A un año del Golpe de Estado político militar en Honduras.
El impacto en la vida de las mujeres
El avance a estampidas de la derecha en muchos países de la región agitaron algunos fantasmas, pero más allá de los fantasmas, esto ya estaba pasando en uno de nuestros países.
Gabriela De Cicco / Awid
Aún recordamos cómo con estupor, bronca y dolor nos enteramos hace casi un año del Golpe de Estado en Honduras. De la incredulidad se pasó a la certeza cuando se empezaron a recibir los primeros mensajes de las compañeras feministas hondureñas. Ellas lo confirmaban y a la vez ya estaban resistiendo, ellas estaban empezando el contra golpe para hacer saber al mundo lo que estaba sucediendo.
Conversamos con a la activista hondureña Gilda Rivera perteneciente al Centro de Derechos de Mujeres y también a la coalición Feministas en Resistencia, y le pedimos que nos diera un panorama de cómo es la situación a casi un año del Golpe y cómo el mismo impacta en la vida de las mujeres de este país centroamericano.
El próximo 28 de junio de 2010 hará un año del golpe de Estado político militar perpetrado en contra del gobierno de Manuel Zelaya por los grupos de poder de Honduras, las fuerzas armadas, la cúpula de las iglesias y los dueños y representantes de los principales medios de comunicación. Como nos ha dicho Gilda Rivera “este hecho violento evidenció que las élites dominantes hondureñas y sus aliados internacionales –las ultraderechas latinoamericanas y estadounidenses, entre otros- no están dispuestas a aceptar las más mínimas transformaciones que permitan una mejoría en las condiciones de vida de la mayoría de la población especialmente de la históricamente excluida”.
Gilda continúa: “apenas se supo del golpe de Estado, miles de personas se reunieron frente a la Casa Presidencial exigiendo el regreso inmediato del presidente Zelaya, el cese de la violencia y represión, el castigo a los responsables y la condena de la comunidad internacional a este atropello y agresión entendiendo que lo que se estaba viviendo en Honduras era apenas el principio de lo que podría ser una larga serie de agresiones a los nuevos procesos democráticos latinoamericanos”.
El avance a estampidas de la derecha en muchos países de la región agitaron algunos fantasmas, pero más allá de los fantasmas, esto ya estaba pasando en uno de nuestros países.
Desde el día del golpe y por más de 180 días, cientos y cientos de hombres y mujeres de diferentes edades, diferentes niveles económicos y sociales, con opciones políticas y sexuales diversas, se movilizaron, realizaron actos de resistencia, de denuncia, enfrentando a las fuerzas de la dictadura político militar instalada en el Estado, que no dudó en utilizar todas sus armas y violencia en contra de esta población en resistencia. “Esto ha significado, nos dice Gilda, cientos de personas torturadas, perseguidas y encarceladas, asesinatos políticos, violaciones sexuales contra mujeres, criminalización de la protesta social, entre otras violaciones a los derechos humanos”.
Como señalamos más arriba, las primeras comunicaciones más directas las fuimos recibiendo de compañeras feministas y es que justamente una de las poblaciones que desde el primer momento se destacó en sus acciones de resistencia, resistiendo con sus voces, sus cuerpos y su pensamiento crítico, fueron las mujeres, entre ellas muchas feministas. De esa resistencia surgió la coalición “Feministas en Resistencia” integrada por “mujeres jóvenes, maduras, ancianas, negras, indígenas, mestizas, blancas, mujeres habladoras y silenciosas, campesinas, obreras, estudiantes, intelectuales. Mujeres que caminan y resisten. Nosotras que hemos llorado y reído en esta propuesta de construcción de la Matria: Honduras, como le llamamos” (Tomado del calendario 2010, “Mujeres y Feministas en Resistencia”).
Según nos acota Gilda: “esta población, mujeres y hombres, se encuentra articulada en el Frente Nacional de Resistencia Popular que hoy está demandando la refundación del Estado hondureño y la construcción de una democracia participativa, exigiendo la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente que permita el surgimiento de un nuevo pacto social para todas y todos los hondureños”.
AWID: Ha casi un año del golpe y por los procesos vividos en Honduras, de lo que menos se puede hablar es de una verdadera democracia ¿verdad?
Gilda Rivera: A fines de noviembre la dictadura político militar concretiza la farsa de elecciones “democráticas”, como un intento de “lavar” el golpe de Estado, en un contexto de terror como resultado de la represión, la militarización, los toques de queda, allanamientos de moradas y de oficinas, arrestos y un decreto de emergencia que suspendió las garantías constitucionales de la población del país durante más de un mes, y con la renuncia masiva de candidatos y candidatas de diferentes partidos a puestos de elección y además sin observadores internacionales imparciales y acreditados de Naciones Unidas y de la Organización de Estados Americanos.
En enero de 2010 tomó posesión un “nuevo” gobierno, liderado por Porfirio Lobo Sosa, cuestionado en su legitimidad de origen y que asume el discurso de la “reconciliación” pero sin reconocer el golpe de Estado y la necesidad de deducir responsabilidades e impartir justicia frente a lo acontecido en el país. Simulando un gobierno de integración, Lobo Sosa, ha distribuido cargos en el Estado a representantes de los distintos partidos políticos que en su mayoría fueron partícipes del golpe de Estado. Además, ha colocado en cargos públicos estratégicos, como las comunicaciones del Estado, a la cúpula militar que encabezó las acciones violentas contra el presidente Zelaya y contra la población hondureña, lo que constituye un grave retroceso democrático ya que ha fortalecido los niveles de militarización del país.
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