40 Festival Internacional de Cine de Toronto
Leonardo García Tsao
La actriz Julie Delpy arriba a la alfombra roja de la cinta Lolo, que se estrenó ayer en el festival de cine de esa ciudad
Foto Reuters
Toronto.
En la sección de documentales TIFF Docs se ha podido ver la creación de la artista Laurie Anderson, Heart of a Dog (Corazón de un perro),
que no es tanto un documental como una pieza artística. Anderson
reflexiona libremente sobre varios temas, centrándose en la muerte a
partir del deceso de su amada perra Lolabelle. También
menciona el fallecimiento de su mamá sólo para afirmar que nunca la
quiso. Ya establecidas las proporciones de su afecto, el discurso de
Anderson cita al Libro tibetano de los muertos para especular sobre el destino en el más allá de Lolabelle, a quien ella soñó haber dado a luz como si fuera su hija.
Sin embargo, Heart of a Dog va mucho más allá de ser una
demostración contundente de amores perros. Con la imagen siempre
trabajada y la banda sonora compuesta por la propia Anderson, la
película es también una meditación sobre la fragilidad de la vida y
cómo un acto trivial puede modificar su perspectiva. En ese sentido, el
trabajo recuerda a los documentales del francés Chris Marker, pues es
la misma combinación de comentario inteligente con imágenes
distorsionadas.
Durante el transcurso de la película uno se pregunta si Andersen
mencionará en algún momento a su fallecido esposo, Lou Reed. Si bien no
lo hace directamente en el texto, los créditos finales son acompañados
por una canción de Reed y una fotografía suya abrazando a Lolabelle. Finalmente, la película está dedicada
a su espíritu.
Tampoco es un documental Francofonia, la nueva realización
del inspirado director ruso Alexander Sokurov. Aunque utiliza mucho
material de archivo, la película es una recreación estilizada de un
momento clave en la historia del museo del Louvre: cuando durante la
invasión nazi de la Segunda Guerra Mundial, hubo un curador del
ejército alemán llamado Wolff Metternich que se encargó de que se
respetaran las obras albergadas en dicho museo y resguardadas en otros
sitios. Sokurov establece el contraste con lo ocurrido en el museo ruso
del Hermitage, en medio de la devastación de Leningrado.
Según
se ha visto a lo largo de su filmografía, la preocupación central del
cineasta ha sido la segunda guerra y sus consecuencias en la historia
de los pueblos. Además, Francofonia es un testimonio de la
importancia que Francia ha tenido en la cultura universal. Y una
ilustración hermosa de algunas de las piezas más célebres del Louvre.
Total, una película inclasificable que esperemos consiga exhibirse en
México.
Mucho más convencional es el documental francés L’humour a mort que en el festival llevó el título más comercial de Je suis Charlie. Dirigido
por los hermanos Daniel y Emmanuel Leconte, el documental hace la
crónica puntual de los hechos que siguieron a la masacre de 17
colaboradores de la revista satírica Charlie Hebdo, a mano de dos terroristas islámicos.
Si bien se aborda el movimiento masivo de protesta que se dio en
Francia y otros países ante ese sanguinario ataque a la libertad de
expresión, Je suis Charlie es, sobre todo, un homenaje a los
humoristas caídos. Hay mucho pietaje de los difuntos explicando su
ideario en el proceso legal que se le siguió a la revista en 2007, y
también en momentos de relajación cantando karaoke. Lo mejor son los
ejemplos de cartones irreverentes que tanto ofendieron a los
fundamentalistas. El humor subversivo no morirá.
Twitter: @walyder
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