Eduardo Ibarra Aguirre
La detención de Genaro García Luna –en la estadunidense Dalas, Texas–, hombre muy importante en el aparato policiaco de Vicente Fox (2000-06) y de Felipe Calderón (2006-12) e integrante de un poderoso subgrupo que ocupó posiciones de primera línea en los dos gobiernos, hasta ahora arroja más preguntas que respuestas. Pero las tradicionales y desgastadas teorías de la conspiración tan usuales en informaciones y análisis de la mediocracia, poco ayudan para responderlas.
La primera es por qué tardó tanto el aparato ministerial estadunidense para ocuparse del poderoso secretario de Seguridad Pública de un Calderón Hinojosa que lo defendió puntual y abiertamente y lo puso como ejemplo de funcionario y jefe policiaco moderno, eficaz y probo. Hoy escurre el bulto con un tuit donde se da por sorprendido y engañado por el subalterno. Nadie se lo cree y la prudencia del michoacano es monumental, así como Vicente Fox guarda silencio sepulcral.
Deje usted la tardanza del Departamento de Justicia de Estados Unidos para indiciar al célebre productor de montajes televisivos (García Luna Productions), como el de Florence Cassez e Israel Vallarta hace 14 años y éste aun prisionero sin sentencia, sino que desde finales de 2012 Washington le entregó la tarjeta de residencia para que se instalara en Tampa, Florida, y desde allí manejara sus negocios de seguridad en México, con el gobierno de Enrique Peña.
Más aún, estaba en trámite la solicitud de la ciudadanía estadunidense y hacía años que el expediente contra García Luna era abultado y abundante en datos y pruebas que no provienen sólo de los testigos de cargo contra Joaquín Guzmán en el juicio dizque del siglo, sino de antes.
¿Qué fue lo que hizo cambiar el estatus de García de “amigo de Estados Unidos”, que lo demostró en la Iniciativa Mérida y la “Guerra contra el narcotráfico”, a ser acusado de los cargos de corrupción y narcotráfico al estar al servicio del Cártel de Sinaloa? (Un corporativo trasnacional que desde hace medio siglo tiene de jefe de jefes a Ismael Zambada y no a Guzmán Loera como dicta la versión oficial estadunidense y mexicana, si nos atenemos a la tesis de Anabel Hernández en su libro El traidor: El diario secreto del hijo del Mayo).
No lo sé, pero sí queda claro que desde Carlos Salinas de Gortari (1988-94) por lo menos, se combatió a unas bandas para favorecer a otra, en este caso al Cartel del Golfo que vi emerger en Matamoros, Tamaulipas, y lo padecí como niño con el capo Juan N. Guerra, amigo íntimo de Raúl Salinas Lozano y socio de Miguel Alemán Valdés (1946-52), esto desde antes de que gobernara Veracruz.
Muy claro queda también que a Washington le importa mucho más centralizar el gran negocio de los narcóticos, particularmente la lavadora de dinero que es su sistema financiero en el que cuando detecta “operaciones de origen poco claro” aplica multas simbólicas; lo usa también como arma eficaz de la geopolítica imperial para desestabilizar gobiernos progresistas o simplemente insubordinados; además de apuntalar a las trasnacionales del armamento.
Y por lo visto no le importa a EU la vida de los agentes de la DEA y la CIA entre otras agencias, que perdieron a manos de las bandas del crimen, en particular la de Sinaloa, protegida por el gobierno de Calderón a través de García Luna y la elite de la Policía Federal Preventiva.
Tampoco le preocupó a Washington y ni siquiera al dueto Calderón-García la pérdida de cientos de miles de mexicanos, como lo asienta la denuncia ante la Corte Penal Internacional, en una guerra que decretó el 12 de diciembre de 2006, para legitimarse en la Presidencia de la República tras cometer fraude electoral.
Acuse de recibo
“Te recuerdo que los funcionarios públicos como tales no tienen derechos, sino atribuciones. Creo que López Obrador debería cancelar en definitiva las mañaneras y bajarle a su rijosidad. Para mensajes necesarios tiene a su disposición la totalidad de las emisoras de radio y Tv. Por otra parte, es cierto que muchos de los críticos respiran por la herida, pues hasta donde sabemos ya no hay nóminas de chayos en el sector público y la publicidad está muy restringida. Respecto a las encuestas y los índices de popularidad de AMLO, te recuerdo que hay una diferencia entre el pueblo llano, que lo apoya de manera decidida, y los factores de poder, que están en pocas manos y suelen pasar por encima de la ley y de la popularidad de un dirigente, como lo acabamos de ver en Bolivia con el golpe de Estado contra Evo. Creo que, como periodistas, en este punto debemos ser muy cautos y alertar sobre las situaciones que pueden presentarse”. La opinión es de Humberto Musacchio y los subrayados míos… “Claro que entre muchas cosas, la mañanera es propaganda política. Mal haría si no aprovecha la popularidad. Así lo hizo como jefe de Gobierno del DF. Ahora, no le quita rating a Ciro (Gómez Leyva), ya que a éste casi no lo ve nadie. Las casas que miden audiencias dicen mentiras, pero las redes y las mediciones digitales no. Un experto te muestra quién es quién, después de eliminar bots. Ahí Carmen (Aristegui) es la número 1. El otro parámetro muy confiable es la publicidad cautiva y pagada de cada programa. Arturo Sandoval”.
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