8/10/2020

Espejismos


La pandemia sigue determinando las condiciones sanitarias y económicas. A pesar de que en algunos países se atemperaron los contagios, los rebrotes ocurren, se tensan de nuevo los servicios de salud y se mantiene restringida la apertura de las actividades económicas. No hay, en ese terreno, una recuperación efectiva a la vista.
La pugna entre lo que dicen y hacen los políticos y lo que advierten los expertos médicos y epidemiólogos es muy fuerte. El caso de Estados Unidos es especialmente notorio, vergonzoso.
Aquí, todo se ha concentrado de modo político y no es necesariamente lo más eficaz o prudente. Me parece que ese asunto es relevante y no hace más que agravar la situación. La cifra oficial de muertes por el coronavirus en México ronda 52 mil, pero hay diversos estudios y estimaciones que la sitúan en un orden que puede ser casi tres veces mayor.
Ciertamente, es complicado en todas partes llevar una cuenta precisa de las muertes y de los infectados por el virus: las pruebas son restringidas y muchos mueren sin llegar a los hospitales o sin ser propiamente señalada la causa del fallecimiento. En algunas partes se hacen correcciones a las estrategias, se reacciona con medidas de prevención, algunas tan simples como usar tapabocas. Acá, no.
En materia económica se ha señalado con acierto que la naturaleza de la crisis derivada de la pandemia y que se caracteriza por afectar tanto la demanda como la oferta no admite de políticas fiscales convencionales asociadas con el gasto, sea directo del gobierno o estimulando el privado.
Los recursos públicos que pueden sostener cuando menos un piso de resistencia son los que se asignan directamente a la gente que perdió su fuente de ingresos y a las empresas pequeñas y medianas más vulnerables; muchas de ellas han cerrado ya de modo permanente.
El gobierno sostiene que ha destinado fondos para entregar a la gente y a un conjunto de empresas. No se sabe con claridad quiénes son los beneficiarios, los fondos que se han repartido, la eficacia en su distribución, la suficiencia y el impacto que han generado. Tal como están las cosas, esas medidas habrán de mantenerse pues, aunque se abrieron en parte y a tropezones las actividades productivas, las necesidades no se satisfacen y eso no se conseguirá por mucho tiempo más.
Cuando el nivel del gasto cae de manera significativa, sea por la pérdida de ingresos de las familias o bien por la austeridad del gobierno público (en términos de la cantidad gastada y, también, de su asignación, su eficiencia e impacto en el mercado), existe un efecto multiplicador que afecta adversamente el gasto total, reduce los ingresos y provoca nuevos recortes del gasto.
Y eso sólo atañe al lado de la demanda. En las condiciones actuales la oferta también se paraliza: los hoteles y restaurantes ahí están, las fábricas y talleres también, cerrados o bien operando sólo en parte. La construcción se repone de a poco y habrá que ver cómo será la demanda.
El producto se desplomará este año, el empleo y el ingreso también. Aun así, la inflación crece, 3.62 por ciento anualizada (de julio 2019 a julio 2020), así que cada 100 pesos nos cuestan 3.62 medidos en una menor capacidad de compra. La política monetaria mantiene altas las tasas de interés de referencia (entre 4.53 y 5.17 por ciento), y eso mientras que en Estados Unidos las tasas están próximas a cero (0.1) y en otros países son negativas (hay que pagar para tener el dinero en el banco).
De una u otra forma, las condiciones económicas están definidas hoy y tendrán un impacto decisivo en lo meses siguientes. Así será por el lado fiscal, es decir, cuánto se gasta, en qué, cómo y por cuánto tiempo; o bien desde el lado monetario: la inflación, cuánto crédito hay, cuál es su costo, cómo se asigna, cómo afecta al consumo, el ahorro, las pensiones, las inversiones productivas o de plano si alienta el atesoramiento.
El impacto de la situación económica aún no se expresa de manera completa. Las estadísticas recientes del aumento del empleo expresan el efecto obvio de aminorar el confinamiento. Hay que identificar la cantidad y composición de las cifras. No es lo mismo registrar un repunte que estar sentando las bases para sostener el crecimiento y el bienestar.
Advirtamos aquello que es un espejismo. Hay múltiples capas o estratos que se combinan y compiten para definir una cierta condición económica y social. No debe perderse de vista este aspecto de la complejidad del fenómeno sanitario y económico que está en curso. Tampoco de su expresión política.
El desempleo será un asunto duradero y definitorio, así también el empobrecimiento en distintos grupos sociales. La pérdida de patrimonio será en muchos casos permanente y en otros muy costoso reconstruirlo para las familias.
La política económica y social está atrapada en las condiciones de la pandemia. La gente seguirá enfermando y muriendo. La economía irá en muletas por un buen tiempo. Las fricciones que provoca la gestión de la pandemia no acabarán pronto.

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