La defensora acaba de publicar ’Mujer de
frontera’, un libro en el que repasa el injusto proceso judicial al que
fue sometida y en el que rescata los saberes de migrantes, de víctimas
de trata, de hombres y mujeres cuyos cuerpos son atravesados por las
políticas migratorias
Madrid, 02 jun. 20. AmecoPress.- La defensa por
el derecho a la vida y la libre circulación en la Frontera Sur española
tiene un nombre y se llama Helena Maleno Garzón. Periodista,
investigadora y fundadora del colectivo Caminando Fronteras, su
activismo y lucha casi le cuesta la cadena perpetua. Su trabajo es un
órdago a “las necropolíticas en las fronteras” pero sobre todo es un
canto a la vida.
Acaba de publicar ’Mujer de frontera’, un libro en el que
repasa el proceso judicial al que se vio sometida por presunto tráfico
de personas, una experiencia que teje con saberes vitales de muchas
otras personas a las que ha conocido y ayudado en su labor de defensora
de la vida de las personas migrantes. Es de algún modo una forma de
expresar lo aprendido al ser valiente y escuchar. Una forma de
retribuir, pues el hostigamiento que vivió –cuyo eco aún resuena-
también se ha combatido con el apoyo de mucha gente y acciones
colectivas que le han hecho sentir querida y protegida.
¿Por qué decide escribir este libro y qué ha supuesto para
usted contar esta historia personal pero que también es una historia
colectiva, donde se entrelazan muchas vidas?
Cuando estoy en mitad del proceso judicial y voy enterándome de
cosas, me daba rabia e impotencia no poder contar, porque estábamos en
secreto de sumario, ahí empezó a fraguar en mí la idea de contarlo de
alguna forma. Escribir un libro para contar todo el procedimiento
judicial y todas las historias de vida que me llevaron hasta ahí y
hacerlo en primera persona, porque al final quería que la gente
entenderse como las macropolíticas atravesaban el cuerpo de las
personas, a mí con la criminalización pero a otras muchas incluso
costándoles la vida. Fue difícil contarlo porque yo soy muy pudorosa y
fue como abrirse en canal, pero creo que era necesario, que la gente
entienda, que la gente ponga nombre y apellido, que ponga historia, que
ponga vida a lo que nos ocultan con estas políticas de muerte.
Vamos con ese eje central del libro que es su procesamiento,
la emisión de un informe desde el Estado español, la posibilidad de ser
sentenciada con cadena perpetua… ¿Estaban lanzando un mensaje a quienes
defienden los derechos humanos en la frontera? ¿Influyó el hecho de que
fuera mujer y su trabajo con la trata?
Fueron dos cosas que se unieron. Paradójicamente investigaba la trata
y he luchado mucho contra ella, conozco muy bien esa realidad y conozco
el daño que hacen a las mujeres, he acompañado a muchas de ellas y la
misma policía (Unidad Central de Redes de Inmigración Ilegal y
Falsedades Documentales –UCRIF-) que se supone protege los derechos de
las víctimas de trata y que yo había encontrado en muchas conferencias y
formaciones, es la que hizo mi dosier. Porque en el Estado español la
policía de control de fronteras es la policía que trabaja temas de
trata. Las organizaciones hemos pedido muchas veces que esto no sea así,
porque al final el sesgo migratorio lo toca todo y habría que
separarlo. Por un lado, buscaban un caso ejemplarizante y, por otro
lado, yo creo que, en mi labor, como estaba en el terreno, estaba con
las mujeres, también pensaron que a lo mejor era fácil encontrar algo
con lo que acusarme. No fue así, en el dosier no había nada real, eran
todo mentiras. Y luego, en el dosier influye mucho mi condición de
mujer, se ve mucho odio a la mujer, hablando de mis relaciones
sentimentales y sexuales, y homofobia también. Mis relaciones sexuales y
sentimentales, ¿en qué definen si soy más o menos traficante? Y eso lo
hizo una policía española tal vez pensando que, si lo abría un juez
marroquí, dado que es un país donde la prostitución y la homosexualidad
incluso está penado, podía ser un plus…no sé. En todo caso el dosier es
tremendo y es un ataque a mi condición de mujer.
“La misma policía que se supone protege los derechos de las víctimas de trata y que yo había encontrado en muchas conferencias y formaciones, es la que hizo mi dosier, que es un ataque a mi condición de mujer”
¿Cómo ha cambiado su vida ese proceso?
Con esa experiencia se instala la protección en mi vida, he tenido
que aprender en todo este proceso, también lo cuenta en el libro,
descubro organizaciones internacionales que apoyan a defensoras de
derechos humanos, la Relatoría de Naciones Unidas, y todas empiezan a
tejer sistemas de protección alrededor mío. Me enseñan que la
criminalización no termina nunca, que hay que protegerse porque los
estados no sólo usan los procedimientos judiciales, sino que utilizan
muchas otras estrategias. Yo ya había sufrido una amenaza de muerte,
tengo una denuncia puesta en 2014, un intento asesinato; en 2017, en
Twitter hubo muchos mensajes de cuentas españolas pidiendo mi violación y
una serie de cosas brutales… Las defensoras me enseñaron que ya mi vida
no iba a ser igual, que a partir de ahora tenía que protegerme y bueno,
integras la protección a tu vida, acabas no saliendo de noche, acabas
reportando cualquier tipo de ataque porque sabes que el Estado no te va a
defender. Cuando hablaba con otras compañeras de Honduras, de México,
se sorprendían de que esto también pase en Europa. Y sí, en Europa hay
una tendencia a la persecución y a la criminalización de personas que
defienden derechos, ya hay más de 250 casos judicializados parecidos al
mío. Desgraciadamente la vida te cambia totalmente, no sólo la mía, sino
la de la gente que me quiere, la de mis hijos. Pero mereció la pena.
En el libro cuenta cómo en Dublín coincide con defensoras de
otros países, algunas de ellas buscan refugio en el Estado español y ese
Estado, en su caso, intenta criminalizar su labor de defensa de los
derechos humanos. Es una paradoja. Pero también, en estas experiencias
se rescatan las redes de solidaridad.
Efectivamente, en Dublín, donde cada año llevan a 121 personas de
todo el mundo. Era brutal conocer las estrategias de fuerza, de
resistencia de estas defensoras. Y ellas flipaban porque yo era europea y
cuando les contaba acerca del dosier, de las amenazas por mi condición
de mujer, se evidenciaba que eran las mismas estrategias de ataque en
todos los países. Pero había muchas estrategias de apoyo y de
resistencia de las que aprendí. Esto fue un triunfo colectivo, ganamos
juntas el procedimiento judicial. Se nota mucho en el libro, por eso
está empapado de todas las historias de mujeres valientes que construyen
vida cada día.
Humanizar el relato, una forma de resistencia
Uno de los valores de su libro, desde mi punto de vista, es
que logra humanizar el relato, saliendo de las lógicas habituales. En
los rincones más oscuros, usted advierte y narra la vida. ¿Esa mirada es
también una forma de resistencia?
Claro, claro, ante políticas de muerte son resistencias de vida. En
los campamentos (cercanos a la frontera) hay vida, hay tiendas para
recargar los móviles en baterías de coches, por ejemplo, porque tener
cargadas las baterías era una estrategia de vida, si no estuviesen
cargadas y te deportan al desierto –en aquel momento había muchas
deportaciones al desierto- podías morir; había un campo de fútbol donde
incluso los militares marroquíes participaban en la liguilla cuando
terminaban de perseguir a los migrantes (antes de que los armaran) … El
libro es un canto a la vida, solamente escribo lo que he vivido, porque
no es sólo sobrevivir, como nos han hecho creer cuando muestran a esas
personas que “atacan la valla”, mientras pasa todo eso, las personas se
enamoran, resisten, ríen, hacen fiestas, se ponen guapas cuando van a la
iglesia... son estrategias de vida y es verdad que es interesante
leerlo porque es maravilloso ver cómo la vida se abre paso en un sitio
tan violento.
Mientras vivía el proceso judicial y esperaba con la presión
de una condena, entrevistaba a mujeres migrantes en Marruecos, para una
investigación sobre sus derechos que le encargó Alianza por la Solidaridad. ¿Qué tenemos en común con esas mujeres y cómo le ayudaron?
Era flipante porque, claro, cuando hago una investigación relacionada
con mujeres soy muy cuidadosa, hay que protegerlas, muchas están en
situación de explotación, de trata, y hay que protegerlas y también hay
que protegerlas de la violencia del control migratorio, y por eso soy
cuidadosa de dónde nos vemos, cuándo, que sea en condiciones de
seguridad… Bueno, pues ellas buscaban esas condiciones de seguridad para
mí también, me preguntaban y se preocupaban por mí y el proceso
judicial, me enseñaban a protegerme. Hablábamos de sus estrategias de
resistencia y me las estaban compartiendo a mí. Fue un informe muy
especial para mí porque creo que fue investigación donde hubo mucho
amor, las conversaciones fueron muy especiales, me dieron mucho cariño y
apoyo.
Las mujeres normalizan la violencia durante el proceso como una adaptación para la supervivencia
Hemos participado en muchas de las charlas y presentaciones
que ha hecho en Madrid. En algunas presentaba informes realizados con
organizaciones feministas como Women’s Link
o Alianza por la Solidaridad, acerca de las mujeres en los procesos
migratorios, o del fenómeno de la trata. Más de una vez hablaba de la
normalización de la violencia durante el proceso migratorio, en
particular la violencia sexual, como una adaptación para la
supervivencia. Cuando intento explicarlo me cuesta, no logro hacerme
entender. ¿Qué quiere decir?
(Ríe, como reconociendo mi incomprensión). Claro, la gente no lo
entiende porque no escuchamos a las mujeres. Por eso los informes de
estas organizaciones son muy importantes. Dicen que no te entienden
porque lo que dices es otro paradigma, es otro pensamiento, es otro
saber, es un saber que viene desde las propias mujeres y eso nos cuesta.
En España se construyen saberes desde las organizaciones sociales, o
por ejemplo vas a una conferencia y están las expertas de trata, el
policía, la ONG, la experta de la universidad y luego está el testimonio
de la mujer, es un testimonio, no se considera un saber, no lo
entendemos como pensamiento. Lo dicen las propias mujeres. Es
brutalmente racista, aunque no nos demos cuenta. No es que tú no lo
transmitas bien, es que la gente no quiere escuchar eso porque se quedan
con sus saberes y no quieren permearse de los saberes de las otras.
Cuando escuchamos a las mujeres, lo que ellas dicen es: miren ustedes,
sabemos que durante todo el trayecto migratorio vamos a pagar un dinero,
pero no solo vamos a pagar dinero, sino que vamos a pagar con nuestro
cuerpo -porque el cuerpo de las mujeres define nuestra relación con el
exterior y es así-; saben que la violencia sexual está presente en el
proyecto migratorio y por lo tanto normalizar esa violencia les permite
vivir, porque si no normalizan que es un precio a pagar, se volverían
locas; así, la convierten en una estrategia de resistencia; mi cuerpo no
te pertenece, no voy a dejar que la violencia se quede con mi cuerpo,
mi cuerpo se va a convertir en mi resistencia. Entonces, yo creo que es
maravilloso…
“Se acaba con la trata reconociendo y reintegrando los derechos humanos a las mujeres”
Su libro también recoge referencias de mujeres, niñas,
víctimas de trata, que han estado encerradas en CIEs y que han sido
expulsadas del Estado español. Por ejemplo, Esther, nigeriana. Esto es
una vulneración grave de los derechos humanos.
Cuando voy a Nigeria y las estoy visitando, iba con un listado de las
que habían sido devueltas desde el Estado español y era brutal porque,
una vez habían llegado a Nigeria, habían sido recogidas directamente por
las redes de trata que las estaban preparando para iniciar otro camino,
algunas veces para volver a Marruecos y otras veces para llevarlas por
Libia. Y eran niñas chicas, algunas las había visto en el CIE y también
las compañeras de Womens Link habían estado con ellas. Por eso volvemos a
lo mismo, la policía, la UCRIF, no es la que se tiene que encargar de
estos temas porque al final el control migratorio atraviesa los cuerpos
de las mujeres víctimas de la trata. Hay que eliminar todo ese control
migratorio de sus cuerpos. En Nigeria me di cuenta de que no solamente
con persecución policial se acaba con la trata, la policía tiene que
estar ahí porque hay un delito efectivamente, pero cuántos tratantes
están en la cárcel, cuántas condenas hay, cuántas redes han sido de
verdad desmanteladas totalmente de las grandes redes: son mínimas. El
tiempo nos ha demostrado que las grandes redes cada vez son más grandes y
cada vez son más fuertes. En Nigeria me di cuenta que se acaba con la
trata reconociendo y reintegrando los derechos humanos a las mujeres, la
lucha contra la trata requiere un enfoque de derechos humanos e
integral. La parte policial tiene que existir, pero tiene que existir
otra parte que tiene que ver con los derechos humanos de las víctimas y
creo que ese enfoque se ha olvidado mucho en el Estado español. Salvamos
a unas pocas y sacrificamos a muchas otras, en ese marco del control
migratorio que las que las atraviesa.
La presión hacia Salvamento Marítimo de las nuevas políticas
militares en la frontera está siendo muy fuerte. Las políticas
migratorias de Europa, cada vez más, provocan muerte. La industria
militar y criminal están conectadas y se retroalimentan. Son
conclusiones de su libro. ¿Cómo despertar conciencia en los pueblos para
exigir la transformación de estas condiciones?
Hay un entramado grandísimo que se ha ido construyendo también con el
relato. Un entramado de un aumento del negocio de las industrias de
control migratorio, que son las industrias del armamento. Son unas
industrias que necesitaban este tipo de política, la necroplolítica, que
explica muy bien un pensador camerunés, Achille Mbembe. Al final
llevamos 30 años escuchando las mismas mentiras que son discursos de
odio que justifican la necropolítica, que consiste en hacer morir -como
en Tarajal- o en dejar morir -como cuando no vas a un rescate- a
determinadas personas de determinados colectivos. Esa necropolítica
subsiste porque da dinero, está dando mucho dinero a empresas de
armamento y a Frontex también.
¿Cómo crear y construir otras políticas? Hay que apostar por
políticas de vida. La pandemia nos ha puesto delante varias de ellas.
Había una gran amenaza a la vida y se ha respondido con solidaridad, se
ha respondido con apoyo mutuo, se ha respondido con servicios públicos
de defensa de derechos. Así es como se ha respondido, aunque en el
Estado español se ha dejado a mucha gente fuera, entre ellas a la
población migrante. Pero está claro que se pueden hacer políticas de
vida, las comunidades migrantes llevan mucho tiempo respondiendo a la
política de muerte con políticas de vida, con solidaridad, con apoyo
mutuo, con redes de resistencia, con redes colectivas. Por ejemplo, este
libro no es un ensayo político, pero el otro día lo recomendaba Saskia
Sassen, que es una de las grandes pensadoras en este momento. No es un
ensayo político pero este libro y muchos otros permiten hacer políticas
de vida. Pero hay que ser valiente para apostar por la vida.
Creo que hay una posibilidad de cambiar, pero te tienes que enfrentar
a un gran negocio. ¿Por qué las políticas migratorias no han sido
diferentes, sea cual sea el signo político del partido que estaba en el
poder? Porque detrás hay unos intereses económicos brutales que se
esconden tras los discursos del odio y los discursos racistas, que sólo
ocultan un sistema al que el hecho de que determinadas personas mueran,
les da dinero, y para el que los que consiguen llegar al final son
explotados, sostienen el sistema en situación de explotación durante un
tiempo. Por eso ese discurso del odio, del racismo, está tapando
situaciones de esclavitud y explotación en los campos. Los que han ido a
los campos durante el confinamiento, que siguen viviendo en chabolas,
que son explotados, han sido migrantes en su mayoría, y eso da mucho
dinero. Se puede hacer otro tipo de sistema, pero hay que ser valiente.
Es lo que están pidiendo ahora mismo con la campaña de ‘Regularización
ya’ al nuevo gobierno: sean valientes y reconozcan los derechos de las
personas migrantes que están aquí.
Helena Maleno Garzón es defensora de derechos
humanos, periodista e investigadora de los movimientos migratorios y la
trata de seres humanos. Es fundadora del colectivo Caminando Fronteras,
que trabaja por el reconocimiento de los derechos de las personas
migrantes. Desde 2002 vive en Marruecos y trabaja denunciando las
violaciones de derechos humanos en la frontera sur con España. Ha sido
galardonada con múltiples premios que reconocen su labor, entre ellos el
Premio Derechos Humanos 2015 del Consejo General de la Abogacía
Española, el Premio Nacional de Periodismo 2018 de la Asociación Pro
Derechos Humanos de España, el Premio Gernika por la Paz y la
Reconciliación 2018, el Premio Séan McBride 2018 del International Peace
Bureau y el Premio Pimentel Fonseca 2019 del Festival Internacional de
Periodismo Civil de Italia.
Foto: archivo AmecoPress, cedidas por Helena Maleno, realizadas por Dikobraz y por el hijo de la defensora
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