Pedro Miguel
Respuesta fraternal, junto con un abrazo, al artículo de Guillermo Almeyra
Sobre frentes y alianzasdel 26 de febrero de 2017 (https://is.gd/V6XJQ9): Si Morena fuese exclusivamente un partido político electoral, y si su único y último propósito fuera llevar a su principal dirigente a la Presidencia, muchos no militaríamos allí. Es claro que la institucionalidad electoral mexicana está diseñada para uniformar, uncir y desvirtuar a cualquier corriente opositora organizada en partido con registro. Así ha ocurrido con formaciones de izquierda que acabaron como aparatos burocráticos sin más horizonte que los intereses de sus dirigentes, agencias de colocaciones y comodines electorales para aceitar el juego de las alianzas.
Además, la mera conquista del poder formal no garantiza la
consecución de un programa de reconstrucción política, económica y
social como la que el país requiere con urgencia y que es condición
indispensable para iniciar la construcción de una nueva sociedad. Para
avanzar en ese rumbo se debe impulsar las luchas, las causas, las
resistencias y los movimientos populares, lo que implica trabajar con,
desde y para las autonomías, las horizontalidades y las marginalidades.
Es allí donde se piensan y diseñan los posibles trenes de aterrizaje del
anticapitalismo.
Sería espléndido que estuviera en construcción una instancia de
coordinación de todas las causas sociales, ciudadanas y populares al
margen de la formalidad institucional y capaz de disputarles el poder o,
al menos, que hubiera posibilidades concretas de emprender tal
construcción. Pero no parece probable que pudiera surgir en el México
actual un equivalente del Soviet de Petrogrado. Y a falta de ese polo,
las causas, los pueblos, los sindicatos, los movimientos sociales y las
insurgencias locales permanecen aisladas unas de otras, vulnerables,
siempre bajo los riesgos de la derrota represiva, la neutralización y la
cooptación. Por sí mismos, esos movimientos no están en capacidad de
plantearse como alternativa al régimen.
Desde luego, Morena no es ni pretende ser un partido de clase, pero
el núcleo de su plataforma procede de las causas mencionadas y para
instaurar una política de Estado que les sea favorable recurre, como
medios, a la vía electoral y a las alianzas. El partido no acude a las
luchas de abajo en busca de votos; quiere los votos de la ciudadanía en
general para dar a esas luchas acceso a posiciones de poder.
En un caso personal, ha sido por medio de Morena que el que
escribe ha podido conectarse con la CNTE y los trabajadores de la Salud,
con la Asamblea Popular de Tixtla, con comunidades de la Sierra Norte
de Puebla y de la Meseta Purépecha, en Michoacán, con movimientos
urbanos en resistencia a megaproyectos, con presos políticos de Oaxaca,
con las comunidades heroicas de Nochixtlán e Ixmiquilpan, entre otras.
La articulación con luchas de esa clase es la única garantía de que
una alternativa progresista se mantenga fiel a su ideario, tanto en la
oposición como en caso de que gane una elección presidencial, logre
defender su triunfo y acceda al gobierno.
Sin duda, es inevitable que entre un movimiento popular (local,
regional o nacional) y un partido nacional se presenten colisiones, como
ocurrió en torno al famoso
punto 6del décalogo en defensa de México que planteó AMLO en enero pasado y que reseñó en estas páginas nuestro colega Gilberto López y Rivas (https://is.gd/g6u4XN). Tengo para mí que más fácil será gestionarlas y solucionarlas mientras mayor y más estrecha sea la articulación entre Morena y las causas sociales, y mientras más amplia sea la capacidad de éstas para conformar polos de poder popular.
Ciertamente, en tanto que organización pluriclasista, al partido no
le toca saldar contradicciones entre clases a favor de una de ellas sino
resolver conflictos y conformar consensos entre sectores sociales y lo
hace, al menos, sin pretender el sometimiento o aplastamiento de los
jodidos, sino buscando anteponer los intereses de la mayoría sobre los
de la minoría.
* * *
Hoy se cumple un año del asesinato aún impune del doctor Venancio
Queupumil Cabrera en Cuautitlán Izcalli. Mapuche de sangre, mexicano por
adopción y comunista de convicción, dedicó su vida a luchar por los
derechos y por la salud de los condenados de la tierra. Por ello sufrió
persecución de la dictadura pinochetista y debió abandonar su Chile
natal. Se formó profesionalmente en La Habana y en México combinó el
ejercicio de la medicina con la militancia en la organización Rumbo
Proletario. La pudrición político-delictiva que padece el Estado de
México se cobró la vida de un hombre grande y bondadoso y hasta la fecha
no hay justicia.
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