Alas turbulencias bélicas de baja intensidad que se escenifican en varios países con abundantes reservas de hidrocarburos se les ha bautizado como segunda guerra del petróleo, que va desde Perú hasta Nigeria.
Bajo la ocupación anglosajona de una guerra formal, Irak, después de casi 2 millones de muertos y más de 4 millones de refugiados, ha sido obligado a adjudicar su petróleo a las trasnacionales de los países invasores.
Sin necesidad de ser ocupado por una guerra, el México neoliberal, en la peor etapa de su historia moderna de decadencia panista, después de la entreguista reforma energética calderonista-beltronista, está maduro para prodigar a las trasnacionales de Estados Unidos y Gran Bretaña su inmensa riqueza petrolera del Golfo de México (ver La desnacionalización de Pemex, editorial Orfila, 09).
Todo se vale para capturar los hidrocarburos ajenos: hasta el indigenocidio perpetrado en Perú por el gobierno del folclórico presidente Alan García y su primer ministro, Yehude Simon Munaro (con fuertes vínculos con Israel, es decir, con los infanticidas de Gaza), quien fue obligado a renunciar.
Las cifras del indigenocidio en la zona amazónica de Perú, curiosamente escamoteadas por la selectiva prensa anglosajona, tan tumultuosa en referencia a los disturbios electorales de Irán, van desde más (sic) de 60, según Marco Aquino, analista de Reuters (9/6/09), hasta más de 200, de acuerdo con las propias víctimas.
Aquino refiere que en la extensa región amazónica de Perú se ubican reservas de petróleo y minerales potencialmente lucrativas, pero sus moradores indios están furiosos por haber sido dejados fuera de los planes para obtener ganancias de la selva.
Un estudio de científicos de la Universidad de Duke, citado por Aquino, expone que el área total concedida a las trasnacionales cubre más de 70 por ciento del Amazonas de Perú. Por lo menos (sic) 58 de las 64 áreas se encuentran en tierras tituladas a los pueblos indígenas, que el impopular cuan locuaz presidente García, títere estadunidense, ha estigmatizado de terroristas y obstáculo para el desarrollo económico.
John Vidal, editor ambientalista del periódico británico The Guardian (13/6/09), devela lo que se encuentra detrás del ‘indigenocidio” en Perú: en todo el globo, conforme las trasnacionales de petróleo y minas compiten por los recursos declinantes, las poblaciones indígenas luchan por defender sus tierras y seguido salen perdiendo.
Perú, pletórico en reservas de hidrocarburos y minería (es el primer productor de plata del mundo), cuenta con 45 por ciento de indígenas, 37 por ciento de mestizos (indígenas mezclados), 15 por ciento de blancos y 2 por ciento de otros orígenes (negros, japoneses y chinos); ahora sufre la peor violencia de los recientes 20 años, lo que ha orillado al gobierno indigenocida de la dupla Alan García y Yehude Simon a derogar las leyes (impuestas por decreto presidencial y bajo fuerte presión de Washington) que permiten la privatización y lotificación de las tierras de los indígenas awajun y wambis, con el fin de expoliar sus hidrocarburos y sus bosques, en aplicación puntual del reciente tratado bilateral de libre comercio firmado con Estados Unidos.
Comenta Vidal que Perú constituye uno de varios países ahora en conflicto abierto (sic) con sus indígenas sobre los recursos naturales, y se asombra cándidamente del silencio de los multimedia anglosajones.
Alan García, presidente de Perú, luego de una conferencia el pasado 13 de junio en el palacio de gobierno de LimaFoto Reuters
¿No es, acaso, el silencio similar que operó en las carnicerías de Acteal y Aguas Blancas de la dupla Zedillo y Joseph-Marie Córdoba (otro íntimo aliado de los gobiernos infanticidas de Israel), también tratantes de comercio libre y sepultureros de la banca mexicana?
Vidal se aflige del silencio global de los multimedia sobre la expoliación del patrimonio de los indígenas: prácticamente sin ser reportadas por la prensa internacional (sic), han existido grandes protestas en torno de la explotación de minas, petróleo y bosques en África, Latinoamérica, Asia y Norteamérica. Las presas hidráulicas y plantíos de biocombustibles, así como las minas de carbón, cobre, oro y bauxita, se encuentran en el centro de las mayores disputas de derechos catastrales.
¿Ignora Vidal que los espirituales derechos humanos, ya no se diga los más materiales derechos castastrales, solamente son invocados cuando afectan los intereses unilaterales de la banca israelí-anglosajona y las trasnacionales que financia?
Los asesinos de indios en la gloriosa conquista del Oeste del siglo XIX en Estados Unidos no eran tan depredadores ambientales como sus sucesores neoliberales: las trasnacionales petroleras y mineras del siglo XXI.
Vidal aduce que lo que hasta ahora habían constituido incidentes aislados (sic) de los pueblos indígenas en conflicto con estados y trasnacionales se ha vuelto más común conforme las trasnacionales, apoyadas por los gobiernos, penetran en las tierras ignoradas, como salvajes o improductivas.
John Vidal cita a Larry Birns, director del Consejo de Asuntos Hemisféricos en Washington: Todo está en venta, incluyendo los derechos de los indios. Seguido los gobiernos no reconocen los títulos catastrales de los indios y los grandes (sic) terratenientes simplemente se quedan con las tierras. ¿Dónde radica la novedad?
Bajo la cobertura nuclear de Estados Unidos y Gran Bretaña y el gran engaño del libre comercio, lo único que innova el neoliberalismo es la legalización de la expoliación de los derechos de las poblaciones valetudinarias.
Vidal enumera las atrocidades contra el medio ambiente y los indígenas, ejecutadas por las trasnacionales petroleras anglosajonas en Nigeria, Ecuador y Papúa occidental (Indonesia), y puntualiza que en Nigeria una fuerza militar incursionó contra las comunidades opuestas a la presencia de las trasnacionales petroleras en el delta del Níger, que provee 90 por ciento de las ganancias del gobierno y donde Shell ha depredado el medio ambiente de los pueblos aborígenes Ijaw. Es la historia de siempre y por doquier con las trasnacionales petroleras anglosajonas.
No faltan sofismas interesados que culpan a la existencia misma de los indígenas, quienes se oponen a la modernidad, como es el caso de Víctor Menotti, director del Foro Sobre la Globalización, con sede en California, citado por Vidal: es una guerra (sic) paradigmática, que va del Ártico a la selva tropical. Donde se encuentren pueblos indígenas habrán conflictos de recursos. Es una batalla (sic) entre las visiones industrial e indígena del mundo. ¡Vaya fatalismo unilateralista! ¿No le pueden entregar sus derechos catastrales a los indios sin ofender la naturaleza ni el progreso?
El problema, gravísimo de por sí, es mucho más aterrador, ya que en el manual neoliberal de la plutocracia oligárquica y oligopólica anglosajona no tienen cabida el medio ambiente ni la clase media ni los pobres, ya no se diga los indígenas.
Bajo la ocupación anglosajona de una guerra formal, Irak, después de casi 2 millones de muertos y más de 4 millones de refugiados, ha sido obligado a adjudicar su petróleo a las trasnacionales de los países invasores.
Sin necesidad de ser ocupado por una guerra, el México neoliberal, en la peor etapa de su historia moderna de decadencia panista, después de la entreguista reforma energética calderonista-beltronista, está maduro para prodigar a las trasnacionales de Estados Unidos y Gran Bretaña su inmensa riqueza petrolera del Golfo de México (ver La desnacionalización de Pemex, editorial Orfila, 09).
Todo se vale para capturar los hidrocarburos ajenos: hasta el indigenocidio perpetrado en Perú por el gobierno del folclórico presidente Alan García y su primer ministro, Yehude Simon Munaro (con fuertes vínculos con Israel, es decir, con los infanticidas de Gaza), quien fue obligado a renunciar.
Las cifras del indigenocidio en la zona amazónica de Perú, curiosamente escamoteadas por la selectiva prensa anglosajona, tan tumultuosa en referencia a los disturbios electorales de Irán, van desde más (sic) de 60, según Marco Aquino, analista de Reuters (9/6/09), hasta más de 200, de acuerdo con las propias víctimas.
Aquino refiere que en la extensa región amazónica de Perú se ubican reservas de petróleo y minerales potencialmente lucrativas, pero sus moradores indios están furiosos por haber sido dejados fuera de los planes para obtener ganancias de la selva.
Un estudio de científicos de la Universidad de Duke, citado por Aquino, expone que el área total concedida a las trasnacionales cubre más de 70 por ciento del Amazonas de Perú. Por lo menos (sic) 58 de las 64 áreas se encuentran en tierras tituladas a los pueblos indígenas, que el impopular cuan locuaz presidente García, títere estadunidense, ha estigmatizado de terroristas y obstáculo para el desarrollo económico.
John Vidal, editor ambientalista del periódico británico The Guardian (13/6/09), devela lo que se encuentra detrás del ‘indigenocidio” en Perú: en todo el globo, conforme las trasnacionales de petróleo y minas compiten por los recursos declinantes, las poblaciones indígenas luchan por defender sus tierras y seguido salen perdiendo.
Perú, pletórico en reservas de hidrocarburos y minería (es el primer productor de plata del mundo), cuenta con 45 por ciento de indígenas, 37 por ciento de mestizos (indígenas mezclados), 15 por ciento de blancos y 2 por ciento de otros orígenes (negros, japoneses y chinos); ahora sufre la peor violencia de los recientes 20 años, lo que ha orillado al gobierno indigenocida de la dupla Alan García y Yehude Simon a derogar las leyes (impuestas por decreto presidencial y bajo fuerte presión de Washington) que permiten la privatización y lotificación de las tierras de los indígenas awajun y wambis, con el fin de expoliar sus hidrocarburos y sus bosques, en aplicación puntual del reciente tratado bilateral de libre comercio firmado con Estados Unidos.
Comenta Vidal que Perú constituye uno de varios países ahora en conflicto abierto (sic) con sus indígenas sobre los recursos naturales, y se asombra cándidamente del silencio de los multimedia anglosajones.
Alan García, presidente de Perú, luego de una conferencia el pasado 13 de junio en el palacio de gobierno de LimaFoto Reuters
¿No es, acaso, el silencio similar que operó en las carnicerías de Acteal y Aguas Blancas de la dupla Zedillo y Joseph-Marie Córdoba (otro íntimo aliado de los gobiernos infanticidas de Israel), también tratantes de comercio libre y sepultureros de la banca mexicana?
Vidal se aflige del silencio global de los multimedia sobre la expoliación del patrimonio de los indígenas: prácticamente sin ser reportadas por la prensa internacional (sic), han existido grandes protestas en torno de la explotación de minas, petróleo y bosques en África, Latinoamérica, Asia y Norteamérica. Las presas hidráulicas y plantíos de biocombustibles, así como las minas de carbón, cobre, oro y bauxita, se encuentran en el centro de las mayores disputas de derechos catastrales.
¿Ignora Vidal que los espirituales derechos humanos, ya no se diga los más materiales derechos castastrales, solamente son invocados cuando afectan los intereses unilaterales de la banca israelí-anglosajona y las trasnacionales que financia?
Los asesinos de indios en la gloriosa conquista del Oeste del siglo XIX en Estados Unidos no eran tan depredadores ambientales como sus sucesores neoliberales: las trasnacionales petroleras y mineras del siglo XXI.
Vidal aduce que lo que hasta ahora habían constituido incidentes aislados (sic) de los pueblos indígenas en conflicto con estados y trasnacionales se ha vuelto más común conforme las trasnacionales, apoyadas por los gobiernos, penetran en las tierras ignoradas, como salvajes o improductivas.
John Vidal cita a Larry Birns, director del Consejo de Asuntos Hemisféricos en Washington: Todo está en venta, incluyendo los derechos de los indios. Seguido los gobiernos no reconocen los títulos catastrales de los indios y los grandes (sic) terratenientes simplemente se quedan con las tierras. ¿Dónde radica la novedad?
Bajo la cobertura nuclear de Estados Unidos y Gran Bretaña y el gran engaño del libre comercio, lo único que innova el neoliberalismo es la legalización de la expoliación de los derechos de las poblaciones valetudinarias.
Vidal enumera las atrocidades contra el medio ambiente y los indígenas, ejecutadas por las trasnacionales petroleras anglosajonas en Nigeria, Ecuador y Papúa occidental (Indonesia), y puntualiza que en Nigeria una fuerza militar incursionó contra las comunidades opuestas a la presencia de las trasnacionales petroleras en el delta del Níger, que provee 90 por ciento de las ganancias del gobierno y donde Shell ha depredado el medio ambiente de los pueblos aborígenes Ijaw. Es la historia de siempre y por doquier con las trasnacionales petroleras anglosajonas.
No faltan sofismas interesados que culpan a la existencia misma de los indígenas, quienes se oponen a la modernidad, como es el caso de Víctor Menotti, director del Foro Sobre la Globalización, con sede en California, citado por Vidal: es una guerra (sic) paradigmática, que va del Ártico a la selva tropical. Donde se encuentren pueblos indígenas habrán conflictos de recursos. Es una batalla (sic) entre las visiones industrial e indígena del mundo. ¡Vaya fatalismo unilateralista! ¿No le pueden entregar sus derechos catastrales a los indios sin ofender la naturaleza ni el progreso?
El problema, gravísimo de por sí, es mucho más aterrador, ya que en el manual neoliberal de la plutocracia oligárquica y oligopólica anglosajona no tienen cabida el medio ambiente ni la clase media ni los pobres, ya no se diga los indígenas.
Ala capillita electoral todavía no le llega su fiestecita. Pero a los augurios y encuestas se les acabó la hora de lanzar cohetes. Tras el recuento de votos del 5 de julio van a tener que recoger las varas del sistema plural de partidos. Y silenciar el guerrero llamado a la unidad que resultó en desbandada de compañeros de viaje al grito de ¡viva el que vence! Adherentes mal pegados que vuelven a cambiar de bando al avizorar la derrota oficialista en las elecciones de medio sexenio.
No es un plebiscito sobre la popularidad de Felipe Calderón, sobre el valor del Presidente que proclaman sus propagandistas y reconocen los aliados en la guerra contra el crimen organizado. Tampoco será referendo que resuelva por omisión el final del sistema plural de partidos al que dimos rango constitucional.
Quien apuesta todo al vuelo de una moneda es el presidente Manuel Zelaya, quien propuso reformar la Constitución y aprobar la relección presidencial mediante lo que llama encuesta popular. Y se metió en Honduras: el Congreso intentó declararlo incompetente para gobernar; el ejército repuso en su puesto al destituido jefe del Estado Mayor Conjunto de las fuerzas armadas, Romeo Vázquez, quien se negó a repartir el material para la encuesta de opinión ciudadana. En Tegucigalpa el ejército está en las calles.
Lo que allí ocurra será una prueba para la OEA y para la actual administración de Estados Unidos, dice Fidel Castro; y los países del Mercado Común del Sur, los de la Alternativa Bolivariana, así como los integrantes del Sistema de Integración Centroamericano, respaldan al gobierno constitucional hondureño. Zelaya asegura que hará su consulta, pero no quiere que los soldados estén en las calles. Se habla de fallida intentona de golpe de Estado y el Congreso dominado por la derecha se suma a la oligarquía y a los militares que rechazan la reforma electoral y la relección propuesta. Ayer se hablaba de vuelta a la normalidad. Queda la incertidumbre sobre la instalación de la llamada cuarta urna para convocar a una asamblea constituyente en las elecciones generales.
En México, el Ejército está en las calles y ahí se mezclan la sensación de seguridad y la inquietud por la militarización que prolonga el estado de sitio ficticio. Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno del Distrito Federal, asegura que se actúa de acuerdo con el Ejecutivo. Felipe Calderón pregona victorias en la guerra al crimen organizado y predica el valor de la redención religiosa al decir que los jóvenes se hacen adictos a las drogas porque no creen en Dios, porque no lo conocen. Los jerarcas de la Iglesia católica llaman aberrante a la legislación que no castiga a los portadores de pequeñas cantidades específicas de algunas drogas, y recuerda a los narcotraficantes el llamado del Papa amigo de México: ¡conviértanse!”
No hay riesgo de cuartelazos en el horizonte de la República federal, laica y democrática. Pero los jefes y oficiales del Ejército han manifestado insistentemente la iniciativa del mando civil para legitimar la intervención prolongada de los soldados en la guerra contra el crimen organizado. El combate al narcotráfico, el secuestro y otros delitos del orden común agravian y dañan a la comunidad nacional, a los ciudadanos, a la oligarquía de nuestra aristocracia pulquera y a los millones de pobres que sobreviven en la miseria y al borde de la hambruna. El combate al narco que ha infiltrado todas las áreas del poder constituido, no sólo ha cobrado vidas y hecho rodar cabezas: ha fisurado el marco institucional de la República y sembrado el miedo. De ahí que se cuestione severamente utilizar el combate a ese peligro como argumento de estrategia electoral.
Dígalo si no el silencio de Germán Martínez ante la respuesta de Beatriz Paredes al ya habitual uso de acusaciones al turbio pasado del PRI. En el PAN, dijo el dirigente nacional del partido en el poder, no toleramos ni solapamos cómplices del crimen organizado, y exhibió una fotografía de Mario Villanueva, ex gobernador de Quintana Roo, indiciado y encarcelado por complicidad en el tráfico de drogas. Ah, en la foto aparecía Beatriz Paredes, según hizo notar Germán Martínez con sonrisa que quiso ser irónica y se hizo rictus amargo al responder la tlaxcalteca que los cargos y el encarcelamiento de ese priísta se hicieron por un gobierno priísta. Se hizo el silencio en el programa-debate conducido por Joaquín López Dóriga, en el que participó también Jesús Ortega, tercero en discordia.
Dicen los expertos que nadie gana un debate entre candidatos, o entre dirigentes de partidos políticos contendientes. Que nadie gana. Que siempre hay quien pierda al cometer un error espectacular, o tropezar con sus propias palabras. Imposible olvidar el patético instante en el que Francisco Labastida decidió enlistar los agravios a su persona por Vicente Fox: Me ha dicho mandilón... me ha llamado La vestida. Y ahí mismo se supo que no había aparato político capaz de lograr que volviera a ser de una pieza el candidato destazado ante los millones que asistieron al debate en el ágora electrónica. Claro que, además de eso, los titiriteros del alto vacío movieron los hilos de la convocatoria al voto útil. Y el hartazgo con los dislates del priato tardío hizo el resto.
Nueve años en el poder cumplirá el PAN. Son responsables de lo sucedido en su guardia. Pero Germán Martínez mantiene la vista fija en el pasado. Pero tiene ojos y no ve. O nada aprende. Su tropezón en el programa-debate de Televisa no tendrá efectos tan devastadores como el del patético lamento de Labastida. Pero la obsesión con las descalificaciones, con las campañas negativas, le impide cambiar de tono y corregir el rumbo. Insensible al dolor de los padres de las criaturas muertas en la bodega donde instalaron una guardería subrogada del IMSS, mezcla la tragedia con la comedia electoral: declara que Eduardo Bours es un ignorante cacique. El gobernador de Sonora y Fernando Gómez Mont se enfrascaron en absurdo duelo por presuntas ofensas a Calderón, por el tono de Bours para exigir al gobierno federal que asumiera su responsabilidad en la investigación del crimen.
Ya son 48 las criaturas muertas en el incendio de la guardería ABC de Hermosillo. Estamos ante un acto criminal. Y Daniel Karam, director del IMSS, responsable de la seguridad de esos niños en el servicio subrogado a particulares, ha optado por exhibir una incompetencia monumental: asegura que no han dado con la relación de empresas y socios que explotan guarderías subrogadas. Ocultar esos datos es una confesión de culpabilidad; pone en desventaja a la PGR y añade una lápida a las candidaturas panistas en las elecciones de medio sexenio. No es que sean de lento aprendizaje. Quieren legislar y litigar en lugar de ejercer las facultades que la ley les otorga; se empeñan en hacer del poder político púlpito para predicar su fe religiosa y su empeño en destruir el Estado laico.
Eso decidirá el 5 de julio. Elección, o votos anulados para expresar tempranero repudio al sistema plural de partidos. No es un plebiscito. Pero el Ejército está en las calles y es hora de fijar el rumbo; ha cambiado el entorno global y aunque la recuperación de la crisis estuviera próxima, economía y estructuras políticas están al borde del abismo. O el voto, o la organización ciudadana para lograr el cambio de régimen pospuesto para dar vueltas a la noria y dejar hacer al mercado y la flamante oligarquía.
No es un plebiscito sobre la popularidad de Felipe Calderón, sobre el valor del Presidente que proclaman sus propagandistas y reconocen los aliados en la guerra contra el crimen organizado. Tampoco será referendo que resuelva por omisión el final del sistema plural de partidos al que dimos rango constitucional.
Quien apuesta todo al vuelo de una moneda es el presidente Manuel Zelaya, quien propuso reformar la Constitución y aprobar la relección presidencial mediante lo que llama encuesta popular. Y se metió en Honduras: el Congreso intentó declararlo incompetente para gobernar; el ejército repuso en su puesto al destituido jefe del Estado Mayor Conjunto de las fuerzas armadas, Romeo Vázquez, quien se negó a repartir el material para la encuesta de opinión ciudadana. En Tegucigalpa el ejército está en las calles.
Lo que allí ocurra será una prueba para la OEA y para la actual administración de Estados Unidos, dice Fidel Castro; y los países del Mercado Común del Sur, los de la Alternativa Bolivariana, así como los integrantes del Sistema de Integración Centroamericano, respaldan al gobierno constitucional hondureño. Zelaya asegura que hará su consulta, pero no quiere que los soldados estén en las calles. Se habla de fallida intentona de golpe de Estado y el Congreso dominado por la derecha se suma a la oligarquía y a los militares que rechazan la reforma electoral y la relección propuesta. Ayer se hablaba de vuelta a la normalidad. Queda la incertidumbre sobre la instalación de la llamada cuarta urna para convocar a una asamblea constituyente en las elecciones generales.
En México, el Ejército está en las calles y ahí se mezclan la sensación de seguridad y la inquietud por la militarización que prolonga el estado de sitio ficticio. Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno del Distrito Federal, asegura que se actúa de acuerdo con el Ejecutivo. Felipe Calderón pregona victorias en la guerra al crimen organizado y predica el valor de la redención religiosa al decir que los jóvenes se hacen adictos a las drogas porque no creen en Dios, porque no lo conocen. Los jerarcas de la Iglesia católica llaman aberrante a la legislación que no castiga a los portadores de pequeñas cantidades específicas de algunas drogas, y recuerda a los narcotraficantes el llamado del Papa amigo de México: ¡conviértanse!”
No hay riesgo de cuartelazos en el horizonte de la República federal, laica y democrática. Pero los jefes y oficiales del Ejército han manifestado insistentemente la iniciativa del mando civil para legitimar la intervención prolongada de los soldados en la guerra contra el crimen organizado. El combate al narcotráfico, el secuestro y otros delitos del orden común agravian y dañan a la comunidad nacional, a los ciudadanos, a la oligarquía de nuestra aristocracia pulquera y a los millones de pobres que sobreviven en la miseria y al borde de la hambruna. El combate al narco que ha infiltrado todas las áreas del poder constituido, no sólo ha cobrado vidas y hecho rodar cabezas: ha fisurado el marco institucional de la República y sembrado el miedo. De ahí que se cuestione severamente utilizar el combate a ese peligro como argumento de estrategia electoral.
Dígalo si no el silencio de Germán Martínez ante la respuesta de Beatriz Paredes al ya habitual uso de acusaciones al turbio pasado del PRI. En el PAN, dijo el dirigente nacional del partido en el poder, no toleramos ni solapamos cómplices del crimen organizado, y exhibió una fotografía de Mario Villanueva, ex gobernador de Quintana Roo, indiciado y encarcelado por complicidad en el tráfico de drogas. Ah, en la foto aparecía Beatriz Paredes, según hizo notar Germán Martínez con sonrisa que quiso ser irónica y se hizo rictus amargo al responder la tlaxcalteca que los cargos y el encarcelamiento de ese priísta se hicieron por un gobierno priísta. Se hizo el silencio en el programa-debate conducido por Joaquín López Dóriga, en el que participó también Jesús Ortega, tercero en discordia.
Dicen los expertos que nadie gana un debate entre candidatos, o entre dirigentes de partidos políticos contendientes. Que nadie gana. Que siempre hay quien pierda al cometer un error espectacular, o tropezar con sus propias palabras. Imposible olvidar el patético instante en el que Francisco Labastida decidió enlistar los agravios a su persona por Vicente Fox: Me ha dicho mandilón... me ha llamado La vestida. Y ahí mismo se supo que no había aparato político capaz de lograr que volviera a ser de una pieza el candidato destazado ante los millones que asistieron al debate en el ágora electrónica. Claro que, además de eso, los titiriteros del alto vacío movieron los hilos de la convocatoria al voto útil. Y el hartazgo con los dislates del priato tardío hizo el resto.
Nueve años en el poder cumplirá el PAN. Son responsables de lo sucedido en su guardia. Pero Germán Martínez mantiene la vista fija en el pasado. Pero tiene ojos y no ve. O nada aprende. Su tropezón en el programa-debate de Televisa no tendrá efectos tan devastadores como el del patético lamento de Labastida. Pero la obsesión con las descalificaciones, con las campañas negativas, le impide cambiar de tono y corregir el rumbo. Insensible al dolor de los padres de las criaturas muertas en la bodega donde instalaron una guardería subrogada del IMSS, mezcla la tragedia con la comedia electoral: declara que Eduardo Bours es un ignorante cacique. El gobernador de Sonora y Fernando Gómez Mont se enfrascaron en absurdo duelo por presuntas ofensas a Calderón, por el tono de Bours para exigir al gobierno federal que asumiera su responsabilidad en la investigación del crimen.
Ya son 48 las criaturas muertas en el incendio de la guardería ABC de Hermosillo. Estamos ante un acto criminal. Y Daniel Karam, director del IMSS, responsable de la seguridad de esos niños en el servicio subrogado a particulares, ha optado por exhibir una incompetencia monumental: asegura que no han dado con la relación de empresas y socios que explotan guarderías subrogadas. Ocultar esos datos es una confesión de culpabilidad; pone en desventaja a la PGR y añade una lápida a las candidaturas panistas en las elecciones de medio sexenio. No es que sean de lento aprendizaje. Quieren legislar y litigar en lugar de ejercer las facultades que la ley les otorga; se empeñan en hacer del poder político púlpito para predicar su fe religiosa y su empeño en destruir el Estado laico.
Eso decidirá el 5 de julio. Elección, o votos anulados para expresar tempranero repudio al sistema plural de partidos. No es un plebiscito. Pero el Ejército está en las calles y es hora de fijar el rumbo; ha cambiado el entorno global y aunque la recuperación de la crisis estuviera próxima, economía y estructuras políticas están al borde del abismo. O el voto, o la organización ciudadana para lograr el cambio de régimen pospuesto para dar vueltas a la noria y dejar hacer al mercado y la flamante oligarquía.
El Buscón: Telescopio
En clave antikirchnerista: Los diarios argentinos, porque lo prohíbe la ley electoral, no pueden hablar sobre las elecciones legislativas de este domingo. Como son en su inmensa mayoría opositores, igual que los canales televisivos utilizan la difusión de la gripe H1N1 para acusar al gobierno de inercia e incapacidad. La Nación destaca en esta tarea y Clarín, por su parte, informa que el gobierno está dividido entre quienes quieren comprar insumos para frenar la pandemia y los que proponen además declarar ya la emergencia sanitaria nacional y prohibir los eventos masivos. Expreso, ecuatoriano, habla en cambio de la lucha del campo contra Kirchner (es su visión del enfrentamiento entre el gobierno industrialista-distribucionista y los soyeros, los grandes exportadores cerealeros y el capital financiero internacional) y Folha de Sao Paulo titula que Kirchner participa sin ventajas pues espera que la oposición conservadora tenga buenos resultados. Clarín ataca también a otro aliado del kirchnerismo, Lula, y, descubriéndose ecologista, dice que éste acaba de regalar 67.4 millones de hectáreas amazónicas a ganaderos y soyeros, a razón de mil 500 hectáreas a cada beneficiado, que podrá derribar los árboles en un quinto de esas tierras e incluso venderlas al cabo de tres años, lo cual favorecería la constitución de enormes latifundios.
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Honduras: contexto de la crisis política
Honduras vive desde hace varios días una profunda crisis política a consecuencia de la iniciativa, lanzada por el presidente Manuel Zelaya y respaldada por distintos sectores de la sociedad, de realizar una encuesta con miras al establecimiento de una asamblea constituyente.
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El Correo Ilustrado
Muestran mandatarios federal y del Edomex odio desmedido contra atenquenses, señala
¿No es bastante y exagerada pena la de 45 años de prisión a Ignacio del Valle para que ahora quieran embargar la casa de su familia? ¿No es bastante indigno ya un sistema de justicia que encierra a luchadores sociales en cárceles de extrema seguridad? ¿No es lo suficientemente vergonzosa ya la imagen que exporta el sistema político y judicial mexicano? Este nuevo embate contra la familia Del Valle refleja una vez más el odio y la saña con la que se mueven los ejecutivos federal y mexiquense en contra de los pobladores de San Salvador Atenco, un odio desmedido, que asusta, que indigna, que entristece. Que nos rebela.
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Los jueces, en un estado de derecho, existen para decir el derecho. En unos casos fijan el sentido de las normas o de la misma Constitución de la cual ellas derivan; en otros, coadyuvan a la conducción de los procesos que se siguen para establecer el fin que se persigue normativamente; en otros, también, deciden en un conflicto de intereses jurídicos cuál de ellos tiene la razón y debe prevalecer, y, en otros, en fin, equilibran la acción de intereses que en la realidad son abiertamente desiguales en sus propias posibilidades y, así, lograr la justicia.
Dejemos de lado el deseo que todos los ciudadanos tenemos de que nuestros jueces sean, siempre y en todo caso, personas probas, impolutas, sabias, responsables y partidarias, ante todo, de la causa de la justicia. Sucede que, como nuestros políticos, son también gente de carne y hueso y no ángeles ni querubines. Pese a sus terrenales defectos y deficiencias, tenemos el derecho a esperar de ellos, por lo menos, que se sujeten a la ley y la respeten. No es lo que tenemos con la actuación de los siete magistrados que integran el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). Iztapalapa es sólo un caso.
Cuando en las elecciones para la presidencia del PRD se alegó como causa de nulidad de votaciones en casillas el que las mismas no hubieran sido recibidas por miembros de ese partido, según establece el artículo 124, inciso d), del Reglamento General de Elecciones y Consultas del sol azteca, los magistrados del tribunal decidieron que no había lugar a la anulación. Con ello le dieron el triunfo a Jesús Ortega como dirigente nacional del partido. No hubo modo de objetar esa resolución.
En su momento, yo estuve de acuerdo con ello. No, en cambio, con muchas otras causales de nulidad que los magistrados ni siquiera mencionan en su resolución, como la abundancia de casillas llamadas zapato o casillas que ni siquiera se instalaron y que se dieron por buenas. Por eso sorprende su actuación en el caso de las elecciones internas para candidatos a la delegación de Iztapalapa. Aquel argumento ahora se dio por válido y se anuló el triunfo de Clara Brugada para darlo a Silvia Oliva. ¿Cómo explicar que no sólo la misma autoridad, sino los mismos magistrados ahora dan por bueno un argumento que antes desecharon? Con el agravante, además, de que la quejosa, Oliva, ni siquiera lo adujo en su demanda.
De las actuaciones de Oliva Fragoso y de Brugada ante el Tribunal Electoral del DF resultaron anuladas, respectivamente, 25 y nueve casillas, con lo que el triunfo siguió siendo de la segunda. A demanda de Oliva sobre 58 casillas, los magistrados del TEPJF invalidaron otras 47, con lo que revirtieron el resultado de la elección interna, cuidando de no llegar a la anulación de 20 por ciento de las casillas para no invalidar la misma elección. Esto último está razonado ampliamente en la sentencia SUP-JDC-497/2009, con ponencia de Pedro Esteban Penagos López.
Mi maestro de derecho procesal civil y derecho procesal del trabajo en la Universidad Michoacana, Arturo Valenzuela, nos decía que el derecho procesal es la verdadera ciencia matemática del derecho. Todo tiene que ser exacto y preciso. De otro modo no hay manera de decir el derecho ni hacer justicia. Cuando el juzgador actúa supliéndose a la queja, lo que quiere decir que va a corregir y a perfeccionar los planteamientos que el promovente no acaba de discernir, para que tenga mejor oportunidad de que se le haga justicia, no está actuando de oficio, porque sobre la materia no agrega nada, sólo corrige y mejora el alegato de la misma.
En realidad, los magistrados no se sustituyeron a Oliva Fragoso en el planteamiento de su queja, sino que se volvieron quejosos, reconstituyendo la queja misma por motivos que ella estuvo lejos de alegar. El 2 de junio solicitó a la sala superior del TEPJF que atrajera el caso. En principio, el tribunal rechazó la petición por extemporánea (debió hacerla el 18 de mayo anterior). Sin que mediara fundamento alguno, la sala superior, con ponencia del magistrado Manuel González Oropeza, de oficio, así como suena, resolvió ejercer la atracción. Ahora veamos:
De todas las causales de nulidad que Oliva Fragoso alegó contra la resolución del TEDF sólo prosperó una, referente a una casilla (la IZ-24-20-125-3), en la que el tribunal local anuló 193 votos, mientras Oliva alegó 96. Entonces, los magistrados actuaron por su cuenta, aduciendo el artículo 124, inciso d), del reglamento del PRD mencionado, según el cual la votación debía ser recibida por miembros de ese partido.
El tribunal del DF, en ponencia del magistrado Armando Maitret, estableció que el encarte (la publicación de la lista de casillas e integrantes de las mismas) fue avalado y publicado por la dirección del PRD, después de haber sido insaculados legalmente los integrantes de las mesas de casillas. Se trataba –lo postuló el magistrado ponente– de un hecho definitivo, además, sustentado por resoluciones del propio TEPJF. Por lo cual, aparte de extemporánea, la actuación de los magistrados del TEPJF es totalmente arbitraria. Aunque no fueran miembros del PRD, quienes recibieron las votaciones estaban de antemano avalados por el partido. ¿Cómo pudieron los magistrados actuar de oficio, pasando por alto algo inapelable, como es el principio de definitividad?
En derecho procesal, todo acto resolutivo de una autoridad judicial debe ser definitivo, porque, si no, lo que sigue no tiene sustento. Los magistrados lo ignoraron. Abolieron con su actuación, también, el principio de certeza jurídica, que depende del anterior. La justicia fue muy mal servida y atropellada. Eduardo Huchim ha señalado con atingencia el hecho de que los magistrados se esperaron hasta que la papelería de la elección estaba ya hecha y no podía cambiarse, de modo que ahora estamos ante la insólita circunstancia de que los ciudadanos de Iztapalapa votarán por Clara Brugada, pero no votarán por ella, sino por Silvia Oliva.
La pelotera que luego armó el TEPJF, obligando, perentoriamente (con un plazo de ocho horas) al Instituto Electoral del DF a registrar a Oliva, no obstante que ésta no había presentado constancia de gastos de campaña y bajo la reserva de que en caso de que no diera cumplimiento a esa obligación su registro sería invalidado, creó la absurda hipótesis, como también lo señaló Huchim, de que los ciudadanos votarían por Oliva sólo para que Brugada, como segundo lugar, finalmente, fuera la beneficiaria. ¿Es eso justicia electoral?
Dejemos de lado el deseo que todos los ciudadanos tenemos de que nuestros jueces sean, siempre y en todo caso, personas probas, impolutas, sabias, responsables y partidarias, ante todo, de la causa de la justicia. Sucede que, como nuestros políticos, son también gente de carne y hueso y no ángeles ni querubines. Pese a sus terrenales defectos y deficiencias, tenemos el derecho a esperar de ellos, por lo menos, que se sujeten a la ley y la respeten. No es lo que tenemos con la actuación de los siete magistrados que integran el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). Iztapalapa es sólo un caso.
Cuando en las elecciones para la presidencia del PRD se alegó como causa de nulidad de votaciones en casillas el que las mismas no hubieran sido recibidas por miembros de ese partido, según establece el artículo 124, inciso d), del Reglamento General de Elecciones y Consultas del sol azteca, los magistrados del tribunal decidieron que no había lugar a la anulación. Con ello le dieron el triunfo a Jesús Ortega como dirigente nacional del partido. No hubo modo de objetar esa resolución.
En su momento, yo estuve de acuerdo con ello. No, en cambio, con muchas otras causales de nulidad que los magistrados ni siquiera mencionan en su resolución, como la abundancia de casillas llamadas zapato o casillas que ni siquiera se instalaron y que se dieron por buenas. Por eso sorprende su actuación en el caso de las elecciones internas para candidatos a la delegación de Iztapalapa. Aquel argumento ahora se dio por válido y se anuló el triunfo de Clara Brugada para darlo a Silvia Oliva. ¿Cómo explicar que no sólo la misma autoridad, sino los mismos magistrados ahora dan por bueno un argumento que antes desecharon? Con el agravante, además, de que la quejosa, Oliva, ni siquiera lo adujo en su demanda.
De las actuaciones de Oliva Fragoso y de Brugada ante el Tribunal Electoral del DF resultaron anuladas, respectivamente, 25 y nueve casillas, con lo que el triunfo siguió siendo de la segunda. A demanda de Oliva sobre 58 casillas, los magistrados del TEPJF invalidaron otras 47, con lo que revirtieron el resultado de la elección interna, cuidando de no llegar a la anulación de 20 por ciento de las casillas para no invalidar la misma elección. Esto último está razonado ampliamente en la sentencia SUP-JDC-497/2009, con ponencia de Pedro Esteban Penagos López.
Mi maestro de derecho procesal civil y derecho procesal del trabajo en la Universidad Michoacana, Arturo Valenzuela, nos decía que el derecho procesal es la verdadera ciencia matemática del derecho. Todo tiene que ser exacto y preciso. De otro modo no hay manera de decir el derecho ni hacer justicia. Cuando el juzgador actúa supliéndose a la queja, lo que quiere decir que va a corregir y a perfeccionar los planteamientos que el promovente no acaba de discernir, para que tenga mejor oportunidad de que se le haga justicia, no está actuando de oficio, porque sobre la materia no agrega nada, sólo corrige y mejora el alegato de la misma.
En realidad, los magistrados no se sustituyeron a Oliva Fragoso en el planteamiento de su queja, sino que se volvieron quejosos, reconstituyendo la queja misma por motivos que ella estuvo lejos de alegar. El 2 de junio solicitó a la sala superior del TEPJF que atrajera el caso. En principio, el tribunal rechazó la petición por extemporánea (debió hacerla el 18 de mayo anterior). Sin que mediara fundamento alguno, la sala superior, con ponencia del magistrado Manuel González Oropeza, de oficio, así como suena, resolvió ejercer la atracción. Ahora veamos:
De todas las causales de nulidad que Oliva Fragoso alegó contra la resolución del TEDF sólo prosperó una, referente a una casilla (la IZ-24-20-125-3), en la que el tribunal local anuló 193 votos, mientras Oliva alegó 96. Entonces, los magistrados actuaron por su cuenta, aduciendo el artículo 124, inciso d), del reglamento del PRD mencionado, según el cual la votación debía ser recibida por miembros de ese partido.
El tribunal del DF, en ponencia del magistrado Armando Maitret, estableció que el encarte (la publicación de la lista de casillas e integrantes de las mismas) fue avalado y publicado por la dirección del PRD, después de haber sido insaculados legalmente los integrantes de las mesas de casillas. Se trataba –lo postuló el magistrado ponente– de un hecho definitivo, además, sustentado por resoluciones del propio TEPJF. Por lo cual, aparte de extemporánea, la actuación de los magistrados del TEPJF es totalmente arbitraria. Aunque no fueran miembros del PRD, quienes recibieron las votaciones estaban de antemano avalados por el partido. ¿Cómo pudieron los magistrados actuar de oficio, pasando por alto algo inapelable, como es el principio de definitividad?
En derecho procesal, todo acto resolutivo de una autoridad judicial debe ser definitivo, porque, si no, lo que sigue no tiene sustento. Los magistrados lo ignoraron. Abolieron con su actuación, también, el principio de certeza jurídica, que depende del anterior. La justicia fue muy mal servida y atropellada. Eduardo Huchim ha señalado con atingencia el hecho de que los magistrados se esperaron hasta que la papelería de la elección estaba ya hecha y no podía cambiarse, de modo que ahora estamos ante la insólita circunstancia de que los ciudadanos de Iztapalapa votarán por Clara Brugada, pero no votarán por ella, sino por Silvia Oliva.
La pelotera que luego armó el TEPJF, obligando, perentoriamente (con un plazo de ocho horas) al Instituto Electoral del DF a registrar a Oliva, no obstante que ésta no había presentado constancia de gastos de campaña y bajo la reserva de que en caso de que no diera cumplimiento a esa obligación su registro sería invalidado, creó la absurda hipótesis, como también lo señaló Huchim, de que los ciudadanos votarían por Oliva sólo para que Brugada, como segundo lugar, finalmente, fuera la beneficiaria. ¿Es eso justicia electoral?
Los ritmos del Pachakuti, el libro más reciente de Raquel Gutiérrez Aguilar, es un audaz intento del pensamiento, y de una experiencia de vida que lo respalda y nutre, la de Raquel, para entender y explicar los ritmos y los tiempos de una de esas violentas transformaciones en las relaciones sociales que llamamos revolución, a partir de un caso único, actual y revelador: la nueva revolución boliviana, iniciada en el año 2000 con la guerra del agua y que, como el rayo de Miguel Hernández, no quiere cesar.
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El acuerdo ya firmado, el 5 de mayo, entre el director general de Pemex Petroquímica, Rafael Beverido, y el director general de la empresa Mexichem, es claro. Se entra en un periodo de preparativos técnicos, controlado de hecho por la empresa privada, pues son tres partes: las dos firmantes y un tecnólogo que será contratado por Mexichem. Sobre esta base se celebrará un contrato de comodato. Quiero señalar que en ninguno de estos casos ha habido concurso, licitación, ni nada por el estilo.
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Los dados no están cargados y todos están sobre la mesa: en la economía no se avista todavía nada bueno y las caídas en el empleo y la actividad económica dominan el panorama y abruman las expectativas. En lo político, emergen aspirantes a convertirse en actores pero su eficiencia representativa y su capacidad de durar está a prueba, antes y después del 5 de julio. Las bravatas contra la clase política sirven de poco si de renovar y airear el discurso político se trata. Supongo que su utilidad marginal está en otra parte y de lo que tendrá que cuidarse este discurso pendenciero es de no caer pronto en los rendimientos decrecientes, cuando no negativos.
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El derecho al voto ha costado demasiado como para no ejercerlo y confundirse en la gran masa grisácea de las abstenciones, junto con los ausentes, los enfermos y los despolitizados que aceptan ser esclavos. Pero la cuestión de cómo y por qué se vota depende exclusivamente de lo que haga avanzar más la conciencia y la organización de las víctimas de un sistema que las obliga cada tanto a elegir entre los diversos candidatos a gobernar contra ellas, a cocinarlas en diferentes salsas. O, en el mejor de los casos, a dar un voto, simbólico, casi un saludo a la bandera, a una pequeña organización para intentar reforzar un núcleo posible de un futuro partido anticapitalista de masas o para mantener el programa necesario para ello.
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En estos días en que nos abruman con carteles de todo tipo en los cuales nos presentan a personajes, por regla general, desconocidos y a los que dotan de virtudes especiales, uno se pone a pensar si no será necesario que los aspirantes a un puesto político, lo que incluye desde el más modesto miembro de un municipio hasta un presidente de la República, pasaran por un periodo de aprendizaje en escuelas especializadas que estarían facultadas para otorgar títulos que serían elementos esenciales para poder optar por una posición de mando.
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La Gran crisis ha sido secuestrada por la recesión económica. Desde fines de 2008 nos hicieron perdediza la debacle generalizada que debatíamos antes de que el estallido de la burbuja financiera y sus secuelas capturaran la atención de especialistas y legos. Escamoteo alarmante porque identificar crisis con crisis económica es hacer a un lado evidencias de que vivimos un quiebre histórico que reclama un drástico cambio de rumbo, para encerrarnos en el debate sobre los meses que faltan para la recuperación y los ajustes necesarios para que se reanude la acumulación capitalista. El bache recesivo importa, claro, pero hay que ubicarlo en el desbarajuste múltiple y duradero que nos aqueja desde fines del pasado siglo. Y para esto hay que establecer algunas diferencias entre crisis múltiple y recesión:
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Hace cerca de una década escribimos una crónica en estás páginas sobre una auténtica joya arquitectónica que se encuentra en el castizo barrio de La Merced: la capillita de Manzanares, aclarando que en este caso el diminutivo no es sólo por cariño, sino que corresponde fielmente a las dimensiones del inmueble. De origen oscuro, lo único que se sabe con certeza es que data del siglo XVIII, que su estilo es el llamado churriguera-mexicano y que su diseño corresponde al de un gran templo, con sus dos torrecitas con sendas campanas, detalle extrañísimo, tratándose de capillas que no tienen esa concesión, ya que Manzanares (es el nombre de la calle) no tiene advocación conocida; en el altar principal se venera un antiguo Cristo crucificado, acompañado de dos imágenes estofadas de muy buena calidad. Con cupo para sólo tres filas de bancas, para cuatro personas cada una, tiene, sin embargo, su coro alto, marcos de cantera bien labrada y todos los ornamentos propios de un gran templo
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Hace cerca de una década escribimos una crónica en estás páginas sobre una auténtica joya arquitectónica que se encuentra en el castizo barrio de La Merced: la capillita de Manzanares, aclarando que en este caso el diminutivo no es sólo por cariño, sino que corresponde fielmente a las dimensiones del inmueble. De origen oscuro, lo único que se sabe con certeza es que data del siglo XVIII, que su estilo es el llamado churriguera-mexicano y que su diseño corresponde al de un gran templo, con sus dos torrecitas con sendas campanas, detalle extrañísimo, tratándose de capillas que no tienen esa concesión, ya que Manzanares (es el nombre de la calle) no tiene advocación conocida; en el altar principal se venera un antiguo Cristo crucificado, acompañado de dos imágenes estofadas de muy buena calidad. Con cupo para sólo tres filas de bancas, para cuatro personas cada una, tiene, sin embargo, su coro alto, marcos de cantera bien labrada y todos los ornamentos propios de un gran templo
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Carlos Bonfil: Sociedad de cine Tlatelolco
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Carlos Bonfil: Sociedad de cine Tlatelolco
Sociedad de Cine, el concepto es novedoso en México, aun cuando su origen directo sea el de las Film Societies estadunidenses, encargadas de promover y difundir el cine alternativo en un marco más amplio que el restringido circuito de los cine clubes. Un caso emblemático: la Film Society of Lincoln Center, en Nueva York, que anualmente congrega a más de 200 mil cinéfilos y trabajadores de esta industria en actividades interactivas muy diversas que incluyen conferencias, retrospectivas, happenings e inclusive conciertos.
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Carlos Monsiváis
Tristísimo panteón, yo te saludo
En unos cuantos meses, varias instituciones nacionales se han ido al diablo, enviadas a tan distante o cercano lugar por sectores amplísimos de la ciudadanía e incluso de la preciudadanía (los niños también no votan). La profecía autocumplida: tanto decir que nadie cree en nada y resulta que los encargados de la convocatoria de la fe son los más escépticos: “La gente ya se cansó de que le vean la cara y no soporta un minuto más su resignación”. Donde dice gente debe decir yo mero.
Como el tema es inevitable, ofrezco una lista sumaria de algunas instituciones y parainstituciones enviadas al diablo en estos días:
La transición democrática
¡Cuánta sabiduría desperdiciada! ¡Cuánta sagacidad politológica que se desvanece en las brumas de mesas redondas, coloquios, simposios, paneles televisivos, artículos, sesudos ensayos de extensión que prospera al ritmo de las alegrías teóricas! Hacia allá vamos, se dijo durante décadas, hacia la democracia que, definida con celeridad, quería decir el nuevo tiempo histórico, o la nueva perspicacia social, o la relación directa entre confianza y conteo de votos. Y se tomaban como signos de esperanza el que un candidato del PRI ganara sólo con 70% de los votos, o que alguien se insolentara con el alcalde. Eso, al principio, luego la crítica fue lo más común, así no fuera lo más atendido, el PRI perdía en algunos lados, la oposición ya no se sentía tan excluida y…
Hacia allá, hacia la transición, se iba entre el río de ponencias y de artículos que alegaban lo mismo pero con cifras renovadas: “El 34% de los encuestados estuvo de acuerdo: si Pericles viviera con nosotros estuviera”. En un momento dado, se creyó en lo definitivo del avance; sacaremos a este buey de Los Pinos, gritó Vicente Fox, que fue presidente, hecho fatídico que se recuerda para que al país no le dé por envanecerse, y en el 2000 se volvió sonido triunfal el rumor de las tesis, las ponencias, los debates. Eso mientras la derecha analfabetizó las cimas del poder: donde dice “teoría del Estado” debe decir “¿Y yo por qué?”.
* * *
Nueve años después, el tumulto incesante de papers ya no vierte su lucidez en el análisis de la transición, sino en variantes del desencanto: la transición a la regresión, el salto hacia atrás para algún día tomar vuelo, y me perdonas que interrumpa este diálogo pero aún no termino mi ponencia sobre “Desánimo y frustración a la hora de la crisis”.
Los partidos políticos
Un régimen de partidos. En la marejada de renuncias firmadas al candor, vayan o no en dirección al voto nulo, el régimen de partidos se deteriora o fragmenta. ¿Quién le cree a un sistema que hizo a un lado la ideología para que nada más cupiera la mercadotecnia? En lo que va de la campaña de 2009 las ideas y los proyectos de nación del PRI, del PAN, del PRD y del Verde Ecologista, estos últimos promotores de la pena máxima al presupuesto de la nación, no han hablado ni por llenar el tiempo de algo parecido a problemas y soluciones. Todo se ha ido en consignas: “México, creo en ti porque me tienes de candidato/ Fulano, te llevarás a la tumba mis promesas/ Vota por el partido que mejor represente los intereses de la religión de tu infancia, de la verdadera religión, el partido que resguarda la vida de la criatura desde el día en que los padres se conocieron hasta la impartición de los santos óleos”.
Hágase historia: el sistema de partidos se desenvolvió mal pero sin demasiados escándalos hasta la irrupción del narcotráfico, la megaindustria que reinventa el pecado original. Y con el narcotráfico vino la sospecha, el equivalente actual del pecado mortal: “Se dice que el narco le pagó su campaña/ La gente sospecha del alcalde porque no se le conocen nexos con el narco. ¿Con quién o en qué estará metido?/ Esa casota no la hizo con su sueldo de inspector de aduanas. Me sospecho otra cosa/ ¿No se te hace sospechoso ese mall siempre vacío y los dueños de los negocios tan prósperos?”.
La sospecha es la más canallesca de las generalizaciones, y en esta época es también la más ubicua. El que sospecha se siente a salvo porque su actitud es una “declaración de bienes”: sospecho y este recelo me salva. Pero la sospecha alcanzó a las campañas electorales y a las administraciones y a las instituciones y a la riqueza misma, esa que antes venía del cielo, precedida de la bendición de los clérigos. Y la sospecha sitúa a los partidos como el archivo probable del sospechosismo (gracias, senador Creel, por esa contribución lingüística). Sospecha, sospecha, que algo queda.
La ineficacia probada
Y aun sin la sensación de que el delito es el oxígeno alterno de la República, ¿quién niega la profundidad del desencanto? Lo mínimo que se les pedía a los gobernantes era la eficacia institucional, pero, oh, CEO del Averno, los encargados de guiar a la nación en sus distintos niveles ni son eficaces ni resultan confiables. De buenas familias sí, algunos, si por buenas familias se entiende las que llevan haciendo negocios con el gobierno desde hace más de 30 años; de posgrado en ristre bastantes, y con el conocimiento suficiente como para que la vanidad no desplace a la soberbia; de vida social cuantiosa, sin duda alguna, en dónde más podrían comentar la grandeza con que salvan a la patria, ese concepto tan envejecido. Todo esto sí, pero eficaces, pues francamente no. No se trata de que ignoren la historia, la cultura y las necesidades del país, es que han invertido toda su sabiduría en el aspecto, los gestos, el amor por el currículum, el desprecio por el populismo (no les pidan que lo definan), y a fin de cuentas se han quedado enfurecidos cada que deben aclarar un asunto. For God’s sake, no se puede aceptar al mismo tiempo el puesto y las responsabilidades. Gimme a break.
Escritor
Como el tema es inevitable, ofrezco una lista sumaria de algunas instituciones y parainstituciones enviadas al diablo en estos días:
La transición democrática
¡Cuánta sabiduría desperdiciada! ¡Cuánta sagacidad politológica que se desvanece en las brumas de mesas redondas, coloquios, simposios, paneles televisivos, artículos, sesudos ensayos de extensión que prospera al ritmo de las alegrías teóricas! Hacia allá vamos, se dijo durante décadas, hacia la democracia que, definida con celeridad, quería decir el nuevo tiempo histórico, o la nueva perspicacia social, o la relación directa entre confianza y conteo de votos. Y se tomaban como signos de esperanza el que un candidato del PRI ganara sólo con 70% de los votos, o que alguien se insolentara con el alcalde. Eso, al principio, luego la crítica fue lo más común, así no fuera lo más atendido, el PRI perdía en algunos lados, la oposición ya no se sentía tan excluida y…
Hacia allá, hacia la transición, se iba entre el río de ponencias y de artículos que alegaban lo mismo pero con cifras renovadas: “El 34% de los encuestados estuvo de acuerdo: si Pericles viviera con nosotros estuviera”. En un momento dado, se creyó en lo definitivo del avance; sacaremos a este buey de Los Pinos, gritó Vicente Fox, que fue presidente, hecho fatídico que se recuerda para que al país no le dé por envanecerse, y en el 2000 se volvió sonido triunfal el rumor de las tesis, las ponencias, los debates. Eso mientras la derecha analfabetizó las cimas del poder: donde dice “teoría del Estado” debe decir “¿Y yo por qué?”.
* * *
Nueve años después, el tumulto incesante de papers ya no vierte su lucidez en el análisis de la transición, sino en variantes del desencanto: la transición a la regresión, el salto hacia atrás para algún día tomar vuelo, y me perdonas que interrumpa este diálogo pero aún no termino mi ponencia sobre “Desánimo y frustración a la hora de la crisis”.
Los partidos políticos
Un régimen de partidos. En la marejada de renuncias firmadas al candor, vayan o no en dirección al voto nulo, el régimen de partidos se deteriora o fragmenta. ¿Quién le cree a un sistema que hizo a un lado la ideología para que nada más cupiera la mercadotecnia? En lo que va de la campaña de 2009 las ideas y los proyectos de nación del PRI, del PAN, del PRD y del Verde Ecologista, estos últimos promotores de la pena máxima al presupuesto de la nación, no han hablado ni por llenar el tiempo de algo parecido a problemas y soluciones. Todo se ha ido en consignas: “México, creo en ti porque me tienes de candidato/ Fulano, te llevarás a la tumba mis promesas/ Vota por el partido que mejor represente los intereses de la religión de tu infancia, de la verdadera religión, el partido que resguarda la vida de la criatura desde el día en que los padres se conocieron hasta la impartición de los santos óleos”.
Hágase historia: el sistema de partidos se desenvolvió mal pero sin demasiados escándalos hasta la irrupción del narcotráfico, la megaindustria que reinventa el pecado original. Y con el narcotráfico vino la sospecha, el equivalente actual del pecado mortal: “Se dice que el narco le pagó su campaña/ La gente sospecha del alcalde porque no se le conocen nexos con el narco. ¿Con quién o en qué estará metido?/ Esa casota no la hizo con su sueldo de inspector de aduanas. Me sospecho otra cosa/ ¿No se te hace sospechoso ese mall siempre vacío y los dueños de los negocios tan prósperos?”.
La sospecha es la más canallesca de las generalizaciones, y en esta época es también la más ubicua. El que sospecha se siente a salvo porque su actitud es una “declaración de bienes”: sospecho y este recelo me salva. Pero la sospecha alcanzó a las campañas electorales y a las administraciones y a las instituciones y a la riqueza misma, esa que antes venía del cielo, precedida de la bendición de los clérigos. Y la sospecha sitúa a los partidos como el archivo probable del sospechosismo (gracias, senador Creel, por esa contribución lingüística). Sospecha, sospecha, que algo queda.
La ineficacia probada
Y aun sin la sensación de que el delito es el oxígeno alterno de la República, ¿quién niega la profundidad del desencanto? Lo mínimo que se les pedía a los gobernantes era la eficacia institucional, pero, oh, CEO del Averno, los encargados de guiar a la nación en sus distintos niveles ni son eficaces ni resultan confiables. De buenas familias sí, algunos, si por buenas familias se entiende las que llevan haciendo negocios con el gobierno desde hace más de 30 años; de posgrado en ristre bastantes, y con el conocimiento suficiente como para que la vanidad no desplace a la soberbia; de vida social cuantiosa, sin duda alguna, en dónde más podrían comentar la grandeza con que salvan a la patria, ese concepto tan envejecido. Todo esto sí, pero eficaces, pues francamente no. No se trata de que ignoren la historia, la cultura y las necesidades del país, es que han invertido toda su sabiduría en el aspecto, los gestos, el amor por el currículum, el desprecio por el populismo (no les pidan que lo definan), y a fin de cuentas se han quedado enfurecidos cada que deben aclarar un asunto. For God’s sake, no se puede aceptar al mismo tiempo el puesto y las responsabilidades. Gimme a break.
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