“No se concederán ni cubrirán jubilaciones, pensiones o haberes de
retiro, ni liquidaciones por servicios prestados, como tampoco préstamos
o créditos, sin que éstas se encuentren asignadas por la ley, decreto
legislativo, contrato colectivo o condiciones generales de trabajo”.
Enrique
Ochoa Reza, actual presidente del Partido Revolucionario Institucional,
cobró un millón 206 mil pesos netos por haberse separado
voluntariamente como director general de la Comisión Federal de
Electricidad (CFE) para aceptar un nuevo encargo presidencial, al margen
de la función pública, luego de dos años y 155 días de dirigir la
paraestatal.
El instrumento invocado por el “líder” priista para demandar y
obtener su “liquidación” fue el Manual de Trabajo de Servidores Públicos
de Mando de la CFE que no es ley, no es presupuesto aprobado por la
Cámara de Diputados, no es contrato colectivo y no es condiciones
generales de trabajo, en virtud de lo cual sus reglas particulares sobre
pagos de jubilaciones, pensiones, haberes de retiro y liquidaciones por
servicios prestados son nulas de toda nulidad según la Carta Magna.
Pero el problema no termina ahí, sino que está bastante más
complicado. El “Manual” no permite otorgar “liquidación” a los jefes de
la CFE que se separen de manera voluntaria, como fue el caso del líder
priista, el señor Ochoa Reza, antes de tres años. El artículo 33 de ese
“Manual” tiene dos apartados en cuanto al pago por servicios prestados:
retiro “por voluntad propia”, que es el caso, y por “liquidación”, que
de ninguna manera es el caso.
De haberse aplicado el primero y no el segundo, el señor Ochoa Reza
no hubiera alcanzado ningún pago porque sólo aplica para después de tres
años de servicio.
Está claro que el “Manual” es groseramente contrario a la
Constitución pero, en el colmo, también fue violado para poder entregar
de todas maneras un dinero a Ochoa Reza por cuenta de la nación.
La redacción actual del artículo 127 de la Constitución fue discutida
en el Senado durante dos años. Yo fui quien redactó y presentó la
iniciativa. Después estuvo congelada en la Cámara, donde tuvo que ser
sacada de los cajones cuando los consejeros del entonces Instituto
Federal Electoral (IFE) pretendieron aumentarse el sueldo, lo que
provocó un escándalo.
Finalmente, el decreto de reforma constitucional se aprobó en los
estados y se publicó el 24 de agosto de 2009, junto con un plazo para
que el Congreso emitiera la ley reglamentaria. A pesar de que el Senado
aprobó un proyecto de ley en 2011, desde entonces el PRI y el PAN han
olvidado ilegalmente la minuta: ahí sigue sin que haya explicación
alguna, al estilo mexicano. No obstante, el texto constitucional está
vigente y debería ser respetado, pues contiene normas que no requieren
interpretación alguna.
Así como Ochoa Reza ha cobrado una liquidación inconstitucional y, en
el colmo del abuso, contraria a las mismas reglas inconstitucionales de
la CFE, hay muchos que lo hicieron antes y muchos más que, habiéndolo
hecho, reciben además una pensión vitalicia. No sólo son los
expresidentes de la República, sino los exdirectores de organismos
descentralizados.
José Ángel Gurría, por ejemplo, fue empleado de Hacienda desde muy
joven, y cuando después de pocos años en el cargo abandonó la dirección
de Nacional Financiera, le contaron su antigüedad en la Secretaría para
juntar años y aplicar un reglamento interno que otorga buenas pensiones
por haber estado en “el sector financiero”. Al pensar en personas como
ésa, genuinos exponentes de la corrupción mexicana, el Congreso
estableció la regla de que, a pesar de haberse otorgado en el pasado al
margen de la ley, “no se concederán ni cubrirán (hoy, mañana y siempre)
jubilaciones, pensiones o haberes de retiro, ni liquidaciones por
servicios prestados”.
Respecto de la corrupción, Enrique Peña Nieto ha dicho que “no hay
alguien que pueda atreverse a arrojar la primera piedra…”. Es decir que
la corrupción está en todos y beneficia a todos. Esta es la idea que se
ha querido implantar sobre ese lacerante fenómeno desde los años
cincuenta del siglo XX, es un criterio netamente priista. Los
gobernantes roban y arrojan escurriduras sobre algunos otros,
funcionarios y particulares, para que formen “parte de un modelo”, como
lo ha catalogado el mismo presidente de la República. Estamos seguros
que Peña conoce ese “modelo”, que según los conceptos de él mismo,
contiene una fórmula tendiente a culpar a “todos” de lo que ha sido una
penetrante obra del poder.
Quienes firmaron la autorización para pagar a Enrique Ochoa Reza su
millón y pico de pesos son Jaime Tadeo Castelán y Karine Slim, el
primero es subgerente de Relaciones Laborales y el segundo es jefe del
Departamento de Dictámenes, pero ambos tienen jefes que ordenan. El
convenio fue registrado ante la Junta de Conciliación y Arbitraje,
aunque no corresponda a la naturaleza de esa fraudulenta “liquidación”.
Junto a Ochoa Reza, esas dos personas, por lo menos, deben ser
sometidas a un procedimiento en el órgano interno de control de la CFE.
El asunto tendría que llegar a la Secretaría de la Función Pública, a la
Auditoría Superior de la Federación y al Ministerio Público. Así suelen
tratarse esa clase de conductas en muchos países, pero como México no
hay dos.
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