Pedro Echeverría V.
1. La conversión de Manuel Zelaya de empresario a gobernante social, el golpe de Estado en Honduras por sectores de la burguesía, el crecimiento de las luchas de los trabajadores en las calles y que organismos como la OEA, la ONU y el mismo gobierno de Obama se hayan pronunciado condenando el golpe de Estado, son una muestra de que la lucha de clases se hace cada vez más fuerte y que muchas cosas pueden cambiar empujadas porque el descontento social se manifiesta. Hay un poderoso movimiento social en América Latina bajo el impulso de muchos gobiernos socialdemócratas y de tendencias socialistas que cada día es más notable. No son aún luchas por el socialismo y la igualdad, pero son luchas progresistas de izquierda indudablemente importantes.
2. La recuperación del gobierno de Honduras por Zelaya es muy importante para el avance de las luchas de los pueblos de América, batallas que aún no son socialistas o autogestivas pero que pueden llegar a serlo si los pueblos siguen presionando fuerte a sus gobiernos. ¿Qué sería Chávez, Morales, Correa, si los indígenas, los campesinos, los sectores populares, no estuvieran luchando desde sus trincheras exigiendo a los gobiernos el cumplimiento de sus demandas? Pero también, ¿qué serían sin el apoyo de estos sectores que los han defendido como gobierno frente a las amenazas y las agresiones de los grandes empresarios, los medios de información y el imperialismo? Parece que muy pronto la OEA será otra cosa porque los cambios son evidentes.
3. Observando algunas imágenes de la reunión del Grupo del Río, de la OEA y de ONU, pude observar el rostro serio y hasta el enojo de algunos presidentes como Calderón de México y otros representantes que no parecían concordar con el discurso radical de Chávez, Ortega y otros, pero no podían salirse de la reunión, tampoco rebatir y tuvieron que “apechugar” lo que allí se estaba aprobando. ¿Tuvieron que someterse a caso a la línea que Obama marcó al no reconocer al gobierno usurpador de Honduras, el tal Micheletti? Lo que sea, lo importante es que ese comportamiento de sumisión hacia los sectores de derecha y militares que se veía en América hace apenas algunos años va cambiando aceleradamente. Los pueblos al fin comienzan a sacudirse y liberarse.
4. Acabo de leer un interesante el artículo de Luis Hernández en La Jornada, en el que relata la “conversión de Manuel Zelaya”, presidente de Honduras, que sufrió un golpe de Estado el pasado domingo y, que a pesar del apoyo mundial que ha recibido, aún no retoma el gobierno. Es notable el escrito porque nos dice que Zelaya es hijo de terratenientes, estudió una carrera y que antes de involucrarse en política se dedicó a hacer exitosos negocios forestales y ganaderos. Que en 1987 fue directivo del Consejo Hondureño de la Empresa Privada y presidente de la asociación gremial de los madereros. Que como mandatario, apoyó el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre República Dominicana, Centroamérica y Estados Unidos en medio de fuertes protestas en su contra.
5. Pero que ello no le impidió a Zelaya acercarse al gobierno de Hugo Chávez y formar parte de Petrocaribe, alianza en materia petrolera signada por varios países caribeños para adquirir combustible venezolano en condiciones de financiamiento preferencial, pagando 50 por ciento en un plazo de 90 días y el resto en 25 años, con una tasa de interés de uno por ciento. Después, dice Hernández, “con el paso del tiempo, su discurso político combinó su adscripción al liberalismo socialista (para que todos los beneficios del sistema vayan allá, donde más se necesitan: las mujeres, los hombres, los niños, los campesinos, los productores), la crítica al intervencionismo estadunidense, el apoyo a Cuba y las invocaciones a Dios”.
6. Es notable el escrito porque nos hace ver y pensar que hasta los terratenientes, los empresarios, los explotadores, los políticos corruptos o clericales pueden de pronto -obligados por la coyuntura de las luchas de los trabajadores y por el apoyo inteligente de fuerzas progresistas internacionales- convertirse en gente que se ponga, aunque sea medianamente, al servicio de los trabajadores. La mayoría de los izquierdistas hemos estado convencidos –históricamente- que esto es extremadamente difícil porque la burguesía forma ideológicamente a sus descendientes a su imagen y semejanza, es decir, con un pensamiento de superioridad; así como al mismo tiempo coloca a sus hijos en posiciones de dominación económica, política y social.
7. Este último juicio puede ser acusado de dogmático o mecanicista, sin embargo aunque han habido rarísimas excepciones, en lo fundamental la dominación de clase (de padres a hijos, por herencia, por generaciones) parece registrarse sin variación, así también se puede ver en política y otros campos. El 90 por ciento de los ricos y políticos sigue dominando a través de las décadas y el 90 por ciento de los campesinos, obreros y sectores populares sigue sojuzgado. En el sistema capitalista no puede ser de otra manera porque los privilegios de clase hacen cada vez más grande la división y los servicios “iguales para todos”, tales como los de educación, salud, vivienda, etcétera, son mucho más y mejor aprovechados por las clases acomodadas.
8. ¿Querrá decir esto que Zelaya es un traidor a su clase (a la burguesía), es decir, un renegado que el pueblo y las izquierdas honestas debamos aplaudir? Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Castro –de los socialistas y marxistas más nombrados- por sus orígenes no fueron unos pobrecitos o muertos hambre; pertenecieron a las clases medias, incluso acomodadas como Engels. Sin embargo, por haber dedicado su vida a teorizar y activar al servicio de las causas de los trabajadores, por convicción combatieron cualquier idea de acumulación capitalista. Más aún, el marxismo y el anarquismo –a pesar de ser enemigos de capitalismo, la explotación y la opresión- se desarrollaron mucho más entre los sectores de la pequeña burguesía, más que entre los trabajadores pobres.
9. Todos los políticos del mundo –millonarios, empresarios, ladrones, de clases medias o de clases pobres- son seres humanos; pero lo que diferencia a un político de otro es su forma de pensar y actuar, sus ideas acerca de las cosas, lo que persigue en su vida. La forma de pensar determina la manera de actuar. No importa el color de su piel, su sexo, su complexión física o sus títulos universitarios. Lo que define a las personas, la política y a los políticos es a qué clase social sirven, que piensan de la igualdad social y cómo se organizan para luchar por un mundo equitativo y justo. En estas batallas por “otro mundo posible” los explotadores y opresores, los grandes empresarios y políticos corruptos nada tienen que hacer porque son ellos los únicos culpables de la desigualdad.
pedroe@cablered.net.mx
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