Las primeras imágenes de Historia de un matrimonio (Marriage story, 2019), del realizador neoyorquino independiente Noah Baumbach (Historias de familia/The Squid and the Whale,
2005), son deliberadamente engañosas: aluden a los momentos más felices
de una unión conyugal, referidos en paralelo por cada uno de los
esposos, antes de ultimar los trámites de su separación definitiva.
Frente al consejero de parejas que insiste en limar las asperezas y
procurar una reconciliación providencial, cada cónyuge presenta en un
escrito nostálgico los rasgos más amables del ser querido que se ha
convertido en un extraño. Charlie (Adam Driver), el marido, no tiene
reparos en que se lea en voz alta su balance generoso; Nicole (Scarlett
Johansson) escatima el último gesto amistoso hacia su ex compañero
sentimental. Un cúmulo de agravios, supuestos o reales, ha vuelto el
asunto no negociable. La pareja tiene un hijo de ocho años, Henry (Azhy
Robertson). De no estar por medio en el litigio la custodia problemática
de ese niño, el divorcio formal habría sellado, en un solo día, el
irreparable distanciamiento afectivo.
¿Y cuáles son los agravios que para Nicole, más que para Charlie, son
imperdonables? El esposo como un exitoso director de teatro neoyorquino
que estimula la carrera artística de su mujer, actriz californiana
medianamente triunfante, para dejarla luego varada profesionalmente y
comprometida con su nueva vocación de madre. Un agravio común, y de
responsabilidad en principio compartida, pero que en Historia de un matrimonio se
plasma también como un delicado asunto de disparidad de género. La
abogada de Nicole lo deja claro: desde la inmaculada concepción de María
hasta estos días nuestros de laicidad casi perfecta, es sobre la mujer
donde recae, de modo abrumador, el irrenunciable deber de sacrificar su
propia vida en aras de una armonía familiar perfecta. Entre los agravios
que comprometen la custodia del niño Henry, figuran, para Charlie, el
descuido de una infidelidad ocasional o la negligencia del olvido del
cinturón de seguridad en un auto; en el caso de Nicole, una supuesta
adicción al alcohol, derivada de una vocación frustrada, es sólo el
inicio de la serie de faltas cuya gravedad queda por determinar.
Más que en cualquiera de sus películas anteriores, el tema recurrente del desencuentro sentimental en una pareja tiene en Historia de un matrimonio
su expresión más elocuente y compleja. Las actuaciones impecables de
Johansson y Driver confieren gran intensidad dramática al asunto, y con
la variedad de sus registros histriónicos vuelven muy atractivo un
relato que, en palabras del director, combina drama de tribunales,
comedia bufa y teatro musical. El profesionalismo de los protagonistas
les permite transitar con enorme soltura de situaciones extremadamente
tensas, donde cada uno profiere las frases y los insultos que para el
otro debieran ser imperdonables, a momentos de un humorismo
desconcertante, al punto de que el primer testigo del drama, el
espléndido niño Henry, y con él muchos espectadores, no aciertan a medir
los capitales de rencor y despecho, conmiseración y ternura, que
albergan y combinan Nicole y Charlie en cada una de sus ríspidas
disputas.
La propuesta del director parecería mezclar el convencionalismo de un drama de divorcio en tribunales estilo Kramer contra Kramer
(Robert Benton, 1979), con el cinismo pesimista que interpretó, en
pleitos pendencieros de alcoba, la pareja Kate Winslet y Leonardo di
Caprio en Sólo un sueño (Revolutionary Road, Sam Mendes, 2008).
A ese contraste de tonalidades dramáticas, Noah Baumbach añade en su
guion un inesperado momento de gracia. En una reunión bohemia de amigos
muy cercanos, luego de ventilar sus amarguras y frustraciones
conyugales, Charlie comienza a cantar un alentador Being Alive, de Stephen Sondheim, extraído de Company
(1970), un musical sobre las amistosas compensaciones de un divorcio.
Por si ello fuera poco, al duelo formidable de actuaciones de los
protagonistas, lo acompaña el desempeño no menos virtuosos de tres
abogados maritales que se entrevoran con un afable profesionalismo de
pirañas, y que interpretan Alan Alda, Ray Lyotta y, de modo memorable,
Laura Dern. Pocas veces ha estado un drama de desencuentro conyugal tan
perversamente viciado por el disolvente de la comedia. La antítesis
perfecta de Historia de un matrimonio podría ser la estupenda cinta iraní de Asghar Farhadi, Una separación (2011), pero en palabras de Billy Wilder, esa es otra historia.
Producción de Netflix. Se exhibe únicamente en la sala 2 de la
Cineteca Nacional a las 15:30 y 20:45; en el Cine Tonalá, y en el Centro
Cultural Universitario.
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