Afortunadamente ya apareció el joven estudiante de preparatoria,
deportista con cinta negra de Tae Kwon Do, quien escribe poesía. Pero
apenas lo encontraron, inició un manejo mediático y una actividad
inusual en redes sociales, orientada a descalificar las movilizaciones y
reclamos, así como a la víctima de una detención arbitraria.
Hoy, las noticias al respecto enfatizan que Marco fue localizado
cuando “deambulaba”, es decir que andaba de un lado a otro sin objetivo.
Palabra cargada de intencionalidad que se ha usado con otros casos que
detonaron movilizaciones como el de Lesby Berlín Osorio, la joven
hallada muerta en Ciudad Universitaria, una víctima a la que
desprestigiaron como drogadicta, promiscua y desocupada que,
oficialmente, se suicidó.
Desprestigiar a las víctimas de los casos que presionan mediante
movilizaciones es el común denominador del mancerismo. Así fue también
con los cuatro de la Narvarte, caso sobre el que se han publicado
detalles morbosos para descalificar la exigencia de justicia, algo que a
las policías se les facilita tratándose de mujeres, porque subyace una
apelación al machismo, la misoginia o la moralina de la sociedad.
Durante el gobierno de Mancera, la Ciudad de México ha padecido a un
gobernante-policía, un jefe de gobierno operativo en el sentido policial
del vocablo, que (ahí sí) deambula entre los vicios del espacio sucio
que en México son los ámbitos policiaco y ministerial: espionaje
político, hostigamiento y represión al movimiento social, restricción de
libertades y violación sistemática de derechos humanos, apuntalado por
un manejo comunicacional basado en la filtración.
Naturalmente, los casos conocidos se relacionan con movimientos
sociales o con movilizaciones de reclamo. Por ejemplo, en 2013, cuando
la policía capitalina intervino en un conflicto en el CCH Naucalpan,
donde algunos jóvenes osaron protestar por algunas cuestiones escolares y
fueron agredidos por los porros; la policía detuvo a los inconformes y
dejó libres a los porros. Para marzo del mismo año, actuó
extraterritorialmente contra una protesta de oposición a un Walmart en
Teotihuacán. Y con esos dos episodios inició la configuración de un
enemigo, coartada perfecta contra todo aquel que resultaba incómodo o
trastocaba los intereses del mancerismo: los anarquistas peligrosos.
Esos dos episodios resultan clave para entender lo que ha sido el
mancerismo, pues fueron preámbulo de lo que ocurriría el 1 de mayo
siguiente, el 10 de junio y el 2 de octubre, cuando detuvieron a jóvenes
participantes de algún movimiento capitalino e identificaron como
anarquistas y vándalos, pero que en varios de esos casos eran opositores
a intereses urbanísticos e inmobiliarios del entorno de Mancera.
La evidencia es la falta de evidencia. La mayoría de los detenidos
fueron liberados por amparos, por los absurdos, como el del 20 de
noviembre de 2014, cuando 11 personas fueron acusadas de subversivas,
por decirse entre ellos “compa”.
Sin duda, las detenciones arbitrarias tienen un largo registro en el
gobierno de Mancera, y el temor del padre de Marco Antonio porque se les
hubiera pasado la mano a los policías era fundado, lo mismo que el
activismo por su aparición.
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