Claudio Lomnitz
Hoy, 12 de agosto, se cumplen ocho años de que desapareció Viridiana.
Nadie sabe dónde está. Si vive en algún cautiverio o si acaso la
hayan matado como han asesinado a tantos. Su mamá, Angélica Rodríguez
Monroy, la sigue buscando. Todos los días la busca. La primera vez que
entrevisté a Angélica, empezó haciéndome un breve retrato de Viridiana.
Ella tenía 21 años y apenas uno de casada cuando la desaparecieron.
La historia de la investigación criminológica del caso está saturada
de irregularidades e incompetencia, pero no quiero ahondar en eso. Ya
todos sabemos que en México la policía no investiga correctamente, y que
muy rara vez los ministerios públicos (MP) consiguen encontrar a los
culpables de algún crimen. Sin embargo, es un tema que merecería toda la
atención y el mejor esfuerzo de cualquier gobierno que tuviera aunque
fuera un interés mínimo por la justicia. Quisiera, en esta ocasión,
dedicar mi artículo a pensar en lo que implica buscar a un ser amado
durante años. ¿Qué significa buscar a un desaparecido? ¿Qué son, para la
sociedad, los buscadores de familiares desaparecidos?
Antes de empezar a pensar una pregunta así de compleja, quisiera
volver por un instante a la primera entrevista que sostuve con Angélica,
que comenzó con un breve esbozo del carácter de Viridiana. (Vale la
pena repetir su nombre.)
Viridiana fue una estudiante dedicada. Nunca sacó menos que un ocho, y
cuando la desaparecieron estaba cursando el séptimo semestre de la
carrera de sicología. Era una joven ordenada, que siempre tuvo la
ilusión de estudiar. Angélica quiso empezar con eso, porque “donde
nosotros nos estamos moviendo, que desaparecen y se nos están llevando a
nuestros hijos, las autoridades etiquetan a nuestros hijos: ‘andaba en
malos pasos’, dicen, ‘se juntaba con no sé quién’, ‘salía a deshoras’, o
‘se vestía provocativamente’. Como queriendo culpar siempre a la
víctima, aunque eso a ellos no les interesa: tienen que buscar y
encontrar y ya. No están ahí para juzgar. Pero juzgar e inculpar a la
víctima es una constante”. De modo que, para empezar,
buscarsignifica defender el derecho a ser buscado, y también el derecho a ser encontrado. Significa explicar que nadie merece desaparecer.
Esto parecería algo tan evidente que nadie tendría por qué
recordárnoslo, pero resulta que en México tanto el gobierno como la
sociedad conspiran para insinuar que los desaparecidos merecían
desaparecer, que sólo los malos o los muy incautos son presas del
crimen. Digo que el gobierno y la sociedad conspiran porque, aunque cada
uno tiene sus razones, ambos llegan al mismo resultado: la sociedad no
quiere imaginar que cualquiera puede desaparecer, porque la idea genera
demasiada angustia. Por eso la mayoría prefiere pensar que el
desaparecido andaba en malos pasos.
El gobierno, por su parte, quiere que los muertos y los desaparecidos
hayan salido de entre las filas de los malos y los incautos, para así
no tener que resolver cuatro características del Estado mexicano que son
las que más afligen a las familias de los desaparecidos: la indolencia,
la incompetencia, la insuficiencia de recursos y la colusión con el
crimen. Resulta mucho más sencillo insinuar que la chica merecía
desaparecer que salir a buscarla. Y sobre todo, a saber buscarla con
profesionalismo y dedicación. Entonces el MP pregunta si no enseñaba
demasiada pierna. O si se juntaba con criminales. Cualquier cosa, antes
que hacer lo necesario para encontrarla. Así es cómo se juntan el hambre
con las ganas de comer: el miedo y la inseguridad de la gente, con la
indolencia del gobierno. Ambos conspiran para inculpar a la víctima. Fue
por eso Angélica quiso empezar la entrevista hablándome de cómo es
Viridiana. De modo que buscar a un desaparecido es también
reivindicarlo. Todos han sido estigmatizados. Aun sus familiares padecen
el estigma, y frecuentemente sufren de aislamiento social.
Pero buscar a un desaparecido es todavía mucho más que eso, porque
además los familiares de desaparecidos realmente los quieren encontrar.
No van a descansar hasta que los encuentren, aunque tengan que buscar a
sus seres queridos en fosas clandestinas o irregulares, o en las
cárceles, instituciones siquiátricas y hospicios donde a veces
guardana los secuestrados, para después obligarlos a robar, a matar, o a prostituirse, a ser esclavos... A través de sus redes, que ya son nacionales (porque el problema de los desaparecidos es ya nacional), las buscadoras buscan noticias de sus familiares, pero también de los familiares de los demás. Por eso memorizan caras, nombres y datos, y se hacen presentes a cada paso para insistir a los burócratas de la fiscalía o del Semefo que los restos humanos son personas, que necesitan ser tratados con sumo cuidado, que necesitan ser identificados, aun cuando esas personas hayan sido tratadas como si fueran basura.
Entrevistando a algunos familiares de desaparecidos, me he percatado
de que ellos son la conciencia de una sociedad que ha perdido la
conciencia.
Son las que entienden que los desaparecidos son personas, y que cada
uno nos hace falta. Son nuestros desaparecidos. Y al gobierno le toca
hacer lo que haya que hacer para que aparezcan.
¿Por qué los buscamos? Porque los amamos.
Para Viridiana Anaid Morales Rodríguez
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