La sobremedicalización del embarazo y el parto
“La
bebé no está en posición, viene sentada, así que deberá nacer por
cesárea”, sentenció sin más el ginecólogo al observar la ecografía.
A Ayram, la frase le cayó como un balde de agua fría. Rechazaba ser
un número más en la estadística de que 45.5 por ciento de las mujeres en
México da a luz por intervención quirúrgica, cuando la Organización
Mundial de la Salud (OMS) estima que esta práctica es indispensable solo
entre 10 y 15 por ciento de los casos.
Meses antes, de manera informada, ella y su esposo decidieron que su
primogénita nacería en la comodidad de su hogar y acompañada de su
familia; querían ejercer su derecho a un parto humanizado, en un
ambiente de respeto y calidez.
Como su embarazo transcurría sin complicaciones y se había preparado
para recibir a su hija bajo la guía de una partera profesional, el
comentario del médico no tuvo resonancia en su decisión, pues estaba
convencida de que la naturaleza obraría y que “el cuerpo de la mujer
está hecho para parir”.
Tras su decisión, las críticas llegaron a raudales: “¡Estás loca!, y
si hay una complicación, ¿qué vas a hacer?” “¡cómo nacerá en tu casa, si
tienes un perro!” y “si el doctor dice que debe ser cesárea, pues que
así sea”. Entre más las escuchaba, más segura estaba de lo que haría.
“Vivo en Tulum y aquí escuché hace tiempo de la partería. Cuando me
embaracé, me puse a investigar lo relacionado a parir de manera natural,
lo conversé con mi esposo y estuvo de acuerdo. Desde el principio tenía
muy claro que, si no había ningún inconveniente, no iría a una clínica y
lo haría sin la intervención de un doctor”, dice.
En México, las políticas públicas impusieron desde la década de los
50 que los partos fueran atendidos por médicos y enfermeras obstetras en
centros de salud, diluyendo la labor de las parteras.
Entre 2002 y 2004 se estableció que todos los nacimientos debían
ocurrir en hospitales de segundo y tercer nivel, con el propósito de
disminuir los índices de muerte materna.
Actualmente, 94.5 por ciento de las personas mexicanas nace en
hospitales y la mayoría bajo procedimientos sobremedicalizados, ejemplo
de ello es la tasa de cesáreas practicadas que ubica al país en el
cuarto sitio a nivel mundial, un lugar menos deshonroso como el que se
ocupó en 2013, cuando se lideró el ranking.
Así que parir deliberadamente en casa, auxiliada de una partera,
representa una transgresión a diversos parámetros sociales y enfrenta a
las mujeres a una serie de críticas y obstáculos.
La sobremedicalización del embarazo y el parto también se refleja en
la alta demanda de los servicios y en la atención de mala calidad que se
da a las mujeres en los nosocomios, sobre todo en los generales.
El informe “El estado de las parteras en el mundo”, realizado por el
Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en 2014, estimó que en
México solo se satisfacía 61 por ciento de la demanda de profesionales
para la atención de la salud matern
La saturación en estos servicios ha derivado en violencia obstétrica,
es decir, una serie de prácticas de maltrato y de violaciones a los
Derechos Humanos y reproductivos de las mujeres en labor de parto por
parte de personal de salud, especialmente del sector público.
En las salas de parto de esos hospitales es común escuchar frases
como: “Pero bien que te gustó que te lo hicieran ¿verdad?” y “aguántate,
que tu hijo debe salir por donde entró”, en respuesta a aquellas que
manifiestan signos de dolor.
Durante casi dos décadas, Roberto Castro y Joaquina Erviti han
documentado estas y otras prácticas de violencia obstétrica en México;
entre ellas, obtener “consentimiento” de las mujeres para ser operadas o
que se les coloque un dispositivo intrauterino, no consultarlas sobre
las decisiones que sobre su cuerpo se toman durante el trabajo de parto,
el parto o la cesárea, ignorar sus inquietudes o reclamos, o el que
hasta cinco residentes le hagan tacto a una mujer en plena labor, con el
fin de “practicar”.
Además, han identificado que se realizan cesáreas solo porque las
salas de expulsión están llenas, a otras mujeres se les niega el bloqueo
epidural o alguna otra forma de anestésicos como medio de castigo o
para “disciplinarlas”; pero también han mostrado que se les regaña,
infantiliza, descalifica o se les intimida de diversas formas para
obtener su “colaboración”, formular chistes e ironías que hacen de ellas
objeto de risa, de burla o de comentarios sarcásticos, como lo
presentan en el libro Sociología de la práctica médica autoritaria.
Violencia obstétrica, anticoncepción inducida y derechos reproductivos.
Frente a este panorama, organismos internacionales e instituciones
nacionales han visto en el impulso de la partería, el medio idóneo para
mejorar la atención obstétrica en México y reducir los índices de
mortalidad materno-infantil.
LA PARTERÍA, UNA PRÁCTICA DE AYER Y HOY
La partería se define como los servicios de salud y el personal para
prestar apoyo y atención a las mujeres y los recién nacidos durante el
periodo prenatal, el embarazo, el parto y el posparto.
Su práctica es ancestral como la historia misma del ser humano. En
Historia general de las cosas de la Nueva España, Fray Bernardino de
Sahagún refiere que a la partera se le llamaba “maestra y médica” y era
considerada una “persona honrada y digna de veneración”, “muy amada
señora y madre nuestra espiritual”.
La doctora e investigadora de la Facultad de Medicina de la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Ana María Carrilloy
quien ha documentado la historia de la partería en México, detalla que
en la época de la Colonia los médicos universitarios pretendieron tener
el control total de las actividades sanitarias, acusando de hechicería
los saberes y prácticas médicas indígenas, incluso en lo relacionado con
la salud sexual y reproductiva.
A lo largo de la historia, las parteras mexicanas se formaron de
manera empírica, muchas de ellas dedicadas a esta profesión tras la
revelación del conocimiento en sueños; en la actualidad, parteras
tradicionales se dedican a esta práctica a partir de situaciones de este
tipo.
Con el paso del tiempo se fue profesionalizando la atención médica a
las mujeres. En 1867, se inauguró la primera clínica obstétrica en
México, iniciándose la enseñanza práctica de atención a las embarazadas,
parturientas y puérperas, aunque fue destinada exclusivamente a los
hombres, dejando de lado a las parteras que, si algo tenían, era
experiencia, detalla la investigadora universitaria.
Como las parteras seguían atendiendo partos, en 1833 se les
ofrecieron cursos teóricos y en 1867 prácticos sobre la forma en que
debían realizar su trabajo, graduándose en 1874 la primera partera
capacitada; aunque siempre se delimitaron las actividades que les eran
permitidas. En 1877, Matilde Montoya —una partera titulada— se convirtió
en la primera mujer que obtuvo su título para ejercer la medicina, la
cirugía y la obstetricia, marcando la inclusión de las mujeres en la
medicina.
“En las maternidades construidas a partir de la Revolución, aunque
vigiladas por los médicos, las parteras profesionales y las
enfermeras-parteras estaban encargadas del control del parto y la
atención del recién nacido. La carrera de partera profesional se
suspendió en la década de los cincuenta y el ginecólogo, el pediatra y
el anestesiólogo empezaron a desempeñar actividades que antes realizaban
enfermeras y parteras”, destaca la investigadora universitaria en el
libro “La condición de la mujer en el espacio de salud”.
A lo largo del tiempo, las parteras estuvieron atendiendo nacimientos
de los mexicanos, todavía en la década de 1940, la mayoría de los
partos en hospitales era atendida por parteras profesionales que
estudiaron en escuelas de medicina, pero ya para 1980 atendían solo 25
por ciento de los partos en el país; actualmente atienden alrededor de
dos por ciento.
“La razón de que no los estén atendiendo, no es porque las mujeres
voluntariamente hayan dejado de ir con las parteras, sino porque en un
tiempo cobraban menos que los servicios de salud, pero actualmente estos
se han extendido a las comunidades más apartadas y no cobran nada. Por
otro lado, las mujeres de escasos recursos lo hacen porque si no las
vigilan durante el embarazo en instituciones públicas de salud, no les
dan el apoyo económico o las sacan de la lista de programas sociales.
Mientras que en los hospitales, cuando una partera se jubilaba o moría,
se congelaba la plaza y ya no se contrataba a otra”, explicó Ana María
Carrillo a la Agencia Informativa Conacyt.
Actualmente, en México la partería la practican parteras
tradicionales que aprendieron de la experiencia y enseñanza de otras
parteras, comúnmente se desempeñan en comunidades indígenas. También hay
parteras profesionales, muchas de ellas formadas en el extranjero,
donde se considera esta práctica como una profesión. Destacan las
parteras técnicas, egresadas de escuelas de formación de partería, así
como enfermeras obstétricas y perinatales, médicos generales y
ginecoobstetras.
Y aunque se ha estimado que existen alrededor de 15 mil parteras
tradicionales en nuestro territorio y alrededor de un centenar de
profesionales, se registra que solo 78 parteras profesionales atendían
nacimientos entre un total de 104 mil 379 prestadores de salud dedicados
a la atención de salud sexual, reproductiva, materna y neonatal, según
el informe de UNFPA.
A octubre de 2013, solo había 23 parteras técnicas contratadas en
hospitales de Guerrero, Veracruz, San Luis Potosí, Puebla y Tabasco, de
acuerdo con el Centro Nacional de Equidad de Género y Salud
Reproductiva.
LAS MUJERES SON EL CENTRO
Tras el diagnóstico de que el feto tenía una posición al revés, Ayram
se acercó a su partera. El apoyo vino con la realización de un masaje
para que tuviera la posición adecuada, y una semana antes de que diera a
luz “ya estaba acomodada”.
El plan de parir en casa siguió, por lo que preparó lo necesario para recibir a su primogénita.
Su labor de parto fue de dos días, pero todas esas horas estuvo en
condiciones de seguridad, con supervisión de su partera y en la
comodidad de su hogar, acompañada de su esposo, sus padres y suegros.
“Mi cuerpo no dilataba, sumábamos dos días de trabajo de parto y
nuestros padres querían que nos fuéramos a la clínica, porque le
faltaría el aire a la bebé. Mi partera Sabrina me decía que el cuerpo es
sabio y que las condiciones de mi hija eran las adecuadas, por lo que
decidimos esperar. Cuando mi pequeñita estaba lista para nacer, lo hizo,
y llegó en una hora”, relató.
Poco tiempo después, la felicidad de un nuevo embarazo tocó
nuevamente a su puerta, y la buena experiencia del primero confirmó su
deseo de tener otro parto natural y humanizado.
En el segundo embarazo, el nacimiento fue muy rápido, tanto que no
dio tiempo a que las parteras llegaran a su casa a auxiliarla.
“Mi cuerpo fue tan sabio y, recordando el primer proceso, mi segunda
hija llegó casi sin avisar. Estaba sola en casa con mi hija mayor de un
año y medio; nos fuimos a la ducha y ella estuvo a mi lado todo el
tiempo, fue como mi partera. Esta segunda experiencia también fue
increíble porque te das cuenta que somos perfectas”, refirió.
Su partera, a quien considera como “una segunda mamá”, la atendió tan
pronto como pudo y no faltaron las atenciones tanto para ella como para
la recién nacida. El cuidado y la revisión profesional le dieron la
confianza de que este nacimiento había sido seguro y natural.
* Fragmento del Reportaje publicado por la agencia Conacyt. Leer artículo completo: http://conacytprensa.mx/index.php/reportajes-especiales/19524-dar-luz-partera-transgresion-derecho
CIMACFoto: Yunuhen Rangel Medina
Por: Ana Luisa Guerrero*
Cimacnoticias | Ciudad de México.-
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