Zainab en su trabajo en Hargeisa, Somalilandia. Crédito: James Jeffrey / IPS
La religión islámica ejerce una fuerte influencia en la cultura de
Somalilandia – la ley islámica, la sharia, está incluida en su
constitución -, aunque esa religiosidad coexiste con señales de una
sociedad progresista de libre mercado, como los roles que ocupa la mujer
en la economía y que no cuadran con ciertos estereotipos que equiparan
la vestimenta femenina musulmana a la sumisión o la coacción.
"En
los últimos 15-18 años se produjo un cambio dramático en el grado de
influencia que tiene la religión en la vida diaria de la gente": Rakiya
Omaar.
Somalilandia es reconocida por la comunidad internacional como una
región del norte de Somalia y no como un Estado autónomo, aunque opera
de hecho como un país desde 1991, con su propia Constitución, sus
elecciones y su democracia presidencial.
“Occidente tiene que dejar atrás su obsesión con la ropa de las
mujeres. Debe concentrarse en lo que las mujeres contribuyen a la
comunidad y al país”, opinó Zainab, de 29 años, en un café después de su
jornada de trabajo como dentista en Hargeisa.
Desde que declaró su independencia de Somalia en 1991, Somalilandia
desarrolló una sólida clase empresarial, a la que encargó la
reconstrucción de su destrozada economía e infraestructura tras la
guerra civil.
Hoy en día, muchas pequeñas empresas son dirigidas por mujeres, que
además de criar a sus hijos a menudo son el sostén de familias cuyos
maridos quedaron física o mentalmente marcados por la guerra.
“Aquí las mujeres son (hasta) carniceras, algo que no sucede en
muchos lugares. Eso demuestra lo duras que son las mujeres de
Somalilandia. Se trata de lo que está dentro de tu cabeza, no lo que
está por encima” de ella, afirmó Zainab.
Aunque la cuestión de cómo el Corán, el principal texto religioso del
Islam, indica que las mujeres deberían vestirse es fuente de continuo
debate, en Somalilandia se adopta una postura tradicional, ya que todas
se cubren al menos el cabello en público.
“Es lo que dice la religión islámica, que una mujer debe cubrir su
cuerpo. Es una obligación, por lo que las mujeres no lo ven como una
discriminación o una violación de sus derechos”, según Kaltun Hassan
Abdi, funcionario de la Comisión Nacional Electoral.
Sin embargo, algunos expresan la preocupación de que Hargeisa se
dirige cada vez más hacia el conservadurismo islámico. La música ya no
resuena en los salones de té, las coloridas túnicas somalíes son
reemplazadas por abayas negras, más mujeres llevan el niqab – el velo
que cubre el rostro – que hace un año, y ninguna se traslada por la
ciudad con la cabeza descubierta, como sucedía en la década de 1970.
“En los últimos 15-18 años se produjo un cambio dramático en el grado
de influencia que tiene la religión en la vida diaria de la gente”,
observó Rakiya Omaar, abogada y presidenta de la empresa consultora
Horizon Institute. “Hay presión para que vivamos como musulmanes
cabales, que puede ser sutil o abierta, puede venir de la familia o de
la sociedad”, añadió.
Pero no es fácil hallar una mujer en Hargeisa que diga que se siente
presionada por el Islam o la adhesión de la sociedad a la religión.
“Me pregunté por qué me pongo el hiyab, y decidí que es porque esa es
la voluntad de Dios, y es parte de mi religión y mi identidad, y desde
entonces ha sido una opción”, sostuvo Zainab.
La dictadura de inspiración comunista de Mohamed Siad Barre reprimió
al Islam en Somalia durante las décadas de 1970 y 1980. Pero desde que
Somalilandia se separó, la religión logró reafirmarse, lo que se ve en
el florecimiento de las madrasas, las escuelas religiosas islámicas.
“Existen problemas para las mujeres aquí, pero no se deben a la
religión sino a… la cultura somalí”, subrayó Khadar Husein, director de
la oficina de la organización Transparency Solutions, con sede en
Hargeisa.
“El hombre es principalmente dominante en la sociedad somalí. Cosas
como la violencia doméstica tienen su raíz en esa cultura, pero no en el
Islam. El que la sociedad se torne más religiosa significa la
eliminación de esos problemas culturales”, afirmó.
Pero la religión no parece haber disminuido las restricciones que padece la mujer en la vida política de Somalilandia.
“Sin una cuota femenina no creo que vaya a haber más mujeres en el
parlamento”, comentó Baar Saed Farah, la única diputada entre los 82
legisladores de la cámara baja, en referencia a la iniciativa para que
se reserven 30 escaños exclusivamente para mujeres en las próximas
elecciones, en 2017. En la cámara superior, también con 82 integrantes,
no se permiten mujeres.
“En el empleo normal no hay diferenciación entre los géneros, pero
cuando se trata de la participación política se hace muy difícil para
las mujeres debido a que la cultura favorece a los hombres”, según
Farah.
Somalia sigue siendo una sociedad muy dominada por los hombres. La
poliginia, por la cual el hombre puede tener varias esposas, es tolerada
y común. Los matrimonios suelen arreglarse entre el novio y la familia
de la novia, sin el consentimiento de esta, y los hombres tienen más
facilidades para iniciar el divorcio. La mutilación genital femenina
afecta a 95 por ciento de las niñas en toda Somalia, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia.
Y las mujeres de Somalilandia todavía padecen muchos límites a sus oportunidades económicas.
“Solo dirigen pequeñas empresas. No encontrará muchas empresarias
ricas aquí”, destacó Nafisa Yusuf Mohamed, directora de la red feminista
Nagaad, de Hargeisa. “Por ahora no hay muchas alternativas, pero esto
podría cambiar a medida que la matrícula en la educación superior
mejore”, agregó.
La expansión de la educación femenina también afecta al aumento de la
religiosidad de Somalilandia, explica Mohamed, ya que las mujeres
jóvenes de hoy comprenden el Corán mejor que sus madres, lo que las hace
más devotas.
Mohamed observó como las jóvenes, como su hija de 17 años – que
recientemente comenzó a usar el niqab por su propia voluntad -, utilizan
los medios sociales para discutir y aprender más sobre el Islam una vez
que concluyen sus estudios en las madrasas.
Algunas mujeres se ponen el niqab porque son tímidas, quieren
proteger su piel del sol o desean encajar con sus amigas que también los
usan, señalan los observadores.
Otros hechos también ilustran el aumento de la religiosidad en
Somalilandia, como el grado en que el tiempo de oración en las mezquitas
afecta el horario de trabajo, la mayor proporción de adultos que rezan
cinco veces al día, y el creciente número de mezquitas construidas.
“Estos cambios son también una respuesta a los acontecimientos
regionales e internacionales que han afectado al mundo musulmán, y en
particular, la creciente percepción de que la vida en el mundo
occidental es cada vez más hostil a los musulmanes”, manifestó Omaar.
Traducido por Álvaro Queiruga
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