Es bien sonada la
frase que reza que en el neoliberalismo “el Estado tiende a
desaparecer”, no lo queda más que ser un simple espectador en medio de
grandes flujos de capital. Es agonizante, dicen, no sólo en ámbitos como
la economía, sino también en lo social, como en la educación y en la
salud. Estos sectores, además de pasar sistemáticamente al olvido
gubernamental, se han delegado a manos privadas donde la retórica
mercantilista dice que se “pone en prueba” la eficiencia y calidad de
los servicios ofertados por paraestatales.
Contrariamente a esto
que se dice, si reflexionamos acerca de quién es el facultado para
legislar sobre la disminución o eliminación de aranceles, el libre
movimiento de personas, bienes, capitales y servicios, encontramos que
es únicamente el Estado quien lleva a cabo estas tareas. Éste busca las
condiciones más óptimas para que las potencias tomen en cuenta, a la
hora de iniciar negociaciones, a los Estados mejor adaptados que puedan
ser parte de tratados preferenciales de comercio, áreas de libre
comercio, uniones aduaneras o mercados comunes o, en su caso, de algún
regionalismo como el TLCAN, TPP, Alianza del Pacífico, entre otros. Para
alcanzar ese punto óptimo, el Estado interesado tiene que llevar a cabo
la ingrata tarea de echar por tierra todas aquellas conquistas
sociales, tales como la libre sindicalización, el contrato colectivo de
trabajo, prestaciones sociales y otras que impiden el cumplimiento de
los requisitos de anexión, que son un desincentivo para la inversión de
transnacionales o que presentan resistencia ante tal atropellamiento, es
decir, el Estado cuenta también con la suficiente fuerza para proyectar
la política interna necesaria y adecuar tanto el territorio como a la
población a los nuevos requerimientos del mercado.
Entonces, ni fortalecimiento, ni agonía, el Estado ha mutado sus funciones
Los más de 30 años de neoliberalismo en nuestro país han orillado a la
apertura comercial, por la vía de la firma de cuan tratado mercantil se
la ha puesto enfrente. En ellos se ha estipulado el qué y cómo se
produce: una industria especializada - sobre todo en manufactura,
megaminería y de energéticos-, así como la flexibilización del trabajo
-promoviendo unos cuantos empleos precarios en áreas de servicio y
comercial-. Además, facilitaron la circulación de las mercancías que se
decidía producir, imponiendo también la forma de ofrecer y entregar los
servicios. Las multinacionales, que saturaron el mercado interno de cada
nación en la famosa sustitución de importaciones, transitaron hacia las
Empresas Transnacionales, las cuales fraccionaron e internacionalizaron
la producción, transnacionalizando el capital de manera “pacífica”, es
decir, sin una guerra o intervención de por medio. Con esto, hicieron
negocio en cada sector donde antes no existía, especialmente en el de
servicios. Supuestamente las ETN llegaban a cumplir lo que la modernidad
no pudo: el progreso social, económico y humano y la estabilidad
global, pero en realidad significaron todo lo contrario, hicieron
caótico y mezquino cada sector en que invirtieron.
Entonces,
entrando propiamente al tema, sostenemos que el neoliberalismo es un
proceso de mundialización capitalista radical que presenta la tendencia a
desmantelar todo sector público para entregarlo al capital privado, el
cual extraerá las mayores ganancias en donde, nos dicen, antes había
“pasivos”. Análogamente, afirmábamos arriba, se barre paulatinamente con
toda resistencia o impedimento. Y es justamente todo eso lo que hemos
presenciado con el sector salud en México: desmantelamiento de los
institutos que brindaban servicios de salud, de los sindicatos que
cobijaban a los trabajadores y una brutal precarización –no sólo de las
condiciones laborales, sino también del servicio–. Caldo de cultivo para
hospitales, clínicas privadas, la industria farmacéutica y aseguradoras
privadas.
El servicio de salud en México
En México
existen dos paraestatales que, desde mediados del siglo pasado, brindan
servicios de atención a la salud a la vez que administran los recursos
para el retiro: IMSS e ISSSTE. Ambos han sufrido cambios sustanciales en
los últimos sexenios, empezando por el Seguro Popular que desde 2004
atiende a aquellas personas afiliadas que no sean derechohabientes de
estos dos institutos, con la posibilidad de participación del sector
privado en la prestación del servicio. Con el tiempo resultó ser un
programa que cobra a personas de bajos recursos 7 mil pesos anuales por
la atención médica que otrora recibía gratuitamente, puesto que era un
derecho estipulado en la propia Constitución.
Luego, en el 2007
se hizo la reforma al ISSSTE. Se pasaba a un sistema de ahorro colectivo
a individual en una nueva Afore pública (Pensionissste), siendo el
trabajador quien financiaría, dependiendo de sus aportaciones que haya
generado, su pensión –eximiendo al Estado de toda responsabilidad–. Esto
sólo por 3 años, puesto que pasado ese tiempo, el trabajador tiene que
optar por una AFORE privada que le cobrará comisiones altísimas por
administrar sus ahorros. Todo esto se hizo a sabiendas de que la
inestabilidad laboral y la informalidad crecían a tasas rampantes. Si no
fuera poco, esto iba aparejado con el consecuente ajuste en la edad de
retiro de los trabajadores: pasaba de 60 a 65 años. [1]
La cosa
no paró ahí, en lo que va del sexenio en curso se ha dado un
banderillazo más con una nueva reforma. Los servicios como diálisis,
cateterismos, mastografías, ambulancias, guarderías y otros, están
subrogados, es decir, las realizan empresas privadas. Las enfermedades
crónicas no serán atendidas ya por el IMSS, tampoco las más de 100
“enfermedades raras”; para ello tendrán que pagar una póliza de seguro
o, en otras palabras, además de pagar impuestos que van a las
paraestatales, las primas anuales, los medicamentos, los servicios
subrogados, ahora se tiene que solventar un seguro por, por ejemplo,
atenderse las enfermedades que causa comer en el capitalismo: diabetes y
cáncer. Causadas por harinas y azúcares refinadas, grasas, alimentos
fritos, y carnes con mil y un sustancias tóxicas.
Abonando a la
crisis, mientras que en 2012 el gasto administrativo (gasto en la
burocracia) subía 8.8%, la SHCP decidió que en 2016 habría un recorte de
$5 mil millones al sector salud para 2016. A esto no ayuda que los
Secretarios de Salud sean juez y parte del problema, como la anterior
Secretaria, Mercedes Juan, miembro de la fundación FUNSALUD, encargada
de hacer negocios con la salud. [2]
Entonces, para atenderse, el
mexicano cuenta con 4,189 unidades de hospitalización, de las cuales el
67% están administradas por el sector privado. [3] Si es del grupo del
7% de connacionales que gana más de $10 mil mensuales, [4] puede acudir a
alguno de los 100 hospitales del Grupo Ángeles (de Olegario Vázquez,
dueño de Excelsior); de Star Médica (del multimillonario Carlos Slim); o
a Médica Sur (Juan Carlos Griera), en donde para una simple consulta
tendrá que desembolsar alrededor de 12 mil pesos. Si eres de los más de
19 millones que ganan hasta dos salarios mínimos, [5] puedes acudir a
los más de 5 mil sucursales de Farmacias Similares (del priísta Víctor
González), para recibir un servicio deficiente de un “pasante”
precarizado que, irónicamente, no cuenta con servicios sociales tales
como el de la salud ni el de ahorro para el retiro por estar
subcontratado.
Lamentable es el panorama que nos deja el proceso
del neoliberalismo en el ámbito de la salud. Ante la barbarie
reivindicamos un servicio de salud universal, gratuito y
descentralizado. Exigimos un alto a la privatización del IMSS, ISSSTE,
PENSIONISSSTE y de la salubridad en general, un alto a la precarización y
estandarización del trabajo médico y a la usurpación de valores de uso
de tradiciones médicas antiquísimas en beneficio del negocio
farmacéutico. Nos solidarizamos con los trabajadores que el año pasado
se movilizaron en contra de la última reforma gubernamental y para con
quienes convocan un paro nacional este 22 de junio para evitar la
privatización de la salud en nuestro país. A su vez rechazamos la dieta
alimenticia tan dañina a la que estamos sometidos y el violentamiento
que significa el transportarse, trabajar, habitar… en una megalópolis
hecha por y para el lucro y no para una vida saludable.
¡Hay que defender lo que en ajedrez se llama el “centro del tablero”, es decir, no entregar al enemigo lo que hay de valioso!
Notas
[1] Garduño, Roberto. “Reforma al ISSSTE, una trampa para los trabajadores: diputados”, en La Jornada. México, Sec. Política, 17 de marzo de 2007.
[2] Se recomienda ampliamente el programa de Jaque al Rey “Salud como
derecho o salud como mercancía” transmitido por Rompeviento TV el 17 de
agosto de 2015. Disponible en el siguiente link: http://rompeviento.tv/ RompevientoTv/?cat=10&paged=2
[3] Redacción. “El fracaso del Estado creó a los mogules de la salud en México”, en Sin embargo.mx. México, Sec. Economía, 4 de diciembre de 2015.
[4] Flores, Zenyazen. “Sólo 7% gana más de 10 mil pesos o más”, en El Financiero. México, Sec. Economía, 20 de noviembre de 2014.
[5] González, Susana. “Dos de cada tres mexicanos apenas ganan entre uno y 3 salarios mínimos”, en La Jornada. México, Sec. Economía, 3 de julio de 2012.
Ricardo
Hernández Ruiz, militante de Colectivo Ratio y periodista independiente
de la Gaceta "Praxis". Este es uno de los artículos publicados en
Praxis no. 13, de abril del 2016.
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