Alejandro Nadal
En medio del
estancamiento y de múltiples crisis, los poderes establecidos en México
siempre presentaron el Tratado de Libre comercio para América del Norte
(TLCAN) como inamovible. Pero hoy el TLCAN está siendo redibujado en
todos sus aspectos medulares. Lo que no cambia es que todo pasa a
espaldas del pueblo de México.
Una de las razones por las que el gobierno de Salinas se embarcó en
la aventura del TLCAN tenía que ver precisamente con la necesidad de
consolidar el modelo económico neoliberal que se estaba imponiendo en
México. Los personeros del régimen sabían que cambiar la legislación
mexicana sobre cualquier tema económico siempre podría considerarse como
un objetivo alcanzable. En cambio, volver a negociar con Estados Unidos
y Canadá los términos del TLCAN sería fácil de presentar como una tarea
imposible de acometer.
Sin embargo, los tratados comerciales han sido siempre el juguete de
las grandes empresas y grupos corporativos que han dictado sus términos.
En el caso del TLCAN sólo tenemos que recordar que en el tristemente
célebre
cuarto de al ladoestaban haciendo cuentas los representantes de las corporaciones mientras sus amanuenses, presentados como tecnócratas
del gobierno, iban y venían acatando sus instrucciones. Y hoy que los términos del TLCAN ya no se juzgan adecuados, las reformas están a la orden del día.
¿Cómo se está redibujando el TLCAN? La respuesta es sencilla: con
otro tratado internacional de comercio e inversiones. El nuevo Acuerdo
Transpacífico de Asociación Económica (ATP) es el instrumento para
redefinir los términos del TLCAN, aunque no en el sentido de promover
los intereses de los pueblos de la región. Las negociaciones ya han
ocupado siete rondas desde hace seis años e involucran a 12 países: el
ATP promete transformar el espacio económico de la cuenca del Pacífico.
El nuevo tratado abarca los temas de comercio de bienes y servicios,
compras del sector público, propiedad intelectual, inversiones,
servicios financieros, política de competencia, propiedad intelectual y
solución de controversias. Para no quedarse atrás en materia de cortinas
de humo, incluye sendos acuerdos de cooperación en materia ambiental y
derechos laborales. El TLCAN será transformado para adecuarse a las
nuevas realidades de la economía mundial.
Uno de los temas clave en el TLCAN fue el de las reglas de origen que
determinan el contenido nacional de los bienes sujetos a su régimen
preferencial. Para la industria automotriz esas reglas eran
relativamente fuertes: los vehículos y las autopartes debían tener 62.5 y
60 por ciento de contenido nacional, respectivamente, para acceder a
las preferencias que establecía el TLCAN. Hoy en el marco de las
negociaciones del ATP los negociadores de Japón y Estados Unidos están
contemplando reducir esos niveles a 45 y 30 por ciento para autos y
autopartes, respectivamente. Es decir, un automóvil podrá ser importado
libre de aranceles por Estados Unidos aunque la mayor parte de su
contenido haya sido producido fuera del área del ATP. En realidad, un
vehículo podrá tener acceso al régimen preferencial del ATP aún con un
contenido mayor de componentes importados, pues 45 por ciento de
contenido nacional incluye partes que sólo tienen 30 por ciento de
contenido nacional.
Todo eso beneficia a los productores japoneses, porque su
cadena de valor descansa en los componentes importados de países en los
que el costo de la mano de obra es inferior, como China, Tailandia o
Indonesia. Estados Unidos quiere a cambio un mayor acceso al mercado
japonés de productos agropecuarios. Las consideraciones geopolíticas no
están ausentes: Estados Unidos también busca frenar las pretensiones
chinas en el Pacífico occidental.
Pero esas reglas se aplicarán a toda la región. La estructura de la
industria automotriz en América del Norte estuvo marcada por las reglas
de origen del TLCAN. Todo eso cambiará radicalmente e intensificará el
proceso de desindustrialización en toda el área del TLCAN. El paisaje
económico en el que operan la industria automotriz y la de autopartes
será rediseñado drásticamente, con graves implicaciones en materia de
inversiones, creación de empleo y la balanza comercial. Pero no es lo
único que cambiará con el ATP.
Este nuevo acuerdo traerá consigo un endurecimiento del absurdo sistema de
solución de controversias(en el que las empresas tienen todas las de ganar frente a los gobiernos), así como en las reglas de propiedad intelectual, compras del sector público y varios cambios importantes para el comercio de productos del sector agropecuario. El ATP es un complemento de la estrategia de Estados Unidos para terminar por desmantelar los últimos apoyos para los pequeños productores agrícolas en el marco de la Organización Mundial de Comercio. El castigo adicional sobre el campo mexicano no será menor.
Los acuerdos comerciales son transformaciones completas de los
espacios de rentabilidad del capitalismo neoliberal. Eso incluye
profundos cambios sociales. El ATP lo confirma.
Twitter: @anadaloficial
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