La Jornada
Durante su campaña, Trump fustigó exaltado a la Reserva Federal por su política monetaria. Hasta llegó a decir que la presidenta de la Fed, Janet Yellen,
debería estar avergonzadapor mantener la tasa de interés tan baja con fines electoreros, porque eso permitía que Obama y Hillary dijeran que la economía se estaba recuperando. Pero hay otro tema más candente que involucra a la Fed y sobre el cual Trump guardó un cauteloso silencio: la expansión de la base monetaria que instrumentó la Fed entre 2008 y 2014 a través de sus programas de
flexibilización cuantitativao QE (por sus siglas en inglés).
Para entender los alcances de este tema hay que señalar que la QE es
un experimento monetario nunca antes llevado a cabo. Sus implicaciones
son enormes y van desde su impacto sobre la credibilidad del dólar hasta
las posibilidades de desatar fuertes presiones inflacionarias en el
futuro. Vale la pena hacer algo de historia.
Al estallar la crisis en 2008, el gobierno de Estados Unidos
respondió en un primer momento comprando los activos tóxicos que estaban
en las hojas de balance de los bancos y otras instituciones
financieras. Mucho se discutió sobre ese programa del Ejecutivo para el
rescate bancario, pero lo que nunca se vio venir es que la verdadera
redención de los bancos estaría a cargo de la Reserva Federal.
A principios de 2008 la Reserva Federal había ya reducido la tasa
líder a un nivel históricamente muy bajo (entre 0 y 0.25 por ciento),
pero el crédito interbancario siguió congelado. Así que la Fed decidió
actuar ya no por el lado del costo del crédito, sino por el lado de la cantidad de dinero en circulación, e introdujo el programa de flexibilización cuantitativa.
El objetivo consistía en inyectar dinero fresco en la economía a
través de los bancos, comprándoles sus activos tóxicos con el fin de que
tuvieran más recursos para reactivar la economía. Además, la Fed inició
un programa intensivo de compra de bonos del Tesoro con el fin de
incrementar el precio de esos títulos y así reducir su rendimiento,
eliminando el incentivo que tenían los bancos para seguir comprando
bonos en lugar de ampliar el crédito. O sea, el programa QE reducía la
presión sobre los bancos al comprarles más activos tóxicos y eliminaba
sus incentivos para no canalizar crédito al resto de la economía.
El mecanismo es sencillo: quizás por esa razón los economistas y el
público no lo entienden. La Fed crea dinero (electrónicamente) de la
nada, lo acredita a las cuentas de los bancos, obtiene sus activos
tóxicos y bonos, y su balance consolidado aumenta en la misma magnitud.
Los números son reveladores: hasta la crisis de 2008 la Fed había
inyectado unos 880 mil millones de dólares para lubricar las
transacciones que requería la economía estadunidense. Pero a partir de
2008 la hoja de balance de la Reserva Federal creció espectacularmente y
hoy alcanza los 4.5 billones (castellanos) de dólares. Ese monto
incluye 2.5 billones en bonos del Tesoro y 1.8 billones en títulos
respaldados por hipotecas. En 2014 la Fed detuvo este programa, pero su
abultado balance se mantiene.
Uno de los intermediarios en las operaciones de compra de
varios billones en bonos del Tesoro fue Goldman Sachs. En total, los
intermediarios recibieron más de 653 millones de dólares en comisiones y
el número uno en la lista de beneficiarios es Goldman Sachs. A su
principal ejecutivo, Steven Mnuchin, no le debe haber disgustado nada
esta política de expansión monetaria. Y hoy Mnuchin es el nuevo
secretario del Tesoro de Donald Trump.
¿Adónde fue a parar el dinero creado por la Fed? Cerca de 2.3
billones de esa base monetaria nueva regresaron a la Fed como reservas
excedentes porque hoy el banco central paga intereses a los bancos por
esas reservas (lo que, dicho sea de paso, contradice directamente el
objetivo de inyectar liquidez al resto de la economía). Otros 800 mil
millones se fueron a la bolsa de valores, lo que ha mantenido al alza el
valor de las acciones. Hoy el mercado bursátil se encuentra enganchado a
este nuevo estímulo artificial y la expansión monetaria sigue sin
filtrarse a la economía real.
Ahora que la presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, busca
retornar a una política monetaria normal, las cosas se complican. La
venta masiva de esa masa de activos que hoy se encuentran en el balance
de la Reserva Federal traería aparejada la caída estrepitosa de la bolsa
y del precio de los bonos del Tesoro, colocando más presión sobre las
tasas de interés. Si eso ocurre los
logrosde la nueva política monetaria no convencional desaparecerán. La economía estadunidense sufrirá un nuevo golpe que tendría repercusiones mundiales. Ese panorama es algo que ni Mnuchin ni Trump querrán ver durante su administración.
El experimento QE de la Fed hizo que lo que la política fiscal ya no
quiso completar (el rescate de los banqueros). Y si bien hoy las tasas
de interés pueden incrementarse gradualmente, el astronómico aumento en
la masa monetaria no se va a reducir.
Twitter: @anadaloficial
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