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scuchar es un acto político, social que merece respeto, señala el
periodista estadounidense, John Gibler, en un audio compartido en
SoundCloud, al dar inicio a la narración de los crímenes cometidos
contra estudiantes de la normal rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa
a manos de la policia de Iguala y Cocula en el estado de Guerrero.
Gibler, autor de Mexico no conquistado: Un llamado a la acción y a la resistencia global (2009), Morir en México (2011) y Tzompaxtle. La fuga de un guerrillero (2013),
hace una detallada reconstrucción de los hechos del pasado 26 de
septiembre a partir de su comprometido trabajo de escucha con los 15
normalistas sobrevivientes que estuvieron presentes el día de la
balacera, donde murieron 3 y fueron desaparecidos 43 de sus compañeros
en Iguala.
La narración no solo devela la violencia, corrupción, impunidad
e indiferencia de las autoridades ante la violencia cometida contra los
estudiantes y sus familias sino también la crueldad, ese goce del dolor
ajeno reflejado en el silenciamiento, la omisión tanto en los aparatos
represores del Estado como en ciudadanos de a pie que dan juicios de
valor culpabilizando a las víctimas.
Muestra de ello es el encuentro que narra Gibler sostuvieron él
y la periodista Marcela Turati con el médico que negó ayuda a los
normalistas baleados que buscaron refugio en una clínica cercana a
donde sucedió el ataque de la policia.
Ellos andan en cosas de adultos, y eso es lo que le va a pasar
a todos esos ayotzinapos, ¿no cree?, sentenció el médico buscando un
asomo de afirmación en ambos periodistas, ante lo que encontró un
certero Ojala y no, de Turati y una mayor increpación de Gibler: Ah,
entonces para usted lo que está bien es sacarles los rostros, quitarles
los ojos, descuartizarlos e incinerarlos.
Con una impecable playera y teniendo el cuadro de Rembrandt El
regreso del hijo pródigo detrás de él y la estatua de La Piedad sobre
su librero como refiere Gibler en la narración, el médico tajantemente
dijo: Sí, la verdad que sí.
Para el periodista estadounidense ese es el rostro de la
masacre que se hace manifiesta en toda su complejidad, la
insensibilidad, la crueldad, el horror. El que sin mayor resquemor, el
médico aquel que se supondría tendría que actuar con total neutralidad
y cuidar de la integridad física y salud de las personas es el que
sentencia, juzga, culpabiliza a quienes son víctimas.
Queda claro que de indignación y solidaridad no queda nada en
la respuesta del médico. Es ahí en este tipo de respuestas, de acciones
que nos hacen reflexionar en la necesidad de hacer propio el dolor, no
verlo como algo ajeno, algo que no nos toca, porque eso le pasa a
aquell@s otr@s que se manifiestan, que por el solo hecho de no
alinearse con el sistema, o simplemente por existir y conformarse como
grupos pensantes merecen toda la rabia y crueldad del Estado represor.
La violencia lacerante que impera en México nos lastima a tod@s
porque al momento de vernos en los otr@s y no verl@s como ajen@s sino
como uno mismo en colectividad es cuando se puede luchar en conjunto,
concientizar y hacernos uno solo. Nos encontramos en el momento de
denunciar la violencia contra los normalistas, los feminicidios, la
violencia contra los migrantes, en fin la violencia producto del Estado
patriarcal aliado con el crimen organizado y el narcotráfico, porque
como señalara en un cartel el fotógrafo Francisco Mata Rosas No solo es Ayotzinapa
es todo México.
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