Para
normalizar algo hemos de dejar de verlo como extraño o diferente y darle la
pátina de normalidad adecuada. Es el caso de Plácido Domingo y sus denuncias
(recordemos que son 20 mujeres) de acoso sexual en Norteamérica. Mientras allá
se le ha puesto en su sitio creyendo los testimonios de esas veinte mujeres,
cuando ha llegado a la vieja Europa todo son privilegios y parabienes. Así, uno
de los principales periódicos de este país en la entrevista que se le realizó,
ayudó a normalizar su verdad, ayudando a cuestionar las voces de las mujeres
que le denunciaron.
El
acoso sexual no tiene que ver solo con el deseo sexual, tiene que ver con el
poder. Y en cada ocasión que una mujer es acosada es una clara manifestación de
poder. Y cada vez que se cuestiona la voz de una mujer, el poder del
patriarcado se agranda.
Con su
contratación, la Generalitat Valenciana ha insultado a esas veinte mujeres
acosadas y a quienes posiblemente por miedos sufrieron sus acosos y no le han
denunciado. La Generalitat Valenciana y aquellas instituciones que le están
contratando, le están dando alas a su voz masculina y privilegiada en
detrimento de las de las verdaderas víctimas: las mujeres acosadas por él.
Nadie
cuestiona que sea un gran artista, pero no nos podemos esconder detrás del arte
para justificar cualquier tipo de vejación a las mujeres.
El
movimiento Me Too ha venido para quedarse y desenmascarar a quienes creyéndose
impunes por su posición, pensaron que desde esa posición privilegiada podían
agredir, acosar o violar a las mujeres que desearan. Como el caso que nos
ocupa. Y darle voz a los acosadores, aunque sean presuntos, es profundizar en
las violencias machistas que sufrimos las mujeres solo por serlo.
Y negar
la existencia de ese tipo de violencias específicas es, sencillamente, negar la
realidad de infinidad de mujeres que las sufren cada día. Y, por tanto,
normalizar las situaciones de desigualdades que se sufren con cada acoso
verbal, físico o cualquier agresión.
Con la
entrevista realizada al divo y su publicidad en los grandes medios de
comunicación, así como con su contratación por parte de la Generalitat
Valenciana, claramente se normaliza la situación de acoso por parte de quienes
creen que siguen teniendo el poder sobra los cuerpos y las vidas de las mujeres
y, además se cuenta con la inestimable suma de voces femeninas que les
aplauden, dejando así en un mayor grado de vulnerabilidad a las verdaderas
víctimas.
Los
grandes medios de comunicación deberían revisar sus códigos deontológicos con
lo que a violencias machistas se refiere, puesto que más allá de ser un servicio
público o ser una empresa, está en juego la vida de muchas mujeres.
Normalizar
estas actitudes violentas hacia las mujeres conlleva que sus voces, las de las
mujeres, estén siempre y a priori, cuestionadas y esas situaciones pueden,
incluso, acabar con sus vidas.
Normalizar
este tipo de violencias machistas es dar alas al patriarcado más violento y
asesino, provenga este de donde provenga.
Normalizar
voces de agresores sean quienes sean, es culpabilizar de inmediato a las
mujeres víctimas de sus propias situaciones y, por tanto justificar a los
agresores.
Mucho
se ha de andar todavía para que los grandes medios de comunicación aprendan
estas sencillas bases que pueden acabar salvando vidas.
Despatriarcalizar
la justicia, hacer mucha pedagogía y coeducar desde la más tierna infancia a
nuestras criaturas son, desde mi punto de vista elementos que se han de tener
en cuenta para que no se repitan situaciones como las vividas por esas veinte
mujeres que han denunciado a Domingo.
Y
también y sobre todo hay que aprender a creer sus relatos de víctimas y
cuestionar la voz de quien sigue creyendo que por su posición lo puede tener
todo y a todas.
Comenzamos
a ver cómo gracias al Me Too, hay todo un universo de agresores que son
conocidos pero pensaban que en su poder estaba su impunidad.
El feminismo y, por extensión el Me Too han llegado para quedarse y desmantelar poco a poco los privilegios patriarcales.
CIMACFoto: César Martínez López
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