2/15/2009

Periodistas pal cafe.....




El Despertar
José Agustín Ortiz Pinchetti


■ ¿Cuál es la catástrofe?

Buena semana para la Unión Nacional de Catastrofistas y Similares (UNACE). El discurso del ingeniero Carlos Slim en un foro estratégico provocó una reacción un poco histérica de Calderón, su equipo y su partido. Slim dijo unas cuantas verdades: el actual proyecto de política económica no ha podido hacer crecer al país. Nuestro crecimiento es peor que mediocre. Requerimos una visión del desarrollo de la nación de amplio consenso. La recesión causará la caída del empleo (ya se está derrumbando) quiebras de muchas empresas pequeñas, medianas y grandes (ya empezaron). Hay que rediseñar el sistema financiero, reorientar la economía al mercado interno, proteger el empleo, el salario, el campo y las empresas pequeñas y medianas.

Estas verdades no han sido refutadas con datos duros (como dirían los elegantes), sino con diatribas. Con la exigencia de que mantengamos el “optimismo”. Nada más odioso que la verdad para un régimen asentado en el fraude, la impunidad y la mentira repetida millones de veces por los medios electrónicos para adormecer a la población. El disimulo y la simulación denunciados por Manuel Gómez Morín para justificar la fundación del PAN son la divisa de sus sucesores que administran la descomposición final del régimen priísta que ahora pretende ser heredero de sí mismo, gracias a la debilidad y perversidad del blanquiazul.

Jóvenes politólogos de la Universidad de Cultura China de Taipei, Taiwán, me preguntaron cuál era el peor de los males de México: ¿por qué las cosas estaban cada vez peor, el país había dejado de crecer?; la riqueza y las oportunidades están más concentradas; la violencia crece cada día, y por qué nuestra democracia es un fracaso.

La respuesta para mí es obvia: la corrupción ancestral de México ha prendido con más fuerza que nunca como una enfermedad que revive y agrede. La corrupción, es decir, el uso de las instituciones y los recursos públicos para el enriquecimiento privado y para el engaño colectivo, ha debilitado y desarticulado los mecanismos del Estado en forma gradual, a pesar de que suscita críticas, sermones, retórica, caricaturas y un río de tinta no se detiene. Camina sin prisa ni pausa desquiciando el armazón institucional, quebrantando nuestros juicios; avanzando maligna para aumentar la desigualdad; abriendo el campo al crimen organizado; volviendo inoperantes las decisiones de política económica; alimentando una violencia sangrienta, disolviendo el tejido social. En el fondo intuimos que la corrupción es la causa de nuestros males, pero no lo aceptamos como un síntoma fatal; incluso a veces respondemos con “un optimismo trágicamente irreal”.

Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme

■ EU cambia de enemigo: ahora es la depresión económica

Después de un poco más de siete años, que abarcan las dos cataclísmicas gestiones del bushismo, Estados Unidos cambia su fracasada “guerra contra el terrorismo global” por la “amenaza de la depresión económica y sus implicaciones geopolíticas”.

La llegada de Obama, que hereda un país y el globo en descomposición, opera el viraje, como se desprende de la ponencia el pasado 12 de febrero del almirante Dennis C. Blair, director de los servicios nacionales de inteligencia (que aglutinan a las 16 agencias de espionaje), ante el comité especializado del Senado: “En el corto plazo, la primera preocupación en materia de seguridad de Estados Unidos es la crisis económica global y sus implicaciones geopolíticas”.

Pasamos de la hollywoodense “guerra contra el terrorismo global” a la cruda realidad de la crisis financiera y económica: “la más seria en décadas, si no en siglos”, según Dennis C. Blair, quien refirió insistentemente las consecuencias geopolíticas y sociales de las décadas de los 20 y los 30.

Ubica el inicio de la crisis a principios de 2008 (y no al 15 de septiembre, cuando el banco de inversiones Lehman Brothers “quebró”, habiendo previamente expatriado 400 mil millones de dólares a Israel), lo que lo lleva a deducir que las turbulencias políticas y las desestabilizaciones serán incandescentes el año entrante.

Constata que la “cuarta parte (¡súper-sic!)” de los países del mundo sufren las consecuencias desestabilizadoras de “baja intensidad” que se expresan en “cambios de gobierno”. Hasta ahora, el “grueso de las manifestaciones antigubernamentales” se han escenificado en Europa y en los países de la ex URSS. Sobre México alertó que “sería fuertemente golpeado si la recesión se prolonga”.

Con todo y su entreguismo, el “México calderonista” es considerado como un “país fracasado” por la CIA, el Pentágono y el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, mientras Stratfor (13/2/09) reitera la ingobernabilidad del régimen calderonista.

Ahora Dennis C. Blair señala la amenaza de que la crisis provocará sublevaciones el año entrante debido al oleaje del derretimiento financiero en los mercados emergentes, donde el crecimiento económico se ha desplomado en forma dramática: “gran (sic) parte de Latinoamérica, la anterior URSS y el sub Sahara africano carecen de reservas de divisas suficientes, acceso a la ayuda internacional o crédito”. ¿A poco Estados Unidos cuenta con suficientes reservas de divisas?

Se basa en “modelos estadísticos” que demuestran que las “crisis económicas incrementan los riesgos de inestabilidad que amenazan a los regímenes en caso de que duren un lapso mayor de uno a dos años”.

Refiere que los mismos economistas no se ponen de acuerdo respecto a cuándo tocará fondo la crisis. Es cierto: los “optimistas” aseguran tres años y los “pesimistas” apuestan a una generación entera.

Cita que “incluso algunos temen que la recesión pueda profundizarse y alcanzar el nivel de la Gran Depresión (¡súper-sic!)”.

Por alguna razón, Dennis C. Blair concede crédito a los profetas de la Gran Depresión, porque también los pudo haber ignorado: “todos recordamos las dramáticas consecuencias políticas ocasionadas por las turbulencias económicas de la década de los 20 y los 30 en Europa, la inestabilidad, y los altos niveles de extremismo violento”. Mínimamente se pudiera aducir que los 16 servicios de inteligencia de Estados Unidos se encuentran alertas en su radar a la aparición de la Gran Depresión.

No aborda expresamente las “implicaciones geopolíticas” de la doble crisis financiera y económica, pero las deja entrever bajo el factor “tiempo”, que será determinante para socavar los intereses estratégicos de Estados Unidos: “El tiempo es probablemente nuestra mayor amenaza. Mientras más largo sea el inicio de la recuperación, mayor será la probabilidad de daño severo (¡súper-sic!) a los intereses estratégicos de Estados Unidos”.

En el cronograma de la década de los 20 y los 30 del siglo pasado, sabido es que la Gran Depresión desembocó en el ascenso del nazismo y en la Segunda Guerra Mundial, cuyo desenlace fue exitoso para Estados Unidos, que salió airoso con el acaparamiento aproximado de 50 por ciento del PIB mundial (ahora anda en 25.3 por ciento, y cada vez más declinante, cuando ha sido desplazado por la Unión Europea –UE–, con 31 por ciento).

Un sector bancario del bélico eje anglosajón, cuyo conspicuo portavoz es Ambrose Evans-Pritchard (ver Bajo la Lupa, 7/12/09) se prepara obscenamente a otra guerra mundial que tanto anhela Norman Podhoretz, teórico neoconservador muy cercano a Israel.

Otro paralelo con la década de los 30, a su juicio, versa sobre el “desencadenamiento de un oleaje de proteccionismo destructivo” y las guerras comerciales que desembocaron en la Segunda Guerra Mundial. Si algún país tiende en este momento al neoproteccionismo es justamente Estados Unidos, lo cual afloró con la aprobación del paquete de estímulo económico por el Congreso que bajo piruetas semánticas obliga a “comprar estadunidense”.

Aunque no especifica las “implicaciones geopolíticas”, se deduce que las fronteras de Estados Unidos, la UE y el BRIC (Brasil, Rusia, India y China) serán incandescentes e indecentes, lo cual tendrá consecuencias estratégicas devastadoras en la cartografía mundial.

En una sana autocrítica, Blair sacó a colación el daño que la crisis ha causado a la credibilidad de EU en todo el mundo: “la percepción ampliamente sostenida de que los excesos en los mercados financieros de Estados Unidos y las regulaciones inadecuadas fueron responsables ha incrementado la crítica sobre las políticas del libre mercado, que pueden dificultar conseguir los objetivos (sic) de largo plazo de Estados Unidos”.

Luego entonces, ¿el libre mercado facilita(ba) la implementación de los objetivos unilaterales de Estados Unidos?

Dennis C. Blair, anterior mandamás del Comando del Pacífico, ha exhibido una peculiar debilidad por los negocios neoliberales (su membresía en EDO, adquirida por ITT, y Tyco Intl.), razón por la cual, quizá, se exceda en sus críticas nada militares al proteccionismo.

Peor aún: asegura que el colapso de Wall Street “ha aumentado el cuestionamiento en la conducción de la economía global y la estructura financiera internacional por Estados Unidos”.

Aquí discrepamos con Dennis C. Blair: siempre existieron “cuestionamientos” muy severos desde hace mucho tiempo sobre el unilateralismo financiero, económico, militar y político de Estados Unidos (producto de la perniciosa unipolaridad), que tanto daño provocó en el mundo.

No fue sino hasta que Estados Unidos exhibió sus vulnerabilidades militares (v.gr. en Irak y Afganistán; su aliado Israel en el sur de Líbano y en Gaza; y el eje Estados Unidos-Israel en Georgia) que los grandes (la UE y el BRIC), medianos (v.gr. Irán) y pequeños (v.gr. Bolivia) comenzaron a rebelarse y a revelarse con la nueva exigencia imperativa de reconstruir el mundo que dejó hecho añicos el régimen torturador bushiano.


A la mitad del foro
León García Soler

■ Poderes plenos y pobres políticos

Setecientos 50 mil empleos desaparecieron en 2008; hay ya en México un millón 900 mil desempleados. Y el FMI, tan grato a los tecnócratas de la globalidad financiera, da la voz de alarma: “la economía mexicana se desacelera más rápido de lo previsto”. Desde los plenos poderes del estado de sitio ficticio, Felipe Calderón proclama que este es un buen momento para invertir en México.

“Cuando esta situación mundial encuentre nuevamente su tendencia estable a largo plazo, las inversiones que se hagan ahora serán más rentables.” Keynes vive: a largo plazo todos estaremos muertos. Salvo el dogmatismo neoconservador que insiste en el retorno a las recetas fallidas y en convencernos de que son temporales las medidas adoptadas por Barack Obama, la intervención del Estado al norte del río Bravo y en la Unión Europea, cuyos 21 integrantes han reconocido formalmente estar en plena recesión.

La crisis multiplica los pobres, declara el Banco Mundial: en 2009 se sumarán 46 millones de seres humanos a las multitudes que sobreviven abajo de la línea de la pobreza, con un ingreso de 1.25 dólares por día. De Islandia a Lituania, desde Corea del Sur hasta Grecia, se manifiestan millones, convencidos de que no se trata de salvar a banqueros y que el desastre mundial no ha de resolverse con el retorno al status quo. Se agotó el sistema y se acabó la paciencia. “El patrón es evidente: los gobiernos que ante una crisis creada por la ideología del libre mercado respondan con una aclaración de esa misma agenda desacreditada, no sobrevivirán para contarlo. Como los estudiantes italianos gritan en las calles: ¡No pagaremos su crisis!” (Naomi Klein, La Jornada de ayer 14 de febrero, texto publicado en The Nation.)

Cinco lustros de crisis recurrente, 50 millones de mexicanos en pobreza extrema, 5 millones emigrados en busca de empleo, miles de muertos en la guerra contra el crimen al amparo del estado de sitio ficticio, y la economía que se desacelera más rápido de lo previsto, no constituyen una catástrofe, según las huecas bravatas de funcionarios menores, como Javier Lozano; según el sonido y la furia de Germán Martínez Cázares, el pendenciero: “En Acción Nacional no somos catastrofistas”. Y las brujas de Macbeth atizan la olla podrida de un deterioro de la clase dirigente que asusta a los mismos que pusieron los ingredientes del vuelco que llevó a Fox a presidir un gobierno de gerentillos y tiene en jaque al gobierno panista de Felipe Calderón. Lo de Carlos Slim puso en evidencia la vocación cortesana de quienes gritaban ¡viva Iturbide!, mientras anhelaban gritar ¡viva Agustín I!

Y los ánimos de revancha e intolerancia que afloran al mezclarse los asuntos públicos con los intereses privados. Javier Lozano aprovechó el viaje para retomar la bandera de una reforma que trastoque el artículo 123. Pero entre los desatinos de las indiscreciones celulares de Luis Téllez K., salta a la palestra el muy discreto Liébano Sáenz: “El desencuentro entre uno de los empresarios más importantes y el Presidente no es un accidente, sino consecuencia de una decisión anterior, ajena a ambos, que careció de sentido de lealtad a las instituciones de la República”. Palabras crípticas, alusivas a lo sabido y oído en la cercanía que da influencia; inamovible por decreto de Ernesto Zedillo: A Liébano no me lo toquen, ordenaría a los hacedores de listas del PRI. Pero la ira de Lozano nada tiene de sana distancia.

Con razón sentencia Lorenzo Servitje, santón empresarial y censor moral: “Si no se apoya al pobre señor Presidente, esto irá muy mal.”

Fernando Gómez Mont acepta las recomendaciones de la ONU. Falta que se cumplan con la urgencia del caso: torturas, violaciones a los derechos humanos y la más que cuestionable orden de arraigo, el encarcelamiento de facto sin orden de aprehensión. El abogado Gómez Mont reaccionó con prontitud a las palabras del general McCaffrey, antiguo zar antidrogas del vecino imperio: “El reciente incremento en los niveles de violencia y los actos brutales y sorprendentes cometidos por los cárteles de la droga han provocado una emergencia nacional en México.” El secretario de Gobernación dijo que el pais “vive un momento crucial por recuperar la seguridad, la legalidad y la justicia, y lo está enfrentando”. Se recupera lo que se ha perdido.

De ahí la insistencia en hablar A la mitad del foro de la urgencia de cumplir con la ley y solicitar autorización del Congreso para instaurar el estado de excepción. Vivimos en estado de sitio ficticio, “estado de necesidad”, fenómeno legal conducente a los plenos poderes. Bajo el état de siège fictif, término derivado del decreto napoleónico del 24 de diciembre de 1811, que otorgaba al emperador la autoridad de imponer el estado de sitio, sin necesidad de declararlo, “cuando las circunstancias requirieran dar más fuerzas y más poder a la policía militar”. Lorenzo Servitje canta la palinodia: “Eso no es de un país civilizado, es de un país salvaje. (...) Y vemos a nuestras policías ineficientes y corrompidas, y el pobre Ejército sufriendo golpes, en el que se tenía tanta esperanza y que realmente se encuentra confrontado por problemas muy serios”.

Con el remolino de “la guerra civil global” (Hannah Arendt: On Revolution), George W. Bush impuso el inconcebible USA patriot act, la suspensión de garantías, de los derechos civiles, en su país y en el imperio global. Barack Obama suspendió los juicios militares y anunció la clausura de la aberrante prisión de Guantánamo. Con nuestra guerra contra el crimen se revirtió la inmarcesible frase de Carlos Hank González: “Un político pobre es un pobre político”. Jorge Hank ya no puede pasar al otro lado; le negaron la renovación de su visa. Es rico, pero es un pobre político al que Roberto Madrazo le dio la franquicia del PRI en Baja California; el heredero pagó las cuentas para ser candidato a gobernador: perdió las elecciones y la visa.

Y ahora se alzan voces de jóvenes turcos de Felipe Calderón, con adherentes como Luis Téllez K., graduado distinguido del MIT, de la tecnocracia del priato tardío, administrador privado de Desc y del Grupo Carlyle, el de George H. W. Bush y Dick Cheney, feroz vicepresidente de Bush hijo. Carlos Salinas se robó la mitad de “la partida secreta”, soltó el indiscreto secretario. Grabaron su dicho y se transmitió por la radio. Luis Téllez dijo que había sido por hablador, que no tenía pruebas. La fiebre electoral motivó la indignación y muchos valientes decidieron dar gran lanzada a moro muerto: pidieron que investigue la Auditoría Superior. Pero mientras la hubo, no era auditable la tal partida secreta.

Ya empezó el proceso electoral de medio sexenio. No son catastrofistas los que esperan pacientemente que los designe el que manda por medio del dedo índice de Germán Martínez. Pero han perdido casi todas las elecciones habidas desde que Felipe Calderón asumió la Presidencia. Las encuestas dan gran ventaja al PRI: “Las elecciones se ganan en las elecciones”, repite Beatriz Paredes en homenaje al filósofo de Güemes. El PRD no capitalizará la catástrofe porque el único con voluntad de poder es Andrés Manuel López Obrador y decidió ejercerlo al frente de un movimiento perpetuo, popular y pacífico.

Lástima. La política no es cuestión evangélica, decía Charles de Gaulle.


John M. Ackerman
http://johnackerman.blogspot.com
Los ociosos de Viaducto Tlalpan
Con el inexcusable e ilegal indulto a las televisoras, queda claro que los consejeros electorales no toman las decisiones en el Instituto Federal Electoral (IFE). Aquel IFE que representaba una voz ciudadana, plural y valiente, comprometida con la defensa del espacio público y la democracia, ya es historia. La entidad que organizará las elecciones de 2009 se encuentra al servicio de Felipe Calderón y Manlio Fabio Beltrones, y sus respectivos partidos políticos, quienes fungen como mayordomos del duopolio televisivo.

De la misma forma en que el IFE antes se subordinaba a los mandatos de Carlos Salinas y Diego Fernández de Cevallos, hoy el organismo electoral se ha convertido de nuevo en un terreno para dirimir negociaciones y pactos entre las cúpulas del gobierno y los personajes más oscuros de la “oposición”. Tal como el IFE de Luis Carlos Ugalde se doblegara ante los poderes fácticos y se negara a ejercer sus facultades legales, el instituto de Leonardo Valdés hoy negocia la ley de manera vergonzosa y sacrifica su autonomía constitucional.

Lo que une a los cinco consejeros que votaron en favor del “sobreseimiento” del proceso sancionador en contra de Televisa y Tv Azteca es su irrestricta lealtad a personajes políticos del PRI y el PAN. Recordemos que Marco Baños y Benito Nacif son incondicionales de Manlio Fabio Beltrones y Felipe Calderón, respectivamente. Francisco Guerrero mantiene esa misma relación de complicidad con Emilio Gamboa. Arturo Sánchez pertenece al “equipo” de Juan Molinar Horcasitas, actual director general del IMSS. Marco Gómez, el consejero “verde”, le ofreció la luna y las estrellas al PRI y al PAN con tal de no ser incluido en la lista de consejeros despedidos el año pasado.

Los cinco personajes que conforman este nuevo pentágono de la impunidad deben sus puestos actuales y su futuro político de manera directa a los políticos que los nombraron. Por ello, a nadie debe sorprenderle que el viernes pasado hubieran fungido como simples correas de transmisión del pacto que sus verdaderos jefes y las televisoras acordaron el día anterior. Todavía el jueves, los consejeros Sánchez y Gómez declararon que el nuevo convenio entre la CIRT y el IFE no tenía relación con los procedimientos sancionadores ya iniciados. Menos de 24 horas después, justificarían su voto en favor del indulto precisamente porque este convenio supuestamente garantizaba el cumplimiento de las televisoras con la ley. Salvo que los consejeros sufran de algún grave trastorno mental, un viraje tan evidente solamente se puede explicar por evidentes variables políticas.

Al desechar el proceso iniciado contra las televisoras, los consejeros cometieron una franca violación de la ley. El proyecto aprobado, presentado de manera sorpresiva ni más ni menos que por el consejero Baños, alfil de Beltrones, recurre a un artículo de la norma electoral que simplemente no aplica al procedimiento que estaba en curso. El artículo 263 se encuentra dentro del capítulo del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) que regula los procedimientos sancionadores ordinarios, no los procedimientos sancionadores extraordinarios, como era el caso. Asimismo es absurdo afirmar que las quejas se habían quedado sin materia. Aun si nos creyéramos el cuento de que de aquí en adelante Televisa y Tv Azteca acatarán la ley, la evidente manipulación y distorsión de la propaganda electoral ya ocurrió y el daño es irreparable.

El proyecto de Baños no es otra cosa que un engendro legal cuyo único propósito fue congraciarse con los poderes fácticos. Incluso la consejera Macarita Elizondo, quien de forma abierta se había pronunciado en contra de sancionar a las televisoras, tuvo la dignidad de votar en contra del proyecto de sobreseimiento. Ya veremos si algún partido tiene las agallas para impugnar la resolución. Veremos también si la ex socia de Baños, María del Carmen Alanís, y sus colegas del tribunal electoral se atreven a rectificar esta flagrante ilegalidad.

También es notorio el doble rasero del IFE. A la hora de multar al PRD por los bloqueos de Reforma y los intentos de impedir el informe de Vicente Fox y la toma de posesión de Calderón, los consejeros presumían ser implacables con la imposición de sanciones ejemplares que pudieran prevenir este tipo de acciones en el futuro. Hoy en cambio, las televisoras han encontrado de buenas a los señores consejeros, quienes ya se cansaron de dar castigos ejemplares y se conforman con la “buena voluntad” de los medios electrónicos de comunicación y un convenio que no cuenta con ninguna fuerza legal. Tal como ocurrió en 2006, la autoridad electoral demuestra su fiel compromiso con la máxima de Porfirio Díaz y Getulio Vargas: “Para mis amigos todo, para mis enemigos la ley”.

Paradójicamente, uno de los responsables principales de esta situación es el PRD y su grupo parlamentario en la Cámara de Diputados. En el contexto de la renovación de los consejeros electorales del año pasado, el PRD tuvo la oportunidad de transformar de manera integral el perfil del Consejo General. El gobierno necesitaba forzosamente incorporar a la izquierda en las negociaciones para evitar la repetición de un escenario como el de 2003 en que de entrada el árbitro estuviera deslegitimado. Sin embargo, en vez de apalancar esta posición de fuerza, el PRD simplemente abdicó. El resultado es un Consejo General carente de una visión plural, ciudadana o independiente.

Arnaldo Córdova
El onanismo en el poder

Es un fenómeno universal el que los políticos se acostumbren rápidamente a hacerse tontos cuando deben explicar a sus opositores (e incluso a sus seguidores) la razón de sus actos o cuando se les replica (cuando no se aceptan sus justificaciones) o, de plano, cuando se les critica por sus errores. Difícilmente encontraremos un político que diga lo que se propone y menos lo que pretende ocultar. Y, con muy honrosas excepciones, jamás veremos a uno que confronta abiertamente a los que están y a los que no están de acuerdo con él. Él quiere que todo mundo esté con él y que jamás ponga en duda sus decisiones. “No te me opongas, porque romperás la unidad que nos es tan necesaria”, solía decir a los suyos un ministro inglés de los primeros años de la Segunda Guerra Mundial.

Que se hagan tontos, sin embargo, no equivale a que sean necesariamente tontos. Un buen político está perdido si es un tonto. O va a ser utilizado indefectiblemente por otros o, en todo caso, otros harán siempre su tarea y él ni siquiera se dará cuenta. Fue el caso de Fox. ¿Qué puede pasar si, encima, un político tonto pretende hacerse el tonto? Creo que la respuesta está en la tira cómica que hemos visto desfilar últimamente en torno a los “catastrofistas” que critican al gobierno porque quieren ver destruido a su Estado. A cualquiera se le antojaría que todo es mera ficción; pero es una espeluznante realidad y parece que hay muy poco con qué poder explicarla.
En una ocasión, a propósito de otro tema y en otra situación, mi venerado amigo René Zavaleta me soltó esta lanzada: “Son perfeccionistas y todo lo hacen mal”. Cualquier tonto puede pretender ser perfeccionista y, por eso, todo le sale mal. Así han sido nuestros gobiernos de los últimos 32 años. Y no hay modo de explicárselo, porque jamás lo entenderían, iluminados como andan siempre con la obsesión de ser “perfectos”. En su discurso del pasado 5 de febrero Calderón dijo que tenemos la responsabilidad histórica de diseñar leyes y fortalecer las instituciones que las apliquen. “Leyes –abundó– para garantizar la seguridad… que promuevan un crecimiento más dinámico… que propicien una distribución más equitativa… y que posibiliten, también, el abatimiento de la pobreza…” Esas leyes, le faltó decir, no hay en el Estado quien las pueda “diseñar”.

No era una afirmación. Era una acusación y en eso no tuvo reparo alguno. Lejos de admitir (así fuese sin conceder) que hay un amplio sector de la ciudadanía (y no sólo de lopezobradoristas) que considera que sus iniciativas de ley enviadas al Congreso son bodrios inútiles e insuficientes que sólo favorecen a los intereses a los que él sirve, Calderón soltó su andanada: “Valoramos la crítica, valoramos la crítica que orienta soluciones y el análisis que alerta responsablemente sobre riesgos latentes. Pero debemos rechazar todos el catastrofismo sin fundamento, particularmente ahora llevado a extremos absurdos, que daña sensiblemente al país, a su imagen internacional, ahuyenta inversiones y destruye los empleos que los mexicanos necesitan”. Por lo menos, debió decirnos de quién o de quiénes hablaba, pero no es su estilo.

Lo que seguramente sí pensaba era que hablaba a nombre de quienes lo llevaron al poder, pero hasta en eso se equivocó. Ya Carlos Fernández Vega recordaba que en marzo de 2004, Carlos Slim, un hombre que se ha enriquecido al amparo de estos regímenes ineptos, declaraba que el modelo de desarrollo no había sido benéfico, que “ya da muestra de fatiga social; no ha tenido resultados en crecimiento y empleo”. También que voceros de Canacintra y de los “barones” de Monterrey exigieron cambios al “modelo” económico. Y cita a Federico Sada González, de Vitro, el cual urgía “revisar los esquemas económicos del país”. En mayo de 2003, Dionisio Garza (de Alfa) dijo que el gobierno foxista era “incapaz… No es cierto que el país no crece sólo por la recesión de la economía internacional”. Y el piadoso Servitje demandó “la corrección del modelo económico, porque con el actual no podrá combatirse la pobreza”. Testimonios de ese pelo los hay a montones.

Los gobiernos panistas han sido tan ineptos para conducir la economía como lo fueron los últimos gobiernos priístas y los dueños de la riqueza no han cesado de señalárselo. Éstos saben que los han sostenido en el poder y que se lo han dado a varios de ellos, pero no soportan hacerse tan ricos y, al mismo tiempo, sufrir tan graves pérdidas por las recesiones. El último zambombazo se los dio el más rico de todos, el mencionado Slim, y les explotó en las verijas. En el reciente foro organizado en el Congreso, en una intervención desordenada y pedestre (a uno que sólo sabe hacer dinero no se le puede pedir que sea buen orador), Slim les dijo: “No quiero ser catastrofista, pero hay que prever y no estar viendo las consecuencias después y estar llorando”. Y agregó: “… el producto interno bruto mexicano se va a desplomar, se va a caer, va a ser negativo, ya desde el último trimestre del año pasado; no sabemos cuánto dure, pero va a ser muy fuerte el efecto”. Llamó a proteger el empleo y a enfocar el esfuerzo en la reactivación de la economía interna. La inversión extranjera viene, remató, si puede obtener ganancias.

Cualquiera podría estar de acuerdo con él. Pero no el gobierno panista. Ese mono de ventrílocuo que ocupa una de las secretarías de Estado más importantes y que lo ponen a boxear con cualquiera, de inmediato se lanzó a la palestra: Don Roque (quizá algunos recuerden a aquel chistosísimo muñequito) señaló que había que ver si los “pronósticos” del empresario “son reales, certeros y si tienen sustento sólido, o si bien obedecen a un buen deseo [sic] de que las empresas se abaraten para luego comprarlas, o bien para obtener modificaciones a títulos de concesión que hasta ahora no se le han concedido para entrar en otros mercados”. Don Roque le debe saber algo y ha estado en puestos en los que ha podido saber qué (desde la Comisión Federal de Telecomunicaciones, por ejemplo). De los demás panistas, ni hablar. Le dijeron a Slim que por qué invertía su dinero en el extranjero y no aquí. Ellos eso ya lo saben.

Estamos en presencia de un gobierno onanista, que todo lo hace dentro de sí mismo. Si quienes le dieron el poder a los panistas no se sienten atendidos y la sociedad con todas sus clases sociales está ausente en la política del gobierno, es difícil saber para quién gobiernan los que lo ejercen o para qué lo hacen. En suma, un gobierno divorciado de todos y de todo.

Guillermo Almeyra
La encrucijada venezolana

Creo, espero, que las urnas den un nuevo triunfo al gobierno de Hugo Chávez para que pueda enfrentar mejor las grandes dificultades que Venezuela deberá superar en los próximos años. Porque lo que está en juego no es el problema de si se puede relegir o no un presidente (Franklin D. Roosevelt, la Thatcher, Reagan, Mitterrand, Bush, fueron relegidos sin que nadie hablase de “dictadura”), entre otras cosas porque en Venezuela existe la posibilidad constitucional de realizar un referéndum revocatorio a mitad del mandato presidencial, sacándolo del gobierno si el pueblo así lo decidiese. Lo que en realidad la derecha quiere sabotear por todos los medios, electorales o no, es la propiedad estatal de las palancas fundamentales de la economía venezolana, el carácter antimperialista de una política exterior dirigida a formar un bloque latinoamericano para lograr un desarrollo regional independiente de Estados Unidos y la política de alianzas que de eso se desprende (con los sectores obreros, campesinos y populares, en lo interno, y con los adversarios de su enemigo de Washington, en lo internacional). La disputa, por lo tanto, expresa un agudo conflicto político y de clases entre, por una parte, los sectores ligados al capital financiero internacional o de él dependientes y, por otra, los que confusamente intentan utilizar el Estado para llevar a cabo un capitalismo de Estado con políticas de transformación social e incluso de organización de gérmenes de poder popular basados en la democracia directa.

Conviene tener presente que, en primer lugar, Venezuela depende del precio del petróleo en el mercado mundial y que la estatización de Pdvsa no rompió esa dependencia aunque le dio al Estado la renta que antes se llevaban las trasnacionales. Los planes de Chávez en América del Sur, en el Caribe, con Cuba, para el propio desarrollo nacional venezolano, dependen de este modo de precios que, dada la crisis mundial, seguirán estancados o bajarán aún más. La fuga de divisas y la guerra de las grandes compañías contra el estatismo agravarán la situación económica. En esas condiciones se votará la reforma de la Constitución para posibilitar la relección de Chávez (y de los gobernadores, muchos de ellos opositores), y en el 2010 se elegirán los nuevos miembros de la Asamblea Nacional, que hoy es chavista pero que mañana podría no serlo, al menos en la proporción actual.
Por otra parte, el conflicto es aún más agudo porque Venezuela –además de tener una posición de rentista petrolera que permitía a una amplia clase media no productiva importar lo que quisiera y desalentaba la producción y la productividad en todos los sectores–, debido a las dictaduras o al pacto corrupto de Punto Fijo entre los partidos que falsamente decían ser “socialdemócratas”, nunca conoció la educación democrática y, menos aún, la participación popular organizada en la toma de decisiones.

Tampoco hay una orientación clara si hacia una alianza con el sector “patriótico” de los empresarios o con los intereses de los sectores populares. Chávez, por ejemplo, otorgó créditos baratísimos para favorecer a los empresarios nacionales, pero el grueso del capital está en manos de las trasnacionales, que lo odian y lo desprecian al igual que los escuálidos de la oposición, y la mayoría de los empresarios es, por razones de clase, antichavista, y los pocos de ellos que están ligados al régimen –la famosa boliburguesía o burguesía bolivariana– lo están porque aprovechan las brechas en el Estado para practicar y fomentar la corrupción y enriquecerse sin escrúpulos ni principios sociales.

Por otra parte, los grandes progresos de la democratización en el campo de los derechos (referéndum revocatorio, propuesta de creación o revocación de leyes por medio de referendos populares), las estatizaciones de las empresas fundamentales, los planes y acciones masivos de educación y salud, dependen en buena medida de la organización del apoyo popular a Chávez y no solamente del aparato estatal. Pero esa organización es incipiente, el Partido Socialista Unido Venezolano mismo ha sido creado recientemente y lo fue desde el poder estatal y sus dirigentes reciben la presión de éste pero también la de la base (que le da un margen de independencia). Además, los consejos comunales, misiones y organismos de poder popular, así como los sindicatos, enfrentan la oposición del poder militar, centralizado y vertical por definición, y de la excesiva centralización estatal, que dificulta enormemente su desarrollo. Existe incluso el peligro de que ese verticalismo aumente para tratar de enfrentar con métodos burocrático-militares la crisis económica, los éxitos electorales de la derecha antichavista y la creciente y tremenda ineficiencia y corrupción en diversos sectores estatales, dejando en segundo plano lo único eficaz, o sea el desarrollo de la autonomía y la autogestión obrera y campesina.

Para colmo, como todos los gobiernos llamados “progresistas” de América Latina, el de Chávez se guía por indicadores económicos capitalistas como el aumento del producto interno bruto o de la producción y por la cantidad de divisas en el banco central, en vez de utilizar la crisis como un reto a la creatividad, desarrollando experiencias de producción en armonía con el ambiente en las zonas campesinas y de autogestión en la producción de viviendas y en la producción industrial, y no utiliza el control estatal para dar golpes mortales a los especuladores y a los importadores de productos innecesarios y muchas veces inútiles y dañinos despilfarrando divisas cada vez más escasas. Por eso, repito, espero que gane Chávez, pero preveo que la elección será difícil, porque lo esencial –el reforzamiento de la organización y de la conciencia de los sectores populares– aún está por hacerse.

Rolando Cordera Campos
La catástrofe del día

Sin novedad en el frente nos acercamos al fin de la semana. Sólo que… en Monterrey, por cuarto día consecutivo aparecen los jóvenes “tapados” que hacen y queman barricadas, enfrentan a la policía local, exigen la “salida de la plaza” del jefe de la Zona Militar, general Antúnez, mientras el secretario de Seguridad Pública del estado asegura que “el crimen organizado paga 500 pesos a cada uno de los manifestantes y les proporciona transporte” (David Carrizales, La Jornada, 13/02/09, p. 30).

“Saquean silos y trenes con alimentos en todo el país”, anuncia El Universal en su primera plana del viernes, y agrega: “Entre las rutas ferroviarias que más robos han registrado destacan Veracruz-Laredo, la del Pacífico, así como las que cruzan por Guanajuato y Jalisco”… “Esta semana, en Sinaloa fueron hurtadas 30 toneladas de frijol. En Guanajuato, las acciones de la autoridad han sido insuficientes para detener los robos que se han dado en las últimas horas.”

Sin novedad pues, salvo porque el presidente Calderón lleva su fiebre metafórica al diagnóstico de la crisis en Estados Unidos a la que califica de infarto, y reitera que “ni nos rendimos ni nos echamos para atrás” (La Jornada, p.10). Aparecida en el subsuelo con toda su fuerza, los que viven a ras del piso se consuelan pero no se van porque no hay para dónde hacerse: el desempleo afecta las zonas más avanzadas vinculadas con la economía internacional, pero la caída de los ingresos reales se extiende por todo el territorio, dejando cada vez menos espacio a una informalidad que sólo puede reproducirse si los ingresos formales mantienen su flujo. De no ocurrir así, como ha empezado a suceder, sólo queda el trueque como recurso de última instancia, pero eso implica parálisis económica y fiebre social.

Bajo control catastrofismos y catastrofistas, sólo quedan las catástrofes que se anuncian y aparecen sin descanso en las estadísticas, las imágenes, los relatos de viajeros y turistas: el norte de México está imposible y más arribita funciona inclemente el muro electrónico y de concreto que obstruye el tránsito, lo detecta, lo detiene, cuando no lo liquidan los vigilantes que saben nada de la buena vecindad y la sociedad estratégica, y mucho de cómo usar sus armas sin que sus muertos hagan ruido.

Frente a esta realidad en cinemascope y cámara cada vez menos lenta, la dirección política nacional, en particular la que ocupa el gobierno del Estado, se presenta pasmada, perdida en la transición y en su traducción, avasallada por la ocurrencia e incapaz de hacerse cargo de la gravedad de la situación. De aquí su ridículo espectáculo del martes y el miércoles de la “Caza del pesimista”, y su recurrente visita a la bravata pintoresca y provinciana, del todo ineficaz para convocar a la cooperación social y política, y para intervenir sobre la economía y sus impactos negativos sobre la vida y la convivencia social.

Por más que se empeñe en convencernos de lo contrario, el gobierno federal no ata ni desata mientras la crisis avanza y avasalla vidas y haciendas, incluida aquí la que le tocó en suerte al secretario Carstens: desprovisto de sus alegorías sanitarias, sólo le queda asumir una circunstancia recesiva que se agudiza y no da respiro a una retórica económica desgastada, fallida, incapaz de organizar discurso alguno ni sostener la más modesta de las convocatorias a la acción.

El día en que paralizaron la tierra; la terra trema; mejor: lost in translation (in transition), pero sin el portento de Scarlett Johanssen y el humor de Bill Murray. Se gastó la gran promesa de la globalización neoliberal con su democracia bien portadita y sólo nos queda la memoria, mermada por tanto abuso de revisionistas a la orden, y la política, acorralada por sus espectros, alucinada por las siete vidas de un viejo régimen reacio a hacer mutis, pero nunca tan plural y abierta como ahora.

Con esto, y una juventud acorralada por el inempleo y la caída libre de sus expectativas, habrá que transitar hacia el centenario de una revolución cuyos pioneros, en 1909, anunciaban así: “El año entrante, cuando nuestra patria cumpla cien años de haber proclamado su independencia, deberemos resolver un problema fundamental, de cuya solución dependerá nuestro porvenir como nación libre y soberana” (“el problema, ilustra el historiador, era acabar con la relección indefinida del presidente, que había concentrado en sus manos un poder absoluto”). “A esto debemos atribuir, decían los del Centro Antirreleccionista, que ahora la justicia ampara al más fuerte; que la instrucción pública se imparte sólo a una minoría de quienes la necesitan; …que los obreros mexicanos emigran al extranjero en busca de más garantías y mejores salarios; …que se han hecho peligrosas concesiones al extranjero… y, por último, que el espíritu público está aletargado, el patriotismo y el valor cívico deprimidos… Lo que actualmente pasa en nuestro país causa pena y vergüenza” (Pedro Salmerón Sanginés, “¿Por qué estalló la revolución de 1910?”, Configuraciones 29, México, octubre-diciembre de 2008, p. 14).

Mucha agua pasó debajo del puente y el problema fundamental debe ser otro. El problema es que ni siquiera acertamos a planteárnoslo. Mucho menos los de arriba, que sólo saben agarrarse del chongo y luego llorar ante el peligro inminente y la catástrofe del día.

Antonio Gershenson
gershen@servidor.unam.mx
Palabras contra hechos

Aparentemente, la gran polémica de estos últimos días ha sido de optimistas contra pesimistas. El gobierno decidió que hay que ser optimistas. Muchos otros no. La verdadera polémica es, en el fondo: palabras contra hechos. Y los hechos determinan si las cosas están mejor o peor, y si vienen mejor o vienen peor.

Un primer hecho, publicado esta semana: en tres meses, de noviembre del año pasado al reciente enero, se perdieron más de 541 mil empleos en las zonas urbanas de México (datos del Seguro Social). Las palabras: el subsecretario de Hacienda, replicando a las críticas de diputados, dijo que afirmar que estos empleos se perdieron era una cifra exagerada, ya que el pronóstico gubernamental para todo 2009 se ubicaba sólo entre 250 mil y 300 mil.

Decía que había que creer a las cifras futuras del gobierno y no a los hechos, porque al fin del año la caída es estacional. ¿Qué no el fenómeno estacional de fin de año era el aumento de las ventas por Navidad, Año Nuevo, Reyes? Y si hablamos de la “cuesta de enero”, pues resulta que enero fue el “menos malo” de los tres meses, con 128 mil empleos perdidos, cuando el promedio de los tres meses fue de 180 mil. Es el colmo que se nos quiera convencer de creerles más a las palabras, en este caso números gubernamentales, que a los hechos (también incluyendo números) que una institución gubernamental dio a conocer.

Segundo hecho, también publicado esta semana: las ventas totales de automóviles en nuestro país bajaron a poco menos de la mitad. Su exportación cayó en casi 57 por ciento. Y el otro componente, las ventas nacionales, bajó poco más de 28 por ciento. Por un lado, vemos que el mercado interno anda muy flojo para que bajen así las ventas nacionales.

Pero al mismo tiempo, vemos que lo que más afecta a la economía, en este caso, es la baja de las exportaciones, básicamente a Estados Unidos. Esto último confirma que la gran dependencia del exterior que han construido los gobiernos derechistas y tecnocráticos nos está costando muy caro. Con estas cifras, ¿tiene sentido pregonar el optimismo, en vez de tomar medidas que impulsen la recuperación del mercado interno? ¿De veras creen que con sus palabras optimistas ya más gente va a tener para comprarse su coche? (Uuuuuu, me dirán). Todas las palabras que se puedan pronunciar, en cualquier sentido, son inútiles para resolver el problema.

Tercer hecho, también de esta semana: salieron del país 50 mil millones de dólares, en buena medida fuga de capitales. Fuga de inversión extranjera. Es una de las causas de la caída del peso. La inversión retirada, ¿la sacaron en pesos? Por favor. Sacan el dinero en dólares (si necesitan, el Banco de México los vende baratos) y esa demanda de moneda estadunidense hace que caiga más el peso.

La devaluación del peso es otro de los elementos importantes de la crisis que, si vemos estos y muchos otros hechos, ya está aquí. Todo lo importado, que es mucho por la creciente dependencia, sube de precio al subir el dólar. Y entonces el poder de compra baja, el mercado interno se contrae más y las empresas van quebrando al no tener a quién venderle, sobre todo si no tienen a dónde exportar. ¿Por qué el discurso oficial no habla de las continuas devaluaciones? En los hechos, según el Inegi, el tipo de cambio peso-dólar, venta, promedio del mes de agosto, fue de 10.0906 pesos por dólar, y para enero de 2009, el mismo dato fue de 13.8492 pesos. El aumento entre ambas cantidades fue de 37.25 por ciento, en cinco meses. Y en los últimos días ya estamos arriba de los 14 pesos por dólar.

Vamos a mencionar otros hechos para fines de comparación, para que veamos lo que es posible hacer. Ya mencionamos, el pasado domingo, el caso de Brasil en materia petrolera y el contraste con México, donde también lo que hay son discursos.

En Estados Unidos se aprueba el dineral para la recuperación, que incluye cientos de miles de millones de dólares en inversión pública para reactivar la economía, y en gasto social para recuperar el mercado interno. Pero Obama ha dicho y repetido que antes de que mejoren las cosas se van a poner peor.

Aparte de que, para el gobierno mexicano, Obama queda como catastrofista. ¿Acaso no estamos viendo que lo que pasa en Estados Unidos nos afecta, como en el caso de los coches, más incluso que el debilitamiento del mercado interno? Y si el mercado interno no sólo está débil, sino que el propio gobierno lo debilita más, por ejemplo, vendiendo cara la energía, es obvio que nuestro principal problema en esa área es la baja de exportaciones, que sobre todo son a ese país. Debería estar claro que si Obama dice que las cosas en lo inmediato se van a poner peor allá, pues aquí con mayor razón.

Los pedidos de determinadas mercancías desde China han hecho aumentar precios hasta en 50 por ciento en algunos mercados internacionales, en 10 días. El aumento del acero y de otros metales se toma como una muestra de que el programa de inversiones de ese país está en marcha. Habíamos hablado de un gran aumento en la construcción de nuevos ferrocarriles de carga y trenes rápidos de pasajeros. Esto se empieza a reflejar en otros mercados, como el de venta de acero y otros metales. Sin embargo, también ahí se considera prematuro hablar de que ya esté ahí la recuperación. Apenas empieza el proceso, pero se inicia con hechos. Con las palabras de aquí, no alcanza ni para reconstruir o modernizar el trenecito de Chapultepec.

José Antonio Rojas Nieto
La marcha de la economía estadunidense
rojasags@yahoo.com.mx
Para bien o para mal, la marcha de la economía estadunidense determina en lo fundamental la marcha de nuestra economía. La discusión reciente sobre el optimismo o el catastrofismo no es sino un pugilato demagógico de quienes la han encabezado. Las proposiciones presentes en notas como la del pasado miércoles de Alejandro Nadal en La Jornada confirman la inutilidad de esos pugilatos. Además, ofrecen una perspectiva del terreno en el que pudieran y debieran reflexionarse los actuales fenómenos económicos en nuestro país.

¡Qué digo!¡En todo el mundo! Desde el último trimestre de 2004 nuestros vecinos registran crecimientos trimestrales de su producto cada vez menores. Esto no es sino expresión viva de una tendencia que, al menos desde 1965, se muestra con claridad. Si nos orientáramos exclusivamente por esa tendencia –la de los últimos cuarenta años– diríamos que su capacidad de crecimiento es cada vez menor, hoy ligada a tasas anuales apenas cercanas a 2.5 por ciento. Sería –dicen especialistas– su crecimiento potencial.

Lo cierto es que hoy, pese a este potencial, desde principios de 2008 están en recesión. Y –una vez más– las previsiones más prudentes de la caída estadunidense señalan una crecimiento de menos 2 por ciento. Voces más atrevidas de menos tres. Lo que implica, por cierto, que en los dos primeros trimestres de 2010 registrarían tasas negativas, menores pero negativas. Seguramente nosotros también. Su economía se está contrayendo severamente. Y no es cierto –Nadal lo dice con nitidez– que resuelto el constreñimiento financiero que dejó el juego del casino financiero desde 1998 la dinámica productiva se restablecerá como siempre y para siempre. ¡Nada más falso que esto! Lo que los costosísimos estímulos monetarios y fiscales lograrán es constreñir un poco la retracción.

Pero nunca suprimirla. Acaso reducir un poco su extensión. Difícilmente su profundidad. Menos aún, convertirla en pasajera. No habrá nada que impida la caída. Nada tampoco que logre su recuperación rápida. Los dos años que –a manera de ejercicio preliminar– señalé en mi anterior colaboración en La Jornada, parecen ser una estimación muy conservadora. Más datos oficiales conocidos muestran un deterioro del consumo en bienes duraderos (electrodomésticos, automóviles por ejemplo) del orden de menos 12 por ciento en términos de promedios de los últimos tres de 2008 respecto de los últimos tres meses de 2007 (menos 22 por ciento de diciembre de 2008 contra diciembre de 2007).

Para el caso de consumo de bienes no durables (alimentos, vestido, calzado, gasolina, por ejemplo) el deterioro ya es de menos 3 por ciento (menos 7 por ciento también de diciembre de 2008 a diciembre de 2007). Sólo los servicios conservan una tasa anual trimestral positiva, aunque ya cercana a uno por ciento, luego de registros constantes próximos a 3 por ciento. En términos de los componentes de su producto (consumo, gasto de gobierno, inversión fija bruta, exportaciones netas e inventarios) en el cuarto trimestre de este año sólo el gasto gubernamental y los inventarios registraron tasas positivas.

Y para concluir sólo dos datos más:
1) el ingreso real disponible de las personas y las familias ya está en crecimiento cero, próximo a tasas negativas;
2) y el índice de confianza del consumidor en su nivel más bajo de los pasados 25 años, en poco menso de 60 puntos (para el caso del índice de la Universidad de Michigan), luego de registros próximos a 110 puntos entre 1997 y 2001.

Ah, olvidaba mencionar que en términos del salario y la productividad en la manufactura –importantes indicadores de la dinámica productiva real– el primero ya muestra signos negativos luego de cuatro años de estancamiento; y la segunda ya está cayendo, luego de casi 20 años de crecimiento continuo. Todos estos son indicadores de un realismo terrible que, efectivamente, pueden representar para nosotros una regresión económica de no menos de dos años en cuanto a su duración. Y quién sabe cuántos en términos de su profundidad. De esto, precisamente, será necesario hacer unos comentarios próximamente. Sin duda.


Elena Poniatowska (I)
Homenaje a Leonora Carrington

Donde está Leonora Carrington está el surrealismo. Aunque André Breton consagró a México como país surrealista por excelencia y definió a la pintura de Frida Kahlo como un listón en torno a una bomba, en México el surrealismo llegó a raíz de la guerra, llegó –en el caso de los españoles– después de haber conocido la persecución, el hambre, el éxodo, el desprecio de los franceses, los largos meses de espera en las playas francesas convertidas en campos de concentración, como lo fue Argelés sur Mer, la arena en todas partes, la arena en los zapatos, la arena en los calzones, la arena en los cabellos, en los ojos, una arena húmeda y negra, la arena de la derrota esa que se metió hasta el final de los días, hasta el último suspiro de los españoles que perdieron la guerra.

Leonora salió de España y vino en barco desde Lisboa en 1941.

Desde 1939 había que escapar de Europa. Quedarse significaba persecución, desesperanza, fracaso, muerte. Antes, Leonora había sido una niña habitada por las leyendas celtas de su abuela irlandesa, transformada más tarde en una joven inglesa que su madre presentaría a la Corte de Jorge V en Londres, en 1934, y luego a Ascot y a Buckingham Palace. Si Leonora había nacido en 1917 tendría entonces 17 años. A ella, sus tres hermanos, Pat, Gerard y Arthur nunca le interesarían tanto como su madre, Maurie Moorehead, quien le ayudó a hacerse pintora y a irse a Florencia, a la Piazza Donatello a la escuela de pintura de Miss Penrose y más tarde en Francia a la Academia Ozenfant.

St Martin d’Ardèche es un pueblito precioso cerca de los Alpes por donde pasa el Rhone en el que vivió tres años al lado de Max Ernst. Ambos pintaban, pero ella, “la inglesa” –como la llamaban en el pueblo–, hacía algo más, cocinaba. Muy pronto la cocina se volvió el laboratorio de sus sueños en el que preparaba manjares como sacramentos, y los platos y las cucharas levitaban mientras ella oficiaba el santo rito. Bastaba cerrar los ojos para entrar por el espejo y pasar del otro lado como Alicia en el país de las maravillas, pero Leonora tenía los ojos bien abiertos, no fuera a equivocarse en las proporciones. No pulía su inconsciente, no lo esperaba todo de ella misma, quería aprender. Mezclaba con acierto todas las sustancias del imaginario. Todo lo que saben hacer los campesinos franceses, ella lo aprendió. Salía temprano con un ancho sombrero de paja a escoger las uvas antes de que las calentara el sol, e iba recorriendo los viñedos clavados en la tierra para cortar los racimos y llevarlos en una canasta a que los jóvenes –muchachos y muchachas- les bailaran encima una danza amorosa. Leonora, que ahora sólo bebe té, hacía té. Al igual que los campesinos franceses sabía que hay que guardar todo, porque algún día puede servir, y era capaz de algo que pocas mujeres hacen ahora: coser con aguja, hilo y dedal, coser con hilo cósmico, remendar, unir lo que tenemos detrás de la frente y confeccionar muñequitas de trapo, como las que fabrican con su ingenio y sus dedos de hada las madres pobres para sus hijas: dos botones en vez de ojos, una sonrisa pintada, unos cabellos de estambre amarillos o cafés, según el gusto, un vestido con delantal o con un bolerito y, antes que todo, unos calzones, porque lo primero que miran las niñas es si su muñeca trae calzones. Hasta hace algunos años, a Leonora le entretenía hacer esas muñequitas, que bien vistas tienen mucho de autorretrato.

Años más tarde, al lado de Remedios Varo, Leonora habría de bordar el manto terrestre.
¿Qué le pasa a un ser humano cuando de pronto los gendarmes se presentan y se llevan a su amor alegando razones de religión o de raza o de ideología? En 1939, después del arresto de Max Ernst, Leonora sobrevivió a una Europa cruel y enloquecida, en una época incomprensible de vejaciones y campos de concentración que la llevó a escribir En bas, Down below, (Abajo), la memoria del encierro y el odio, la memoria de lo que significa ensañarse contra el amor. Si a Leonora la encerraron en una institución, no hubo peor institución ni clima más desvirtuado para ella que España con sus criterios franquistas, que intentaron destruirle no sólo su mundo imaginario, sino el afectivo. Sin embargo, a esa estancia en Santander, a esa época atroz le debemos nosotros los mexicanos a Leonora la dádiva inesperada y gratuita de su presencia en México.

Leonora habría de salir de Europa gracias a un hombre que decía cosas que no se dicen y hacía cosas que no se hacen, como darle un mordisco a la copa de cristal ofrecida por la embajadora de Estados Unidos y comérsela ante el asombro de los invitados. Al lado del extraordinario embajador mexicano Luis I. Rodríguez, Renato logró –como cónsul de México– que muchos de los cien mil refugiados republicanos españoles aceptaran la invitación del general Lázaro Cárdenas y vinieran a México en el Sinaia, el Méxique, el Ipanema, el Capitán Paul Lemerle.

Aquí, en México, Leonora y Renato Leduc vivieron juntos un año, pero –tras la separación– nunca dejaron de ser amigos. A Leonora le gustaba sembrar, fertilizar, ver crecer y cosechar; siempre le atrajo la sabiduría de la tierra (a mí me enseñó a hacer una composta o un compost con peladuras de papa y zanahoria para que germinen flores bonitas), y Renato declaró que se dedicaba por inveterada propensión agrícola, a sembrar el bien y el mal. Ha de ser muy fácil prenderse de un hombre que dice: “No haremos obra perdurable. No tenemos de la mosca la voluntad tenaz”. Renato coincidía con Leonora al creer que los temas trascendentes, como Dios, han quedado fuera de servicio, y se dedicó a enseñarle a su hermosa mujer la poesía popular que hay en las malas palabras. Leonora posee un tesoro de mentadas de madre que a veces dice al amanecer con la voz más dulce y melodiosa: “A éste pendejo, hay que mandarlo a la chingada”. A Renato le hacía reír que Leonora hiciera como que se equivocaba y llamara a Paco Zendejas, Paco Pendejas. “No lo hago a propósito, no puedo pronunciar su nombre”. Ambos reían porque eran ellos mismos y no podían ser más que ellos mismos. Leonora además cantaba, y le tomó a Renato la mejor fotografía que le han sacado jamás, alto y guapo y de perfil. Ilustró su libro Los banquetes, la historia de un solo personaje para un solo lector. Los dibujos los hacían reír al unísono. Alguna vez le pregunté a Renato por qué se habían separado y me contestó que Leonora hablaba más con el perro que con él, y cuando le pregunté a Leonora por este marriage arrangé, este matrimonio forzado sólo para salir de España, una chispa lúdica atravesó sus ojos negros: “Bueno…tampoco”.

Carlos Bonfil
6° Ficco, el placer renovable

Hace apenas unas semanas, varios diarios en Estados Unidos señalaban, en el panorama de predicciones sombrías para la economía local, que entre todas las inversiones en peligro, era la industria cinematográfica afincada en Hollywood la que lejos de padecer los rigores de la crisis mundial, podría verse favorecida, incluso estimulada. La condición para contrarrestar los efectos de la depresión económica y moral en el ánimo de los espectadores consistiría, claro, en ofrecer un cine más firmemente orientado al entretenimiento ligero, desentendido de todo filo de crítica social, contenidos pesimistas o rebuscamientos expresivos.

Un cine de evasión, no muy diferente del que hoy ofrece la cartelera comercial, pero en lo posible con superficialidad más acentuada, un cine de consumo familiar, con catástrofes vistosas, comedias románticas a granel y finales felices en serie. Aunque esta suposición del cine como un boyante remanso de tranquilidad en medio del desastre, parece algo simplista, la idea no deja de seducir en muchos lugares fuera de la nación americana, y puede volverse, a corto plazo y sin mucho esfuerzo, en paradigma y credo de un cine mexicano sin paciencia sostenible para los riesgos y aventuras de la creación independiente.

De ser cierta esta perspectiva de creciente domesticación del gusto colectivo, la función de los festivales de cine, con el clima de entusiasmo cultural y afán informativo que suelen propiciar a su paso, sólo puede ser motivo de regocijo. Durante cinco ediciones sucesivas el Festival Internacional de Cine Contemporáneo de la Ciudad de México (Ficco) demostró a saciedad, bajo la conducción de su creadora Paula Astorga, que su interés central era perfilarse como una opción de resistencia cultural en un espacio de exhibición dominado en 90 por ciento por las superproducciones estadunidenses. Otros esfuerzos similares se han afianzado ya como alternativas de este tipo en Guadalajara, Morelia y Guanajuato, difundiendo por días el cine proscrito de las carteleras, la creación artística menospreciada por las grandes distribuidoras. A la par de los festivales establecidos surgen iniciativas por todas partes, de Monterrey a Ciudad Juárez, de Tijuana a Cancún, y todo esto combinado logra diseñar, año tras año, una programación paralela de cine de autor, de cine de arte, que sin rivalizar mínimamente con la presencia hegemónica de Hollywood, sí constituye una opción de entretenimiento de calidad y de puro goce estético para el público cinéfilo, variedad más extendida en México de lo que quisieran admitir los maquiladores de éxitos instantáneos.

El 6º Ficco refrenda hoy, a partir de un criterio de selección que en nada desmerece al espíritu de años anteriores, su voluntad de continuidad y un nivel de exigencia artística que promete mantener en el futuro. Su distinción central es presentar películas que en su gran mayoría no tendrán distribución posterior en México, reduce también la oferta a una cantidad de largometrajes más atractiva y mejor manejable; entre éstos destacan los trabajos de cineastas con sólida trayectoria e innegable compromiso artístico, Atom Egoyan, Laurent Cantet, Terence Davis, Jerszy Skolimowski, Olivier Assayas, Agnes Varda, Jia Zhang Ke, entre varios más en la sección Galas. Hay más de diez secciones: la selección oficial de Ficción, la selección oficial de Documental, la sección Tendencias, muestra del quehacer fílmico contemporáneo más novedoso; la sección México digital, con nueve películas nacionales filmadas en video digital; la muestra de un país invitado, en este caso Malasia, con 14 películas; la sección denominada Corte del director, integrada por películas del polaco Andrzej Wajda; la serie de retrospectivas de Friedrich Murnau, Jacques Tati, del cineasta experimental estadunidense Craig Baldwin, y de Roberto Gavaldón con diez largometrajes, y una notable muestra del trabajo fílmico del también fotógrafo y pintor estadunidense William Klein. En la sección Carte blanche hay también una selección de cortometrajes con curaduría del alemán Heinz Hermanns, director general del Festival Interfilm, de Berlín.

Hay también dos estrenos estelares, Milk, de Gus van Sant, y la formidable cinta de animación Vals con Bashir, de Ari Folman (ambas contendientes por el Óscar), y por último una sección favorita, “11:59”, con cintas de medianoche, películas de lo que suele llamarse, en jerga de cinéfilos, de culto instantáneo. Todo un programa, todo un placer renovable.

Ficco inicia sus funciones el 17 de febrero.
Mayores informes (fichas, sinopsis, horarios, sedes)
en la página
www.ficco.com.mx
Editorial La Jornada
Derechos humanos: situación de alarma

La injustificada detención de Raúl Lucas Lucía y Miguel Ponce Rosas –activistas de la Organización para el Desarrollo del Pueblo Mixteco y cuyo paradero es hasta ahora desconocido–, realizada el pasado viernes en el municipio de Ayutla de los Libres, Guerrero, por presuntos policías de esa entidad, es un botón de muestra de la desastrosa situación que enfrenta el país en materia de respeto a las garantías individuales y vigencia de la legalidad, de la cual da cuenta el reciente informe realizado por el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Entre otras cosas, el documento exhorta al gobierno federal a erradicar las inveteradas prácticas de tortura y abusos cometidos por elementos del Ejército y de las corporaciones policiales; a combatir la impunidad que gozan las autoridades involucradas en los atropellos en contra de la sociedad; a armonizar la legislación nacional con los acuerdos y tratados internacionales suscritos por México; a ajustar el código militar a las obligaciones internacionales del país; a reformar el sistema de justicia y seguridad pública, y a poner fin al sistema de arraigo, práctica que rompe con el principio constitucional de presunción de inocencia.

La aplicación de tales medidas, y de otras orientadas a restituir la vigencia de los derechos humanos, resulta de obvia necesidad ante la persistencia de excesos represivos y autoritarios, y ante las constantes violaciones a las garantías básicas cometidas por las instancias gubernamentales y ampliamente documentadas por diversos sectores de la sociedad y organismos humanitarios. Sin embargo, hasta ahora los gobiernos de todos los niveles, empezando por el federal, no han dado signos de capacidad ni voluntad para avanzar en esa materia.

Al inicio del sexenio anterior, Vicente Fox pretendió mostrarse ante la opinión pública nacional e internacional como un gobernante respetuoso de las garantías individuales. Pero los hechos ocurridos en la segunda mitad de su administración mostraron conductas opuestas a las que Fox reivindicaba en los discursos, y pusieron en evidencia un régimen represor y proclive a criminalizar la protesta social en forma frecuente y extendida: así ocurrió con las torturas sufridas por manifestantes altermundistas en mayo de 2004 en Guadalajara, Jalisco, entidad entonces gobernada por Francisco Ramírez Acuña –primer secretario de Gobernación calderonista–; y con los actos de represión que tuvieron lugar en Texcoco y San Salvador Atenco, en Sicartsa y en Oaxaca, a finales de la administración foxista.

En poco más de dos años del actual ciclo de gobierno, el tema de los derechos humanos ha sido relegado a un lugar marginal del discurso oficial, y las autoridades federales, lejos de hacer algo por esclarecer y castigar los abusos cometidos en el sexenio anterior, han propiciado el agravamiento del estado de las garantías individuales, se ha continuado con la aberrante práctica policial de “fabricar” culpables y criminalizar a los disidentes, y se ha garantizado la impunidad de gobernadores como los de Puebla, Mario Marín; Oaxaca, Ulises Ruiz, y estado de México, Enrique Peña Nieto, señalados como violadores prominentes de los derechos humanos. Por añadidura, en el contexto de la llamada guerra contra el narcotráfico, se han cometido graves atropellos en contra de la población civil, a pesar de los cuales la administración calderonista ha sido renuente a modificar una política de seguridad que, por lo demás, ha demostrado ineficacia para mejorar las condiciones de seguridad pública. Con ello, ha quedado en evidencia un doble rasero por parte del gobierno federal, que se dice dispuesto a perseguir los graves delitos perpetrados por las organizaciones criminales, pero no hace lo propio con las ofensas a la sociedad que cometen quienes supuestamente debieran hacer cumplir la ley.
La situación de los derechos humanos en el país constituye un factor de alarma para la población en su conjunto, un elemento adicional de exasperación social y un lastre fundamental para el cumplimiento del estado de derecho. Es obligado, en suma, que las autoridades atiendan esta circunstancia, si no por elementales consideraciones éticas y legales, sí al menos por razones políticas y de imagen, pues un régimen que no respeta las garantías individuales resulta impresentable ante su propia población y ante el mundo.

Ricardo Alemán
Itinerario Político

Sí desapareció el Estado a eperristas

La Comisión Nacional de los Derechos Humanos confirmó que diversas instituciones del Estado mexicano participaron en la desaparición forzada de dirigentes del Ejército Popular Revolucionario (EPR)

CNDH a Calderón: la verdad sobre EPR

Exterminio, ¿respuesta a adversarios?

La Comisión Nacional de los Derechos Humanos confirmó que diversas instituciones del Estado mexicano participaron en la desaparición forzada de dirigentes del Ejército Popular Revolucionario (EPR).

En recomendaciones enviadas a los gobiernos federal, de Oaxaca y municipal de esa entidad, a la PGR y a las secretarías de Gobernación y de Seguridad Pública, la CNDH llama al jefe del Estado —el presidente Calderón— a cumplir los postulados constitucionales y los compromisos adquiridos en el plano internacional en materia de derechos humanos.

Por eso, recomienda “dé a conocer, de manera inmediata, la verdad de los hechos que propiciaron la detención y posterior desaparición de los agraviados Edmundo Reyes Amaya o Andrés Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez o Raymundo Rivera Bravo”, dirigentes del EPR víctimas de desaparición forzada en un operativo realizado por policías estatales y federales y elementos del Ejército, el 24 de mayo de 2007.

En el operativo —según la CNDH—, “se vulneraron los derechos de libertad personal, integridad, seguridad jurídica, acceso a la justicia, defensa y debido proceso” —previstos en la Constitución— de ambos eperristas, a manos de servidores públicos del Estado, particularmente de la PGR, de la Secretaría de Seguridad Pública y de la Procuraduría de Justicia de Oaxaca, así como de la Dirección General de Seguridad Pública del municipio de Oaxaca de Juárez.

La comisión expone que a pesar de las contradicciones y la falta de apego a la verdad de las instituciones implicadas, se constató que en el operativo policiaco-militar se desplazaron cuando menos 70 elementos pertenecientes a fuerzas de reacción. A partir de ese operativo se denunció la desaparición forzada de los agraviados.

Y agrega que a partir de las contradicciones en los informes rendidos por las autoridades responsables, así como de la falta de voluntad para colaborar en la investigación del caso, queda claro una permanente tarea del Estado para entorpecer la investigación y esclarecer la verdad de los hecho. Es decir, que distintas autoridades, instituciones, poderes y órdenes de gobierno se mostraron interesados en no aclarar la detención arbitraria de Edmundo Reyes Amaya o Andrés Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez o Raymundo Rivera Bravo. ¿Por qué?

DE “GUERRA SUCIA” A GUERRA MEDIÁTICA

Semanas después de la desaparición de sus dos líderes, voceros del EPR denunciaron lo que llamaron un acto represivo del gobierno de Calderón contra su movimiento armado —guerrilla que luego de distintas mutaciones supera las cuatro décadas de actuar en la clandestinidad—, y amenazaron con diversas medidas de presión para obligar al gobierno a presentar vivos a sus compañeros.

Primero pocos hicieron caso al grupo, que meses después reaccionó con acciones extremas —terroristas o no—, como hacer estallar ductos de Pemex en diversas regiones del país. El objetivo era claro: presionar a un gobierno que decía respetar los derechos humanos, estar lejos de las desapariciones forzadas y mantener el estricto respeto de la ley.

Sin embargo, una cosa son discursos, declaraciones, visitas a la ONU para entregar maquillados informes sobre los derechos humanos en México, y otra muy diferente es la realidad. El de la desaparición forzada de un par de líderes guerrilleros es un ejemplo de la gravedad del tema, no sólo en cuanto a los derechos humanos, sino a los niveles de banalidad y cada vez más notorio desapego del nuevo gobierno federal.
Pero el desdén hacia los derechos humanos tampoco es exclusivo del gobierno de Calderón. Buena porción de la sociedad prefiere tragarse los circos mediáticos, como el de las espías de que es víctima el titular de la SCT, Luis Téllez —que paga sus amoríos carnales y políticos—, cuando frente a todos aparecen regresiones autoritarias y nada democráticas que nos hacen volver a los tiempos de la guerra sucia de los 70.
LAS EVIDENCIAS
Del trabajo que lleva a la CNDH a concluir que instituciones del Estado participaron en la desaparición forzada de los dos dirigentes del EPR, destacan las siguientes pruebas. El celular que llevaba Edmundo Reyes Amaya o Andrés Reyes Amaya estuvo activo del 21 de mayo al 24 de septiembre de 2007, y de él se realizaron 19 llamadas, que dan la ubicación de una radio base del DF.
Se confirmó que el 24 de mayo de 2007 se realizó un operativo conjunto entre elementos del Ejército y policías municipales y estatales, y que acudieron sus principales cuerpos de reacción en lo que se conoce como un operativo envolvente, propio de una detención de alta peligrosidad, más que de un incidente policiaco cualquiera. Las autoridades mencionadas incurrieron en claras contradicciones que impidieron el pleno ejercicio de las funciones constitucionales de la CNDH, con el claro objetivo de impedir que se esclareciera la desaparición forzada.
Así, mientras la Sedena sostiene que su intervención obedeció a una solicitud de apoyo de la Dirección de Seguridad Pública de Oaxaca, tal dependencia afirma: “Después de haber realizado una búsqueda minuciosa de los archivos de esa corporación no encontró antecedente alguno respecto a esa información, y no cuenta con los datos de identificación de los elementos policiacos que participaron en ese operativo”. Es decir, nadie sabe y nadie vio.
Desde la Policía Municipal, pasando por la estatal, el servicio de emergencia de Oaxaca, el Ejército, la PGR y otras instancias a las que acudió la CNDH, mintieron, dieron declaraciones contradictorias, negaron y ocultaron información, y “existió un claro objetivo para impedir la investigación de violaciones a los derechos humanos y la desaparición forzada” de dirigentes del EPR. ¿Qué es una desaparición forzada?
Poca cosa: “La privación de la libertad a una o más personas, cualquiera que fuere su forma, cometida por agentes del Estado o por personas o grupos de personas que actúan
con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado, seguida de la falta de información o de la negativa a reconocer dicha privación de la libertad o de informar sobre el paradero de la persona, con lo cual se impide el ejercicio de los recursos legales y de las garantías procesales pertinentes”.
Es decir, que ante sus adversarios el Estado recurre al exterminio.
EN EL CAMINO
Por cierto, y en abono al valemadrismo del gobierno federal por los derechos humanos, diversas instituciones rechazaron una recomendación de la CNDH, en la que exhibió a las secretarías de Relaciones Exteriores y de Trabajo, al Instituto Nacional de Migración y al municipio de Escobedo, Querétaro, por el criminal descuido de permitir la salida de por lo menos 65 mexicanos a las Bahamas, que literalmente fueron convertidos en esclavos. ¿Qué importa eso? Que siga el circo de Slim, Téllez, Purificación y las amantes despechadas.

Carlos Monsiváis
Notas de la semana
15 de febrero de 2009

“Me fueron a vender un santo”

Me fueron a vender un santo, sin marco, sin cristal y sin vidriera.Me fueron a vender un santo, sin marco, sin cristal y sin vidriera.La gente preguntaba qué santo era,y era el santo más chingón de la galera.Canción presidiaria de la década de 1920. Recopilación: Juan de la CabadaDe las tristezas que se han abatido sobre la Patria Blindada contra la Adversidad, la más dolorosa a juicio de los verdaderos creyentes es la desaparición en los altares de la gran sombra protectora: el padre Marcial Maciel, el proyecto de santo más poderoso que se veía en América Latina desde la coalición de Felipe de Jesús-Martín de Porres-Rosa de Lima.

En las parroquias, en los atrios, a la hora de esperar la vocación del rezo, en las penumbras donde se anidan los rosarios, hoy se murmura, mientras la pena se transfigura: “¡Ya no será santo, rondará en nuestros corazones, eso sin duda, pero el hueco en los altares resplandecerá como herida de la condición humana!”.

Lo de menos es el desencanto generalizado entre la feligresía, lo de menos es la acusación muy difundida de que al Ya No Santo le inventaron una hija para cubrir sus otras aficiones; lo primordial es la melancolía que va de un extremo al otro de las plegarias: “¡Se nos cebó el santo! ¡Y cuando más falta nos hacía, con esta crisis que exige la nueva forma del milagro: el empleo!”. Como se dice vulgarmente, se nos fue el santo al suelo, allí donde nadie lo buscará.* * *

La santidad, hoy, es un término secularizado en lo fundamental. Los procesos de beatificación y canonización, que incluso se han acrecentado, son cada vez más premios de consolación para quienes no vivieron o transvivieron la época en que ser santo o santa sí que importaba; ahora es apenas una seña de identidad de cofradías y beatas, el recuerdo de un gran premio de un “egresado de esta institución”.

Tradicionalmente, al santo lo guiaba la renuncia no sólo a los placeres de este mundo sino al sentido mismo de lo terrenal. Los santos eran iluminados de Dios, en el sentido estricto, que convertían sus vidas en enormes metáforas visuales y en rumores a modo de chismes de la milagrería.

Emblemas de la voluntad de Lo Alto, los de la santidad se entregaban con desmesura al sacrificio porque a su sicología (entonces alma o espíritu) la ordenaba un propósito superior. Y, algo básico, los Elegidos carecían de conciencia de sí. Muy pocos de entre los santos hubiesen suscrito las palabras de San Efrén el Sirio: “Todo el que se imaginó haber visto a Dios se vio a sí mismo y sus imaginaciones”.

Muy pocos, también, hubiesen hecho suyo el soneto atribuido a fray Miguel de Guevara:No me mueve mi Dios para quererteel cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte.Muéveme tú, Señor, muéveme el verteclavado en una cruz y escarnecido.Muéveme el ver tu cuerpo tan herido,muéveme tus angustias y tu muerte.* * *

Prescindir de la cercanía de recompensas y castigos no ha sido lo propio de santos y santas. Y tampoco propician las investigaciones en torno a los motivos del comportamiento. En este terreno, desde el siglo XX, la noción del inconsciente, por sí sola, derrumba las fortalezas de la confianza antigua.

Lo que se creía impulsado por el amor a Dios es ya, de acuerdo a los criterios freudianos y posfreudianos, un caso límite, al alcance de la siquiatría, el sicoanálisis, la sicosociología y la sicología experimental. En un ensayo precursor, Las variedades de la experiencia religiosa, escrito en 1901-1902 (1903), William James da su versión:“El nombre común para los frutos maduros de la religión en el carácter es el de santidad, el carácter santo es aquel para el cual las emociones espirituales son el centro habitual de la energía personal y existe una panorámica compuesta por la santidad universal, la misma para todas las religiones, de la cual podemos trazar fácilmente las características”.Son éstas, a saber:

1. La sensación de vivir una vida más abierta que la de los pequeños intereses de este mundo, y la convicción, no sólo intelectual sino sensible, de la existencia de un Poder Ideal. En la santidad cristiana este poder está siempre personificado por Dios, pero los ideales morales abstractos, las utopías cívicas o patrióticas, o las versiones íntimas de la felicidad y el bien también pueden sentirse como verdaderos dueños y estímulos de nuestra vida (la realidad de lo no visible).

2. La sensación de la continuidad amistosa del Poder Ideal con la vida del Elegido, y una rendición voluntaria a su control.

3. Una libertad y una alegría inmensa son los perfiles de una individualidad ajena al egoísmo.La definición/descripción de James es, por fuerza, paradigmática, y no toma en cuenta la profusa mitología de los santos ni los procesos de intolerancia que producen, y con energía, santos oficiales.

¿Qué tienen que ver con lo anterior figuras como Santo Domingo de Guzmán, que se propuso extirpar físicamente el pecado, o como San Eligio, que rechaza la seducción del diablo vestido de mujer y lo manda literalmente a volar, o como San Carlos Borromeo que es cura a los nueve de edad y obispo a los 22, o como Santa Isabel de Hungría, que reprendida por darle la comida de la casa a los enfermos, la convierte en rosas? Más bien, James se refiere al santo como emblematización de la utopía más lograda del cristianismo, el Sermón del Monte, algo no relevante en el mapa hagiográfico de mártires y religiosos inflexibles.

No quisiera cuantificar lo que hemos perdido con este prófugo de los altares, San Marcial Maciel. Seres magníficos quedan y muchísimos a la disposición de las preces, ¿pero cuántos de ellos nacieron en Cotija, Michoacán?

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