CIUDAD
DE MÉXICO (apro).- Mientras se pelea con la prensa, el gobierno de
Enrique Peña Nieto contempla, una vez más, cómo el presidente de Estados
Unidos, Donald Trump, va con todo, incluidos militares, para amurallar
cuanto antes la frontera con México.
En lo que decidía cómo responder a las versiones de la periodista mexicana Dolia Estévez y de la agencia estadunidense de noticias AP
sobre la falta de respuesta de Peña a las advertencias, sugerencias o
bromas de Trump de enviar militares a México para enfrentar a los
narcotraficantes, los máximos jefes castrenses de Estados Unidos
encargados de la relación con México ya estaban, literalmente, con los
ojos puestos en las fronteras norte y sur del país.
A la misma
hora en que el secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, veía
con los “estrategas” de Los Pinos cómo responder a las versiones
periodísticas respecto a los términos de la llamada telefónica entre
Peña y Trump del pasado viernes 27 de enero por la disputa en relación
con el pago del muro, la frontera norte en Tamaulipas y la del sur en
Chiapas estaban siendo inspeccionadas por altos jefes militares
estadunidenses.
En el norte, el encargado por Trump para hacer
realidad el muro fronterizo, el secretario de Seguridad Interior de
Estados Unidos, el general retirado John Kelly, estaba en Weslaco,
Texas, a unos 14 kilómetros de México.
Desde esa ciudad, donde se
reunió con el gobernador de Texas, Greg Abbot, en las oficinas del
Departamento de Seguridad Pública de Texas, Kelly sobrevoló la frontera
por encima del Río Bravo y del puente internacional Progreso-Nuevo
Progreso.
De regreso a Washington, anunció que en dos años la
frontera estaría sellada, para lo que el gobierno de Trump busca una
autorización del Congreso de hasta 10 mil millones de dólares.
Estimaciones
independientes dicen que la cifra podría ser hasta tres veces más para
acabar de construir un muro que ya cubre una tercera parte de la
frontera, desde que empezó a construirse a mediados de los años 90,
durante el gobierno de Bill Clinton.
El mismo día, una alta
delegación militar se desplegó a Chiapas. De acuerdo con la agencia
inglesa de noticias Reuters, los visitantes fueron nada menos que los
jefes del Comando Norte, la general Lori J. Robinson, y del Comando Sur,
el almirante Kurt Tidd.
También estuvieron el encargado para
América Latina del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos,
Craig Deare, y la embajadora de Estados Unidos en México, Roberta
Jacobson.
Acompañados por la subsecretaria de Relaciones
Exteriores para América Latina y El Caribe, Socorro Flores, se
dirigieron a Tapachula para revisar la manera en que México hace el
control de los ciudadanos centroamericanos o de otros países que entran
por el sur de México para llegar a Estados Unidos.
El componente
militar de la visita, que según la embajada estaba prevista desde hace
meses, es muestra de cómo Trump busca militarizar la relación con México
a partir de que el narcotráfico es un asunto para su seguridad
nacional.
Así lo declaró el propio Almirante Tidd hace tres
semanas en Washington ante la Surface Navy Association, en donde aseguró
que el tráfico de drogas por mar constituye una de las amenazas no
estatales para la seguridad de su país.
Es el mismo enfoque con el
que el ahora encargado de la seguridad interior, el general Kelly,
operó cuando estuvo precisamente al frente del Comando Sur, entre 2012 y
el año pasado.
El Comando Sur fue el encargado de operar el Plan
Colombia, predominantemente militar, con el que Estados Unidos está
combatiendo al narcotráfico en ese país que junto con Venezuela y
Centroamérica forman parte de su jurisdicción definida por el Pentágono.
México está en la esfera del Comando Norte.
Cuando el gobierno de
Felipe Calderón firmó con Estados Unidos la Iniciativa Mérida, evitaron
el nombre de Plan México, para quitar cualquier referencia a la
intervención militar estadunidense.
Donald Trump va con todo para
amurallar la frontera con México: seguridad física, tecnológica y
militar. Y hasta podría valerse de presiones directas como establecer vínculos entre el narcotráfico y el terrorismo.
No
sería raro que Peña Nieto y su aspirante a canciller estén dispuestos a
un Plan México, incrementando la presencia militar estadunidense en
México que inició Calderón y heredar esa carga al siguiente gobierno.
¿Estarían de acuerdo los mandos militares mexicanos?
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