Mario Campos
Indignación, enojo e impotencia son algunas de las palabras que hoy describen el estado de ánimo de cientos de miles en México. Pero si ese malestar no encuentra pronto una salida, terminará por diluirse. No sería la primera vez. Pasó con las megamarchas contra la inseguridad o con el movimiento de las víctimas encabezado por Javier Sicilia. No debemos permitir que nos pase lo mismo.
Por eso necesitamos pasar a la acción que nos permita transformar estos sentimientos en una agenda concreta de cambios aplicables. Para algunos esa agenda sólo tiene un objetivo: la renuncia del Presidente. No la comparto. Más allá del diagnóstico sobre su gestión no veo cómo eso arreglaría la problemática nacional que va más allá de las personas concretas en el poder, ni veo condiciones para ir a una nueva elección presidencial en este momento, no con estos partidos y sin proyectos claros. Porque aun en el caso de que tuvieran éxito, el problema no sólo sería quién se va, sino quién llega.
En cambio, creo que tenemos que aprovechar el momento y la proximidad de la elección intermedia para imponer desde la sociedad civil una agenda. Un especie de Pacto por México 2.0, sólo que ahora impulsado desde los ciudadanos hacia el poder, y no al revés como ocurrió durante el primer año de este gobierno.
Esa agenda tendría que ser elaborada desde los grupos que ya son expertos en problemas concretos. Tan sólo en los últimos días diversos analistas han puesto propuestas sobre la mesa para mejorar el sistema político y el sistema judicial en México.
Ideas hay. La duda es quién las articular y cómo las empujamos. Propongo un camino. Ante la falta de liderazgos sociales fuertes en este momento, el espacio natural para organizar esta agenda son las universidades públicas y privadas. De ahí están saliendo los jóvenes que han tomado las calles y ahí está el espacio —físico y simbólico— para pensar qué clase de país queremos ser.
Si los jóvenes han puesto la energía y el entusiasmo, sus escuelas tienen que ayudar a poner en orden las ideas. Es en la UNAM, en la Ibero, en la UAM, el Colmex o el ITAM donde se tendrían que construir las opciones. Ahí es donde pueden acudir los expertos, los activistas, los líderes sociales, para colocar sus diagnósticos y construir las alternativas.
Las otras rutas parecen tapadas. La respuesta no está en las redes sociales o en los medios, como quisieran algunos, pues sólo pueden enfocar su atención por breves periodos de tiempo. Tampoco es dentro de los partidos políticos actuales, hoy desacreditados por su propio desempeño e imposibilitados para encabezar el cambio. Y el gobierno, como apuntaba Jesús Silva Herzog Márquez esta semana, tampoco es opción pues se encuentra pasmado, confundido después de que la realidad lo sacó de su ruta original.
Hay que decirlo, las universidades han mostrado una sensibilidad inusual en esta crisis. Qué bueno. Pero les toca hacer más. Convocar, ordenar y organizar es el reto que deben asumir. Y a partir de ahí, deben ser los partidos políticos los que hagan suyas estas iniciativas como una forma de competir por los votos en el próximo proceso electoral.
¿Suena utópico? Lo sé. Pero prefiero pensar que la sociedad todavía tiene recursos para construir su propio destino, en vez de apostar por el olvido, los mesías o la autotransformación de la clase política, esa sí, imposible.
La indignación y la coyuntura electoral pueden ser una buena combinación si la sabemos aprovechar. No dejemos ir esta oportunidad.
Politólogo y periodista. @MarioCampos
Facebook.com/MarioCamposCortes
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