Palabra de Antígona
“La paridad ocupa un lugar predominante en los debates sobre el enriquecimiento de la democracia…constituye un acelerador de la igualdad de facto y es una medida definitiva que busca que el poder político sea compartido por hombres y mujeres”
México
D.F., 24 feb. 15. AmecoPress.- Déjenme decirlo en palabras de Laura
Méndez de Cuenca quien escribió en 1907: “Por ahora a los señores no
les queda sino el derecho al pataleo”, a propósito de lo que hoy día
sucede en los entretelones de las asambleas de los partidos políticos
debido a la Constitución y a las leyes que les obligan armar sus listas
electorales con 50 por ciento hombres y 50 por ciento mujeres. La
paridad, parafraseando otra vez a Laura Méndez de Cuenca, ha llenado de
“alarma al sexo masculino”.
La escritora, que según sus exégetas es cronológicamente la segunda gran escritora mexicana después de la décima musa, Sor Juana Inés de la Cruz, aludía en 1907 al hecho palmario de que las mujeres habían iniciado su camino a la toma del espacio público y lo escribía en un artículo en el Periódico el Imparcial (1896-1914) resaltando que las cosas habían cambiado, que había una rebelión femenina y describía cómo las mujeres demandaban ser profesionistas y ostentar un título, un empleo bien remunerado y derechos.
La escritora, que según sus exégetas es cronológicamente la segunda gran escritora mexicana después de la décima musa, Sor Juana Inés de la Cruz, aludía en 1907 al hecho palmario de que las mujeres habían iniciado su camino a la toma del espacio público y lo escribía en un artículo en el Periódico el Imparcial (1896-1914) resaltando que las cosas habían cambiado, que había una rebelión femenina y describía cómo las mujeres demandaban ser profesionistas y ostentar un título, un empleo bien remunerado y derechos.
Nutrida en su
vida por la etapa romántica de la literatura decimonónica, por sus
viajes por Europa y Estados Unidos, se sorprendió de esa reacción
negativa de los hombres alemanes, franceses, ingleses y
estadounidenses. Cuando eso escribió todavía la inmensa mayoría de las
mujeres en el mundo no teníamos derechos electorales.
Poniendo de
lado a esta magnífica escritora, sostengo ahora que a pesar del tiempo,
los progresos y las normas que han dado a las mujeres estatura
política, en México sucede una silenciosa y profunda revolución. Se
diría que entramos en un proceso de grandes cambios no percibidos, en
una revolución pacífica. Hay discusiones retóricas y decisiones
trascendentes en tiempo electoral, que no reciben ni la atención ni el
análisis necesario.
Discusiones
profundas no miradas, donde seguramente hay oposiciones agrias,
incómodas, irrespetuosas que podrían generar acciones violentas del
verbo al homicidio.
Apenas ayer se
informó que en la ciudad de San Luis Potosí, la Procuraduría General de
Justicia del Estado (PGJE) investiga el asesinato de Cecilia Izaguirre
Camargo (60 años), lideresa del Partido Revolucionario Institucional
(PRI) en el municipio Lagunillas. Aparentemente el principal sospechoso
es el diputado suplente por el PRI, Francisco Javier Patiño Arellano,
quien durante la contienda interna del tricolor agredió verbalmente y
la amenazó de muerte.
Si fuera
cierto lo que ahora se investiga, estamos en presencia del significado
de la paridad para muchos militantes de muy diversos partidos.
Naturalmente el tema no es analizado y con frecuencia la comentocracia
no analiza los entramados de lo que puede ser un jalón para mejorar la
calidad de la democracia: tomar en serio que este país pronto será
gobernado y dirigido, por más y más mujeres y que en la cabeza del
atraso y la estulticia, esto es inaceptable.
Por eso creo
que esta es una revolución profundamente democrática. Por desgracia no
tengo a mano las crónicas que me cuenten qué sucede en las asambleas
partidarias a propósito de la paridad. Lo cierto, sorpresivo e
inquietante, es que se elegirán 500 personas para renovar la Cámara de
Diputados del Congreso de la Unión, nueve jefaturas ejecutivas en igual
número de entidades, 661 diputaciones locales y mil 15 jefaturas de
ayuntamientos en 17 entidades federativas.
Es decir, se
repartirán 2.185 puestos de representación. Idealmente 50 por ciento de
cada sexo. Eso significa que podrán ser elegidas mil 92 mujeres. Me
explican las especialistas que los partidos harán trampa. Eso no tiene
duda, ya hay barruntos de reacciones en contra, como el relatado, no
obstante el último informe del Instituto Nacional Electoral (INE)
muestra que están cumpliendo, porque esta vez si no cumplen no serán
registradas sus listas.
En cambio lo
que salta al público, como una enfermedad en los medios, son notas y
reportajes que o bien sólo hablan de grupos, descalifican procesos
partidarios y dan gran despliegue a los que definen como personajes, a
los pleitos partidarios, o bien se refieren a invitaciones a mujeres
que dicen que no, difusión que abona la conservadora e ignorante idea
de que no hay mujeres por el poder o se habla de ellas, como las
crónicas de 1953 cuando logramos la ciudadanía, dónde nos ven sólo como
subordinadas a los hombres, prospectos de “juanitas” e incapaces. Se
equivocan.
Una amiga con
gran experiencia política me comentó que desde luego la selección de
candidaturas forma parte de imposiciones de grupos hegemónicos,
dirigentes autoritarios y poderosos que al final decidirán. Obviamente
se trate de hombres o mujeres. Pero la prensa se ocupa sólo de los
hombres y cuando hablan de ellas, lo hacen marginalmente o para sacar,
como se dice, sus “trapitos al sol”.
Pero lo que
sucede desde hace meses, en el interior de los partidos políticos, es
algo verdaderamente fascinante, porque están obligados a considerar a
sus compañeras militantes, a mirarlas y elegirlas. También desairado
por la inmensa falta de credibilidad que nos acosa y solo nos hace
mirar las desgracias, realmente existentes, pero no únicas.
Seguro, porque
esta es la vida, hay que saber que en algunos casos por primera vez
exigen perfiles y notas curriculares, demostración de habilidades, que
jamás piden a los hombres: hojas de ruta y títulos, que nunca han
pedido a cientos de hombres diputados, regidores o gobernadores.
No está mal
recordar un antiguo reportaje donde una aguda periodista nos contó como
los señores diputados no saben leer y hay una organización que reporta
cuántos señores diputados o senadores, jamás realizan una labor
parlamentaria de consideración.
Hay quienes
afirman que las legisladoras –ahora unas 200 en la cámara federal-
“nunca se han subido a la tribuna”, significado simbólico de la
presencia política, sin la crónica de la tarea cotidiana y otras voces
ignorantes se han atrevido a señalar que la llegada de más y más
mujeres a la tarea legislativa, disminuirá la calidad de la vida en el
congreso.
Tendremos
gobernadoras Por lo pronto es una novedad. Para Sonora ya hay dos
mujeres candidatas: Claudia Pavlovich por el PRI y Ana Gabriela Guevara
por el PRD; en Guerrero el PRD ya se decidió por Beatriz Mojica; en
Nuevo León, el PRI propone a Ivonne Álvarez ,y en Michoacán por el PAN
está perfilada Luisa María Calderón. Existe una posibilidad del 90 por
ciento de que en 2015 habrá al menos dos mujeres gobernadoras, entre
nueve entidades donde habrá elecciones.
¿Qué es lo que
preocupa? Primero que efectivamente las dirigencias partidarias hagan
maniobras a la hora del reparto de candidaturas, maniobras que serán
sofisticadas y es probable que no se analice lo que sucede por un
pensamiento retrógrado y anticuado, y lo más grave es que el hilo de
los cambios, la oportunidad de relatar el proceso democrático, quede en
sólo anécdotas que escenifican las personas de poder, sin ahondar en lo
sustantivo. Como en el pasado se corre el riesgo de ocultar entramados
y consecuencias que podrían significar nuevos cambios a favor del
progreso, la igualdad y la paz. No abundaré más, quienes si saben,
conocen la importancia de las bancadas feministas señaladamente
propulsoras del progreso legislativo.
La paridad
ocupa un lugar predominante en los debates sobre el enriquecimiento de
la democracia. A diferencia de la cuota, que es una medida temporal de
ajuste cuyo propósito es reducir la subrepresentación de las mujeres en
la política, la paridad constituye un acelerador de la igualdad de
facto y es una medida definitiva que busca que el poder político sea
compartido por hombres y mujeres.
Foto: Archivo AmecoPress.
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