QUINTO PODER
Por: Argentina Casanova*
La
ciudadanía plena puede ejercerse por varias vías; todas en conjunto
representan la posibilidad de que una persona pueda utilizar sus
derechos ciudadanos y goce de ellos.
Para las mujeres, esa plenitud ha ido construyéndose por un largo
camino en el que cada vez deben sortearse más obstáculos del
patriarcado y sus prácticas de control; algunas veces sutiles y otras
no tanto.
Desde la dificultad para ejercer la ciudadanía mediante el acceso a la
justicia, la participación política de las mujeres, la apropiación de
los espacios públicos, la igualdad en la opinión pública, y la
autonomía económica, es esta última con la que se presume que ya las
mujeres han alcanzado la “igualdad”, y que hoy día pueden trabajar y
estudiar, “pueden hacer lo que quieran”, ya casi tienen los mismos
derechos.
Pero ese “casi” entraña la verdadera intención, negativa por supuesto,
de no permitir el acceso absoluto al pleno goce de los derechos
femeninos.
Tan sólo revisando las cifras encontramos una triste realidad acerca de
la desigualdad en términos económicos y en consecuencia en la
posibilidad de que las mujeres alcancen la autonomía económica y con
ello la autonomía emocional.
En México aunque hay leyes, como para el resto de los temas de Derechos
Humanos, no hay mucha voluntad y todas las normas “se han hecho para
los demás, no para quienes deciden quebrarlas” (y ahí tenemos a un país
sentado en el banquillo de los acusados frente a la ONU, y reticente a
reconocer su responsabilidad por la desaparición forzada).
En 2007 se aprobaron en casi todo el país las leyes de Acceso de las
Mujeres a una Vida Libre de Violencia, y la Ley de Igualdad entre
Mujeres y Hombres, que suponía el compromiso del Estado mexicano para
emprender políticas públicas desde los gobiernos para construir ese
escenario.
Mientras tanto, la pobreza se agudiza en las mujeres, la marginación,
los bajos salarios, los empleos mal remunerados, el hostigamiento y
acoso laboral y sexual en espacios laborales, los trabajos de “medio
tiempo”, y por si eso fuera poco los “requisitos de 20-30 años,
soltera, sin hijos, buena apariencia”, que deja sin posibilidad de
trabajar a las mujeres de más de 30 años de edad y que han tenido hijas
o hijos, y los parámetros siempre más elevados para ellas; la consigna
de “ellas deben probar que han ganado con capacidad”, y escrutinios
dobles para las mujeres en todos los cargos.
En España las mujeres tienen que trabajar 79 días más para cobrar el
mismo salario. La diferencia entre lo que ganan hombres y mujeres por
un trabajo igual es de 23.93 por ciento; supone que para obtener la
misma pensión, una trabajadora deba cotizar 11 años y medio más que su
homólogo masculino.
¿Y así cómo van a construir autonomía económica las mujeres? Así cómo
van a empoderarse, tener propiedades, mejorar sus ingresos, si no sólo
es el círculo de la violencia sino que ahí está el círculo de la
pobreza femenina de “no gano más porque no me capacito, y no me
capacito porque no me permiten ir con mi hijo, y no me cuidan a mi hijo
porque no hay guarderías nocturnas, y no puedo pagar niñera particular”.
En México, según datos del Inegi, las mujeres ganan entre cuatro y 12
por ciento menos sueldo que los varones (2011); además, de acuerdo con
el Índice de Discriminación Salarial, ellas deberían incrementar su
salario en 52.2 por ciento para emparejarse con los hombres, afirmó en
una entrevista la investigadora Ana Buquet Corleto, directora del
Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG) de la Universidad
Nacional Autónoma de México.
Cuando el número de mujeres ocupadas aumenta, las economías crecen.
Según estudios en naciones de la Organización para la Cooperación y
Desarrollo Económicos, y en algunos países no miembros, el aumento de
la participación femenina en la fuerza de trabajo –o una reducción de
la disparidad entre la participación de mujeres y hombres en la fuerza
laboral– produce un crecimiento económico más rápido.
Amartya Sen lo vio así: “No es posible seguir depositando en la mitad
de la población el sostenimiento de la otra mitad, en condiciones de
pobreza”, y reconoció que cuando en una comunidad las mujeres trabajan
y tienen percepciones, éstas se reflejan en un cambio absoluto en la
comunidad. Eso además mueve a la economía.
*Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche.
CIMACFoto: César Martínez López
Cimacnoticias | Campeche.-
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