Dirigir es poner delante de un pueblo ideas teñidas de valor para
impedir el empuje avasallante de los factores disolventes, tal como lo
describe Max Scheller en Sociología del Saber. Hoy se ponen
delante estultas propagandas de nulidades políticas salidas de ambientes
putrefactos para corresponder a la abyección de tantos, para ocultar el
drama del caos social.
Cuando se agrede la dignidad de un solo ser humano, es todo el orden
social el que resulta derrotado, acorralado. Y más cuando se trata de un
joven estudiante de 17 años. La niñez y la juventud son lo más noble de
un pueblo para Charles Péguy, poeta profético muerto cara al sol por
Francia en la batalla del Marne en 1914, y recordado como aliento por De
Gaulle junto a Juana de Arco, en momentos trágicos para la Francia en
1939.
Tal corrupción, tal descomposición, es la peor de las patologías
sociales al carcomer la naturaleza y sentido de la autoridad como clave
del orden de una comunidad que debe apuntar siempre a lo justo. Casos de
infamia como ese o semejantes se repiten a diario en todo el país.
Vivimos un México mutilado por la hidra neoliberal: todo, economía,
política, cultura, se subordina al fetiche del dinero, del interés
faccioso, de la saciedad de poder. La “hybris” es tal saciedad en la que
anida la insolencia del poderoso ante un pueblo mayoritariamente
inerme, empobrecido, anonadado.
La corrupción política y social se compone de muchos vicios que
nublan el juicio de quienes tienen la tarea de deliberar acerca de las
cosas necesarias para el Bien Común, como aconsejaba Aristóteles en su
Política: tortura, desapariciones, ineptitud crónica al gobernar no los
mejores, sino los de menos escrúpulos, tutelada concentración de riqueza
en pocas manos manchadas de frivolidad, egoísmo e indiferencia,
incultura, ausencia de sentido histórico, salarios mínimos de hambre,
servilismo ante el Norte, provocada desigualdad e injusticia social,
violencia como método sistemático y planeado de dominio y control
políticos, miedo inducido para conjurar resistencias, saqueo cínico del
dinero público, endeudamiento irresponsable que hipoteca el futuro de
las generaciones, sistema educativo en bancarrota, apto no para formar
críticamente a la niñez, sino para adoctrinarla en el adormecimiento y
con un magisterio amenazado; caricaturesco sindicalismo salvo honrosos
casos, intolerancia digital injuriosa frente al que piensa diferente,
como sucedáneo del debate racional y civilizado.
Y la lista hirsuta y tupida de vicios continúa porque es
interminable: entrega del porvenir económico a extranjeros, alquiler,
venta y compra de convicciones políticas al mejor postor, antileyes de
supuesta seguridad, vulneradoras del “don más preciado”, el de la
libertad tan querida por Cervantes en su Quijote impar, pseudo justicia
tardía y selectiva, abandono del campesino mexicano, destrucción del
medio ambiente y del porvenir del agua por mineras amantes del “fraking”
devastador, destrucción de las ciudades por inmobiliarias insaciables,
multiplicadoras del cemento para ruina del paisaje vital, más un largo
etcétera dolorido.
¿Qué nos espera ante tal panorama desolador? A corto plazo no hay
esperanza alguna. ¿Dónde están los pronunciamientos de indignación
específica de los candidatos punteros en torno al infame caso
representativo del prevaleciente desorden social, del joven reaparecido
con el rostro apabullado y perplejo, Marco Antonio? Para las izquierdas y
derechas acomodadas y tibias, no hay lugar para los casos individuales,
porque ellos desconocen en su incultura y superficialidad que un sólo
caso de esos, amenaza todo el orden de la sociedad al ser la dignidad de
cada persona la base de todo sistema constitucional. Sólo la
autenticidad y la constante perseverancia formadora de conciencia
crítica nos podrán salvar a la larga, sólo la palabra sincera y
congruente de Marichuy Patricio, la valerosa mujer centinela del
porvenir, y la meritoria batalla de Javier Corral en Chihuahua contra el
régimen federal, hacen la siembra de valores para un mañana de
venturas, “gozosos en la esperanza, pacientes en la tribulación”, según
el canto profético.
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