La Jornada
Carlos Bonfil
Un documental mexicano para los tiempos de Donald Trump. Considérese la historia (verídica) que refiere Matria, primer
trabajo fílmico de Fernando Llanos. En la exploración que hace el
cineasta de su propio pasado familiar, emerge la figura pintoresca de
Antolín Jiménez, su abuelo por la línea materna, a quien nunca conoció
personalmente por haber muerto cuando el ci- neasta tenía apenas pocos
meses de edad. Las anécdotas sobre el patriarca debieron persistir, sin
embargo, por largos años en la familia: antiguo combatiente
revolucionario al lado de Pancho Villa, diputado por el PRI en Oaxaca,
misterioso adepto de una logia masónica, e impulsor de una asociación
nacional de charros. Pero lo que la película narra, en un primer tiempo,
es la anécdota más delirante en la vida de este hombre: su iniciativa,
documentada por los diarios de la época, de formar un ejército de más de
100 mil charros (Legión de Guerrilleros Mexicanos) que habrían de
marchar sobre Paseo de la Reforma, haciendo gala de su músculo, sus
rifles y cananas, para mostrar su entera disposición a repeler con las
armas, en 1942, lo que, en su opinión, parecía una inminente invasión
del territorio nacional por parte del ejército alemán nazi.
Lo interesante en el documental no es tanto la desmesura quimérica
del cometido de don Antolín Jiménez (el fervor patriótico del momento
daba para eso y para mucho más), sino el increíble escamoteo de esos
propósitos e iniciativas por parte de los testigos presenciales, y de
una parte de la misma familia, que pareciera desmentir que jamás haya
existido o se haya impulsado un movimiento semejante. A pesar de las
imágenes rescatadas en los archivos de la época, y la cita de numerosas
publicaciones que dan constancia de la veracidad de la historia, el
propio Fernando Llanos parece dirigir su investigación más al ámbito
estrictamente familiar que a un dominio de interés público e histórico.
Posiblemente agotada la exploración hemerográfica, y luego de constatar
el desinterés de las personas cercanas a Jiménez por aportar datos
nuevos a la pesquisa, el realizador optó, sensatamente, por consignar el
delirio pasajero del abuelo en su quijotesca embestida contra los
demonios fascistas, y pasó a una empresa más consistente aún y mucho más
creíble: esbozar el retrato de ese cachorro de la revolución, tan
parecido a tantos otros políticos encumbrados por los favoritismos y la
corrupción en México, y describir de paso el descrédito de una
institución familiar que el muy inquieto y mujeriego Antolín Jiménez no
dejó jamás de deshonrar.
Difícil resumir y desglosar en apenas 62 minutos (la duración
del filme) todo lo que sugieren estas dos vertientes en la vida privada y
pública de este aguerrido charro de la política nacional. Pero el
documental consigna información suficiente para que un espectador atento
complete un poco la radiografía sugerida. La extravagante iniciativa
antifascista no tuvo mayor trascendencia y terminó pareciendo una
variante o la posible anticipación, por cinco años, de una película de
Juan Orol (Gángsters contra charros, 1947). El celo por la
defensa de la patria tendría, pocos años después, como contraparte, la
supeditación creciente de la soberanía nacional a los intereses
estadunidenses, algo que volvió retórica patriotera lo que fugazmente
quiso ser defensa del país ante una amenaza totalitaria. De una supuesta
resistencia política se transitó así a un entreguismo de facto, y ese
proceso lo condensa a la perfección la figura del propio Antolín
Jiménez, ex combatiente revolucionario convertido en un característico
político priísta.
La misma fragilidad en los principios ideológicos del patriarca se
manifiesta en la esfera íntima de su vida, donde se desdibujan uno a uno
los valores morales que podrían sustentar un ideal de familia. El
retrato que hace Fernando Llanos de su abuelo es perturbador y oscuro en
cuanto refleja la persistencia, hasta nuestros días, de una doble moral
en la vida pública de nuestro país. Los vicios de la
gran familia revolucionariase confunden con las lacras de quienes hoy defienden un modelo único de familia basado en la intolerancia y en el desprecio a la diversidad. Matria, el documental, abre desde ese pasado que evoca de manera fragmentada, una enorme ventana hacia la realidad de nuestros días, y ahí encuentra las posibles claves de interpretación de su cometido. No es otra la mejor distinción artística de un buen documental.
Se exhibe en la sala 7 de la Cineteca Nacional a las 14 y 17 horas.
Twitter: @Carlos.Bonfil1
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