Convenció a sus compañeras para luchar contra abusos
Cada año, cientos de mujeres emigran desde el estado de Sinaloa a
Estados Unidos para trabajar hasta por 10 meses en la agricultura, pero
María de los Ángeles Soto Cañedo lleva dos años sin ser reclutada. La
razón: hizo valer el sistema de justicia para exigir mejores condiciones
laborales para ella y el resto de las y los trabajadores migrantes.
Ella es una mujer de 49 años de edad que vive en la costa de
Topolobambo, en la localidad de Los Mochis, cabecera del municipio de
Ahome, que tiene 27 mil 519 hogares con jefatura femenina, según datos
del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social
(Coneval).
Ahora, convertida en activista, María de los Ángeles Soto es integrante
de la Coordinadora Nacional de Defensoras de Derechos Humanos, que
coordina Proyectos de Derechos Económicos, Sociales y Culturales
(ProDESC), y que tuvo su cuarta reunión el pasado fin de semana en esta
ciudad a fin de articular a trabajadoras de los sectores más marginados
del país, como empleadas del hogar, jornaleras, personal de la maquila y
migrantes.
Soto Cañedo relata que las familias de Los Mochis viven de los productos
del mar y del turismo pero sólo por temporadas, por lo que “ya es parte
de la cultura” que las mujeres emigren a EU para trabajar por entre
cuatro y hasta 10 meses en plantas de mariscos, pelar camarón o
empaquetar camote.
Los ingresos obtenidos allá son definitivamente más altos que si se
quedaran en su localidad, reconoce María de los Ángeles, pero a cambio
de que las mujeres dejen a sus familias por mucho tiempo y vivan en
pequeñas casas que comparten con hasta 14 personas.
VÍCTIMAS DE FRAUDES
Además, agrega, enfrentan abusos y fraudes de reclutadores falsos que
les exigen hasta 500 dólares (poco más de 9 mil pesos mexicanos) para
supuestamente llevarlas a trabajar, lo que hace que la gente venda sus
pertenencias o pidan créditos que luego no pueden pagar.
Desde la primera vez que María se fue como migrante, hace 11 años, se
dio cuenta de que es una injusticia la que viven estas trabajadoras y
trabajadores agrícolas, ya que “los americanos tienen sus derechos, pero
nosotros allá no tenemos nada, ni dónde quejarnos, simplemente nos
aguantamos. Nos enfrentamos con la desigualdad, razón por la que estamos
en la defensa de los Derechos Humanos laborales”, asegura.
Sin embargo, los abusos en este tipo de trabajos se dan incluso antes de
que dejen sus hogares, ya que los reclutadores (personas que contratan a
las y los trabajadores para las empresas) seleccionan primero a sus
amigos, familiares y a la gente que extorsionan cobrándoles cuotas.
Y si de casualidad te llevan una vez no hay ninguna certeza de que el
próximo año te vuelvan a contratar, advierte María, lo que resulta en
una inestabilidad e incertidumbre para las y los trabajadores.
En EU, cuando las y los mexicanos ya están trabajando, las condiciones
no mejoran. En una pequeña casa viven hasta 14 personas que comparten un
refrigerador y una estufa con dos quemadores.
En cada habitación duermen hasta seis mujeres, mientras que los amigos
del reclutador pueden dormir en un cuarto con su pareja. A veces, las
trabajadoras son obligadas a compartir la habitación con hombres, relata
María de los Ángeles, quien vivió esta situación, se quejó, solucionó
el problema, pero al año siguiente ya no fue recontratada.
Ella está a cargo de su mamá y su papá, quienes son adultos mayores,
pero es soltera y no tiene hijos, lo que le da la oportunidad –apunta–
de ir y venir de México a EU; pero 98 por ciento de las mujeres tienen
que dejar en nuestro país a sus hijas e hijos por largas temporadas para
ir a trabajar, asegura.
Aunque estas son las condiciones, las y los trabajadores las asumen
porque los empleadores (estadounidenses) no se hacen responsables en
caso de que los reclutadores cometan abusos; o porque éstos últimos
tienen el poder de “borrarlas” de las listas de trabajo, y porque en
México los salarios son muy bajos.
“Simplemente te aguantas porque quieres llevar un beneficio a tu familia
y a México, o te quedas en México porque no estás dispuesta a tolerar
esas situaciones”, apunta.
AUTOORGANIZACIÓN
María de los Ángeles se considera defensora de los DH laborales desde
hace cuatro años, cuando iba de casa en casa convenciendo a sus
compañeras y compañeros de que se unieran a una organización en EU, pero
éstos la cuestionaban sobre qué ganaban si en el corto plazo ya no los
iban a contratar.
Después, junto a otras trabajadoras y trabajadores, hacían reuniones,
prestaba sus casas, y motivaba para que se expresaran las problemáticas
que en otros espacios no denunciarían por miedo a represalias. Crearon
así la Coalición de Trabajadoras y Trabajadores Migrantes Temporales
Sinaloenses y recibieron más apoyo jurídico y técnico de otras
organizaciones.
“Precisamente por estas condiciones surgimos como necesidad; nunca pensé
ser defensora, pero lo injusto me motivó a estar aquí y mirar una
manera de hacer justicia, de que nos vean que somos seres humanos y que
necesitamos lo justo”, expresa.
Un hecho específico llevó a esta mujer a no dar un paso atrás: un
reclutador dejó de contratar a una de sus compañeras, de nombre Olivia,
quien interpuso una demanda laboral en 2014.
“Me pareció injusto y decidí apoyarla; ella decidió hacer una demanda
laboral y yo decidí servirle como testigo y ya no la llevaron (a EU a
trabajar). Ya no me llevan a mí tampoco. Tengo dos años aquí en México”,
recalca.
“Yo quisiera que nuestros compañeros entiendan que estamos aquí en la
lucha de un derecho para todos, de un beneficio para todos, que ellos
reconozcan que nosotros vamos y tenemos un sueldo que nos permite tener
un nivel de vida, pero si se ponen a pensar Derechos Humanos laborales,
¿cuántos tenemos? ¡Ninguno!”, subraya.
Ahora, María de los Ángeles trabaja en lo que puede, sobre todo hace
limpieza en hogares, donde le pagan mucho menos que en EU, pero a
cambio, integradas en la Coalición, las mujeres y sus compañeros
presentaron dos demandas contra los reclutadores Humberto Salinas Cepeda
y Jesús Mercado por abusos laborales, las cuales están por concluir
–afirma– en sentencias favorables para ellas, pues aportaron todos los
elementos probatorios.
Este año, la activista espera integrar un archivo con los nombres de
todas las y los trabajadores y su experiencia, para que sean tomados en
cuenta cuando haya empleo; confía también en que la Secretaría de
Trabajo y Previsión Social entregue certificados de competencia que
tiene comprometidos con la Coalición; además de consolidar un equipo o
apoyo jurídico; y ejecutar un reglamento trasnacional para que los
empleadores se hagan responsables de los abusos que cometen sus
reclutadores.
María de los Ángeles insiste: “Yo tenía el privilegio de tener un
trabajo temporal; si me quedo callada yo podría seguir disfrutando de
ese trabajo, pero lo injusto no me gusta. Cuando empezó la primera
persona (Olivia) a manifestarse dije ‘pues yo también’, porque no me
quiero quedar en esta empresa donde tenga yo tanta injusticia, no voy a
estar trabajando a gusto y prefiero ir a mi tierra, y no importa que
batalle con lo económico, no sé cuánto tiempo porque tengo la esperanza
de poder volver un día con mejores condiciones”.
Añade: “Permanezco porque considero que la causa justa se pelea y se
gana, y tengo la esperanza y la seguridad de que se van a conseguir
beneficios para todos los trabajadores”.
La mujer exige que todos los patrones den seguridad en el trabajo, que
se ponga en una lista quiénes van a regresar el año siguiente y quiénes
no, y que en ese caso se les explique la razón laboral por la que ya no
serán contratados.
Al participar en la Coordinadora Nacional de Defensoras de DH Laborales,
María se siente impresionada del trabajo que por más de 20 años han
realizado las empleadas del hogar, lo que ella pretende imitar con la
convicción de que un día regresará a trabajar y cuando eso suceda,
augura, las condiciones habrán cambiado.
María de los Ángeles Soto en entrevista con Cimacnoticias | CIMACFoto: César Martínez López
Por: Angélica Jocelyn Soto Espinosa
Cimacnoticias | Ciudad de México.-
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