Por Jenaro Villamil (apro).- Tras el desaseado proceso electoral de 2006, una amplia reforma electoral realizada para legitimar a la administración de Felipe Calderón Hinojosa incorporó una reforma en el artículo 41 constitucional que prohíbe expresamente la compra de “tiempo-aire” por parte de terceros, en radio y televisión, y que sanciona las “guerras sucias” como las observadas durante aquella campaña que promovió la frase: “López Obrador, un peligro para México”.
La prohibición estableció lo siguiente:
“Los partidos políticos y los candidatos en ningún momento podrán
contratar o adquirir, por sí o por terceras personas, tiempos en
cualquier modalidad de radio y televisión.
“Ninguna otra persona, física o moral, sea a título personal o por
cuenta de terceros, podrá contratar propaganda en radio y televisión
dirigida a influir en las preferencias electorales de los
ciudadanos, ni a favor o en contra de partidos políticos o de candidatos
a cargos de elección popular. Queda prohibida la transmisión en territorio nacional de este tipo de mensajes contratados en el extranjero”.
La prohibición de las “guerras sucias” o la contratación de
propaganda para emprender campañas de odio dejó al margen el fenómeno de
las redes sociales o de las grandes plataformas digitales en internet,
como YouTube, Facebook o Twitter que, para 2007-2008, apenas comenzaban a
despuntar como espacios de deliberación social y de contienda política.
A 12 años de distancia, el esquema ha cambiado por completo. Las
“guerras sucias” volvieron y se adelantaron en la campaña presidencial
de este año. Ahora, su territorio de disputa más importante son las
redes sociales. De ahí, pretenden saltar a los medios masivos e
impresos. Los esquemas, los mensajes y los personajes parecen ser hasta
los mismos de 2006: la venezolanización de México si gana López
Obrador, la catástrofe económica si cambiamos de partido, ahora con los
agregados de la participación “rusa” y el supuesto pacto con los narcos
del candidato de Morena.
Los mensajes son similares, pero ahora el problema no es el rating sino el algoritmo. El
campo de batalla no son las pantallas televisivas sino los smartphones y
las pantallas donde millones de jóvenes y ciudadanos se informan,
divierten o conviven más de seis horas al día.
Se trata de “colonizar el algoritmo” de Facebook, Google y
hasta de Twitter para incorporar los mensajes de miedo y de odio en los
grupos o comunidades virtuales donde abrevamos millones de usuarios de
las redes. No sólo los dirigidos a un candidato sino a toda la idea o
posibilidad de cambio electoral.
El equipo de López Obrador y el mismo candidato han acusado el golpe.
El candidato de Morena a la Presidencia de la República acusó al
publicista de origen venezolano J. J. Rendón de ser el artífice de la
reciente campaña de “guerra sucia” en las redes sociales que copia los
mismos mensajes de miedo que se divulgaron en 2006.
“Yo espero que quienes contrataron a este señor, expliquen cuál es su
estrategia, que se transparente este asunto; que los partidos, el PRI y
el PAN, aclaren si lo contrataron”, afirmó López Obrador y pidió que el
Instituto Nacional Electoral (INE) investigue este asunto.
Rendón no es un publicista común y corriente. Es un sembrador de odio
y de polarización social con rasgos de megalomanía que sólo compiten
con Donald Trump. No busca asesorar de manera legal sino ensuciar de
manera ilegítima una contienda electoral. Se presta para ser el
pararrayos y también el provocador, pero, en realidad, detrás de él se
encubre la verdadera estrategia de los “colonizadores del algoritmo”.
El retrato de J.J. Rendón apareció en la revista Líderes con la declaración provocadora: “Haré todo lo que esté a mi alcance dentro de la ley para que AMLO no llegue a la Presidencia”.
Después se presentó a sí mismo como víctima en las redes sociales.
Escribió en un tuit que “los ataques que he recibido en mis redes
sociales desde México durante las últimas horas sólo demuestran la
intolerancia, odio, racismo, visceralidad e irracionalidad que Morena
promueve en la política. Verifiquen… Hasta amenazas de muerte. Prueban
mi punto! México es mejor que eso!”.
J.J. Rendón tiene un amplio historial como sembrador de odios y
tempestades. Presume en su currículum tener una trayectoria de 25 años y
haber participado en al menos 28 campañas presidenciales de América
Latina, entre las que incluye a Juan Orlando Hernández, de Honduras,
Porfirio Lobo y Juan Manuel Santos, de Colombia, y también se presenta
como “asesor de estrategia política” de Enrique Peña Nieto en la campaña
de 2012.
En su propia página de internet se autodescribe como “gurú” de la
estrategia política en América Latina y como el consultor “mejor pagado,
más reconocido, más temido, más atacado, pero también el más solicitado
y eficiente”. Incluso, se considera a sí mismo como “uno de los tres
mejores del mundo”.
Sin embargo, perdemos la pista verdadera de la red de consultoras y
compañías que están para sembrar el miedo y el pánico social. Ahí está,
por ejemplo, el caso de Cambridge Analytica, la misma firma vinculada a
Steve Bannon que asesoró a Donald Trump en su campaña en 2016.
En julio de 2017 la agencia Bloomberg informó que Cambridge Analytica
se asoció con Pig.gi, una aplicación telefónica en México y Colombia
que ofrece a 200 mil usuarios activos servicios gratuitos a cambio de
ver anuncios, leer historias y realizar encuestas.
“La firma espera utilizar datos extraídos de Pig.gi para ayudar a un
candidato en las elecciones presidenciales de julio de 2018 en México y
varios partidos políticos ya han expresado su interés”, reportó la nota
de la agencia Bloomberg.
Cambridge Analytica tiene su sede en Londres, es financiada por el
multimillonario Robert Mercer, y ha sido criticada por su intervención
en las campañas de polarización que dieron lugar al voto a favor del
Brexit en Gran Bretaña o a las mentiras propagadas por los simpatizantes
de Donald Trump en Estados Unidos.
“Hay una gran oportunidad en este país (México) para encontrar los
temas que son importantes para la gente y realmente convencer a la gente
de votar”, afirmó Brittany Kaiser, vicepresidenta de desarrollo
empresarial de la firma, en entrevista con Bloomberg.
En ese momento, julio de 2017, un sondeo realizado por Pig.gi, cuyo
grupo demográfico es joven, mexicano de clase media, le dio a López
Obrador el 49% de preferencias, seguido por Margarita Zavala con 18%, de
un total de 3 mil 666 encuestados. En ese momento ni Ricardo Anaya ni
José Antonio Meade figuraban.
Informes internos de la campaña de Meade señalan que han contratado a
Cambridge Analytica para modificar esa percepción favorable a López
Obrador y orientar la campaña hacia el exsecretario de Hacienda. Y están
utilizando su verdadero conocimiento: “Colonizar el algoritmo”.
El tema no pasa por la Constitución sino por el INE. ¿Una vez más
quedará rebasado el árbitro frente a una contienda que pinta a ser el
territorio de la guerra sucia en las redes?
Comentarios: www.homozapping.com.mx
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