QUINTO PODER
Por: Argentina Casanova*
Lejos de la “idílica” imagen que pretende venderse de la
prostitución/“trabajo sexual”, hay condiciones de trata, abuso,
explotación, enfermedad, violencia y por supuesto tortura ejercida por
agentes del Estado en forma de abuso y control del trabajo, sobre las
ganancias, del tráfico y la complicidad para no intervenir en aquellos
lugares donde se explota a menores de 18 años.
Hace unos días se difundió que era el “Día de la Trabajadora Sexual” con
mensajes en su mayoría plagados de sexismo, cosificación y machismo.
Frases como “su valioso trabajo” y “esforzadas mujeres”, renovando los
debates entre las posturas que defienden el “trabajo sexual” como “un
derecho” y el abolicionismo, por considerar que es imposible hablar de
una condición de igualdad para las mujeres que realicen este trabajo.
Parafraseando a Catharine MacKinnon: una de las ventajas de la
supremacía masculina, junto con el dinero y la expresión y la educación y
la respetabilidad, es el acceso sexual a las mujeres, de las cuales “la
prostitución” es una forma.
Más allá de esa discusión que no termina, y en la cual asumo una postura
abolicionista y coincido en que no hay condiciones para la igualdad en
tanto se cosifique el cuerpo de la mujer, en tanto pueda ser
“adquirida”. Más allá, está la violencia que prevalece para las mujeres y
mujeres trans que han visto en el “trabajo sexual” una forma de vida.
El abuso se agudiza como parte de este sistema heteropatriarcal sobre
las mujeres y las mujeres trans; es contra ellas con quienes se
recrudecen las más graves violaciones a los derechos de las mujeres
“trabajadoras sexuales”, y en este mismo camino se encuentran las
mujeres trans y otras personas que se asumen con roles que se
identifican como “identidades femeninas”, víctimas de vejaciones,
asaltos, explotación sexual a manos de agentes del Estado que ejercen
así una forma de tortura.
No sólo se habla de los riesgos en los contextos de este trabajo, de
permanecer largas horas en las calles y/o en los lugares donde se
realiza el trabajo, sino de los otros peligros y amenazas, de las otras
violencias que se viven y que por su condición de vida muchas veces son
ocultadas.
¿Una “trabajadora sexual” puede ser violada? Es la pregunta cuya
respuesta despierta suspicacias cuando se plantea. No falta quien afirme
“si no le pagan”, porque es esa lógica discursiva de violencia contra
las mujeres, de no creer en sus palabras.
Si no se cree la palabra de una niña víctima de abuso sexual, mucho
menos se cree a una mujer que ha sido víctima de la violencia sexual de
su esposo, y qué puede esperar de las instituciones una “trabajadora
sexual”.
A eso se suman las “redadas” que la policía realiza. Hay más víctimas de
graves violaciones a sus Derechos Humanos, expuestas, golpeadas,
humilladas e insultadas, exhibidas –como se hizo durante mucho tiempo–
en boletines, notas de prensa o en los “operativos especiales” en los
que no cae ningún tratante, pero sí aparecen las mujeres y sus rostros.
Atrás está el sistema de control que les cobra por realizar el trabajo
en las calles y que tiene muy bien distribuidas las funciones, las
rutas, las cuotas. Es común ver a los policías en sus patrullas darse
sus “vueltas” por las calles en las que están “trabajando”, para obtener
su parte proporcional de las ganancias que constituyen por supuesto una
forma de explotación contra ellas.
Y qué decir de las jóvenes que han sido víctimas de feminicidio, de las
que sólo se habla y se menciona en las notas periodísticas que
“trabajaba en un bar”, y se da por hecho que se trata de un “crimen
pasional” o en el peor de los casos en el que la forma como es difundido
reconoce tácitamente que era una actividad de riesgo y que ese podía
ser su final.
Se invisibliza que se trata de niñas, menores de edad que “trabajan” en
bares en los que supuestamente las instituciones, las autoridades deben
hacer operativos, vigilancia, revisiones para evitar que haya menores de
edad, y su “trabajo” en estos lugares sale a la “luz” cuando son
asesinadas.
El “trabajo sexual” afronta graves riesgos y la escasa atención que se
pone a la violencia de género que viven las mujeres que “trabajan”, las
mujeres que han sido asesinadas, las que han sido violentadas hasta
poner sus vidas en peligro y las que son obligadas a realizar actos que
van contra su seguridad. Hay antecedentes de jóvenes que han visto
“morir” a golpes a otras, sólo para ser aleccionadas de lo que les puede
ocurrir.
Y la violencia está ahí, y es violencia de género.
*Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche.
CIMACFoto: César Martínez López
Por: Argentina Casanova*
Cimacnoticias | Campeche.-
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