Ana de Ita*
El gobierno y el Congreso
mexicanos, obligados por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump,
están a la espera de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de
América del Norte (TLCAN), anunciada para junio. Para el republicano el
TLCAN es el peor acuerdo comercial firmado en la historia, y desde su
campaña prometió cambiarlo
para que funcione en beneficio de los intereses de todos los estadunidenses. En tanto, el gobierno de México, paralizado y en shock, no parece tener ninguna propuesta.
Trump está empeñado en reducir el déficit comercial de Estados
Unidos, que en 2016 fue de 502 mil millones de dólares; 70 por ciento de
este déficit corresponde a importaciones que provienen de China,
mientras 63 mil millones (12.5 por ciento) son importaciones que llegan
de México. El déficit está comandado por productos de consumo y
automóviles. Durante todo el periodo del TLCAN, el déficit comercial de
Estados Unidos con el país se amplió y continuó creciendo
sistemáticamente hasta ahora.
A la mayoría de los mexicanos, incluso bien informados, sorprenderá
que para la Oficina del Censo de Estados Unidos, México podría
convertirse en la nueva China por su potencial de exportación, si no
fuera por los cárteles de la droga.
México es la duodécima economía de exportación, que ha aprovechado
los muy bajos salarios de la mano de obra, aún la bien calificada, la
desregulación ambiental y el aprovechamiento ilimitado de bienes
naturales, además de beneficios fiscales. Entre 2010 y 2015 pasó de ser
la novena a la séptima más grande auto manufacturera y la cuarta
exportadora de autos. Una de las primeras acciones del presidente Trump
fue convencer, mediante amenazas y subsidios, a Ford y General Motors de
relocalizar empleos en Estados Unidos.
México es el centro manufacturero más importante de productos
electrónicos, como pantallas planas de televisión, aparatos médicos y de
laboratorio, partes aeroespaciales y recientemente sobrepasó a Japón
como la segunda mayor exportadora de autopartes hacia el país vecino.
Pero las exportaciones que cuentan como mexicanas tienen más de 80 por
ciento de contenido importado.
Las exportaciones agroalimentarias de México a Estados Unidos
–aguacate, jitomate, todo tipo de moras y fresas, cerveza y tequila,
entre otras– también aumentaron a más del doble a partir del TLCAN,
aunque su aporte al déficit sea relativamente pequeño: 3.3 mil millones
de dólares.
Así, la economía mexicana se sostiene con base en una
plataforma exportadora dirigida en casi 80 por ciento a Estados Unidos.
Este es el modelo que la nueva administración estadunidense busca
cancelar y que el gobierno mexicano se resiste a aceptar, tal como
explica Andrés Barreda.
La mayoría de la población no ha recibido beneficios de este modelo,
ni del TLCAN negociado en favor de las corporaciones. Lo que ha sufrido
es la destrucción de la planta productiva industrial y agrícola, estatal
y privada, la devastación ambiental y de las conquistas sociales. El
enclave exportador está desarticulado del resto de la economía para
funcionar como su motor, aunque de él dependen 35 por ciento de los
puestos de trabajo. ¿Quiénes son entonces los viudos del TLCAN?
Los datos sobre las empresas exportadoras o importadoras de México
son tratados como secreto de Estado, pero de acuerdo con el Instituto
Nacional de Estadística y Geografía, en 2013 existían únicamente 5 mil
844 empresas manufactureras de exportación, de las cuales sólo mil 262
macroempresas exportaban 87 por ciento del valor. Las macroempresas
tienen más de 500 empleados y producen más de mil millones de pesos; 237
son automotrices y absorben 36 por ciento del valor de las
exportaciones; 62 producen equipo de computación, medición y
comunicación y participan con 19 por ciento del valor; 122 son de la
industria alimentaria y 22 de bebidas y tabaco que en conjunto aportan 3
por ciento.
En la agricultura son muy pocos los productores medianos que pueden
producir frutas y hortalizas de exportación, pues los costos de
inversión y tecnología son muy elevados. Así, la mayoría son grandes
productores que trabajan los campos verdes o blancos, contratando
jornaleros. El control de la producción la realizan los empacadores, los
brokers, los certificadores. Algunos de los principales
exportadores agrícolas son grandes productores, ubicados en distintos
estados y con campos también en Estados Unidos. Otros son directamente holdings que tanto pueden invertir en el negocio agrícola como en gasolineras, estacionamientos e inmobiliarias.
El TLCAN ha funcionado en favor de las corporaciones, abriendo las
fronteras para que operen en ambos lados. La renegociación del TLCAN que
sugiere Trump pone en jaque este modelo económico y sus muy pocos
viudos lloran la pérdida.
*Directora del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano
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