En los últimos días
una ola nacionalista permea nuestro México, banderas tricolor en
perfiles de redes sociales, llamados en la radio a no consumir productos
estadounidenses, campañas por privilegiar lo local frente a lo externo,
mensajes en los celulares que buscan la unidad de los mexicanos; todo
esto como resultado de la toma de posesión de Donald Trump como
presidente de nuestro vecino del norte.
Rápidos fueron los
avances en el cumplimiento de las propuestas de campaña del magnate
Trump, a pocos días firmó el decreto con el cual se formalizaba la
construcción del muro, una ampliación de los miles de kilómetros de
vallas que actualmente existen y que desde hace décadas separan a los
dos países, el de norte con una visión despectiva hacia el sur, el del
sur con una visión de esperanza peligrosa hacia el norte.
El
muro es un tema que ha causado indignación a nivel global, más aún que
el actual muro que Israel impone a los palestinos como gueto moderno. El
decreto que retira la participación de los Estados Unidos del Acuerdo
Transpacífico de Cooperación Económica (TTP por sus siglas en inglés)
fue un tema que también alarmó a los países firmantes de dicho tratado.
En México se levantaron las alarmas cuando Trump firma el decreto para
renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), un
acuerdo casi sagrado en administraciones pasadas.
El TLCAN fue
resultado, y podríamos decir, la cereza en el pastel de toda una serie
de políticas neoliberales llevadas a cabo en México por el entonces
presidente de la republica Carlos Salinas de Gortari, un tratado que
ponía en igualdad de relaciones comerciales, condiciones materiales y
productivas muy diferentes entre los tres países firmantes, Canadá,
EE.UU y México.
Las relaciones de desigualdad en lo productivo y
el libre ir y venir de productos agrícolas, forzaron la bancarrota de
pequeños productores mexicanos, campesinos de yunta y buey que no
pudieron competir contra los tractores y los subsidios estatales a la
agricultura estadounidense. Un apocalipsis al campo mexicano, que no
tuvo respuesta más que expulsar trabajadores agrícolas a nuestro vecino
del norte, migrantes a quienes hoy Trump ve como un lastre aparecidos de
la nada.
La tragedia del campo mexicano la podemos constatar
día a día, las zonas rurales son espacios de marginación y olvido donde
muchas familias se ven en la necesidad de separarse para buscar una
mejor calidad de vida; con el abandono oficialmente programado del campo
ya no es redituable la producción, tanto así que importamos el 50% del
maíz que consumimos, el 50% del trigo, el 80% del arroz, entre el 30% y
50% del frijol, así como el 30% de la leche en polvo(1).
La
seguridad alimentaria no la tenemos garantizada y eso debe preocupar a
cada familia mexicana, las políticas anunciadas por Trump no hacen más
que mostrar la debilidad en la que se encuentra nuestro país, o mejor
dicho, al estado de inanición en que las políticas neoliberales lo han
subsumido.
La coyuntura actual debe servir para reflexionar
nuestra realidad y nuestro futuro en el campo. Se hace necesario y vital
estipular en la agenda política-económica la importancia de la
Soberanía Alimentaria, una política de hondo calado que vaya a rescatar
al campo y por ende a las familias productoras agrícolas.
Pero
en la búsqueda de ésta agenda de liberación nacional se hace
imprescindible el conocer la situación actual; tras poner fin al reparto
agrario, Carlos Salinas de Gortari, y demás presidentes neoliberales
hasta nuestros días, generaron las condiciones para que en México el 1%
de la población maneje el 56,02% del total de tierras cultivables en el
país (2), una concentración de riqueza que día a día aumenta y que nos
trae a la memoria los tiempos del porfiriato.
El nacionalismo
mexicano más allá de reprochar las políticas de Trump, e indignarse por
cada twit o declaración del presidente estadounidense, debe ser un
nacionalismo revolucionario que busque desarrollar de manera
independiente todas las capacidades productivas y sociales de nuestro
México, un nacionalismo revolucionario que tenga por objetivo recuperar
las ramas estratégicas de la economía, como los energéticos y recursos
naturales, para ponerlo a disposición de nuestro propio progreso y
desarrollo como sociedad.
Una ola nacionalista permea nuestro México, hagámosla revolucionaria.
“Patria es nacionalizar”.
Notas:
1. Periódico Excelsior 05/05/2013. “Es hora de ir al grano; México importa 43% de los alimentos”
2. Estudio de Oxfam Internacional. Noviembre de 2016. “Desterrados: Tierra, poder y desigualdad en América Latina” https://www.oxfam.org/es/ informes/desterrados-tierra- poder-y-desigualdad-en- america-latina
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