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Emilia Pérez (2024), comedia de trama rocambolesca teñida de melodrama negro, dirigida por el veterano francés Jacques Audiard ( Un profeta, 2009; Metal y hueso, 2012), se presenta también como un musical videoclipero acompañado de coreografías de corte hollywoodense y como una improbable propuesta operística, dos ambiciones o estrategias artísticas que no terminan de cuajar o convencer. No es dado a todo autor de cintas de acción o de dramas de suspenso, por notables que sean, incursionar con acierto y fineza en la comedia satírica a la manera de un Ernst Lubitsch o un Billy Wilder, tal vez ni siquiera del mejor Almodóvar. De ahí que, pese a las estupendas actuaciones de Zoe Saldaña, Karla Sofía Gascón y Adriana Paz, la cinta soporte el lastre de una sospecha continua de inverosimilitud por su manera inconsistente y simplista de tratar temas tan delicados como la transición de género en una sociedad machista o la tragedia real de la narcoviolencia y su ominosa carga de personas desaparecidas o ejecutadas, o el improbable ánimo de redención de un ser despiadado y cruel de pronto transformado en dama de la caridad o del desprendimiento humanista –en suma, una figura de culto, a la manera del legendario bandolero sinaloense Jesús Valverde.
Todos estos tropiezos o ingenuidades en el diseño del guion que Audiard desprende libremente de la novela Écoute, de Boris Ranzon, no justifican, sin embargo, la carga de descalificaciones absurdas que en algunos medios y redes sociales se le han lanzado al director, al punto de exigir que no se exhiba la película; en especial los insultos de un chovinismo ramplón que sentencia que un director extranjero no puede hablar a la ligera de un país que no conoce bien –argumento peregrino o malintencionado que tuvo que soportar hace 75 años un genial cineasta aragonés después de filmar Los olvidados. Y qué decir de la tontería de suponer que el país que ha abordado en su cine, con realismo crudo, el narcotráfico y los desaparecidos en cintas como Heli (2013), de Amat Escalante o Sin señas particulares (2020) de Fernanda Valadez, no sea capaz, a estas alturas, de mostrar la madurez suficiente para abordar esos mismos asuntos con las libertades que ofrece la ficción en una lúdica mezcla de géneros y con un humor fantasioso. En otros casos se ha abordado con irreverencia inofensiva el tema también espinoso del sida, como en Sólo con tu pareja (Alfonso Cuarón, 1991), cinta que suscitó protestas airadas, centradas en la corrección política, a la postre injustificadas. Cabe preguntarse ahora si todo artista deberá autocensurarse frente a algunos temas o someterse a un linchamiento mediático por supuestos agravios a una causa noble. ¿En la galaxia binaria que hoy afianzan Donald Trump y sus acólitos, incomodará tal vez que una actriz transgénero pueda ser nominada a un Oscar? Emilia Pérez es una cinta original que busca emular las coreografías delirantes de un Busby Berkeley o las atmósferas de un cine negro donde la clásica mujer fatal agregaría a sus encantos la sorpresa de un súbito cambio de género. A cada espectador corresponde juzgar lo atinado o fallido de esa aventura artística. Lo que será difícil negar es la estimulante audacia del intento.
Se exhibe en la Cineteca Nacional Xoco, Cine Tonalá y salas de Cinemex y Cinépolis.
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