By Álvaro Cepeda Neri *
Ya
no hay solución ni salida, pacíficas, para la competencia-disputa
presidencial para este ya a la vista 2018, que sujetar la elección por
medio del voto individual de la democracia directa en las urnas. Y, de
una vez por todas, afianzar al Estado con los dos postulados políticos
que ha estado proponiendo el político Manlio Fabio Beltrones Rivera. Uno
ya tiene vigencia constitucional, y es “la integración del gobierno de
coalición en el sistema presidencial”, sobre lo que Beltrones puntualiza
en su breve ensayo: Unidad y gobernabilidad (El Universal,
23 de enero de 2017). El otro principio, para apuntalar el anterior, es
que se divida la figura presidencial en un jefe de Estado y un jefe de
Gobierno, para su eficaz desempeño en lo político y lo administrativo
(ahora que llegamos al centenario de nuestra Ley Suprema). Y así
contribuir a resolver, de una vez por todas, que nuestro sistema-régimen
continúe siendo “país de un sólo hombre” (tal y como analiza Enrique
González Pedrero en su magna obra País de un solo hombre: el México –desde– Santa Anna; en tres tomos del Fondo de Cultura Económica).
Más
que a la unidad, por nuestro pluralismo político y los ya demasiados
partidos… ¡siete!, ha de convocarse a la unión nacional, tanto para
enfrentar los cambios y amenazas del exterior, como para disputar los
cargos electorales, democráticamente. En dos párrafos, el ensayo
beltronista expone el tema central. “Sin duda éste es el momento de
convocar a nuestro país a una unidad fundamental pare enfrentar lo que
viene, con convicción, con determinación, adecuando al nuevo contexto y
circunstancias mundiales, inclusive las reformas emprendidas, sin que
ello implique perder su esencia. Todo para generar crecimiento,
inversión, empleo y un mejor lugar de México en el mundo”. En el
segundo, pero continuando el anterior, escribió: “En México, para lograr
estabilidad y unidad duraderas, sería necesario y conveniente armonizar
la integración del gobierno de coalición en el sistema presidencial
mexicano, opción que ya está en nuestra Constitución con vigencia a
partir de 2018”. Y formar gobiernos de coalición, como en otros
sistemas, que así lo han resuelto “sin importar sean sistemas
presidenciales o parlamentarios”.
De continuar siendo el “país de
un sólo hombre” mediante un sólo partido, desde las elecciones del 2018,
seguirán los conflictos políticos que hemos venido arrastrando, cuando
menos desde los últimos 8 sexenios. Y esto desgasta la eficacia y
eficiencia no solamente política, sino también de las políticas
económicas y sociales. Es el momento de mediano plazo el que tenemos
para reorganizar nuestro presidencialismo en nuestro también Estado
Federal. Celebrar los 100 años de constitucionalismo es, pues, caminar
resolviendo “con más democracia los problemas de nuestra democracia”. Y
compartiendo y distribuyendo la ya incontrolable concentración del poder
presidencial en un sólo partido.
Coaliciones, jefe de Estado y
jefe de Gobierno es el tríptico para ahora sí modernizar y actualizar
nuestro régimen que ya no da para más. Se trata de evitar la desunión.
Reducir los conflictos. Y contribuir al buen gobierno democrático y
republicano, en una tradición renovada de nuestro constitucionalismo
(Felipe Tena Ramírez, Leyes fundamentales de México: 1808-2017).
Las coaliciones, para competir en las urnas y para cogobernar desde uno
de los tres poderes federales (y ejemplo a seguir en las entidades de
la Federación), para hacer más efectivos los contrapesos de la
democracia representativa, permite, incluso, que mayorías y minorías se
integren. Esto para evitar la advertencia de Alexis de Tocquevielle, de
que prevalezca “la dictadura de la mayoría”.
Beltrones Rivera
propone “renovar las instituciones políticas” por medio de reformas
jurídicas para actualizar nuestra centenaria Constitución. De lo
contrario seguiremos sobreviviendo en un presente jaloneado por el
pasado que ya dio de sí y reclama, necesita, como en aquella divisa
renacentista: renovarse o morir. La inteligencia ilustrada de una cabeza
política como la de Manilo Fabio Beltrones Rivera, ha estado
reflexionando, de cara a la opinión pública, sobre cómo enriquecer lo
que el Nicolás Maquiavelo de Las décadas de Tito Livio, propone
para el régimen republicano. Así también se gestiona, económicamente,
la igualdad, el empleo y mejores salarios para combatir la pobreza.
Lo
central de la discusión pública, es cuando un escritor político (como
lo ensaya Beltrones en su citado artículo), “no se limita a describir…
sino a manifestar cuál de las formas de gobierno descritas es buena,
cuál mejor y expresa uno o más juicios de valor para orientar
prescribiendo que la mejor de las tres formas de gobierno es la de los
muchos” (Norberto Bobbio, Teoría General de la Política y su Teoría de las Formas de Gobierno en la Historia del Pensamiento Político;
editoriales Trotta y FCE). Y ante el embate estadounidense, resultado
de su nueva forma de gobierno de los pocos, como oligarquía, nepotismo y
plutocracia, estamos urgidos de transformar nuestra vida tradicional.
Y
por el método de las coaliciones para la competencia electoral
enriquecer nuestro presidencialismo con una dosis de
semiparlamentarismo, para responsabilizar ante el Congreso a un jefe de
Gobierno, que recogería su aprobación para el nombramiento de los
secretarios del despacho. Y el representante de esa forma de Gobierno
con el jefe de Estado. “Al hacerlo –concluye en su ensayo Beltrones
Rivera– lograríamos modernizar nuestra gobernabilidad y eficacia, no con
una sola persona que responda por todos, sino con un todo que responda a
los problemas con sus mejores hombres y mujeres. Hoy, sin duda, ello
aparece como indispensable”.
Se trata de un presidencialismo nuevo por consenso de los ciudadanos.
Álvaro Cepeda Neri
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