El periodista Antonio Neri Licón (el monero que se hace llamar con el seudónimo Nerilicón), nos reveló, contundentemente la postura del gobierno federal, en la portada de la revista Proceso,
del 4 de septiembre del fatídico cuarto año del peñismo; parteaguas de
su mal gobierno anunciando, además, un final angustiosamente económico y
políticamente dramático. En la caricatura de Nerilicón, Peña pone la
Bandera como tapete para ser pisoteada por Trump. Éste con su cabellera
de visera y Peña con su copete erizado, en una certera interpretación de
los hechos que ha llevado a cabo del mexiquense. Un dibujo político
satírico. “Lo que cabría llamar editorial en viñeta, que proporciona una
especie de enfoque… presentando la gravedad del asunto” (Ernest H
Gombrich, “El arsenal del caricaturista”, en Meditaciones sobre un caballo de juguete, Editorial Seix Barral).
Álvaro Cepeda Neri
Es
un acto que hace responsable a Peña de un juicio político, encuadrando
la causa grave para llevarlo a cabo, en la exposición de la soberanía
nacional a los pies del estadunidense; quien belicosamente amenaza a
nuestro país insistiendo en que la cumplirá apenas llegue a la
Presidencia de Estados Unidos de América, empezando por construir un
muro a lo largo de la frontera norte, expulsar a los mexicanos que
trabajan allá y cancelar los mutuos tratados. Ahora con palabras, mañana
con hechos si se apodera de la Presidencia por la que va para implantar
radicales intervencionismos, Trump quiere usar el poderío estadunidense
para humillarnos; luego de que el peñismo le ha hecho el juego
cómplice.
El neoliberalismo económico de Trump y su
antiliberalismo político advierten un capitalismo de multimillonarios
del neoconservadurismo antidemocrático. Y es que para los intereses
publicitados por Trump, nada como el colaboracionismo de Peña-Videgaray
(quien era el favorito del peñismo para imponerlo en la sucesión
presidencial contra viento y marea, por lo que ambos se afiliaron con el republicano, pero les salió el tiro por la culata).
La impugnada invitación servil de Peña nos mostró que tenemos una
caricatura de Santa Anna, cojeando por la derecha para poner al país
incondicionalmente a esos intereses y que es la renovada ideología
sureña yanqui. Estamos frente a una crisis de entreguismo.
Y
el periodista de la caricatura –riamos o no, como dice Gombrich– nos
regala “una caricatura magistral”, del paso sobre nuestra Bandera del
elefante Trump; que nos hace comprender que está a punto de precipitarse
sobre los mexicanos, una nueva representación del cesarismo,
vociferando contra el mundo, empezando por México con el que quiere
iniciar su experimento devastador. Para esto, Peña-Videgaray le abrieron
paso conscientemente, con la finalidad de que Trump se apoderara de la
presidencia estadunidense, para que favoreciera aquí la postulación de
Videgaray.
Ha sido, pues, una caricatura del arsenal del
periodismo más combativo que ha tenido la Nación, para ejercer la
crítica que rescata su función democrática directa contra la democracia
representativa o indirecta cuando ésta traiciona sus fines. Una
caricatura en la tradición de los “artistas que pusieron su obra al
servicio de causas políticas” (Humberto Musacchio, El taller de gráfica popular,
FCE). Y que puso en alto relieve lo que la opinión pública manifestó
sobre la estupidez política de la invitación peñista al candidato Donald
Trump; sintetizando en ella lo que pensamos y expresamos muchísimos
mexicanos: que Peña se puso de puso de sirviente y usó la Bandera como
tapete para darle la bienvenida a su candidato, ya que “en Estados
Unidos piensan que Peña votó por el republicano” (Raymundo Riva-Palacio,
en su columna Estrictamente personal, titulada “Peña engañó a Obama”, El Financiero, 6 de septiembre de 2016). Nerilicón, con su caricatura, acabó por abrirnos los ojos.
Álvaro Cepeda Neri
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