“No queríamos continuar siendo ciudadanos de segunda”. En 1996, Rosa Parks recibió la Presidential Medal of Freedom.
María Teresa Priego
“Dos
policías entraron en el autobús, uno de ellos me preguntó si el chofer
me había pedido que me levantara de mi asiento…Quería saber por qué no
lo hice, le respondí que no pensaba que tenía que levantarme. Le
pregunté ‘¿por qué nos maltratan?’ Me dijo: ‘No lo sé, pero la ley es la
ley y usted está detenida’”.
Rosa Parks
Donald
Trump se agita. Intimida. Firma propuestas inadmisibles. Llama a un
discurso paranoico: nos atacan, nos invaden, nos destruyen. Tenemos que
defendernos. Los “ataques” basta con inventarlos. Un discurso muy
semejante al de Jean-Marie Le Pen, el líder de la extrema derecha
francesa. Crear miedo, para dominar. Aislar. Cerrar fronteras.
Discriminar. Construir muros en la realidad y en los imaginarios. Muros
excluyentes. Elegir a los chivos expiatorios en un “cerremos filas
contra ellos”, la estrategia histórica de los tiranos en la búsqueda de
realizar sus fantasmas de poder absoluto.
Deshumanizar a los
otros: “los gusanos”, decía la propaganda nazi refiriéndose a los
alemanes de orígenes hebreos. Una vez el otro convertido en el enemigo a
abatir en una “lógica” de horror por la diferencia, cualquier bajeza
que se lleve a cabo en su contra está más que justificada: se lo
merecía. En este contexto de llamado al odio y persecución de la
diferencia, y de miles de ciudadanas/os participando y llamando a las
protestas y al boicot a través del mundo, regresa la figura de Rosa
Parks en toda la fuerza de su carácter icónico.
El cuatro de
febrero sería el cumpleaños de “La madre de los Derechos Civiles en los
Estados Unidos”. El primero de diciembre de 1955, la costurera Rosa
Parks, secretaria de la Asociación Nacional para el Avance del Pueblo de
Color, tomó un autobús en Montgomery, Alabama. Ni más ni menos. Las
leyes segregacionistas asignaban la parte delantera del autobús a los
blancos y la parte trasera a los negros, quienes podían sentarse en la
parte de en medio, siempre y cuando un blanco no subiera y les
solicitara el asiento. Una persona no blanca tenía entonces que subir,
pagar al chofer, bajar de nuevo y volver subir por la parte trasera. La
humillación cotidiana. Escuelas separadas, separados los espacios de
recreación. Los letreros de “No se aceptan negros”, colgando de la
puerta de los negocios. En toda “naturalidad”.
Ese
día, histórico para los Movimientos estadounidenses de Derechos
Civiles, Rosa se sentó en la parte de en medio. Subió un joven blanco y
ella no se movió. El joven no le pidió su lugar, pero el chofer detuvo
el autobús y le exigió que se pusiera de pie y cediera su asiento. Ante
la negativa de Rosa llamó a la policía y fue detenida por violación de
una ordenanza de la ciudad. Tenía entonces 42 años. La segregación se
aplicaba –insisto, ¿acaso no parece inimaginable en una fecha
relativamente reciente? - a todos los espacios públicos. Rosa se negó a
obedecer. Su gesto, su ¡Ya basta de humillaciones e injusticias! generó
un llamado del pastor Martin Luther King a boicotear los servicios de
transporte público. ¡A caminar! El boicot duró más de un año y se
considera como el principio del Movimiento por los Derechos Civiles en
los Estados Unidos.
La lucha contra el segregacionismo en el
transporte público se extendió a la demanda de un alto a toda forma de
segregación. “Entonces no teníamos derechos civiles. Era sólo un
cuestión de sobrevivir de un día hasta el otro. Recuerdo de niña irme a
dormir escuchando la redada del Ku Klux Klan por la noche y escuchando
un linchamiento y temiendo que la casa fuera incendiada…” El boicot
contra las compañías de autobuses comenzó el día en que Rosa Parks tuvo
que presentarse ante un juez en una audiencia por desacato. De allí
hasta la Suprema Corte de Justicia y el fallo que erradicaba la
segregación, primero, en el transporte público, y después, en todo
espacio público por considerarlo contra los derechos establecidos por la
Constitución de los Estados Unidos.
“No
queríamos continuar siendo ciudadanos de segunda”. En 1996, Rosa Parks
recibió la Presidential Medal of Freedom. Murió el 24 de octubre del
2005. Alguna vez en una entrevista le preguntaron si había sentido miedo
al arrancar el boicot, y respondió que había vivido siempre con tanto
miedo, que la masificación de la protesta le había provocado un
sentimiento de liberación. ¿Qué podía ser peor que el Ku Klux Klan
acosando personas y familias enteras por la noche?
Encapuchados.
Con sus antorchas. Incendiando hogares. Impunes. Durante los meses del
boicot y las largas caminatas para desplazarse sin hacer uso de los
autobuses Rosa Parks entendió: “Que no estaba sola”.
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