Jesús José Bautista Pérez
Entrevista con el Maestro Jesús José Bautista Pérez
-40
años de neoliberalismo, entre otras consecuencias, ha repercutido en la
pérdida de conciencia de clase y combatividad de los trabajadores.
Jesús
José Bautista Pérez (Oaxaca, México, 1959), economista, especialista en
temas educativos y laborales, reivindica la figura del sindicato, no
obstante que es una de las instituciones peor evaluadas, como el medio
más eficaz para la defensa de los derechos legítimos de los
trabajadores.
En entrevista a propósito de la publicación de su libro Teorías, estrategias y desafíos de los trabajadores y del sindicalismo,
Bautista Pérez reconoce el esfuerzo del gobierno del presidente Andrés
Manuel López Obrador, al romper con alrededor de cuarenta años de
política de contención salarial impuesta por los gobiernos neoliberales.
“Haber incrementado un 16 por ciento los salarios mínimos, creo que es
un gran esfuerzo. No hay que dejar de reconocerlo”, subraya.
En
otros temas, sostiene la vigencia de la huelga como un derecho
irrenunciable para los trabajadores y esboza un modelo de sindicato para
el siglo XXI.
— ¿Qué le motivó escribir este ensayo?
—Primero
que nada, aportar una herramienta de análisis para los trabajadores,
sindicatos, académicos, periodistas y todos aquellos actores interesados
en el tema laboral y el sindicalismo. Esto porque una de las
características del movimiento sindical en México es la despolitización
de los trabajadores. 40 años de dominio neoliberal, entre otras
consecuencias, ha provocado la pérdida de conciencia de clase y
combatividad de los trabajadores. El corporativismo distorsionó el
objetivo fundacional de las organizaciones sindicales que es la efectiva
defensa y promoción de derechos sociales, económicos y laborales. Se ha
caído en la trampa del individualismo y la competencia, que han
debilitado la identidad, unidad, solidaridad y fraternidad, principios
básicos del movimiento sindical.
— ¿Cuál es el público objetivo del análisis?
—Sobre
todo trabajadores y dirigentes sindicales. También está dirigido al
mundo académico y a los analistas interesados en estos temas. Cuando
hablo de dirigentes, me refiero a quienes realmente representan y
defienden los intereses y derechos de los trabajadores, y no a esa élite
tradicional que podría ver ésta herramienta como un cuestionamiento a
su desempeño. A los dirigentes que estuvieron al servicio del viejo
régimen y abandonaron a los trabajadores, quizá les resulte molesto y
hasta arcaico el contenido de la presente publicación.
— ¿Cuál es la postura de los clásicos de la economía sobre el sindicalismo?
—Adam Smith en su libro La riqueza de las naciones
consideraba que la intervención del Estado, las regulaciones y los
sindicatos eran perniciosos para el funcionamiento de la economía. No
concebía la organización de los trabajadores para la defensa de sus
intereses porque era un obstáculo para la economía de mercado. No en
vano reivindicó el libre juego de la oferta y la demanda. En este
sentido, los sindicatos y las reivindicaciones obreras impedían la
marcha de las fábricas y de todo el proceso productivo.
— ¿El keynesianismo rompe con esa mirada?
—Sí,
el keynesianismo aparece como una alternativa al pensamiento de los
economistas clásicos. Keynes considera que el Estado sí debe intervenir
en la economía, como propietario de empresas y con una creciente
inversión pública para generar empleos y crear instituciones sociales
que propiciaran el mejoramiento del nivel de vida de los trabajadores.
De hecho, en esta etapa los sindicatos vivieron uno de sus momentos
estelares. Obreros y trabajadores del sector público lograron
importantes derechos sociales. La esencia de la política keynesiana, sin
embargo, fue garantizar la continuidad del proceso de acumulación
capitalista y contener la atracción que amplios segmentos de la
población mundial tenían hacia el socialismo.
— ¿Qué opinaban al respecto los teóricos del neoliberalismo?
—Los
economistas del pensamiento neoliberal como Friedrich Hayek, Ludwig von
Mises y Milton Friedman, como ideólogos del libre mercado y de la
“sociedad abierta” definitivamente se opusieron a las políticas
keynesianas y a la organización colectiva de los trabajadores. Los
sindicatos no tienen razón de existir, decían, y, por tanto, había que
abolir sus “privilegios”. Por lo demás, rechazaron la intervención del
Estado en la economía, abogaron por la reducción drástica del gasto
público. Desde su perspectiva, la única intervención del Estado es dar
seguridad a las inversiones y a la propiedad privada de los medios de
producción.
— ¿Cuál fue la percepción de Marx sobre la figura del sindicato?
—A
diferencia de lo que muchos piensan, en un principio Marx sostuvo que
los sindicatos no eran expresiones fieles de toda la clase obrera, sino
más bien personificaban una “minoría aristocrática” de “obreros
privilegiados”. Posteriormente reivindicó los sindicatos como
colectividades indispensables para acabar con la dispersión, la
competencia individual y la despolitización de los obreros. Tanto es así
que impulsó la creación de la Asociación Internacional de Trabajadores
y abiertamente defendió a los sindicatos como instrumentos para la
conquista del derecho a la huelga y la obtención de mejores salarios,
jornada laboral, vivienda, prestaciones sociales y seguridad social. Y
fue más allá, los concibió como instrumentos fundamentales en la lucha
por la abolición del trabajo asalariado y la transformación radical del
sistema capitalista.
—En el libro se habla de la “gubernamentalización” de los sindicatos. ¿A qué se refiere con ello?
—Es
un concepto que surgió en el marco del debate que Lenin sostuvo con
Trotsky y los mencheviques (1919) durante un congreso sindical. Ahí
Lenin afirmó que: “Los sindicatos, después del golpe político que
transfirió el poder a sus manos, tienen que desempeñar un papel
particularmente importante, tienen que convertirse, en cierto sentido,
en los órganos políticos clave, porque todas las viejas concepciones de
la política han sido derrocadas y trastornadas”.
Y
precisó: “La gubernamentalización de los sindicatos es inevitable, su
fusión con el poder del Estado es inevitable, la transferencia a sus
manos de todo el desarrollo de la producción a gran escala es
inevitable”.
Como lo
apunto en el libro, para Lenin, éste era un proceso dilatado, que no
solo implicaba la disposición y capacidad de los obreros y sindicatos de
llevar a la práctica un nuevo modelo de organización del trabajo
productivo y de esa manera contribuir a consolidar la economía
socialista, sino abarcaba la transformación de los sindicatos en órganos
de poder de un Estado, equipado con un nuevo entramado legal e
institucional, cuyo propósito estratégico era lograr la supresión de las
clases.
En la visión de
Lenin, los sindicatos son clave para lograr la socialización de los
medios de producción. Ese proceso implicaba que los sindicatos también
estarían representados en los órganos del Estado encargados de generar
la política salarial, laboral y económica. Tal era la utopía leninista.
Donde los trabajadores serían actores esenciales para la transición del
capitalismo al socialismo.
—¿Es vigente el derecho a la huelga?
—Sigue plenamente vigente. No podemos renunciar a un derecho conquistado. Es un medio de acción producto de una lucha histórica.
—La pregunta viene al caso por aquellas expresiones que consideran que la huelga ha perdido legitimidad.
—Efectivamente,
se ha impuesto la idea de que la huelga es una herramienta innecesaria.
Esta posición forma parte de una estrategia empresarial, gubernamental e
intelectual que no solo pretende conculcar los derechos laborales,
económicos, sociales y colectivos, sino intenta desaparecer a los
sindicatos que, por ley, tienen la facultad de hacer valer este derecho.
Los argumentos de quienes promueven la limitación de la huelga son
múltiples. Algunos, los más simplistas, aseveran que los empresarios han
tomado conciencia sobre la necesidad de reconocer los derechos de los
trabajadores y a concederles más prestaciones; pero eso es una falacia.
Lamentablemente,
quienes procuran restringir el derecho de huelga no solo han sido los
teóricos del neoliberalismo, los empresarios y gobiernos conservadores
de derecha. En esa agenda coinciden también los gobiernos que se dicen
de “izquierda” o “posneoliberales”. En México, la nueva legislación
laboral entraña el riesgo de una franca violación al derecho a huelga.
Es inconcebible que el Artículo 123 constitucional y la Ley Federal del
Trabajo, ahora exijan una constancia de representatividad para ejercer
el derecho a huelga. De por sí, ya era complicado ejercer ese recurso,
hoy se agregan más condiciones.
— ¿Qué implicaciones podría tener?
—Lo
más preocupante es que la lucha por la obtención de la constancia de
representatividad genere una batalla irreconciliable entre los
trabajadores y mayor pulverización de los sindicatos. La lucha será
entre estos por obtener la constancia de representatividad. Por esta vía
se les quita un peso de encima a los empresarios y al propio gobierno.
— ¿Qué otras posibles consecuencias negativas para los trabajadores traería la nueva reforma laboral?
—La
contratación colectiva. Ahora para obtener la titularidad de un
contrato colectivo también se debe obtener una constancia de
representatividad. Y, una vez más, la disputa se traslada al campo de
los agremiados, a los simpatizantes de una u otra corriente sindical.
— ¿Qué responder a la visión crítica del sindicalismo en México capturado por la corrupción, el autoritarismo y otras lacras?
—Creo
que ese es un reto de los sindicatos: sacudirse la percepción social
negativa. Es cierto que el sindicalismo en México se pervirtió por
liderazgos que utilizaron para beneficio propio la representatividad que
le otorgaron los trabajadores. Además, olvidaron que representaban a
los trabajadores y se aliaron a un partido político o a un gobierno. Son
los desafíos a enfrentar. Cuando se analizan las encuestas que miden la
percepción social sobre las instituciones, generalmente los sindicatos
salen reprobados. La gente los identifica como organizaciones corruptas.
Un reto importante de los sindicatos hoy es terminar con esa percepción
negativa siendo más eficaces, transparentes, representativos,
comprometerse con su materia de trabajo, fomentar la productividad.
—La nueva ley laboral obliga a democratizar la vida de los sindicatos. ¿Esto es un importante avance?
—Es
un avance porque los obliga a ser realmente democráticos, rendir
cuentas, abrirse a la pluralidad y fomentar la libertad ideológica y
política de los afiliados. Si se logra, los sindicatos pueden ser
actores fundamentales para consolidar el cambio de régimen impulsado por
la 4T.
—El tema del outsourcing no fue contemplado por la reciente reforma laboral. ¿Por qué dejaron fuera este renglón?
—Fue
excluido porque es un tema muy complicado y, esa decisión en su momento
fue sensata. No obstante, a estas alturas no puede seguirse posponiendo
en la medida en que es imprescindible acabar con la evasión fiscal,
terminar con el incumplimiento del pago de las cuotas patronales y la
violación del derecho de las y los trabajadores a la seguridad social.
Y, en este sentido, quienes toman decisiones deberán reflexionar
ampliamente qué es lo que más conviene al país: desaparecer o regular el
outsourcing. En cualquier caso, debe abarcar tanto la esfera privada como la pública.
— ¿Cuál es su opinión sobre la política salarial de la 4T?
—El
aumento de los salarios mínimos en un 16 por ciento en 2019, es un
mérito que se le debe reconocer a la 4T, al gobierno federal. Es un
esfuerzo loable porque podría ser un punto de partida para revertir la
dura política de contención salarial aplicada por los gobiernos
neoliberales. Es plausible se impulse una política de recuperación
salarial. No hay que dejar de reconocerlo. Lo ideal es que sea parte de
una estrategia para detener la pérdida del poder adquisitivo de los
salarios, que en “la larga noche neoliberal” se deterioró entre un 75 y
80 por ciento. Lograrlo significaría dar un salto cualitativo, una
hazaña; pero sería irresponsable suponer que la meta se puede alcanzar
en un solo periodo sexenal. Lamentablemente la voluntad no es suficiente
para reponer el rezago acumulado. Entre otras condiciones, se requiere
conseguir un crecimiento económico sostenido y que eso se armonice con
una redistribución equitativa de la riqueza.
— ¿Qué futuro tienen los sindicatos en el Siglo XXI?
—Sin
duda, tiene desafíos enormes, pero estoy convencido de que estamos muy
lejos de su extinción. Son la mejor forma de organización de las y los
trabajadores, siempre y cuando utilicen adecuadamente sus recursos de
poder para renovarse. Necesitan ser capaces de encarar exitosamente las
transformaciones económicas, sociales y tecnológicas, que están
revolucionando el mundo del trabajo. Rechazo categóricamente las
ideologías y estrategias que vaticinan el fin del sindicalismo.
— ¿Los sindicatos deben permanecer ajenos frente a los procesos políticos?
—En
los últimos cuarenta años que ha imperado el modelo neoliberal, se puso
en marcha una estrategia encaminada a debilitar y poner a la defensiva a
los sindicatos. Eso explica, entre otras cosas, que existan —a escala
mundial— corrientes muy influyentes que impulsan la marginación total de
los sindicatos de la política y la cosa pública. Si bien es cierto que
no pueden actuar corporativamente, quienes se oponen a la participación
sindical en la política deliberadamente omiten que los agremiados son
ciudadanos y, como tales, tienen libertades, derechos y obligaciones. Es
legítimo entonces que los sindicalistas participen como ciudadanos en
todos los ámbitos, y desde ahí defiendan sus intereses colectivos,
promuevan pospuestas de políticas públicas o exijan rendición de cuentas
a los gobiernos. Vale la pena recordar que en la historia del
movimiento sindical en el mundo, muchos partidos fueron formados por
trabajadores y sindicatos, como el Partido Laborista inglés o el Partido
Socialista Obrero Español (PSOE).
Semblanza
Jesús
José Javier Bautista Pérez. Originario de la comunidad indígena de
Macuiltianguis, Oaxaca, México, es licenciado en Economía por la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y maestro en Ciencias de
la Educación por la Universidad Latinoamericana. Es consultor en temas
relacionados con la educación, movimientos sociales, sistema político
mexicano y sindicalismo. Ha sido profesor, funcionario público y asesor
parlamentario.
Es autor de los libros Interpretación sobre las causas, las modalidades y la organización del comercio en la vía pública de la Ciudad de México (1992); Apuntes y reflexiones: Defensa de la educación superior como bien público y dos perspectivas filosóficas (2009) y Teorías, estrategias y desafíos de los trabajadores y del sindicalismo
(que circula bajo el sello del Sindicato Independiente de Trabajadores
del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del
Estado (SITISSSTE), México, 2019).
Es
miembro de la Red Iberoamericana de Docentes, del Grupo María Cristina
(espacio de análisis y reflexión libre y plural) y de la Red Mexicana de
Estudios sobre los Movimientos Sociales.
https://www.alainet.org/es/articulo/203722
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