de promocionales en los medios.
En este largo tiempo los candidatos y sus partidos harán los ajustes
necesarios en sus equipos, en sus estrategias y, sobre todo, para
aceitar la maquinaria electoral que soporta la estructura del partido a
nivel nacional. En este lapso todo puede pasar y en las dos elecciones
pasadas López Obrador careció precisamente de esta estructura y de una
estrategia parta mantener el paso que lo llevaba adelante de los otros
candidatos.
No hay seguridad de que el líder de Morena seguirá creciendo en el
ánimo del electorado y tampoco se sabe cuánto tiempo habrán de durar
este fenómeno de crecimiento de popularidad y la suma de personajes
políticos con historias cuestionables.
De la cima Andrés Manuel López Obrador podría pasar a la sima en el
momento más decisivo, es decir, a la hora de la votación. La bola de
nieve seguiría rodando, pero en sentido contrario, y lo que durante
medio año fue a su favor ahora estaría en su contra, destruyendo su plan
político y de gobierno.
Por cierto… Otro personaje al que no estaría mal refrescarle la
memoria es a Diego Fernández de Cevallos, que en la entrevista con Proceso se
la pasó justificándose. De su pasado político manchado de corrupción
dijo que eran mentiras, del tráfico de influencias para hacerse
millonario aseguró que nada tiene que ver su paso por la política, de su
inmensa riqueza se ufanó diciendo que no necesitaba declararla porque
la ostentaba y de su amistad con Salinas hizo una virtud de fidelidad.
Para él nada ha cambiado y sus vicios privados son una virtud pública.
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