Gabriela Rodríguez
¿Qué diferente es
el abuso sexual cuando se está rodeada de privilegios o cuando se vive
entre miserias? La denuncia que hizo Ophra Winfrey en la entrega de los
Globos de Oro parte de una historia personal de exclusión y
discriminación racial. Winfrey, la primera mujer negra que recibe esta
presea, es hija de una trabajadora doméstica y fue víctima de abuso
sexual en la adolescencia, en un territorio donde la categorías de
esclavitud, negritud y pobreza todavía no logran separarse. Su discurso
dio voz a mujeres victimas del abuso sexual. Me Too (o
A mi también) es una frase que alcanzó impacto mundial porque permitió expresar en palabras el silencioso dolor de millones de mujeres acosadas, violadas; pero especialmente porque no fue un discurso victimizante sino todo lo contrario: un enérgico llamado colectivo a detener el abuso, y a esperar siempre el amanecer aún después de la más oscura de las noches: “Time’s Up” es decir ¡Se acabó!, que nadie más tenga que volver a decir
Me Too(
A mi también).
Muy contrastante fue la reacción de un centenar de artistas e
intelectuales francesas, quienes calificaron de puritano al movimiento
Me Too. En un manifiesto público del diario Le Monde defienden
la liberad de molestarcomo algo indispensable a
la libertad sexual.
La violación es un crimen. Pero la seducción insistente o torpe no es un delito, ni la galantería es una agresión machista, afirmaron en el manifiesto personalidades como Catherine Deneuve, la escritora Catherine Millet, la cantante Ingrid Caven, la editora Joëlle Losfeld, la cineasta Brigitte Sy, la artista Gloria Friedmann o la ilustradora Stéphanie Blake, entre otras. Para mi es muy lamentable este manifiesto, sobre todo porque trivializa la violencia de género, porque distorsionar la importancia del consentimiento informado en los contactos sexuales y por la incapacidad, de estas chicas francesas, para comprender el dolor vivido desde un lugar distinto al de su muy privilegiada posición social. Las firmas son de mujeres blancas en su mayoría, de las clases medias y profesionales, con niveles económicos similares o más altos al de sus parejas, no hay empleadas domésticas ni obreras, no firma ninguna mujer indígena.
Por ser figura pública, es conocida la historia de Catherine Deneuve:
a los 17 años ella tuvo un romance con el realizador Roger Vadim, con
quien decide abandonar a su familia y tener a Christian, su hijo mayor;
más tarde, con su otro gran amor, Marcello Mastroianni, tuvo a su hija
Chiara, hay más hombres en su vida que por el momento no vienen al caso.
Pero sus primeros dos hombres tienen antecedentes muy distintos. Vadim
era hijo de un diplomático ruso, a los 24 años descubrió a Brigitte
Bardot y la convirtió de ser una adolescente común de 16 años, en el
prototipo de una nuevo estilo de erotismo femenino. En tanto que
Mastroianni es un actor de orígenes modestos y campesinos, durante la
Segunda Guerra Mundial, fue internado en un campo de concentración
alemán, de donde consiguió escapar.
Creo que su alta posición social y la admiración hacia hombres
tan admirables y atractivos como Vadim y Mastroianni (espero que no sea
la enviada la que mueve mi pluma), impide a las firmantes francesas
ponerse en los pies de otro tipo de víctimas de acoso y abuso sexual.
Los orígenes de Ophra Winfrey, de quien sufriera abuso desde el lugar de
la exclusión y discriminación, la hacen empática con millones de
víctimas de abuso sexual en el mundo, en especial del abuso de agresores
con posiciones de poder (económico, laboral, político); y es
precisamente su actual posición económica tan alta, la que le permite
influir y poder denunciar en una dimensión mundial, las desigualdades
sociales, raciales y de género que están atrás de los abusos. Según la
revista Forbes, Ophra es la persona afroamericana más rica del
siglo XX y la única de origen negro en poseer, más de mil millones de
dólares durante tres años consecutivos.
Es un hecho demostrado, para enfrentar los poderes se necesita creer
en una misma y contar con recursos suficientes. El capital cultural es
clave, formas de conocimiento, grados educativos y ciertas habilidades
son ventajosas para una persona que tiene un estatus más alto dentro de
la sociedad. Los padres son quienes proveen a sus hijos e hijas de
cierto capital cultural, y para romper la situación fatal de quienes
nacen en los sectores excluidos, es indispensable elevar su nivel
económico y cultural.
Hay quien desde las derechas se autonombra feminista, esas posiciones
a mi no me interesan, ni me interesa que tomen posiciones de poder,
porque un cuerpo de mujer no garantiza que luchen por todas ni por
todos. Mujeres poderosas como la Thatcher o la Merkel, llegaron hasta
dónde están gracias al movimiento feminista de izquierda, mismo que
exigió acceso a la propiedad de la tierra, a la igualdad salarial, a la
educación superior. En México, posiciones como las de la Zavala o la
Barrales, además de herederas del feminismo, deben también su alta
posición a las prácticas patriarcales de corrupción, a las cuales no
solamente se han sometido sino que, hoy por hoy, reproducen a todo
vuelo.
El feminismo no es patrimonio de nadie pero yo me identifico con un
feminismo de izquierda. Las primeras feministas fueron socialistas,
surgieron para defender las reivindicaciones laborales de las mujeres y
su derecho a la tierra y al sufragio.
Para que la condición de las mujeres mejore es necesario un cambio
cultural y económico. Además de transformar los valores patriarcales,
hay que desactivar las políticas económicas neoliberales, hacer
políticas de redistribución y contar con la participación de los
diversos sectores críticos de la sociedad.
Twitter: @Gabrielarodr108
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