2/02/2009

NO VOTES POR PARTIDOS O CANDIDATOS CORRUPTOS, PERO LUCHA


Pedro Echeverría V.

1. Votar no es una obligación, mucho menos “cumplir con un deber ciudadano”. Votar es opcional, es un derecho conquistado hace unos dos siglos en Indoamérica con las luchas del pueblo contra sus opresores y que sólo debe ejercerse con toda convicción y libertad a favor de un partido o de las personas que ha demostrado en la práctica estar dispuesto a servir a los trabajadores. Parecería tonto acudir a las urnas “sólo para cumplir” y más condenable que sólo fuera para evitar sanciones que legalmente no pueden imponerse. ¿Cómo votar por obligación si partidos y candidatos sólo han servido a los ricos?

2. El voto popular surgió para acabar con las monarquías, los poderes hereditarios y las designaciones; sin embargo, aunque la defensa del voto ha provocado represiones y muertes, las oligarquías, las herencias y designaciones no han sido superadas. La democracia burguesa sólo fue un modelo económico y político que sirvió para disfrazar la opresión así como para legitimar a la clase social dominante. El voto sólo se ejerce con convicción, entusiasmo y alegría cuando sirve para elegir o confirmar a los auténticos representantes del pueblo, cuando se usa para aprobar leyes en beneficio de las mayorías.

3. Cuando la gente vota legitima con ello al sistema electoral, al gobierno, a las autoridades electorales, a la sociedad opresora, a los partidos corruptos y a sus candidatos; pero también demuestra que con los procesos electorales puede resolver sus problemas. Por el contrario, cuando un gran porcentaje de los electores no votan la clase política (la que vive de la política) se desespera y se pone a inventar otras formas para hacerlos votar. El voto en los hechos legitima la explotación, la opresión, la miseria; el no voto hace temblar a la clase política porque siente que puede perder el poder y su dinero.

4. En México domina la partidocracia, es decir, los dirigentes de los partidos políticos que se ponen de acuerdo con el gobierno y los empresarios para seguir gozando de los privilegios del poder y del dinero. En cada partido decide una decena de altos dirigentes que legitiman sus acuerdos entre un centenar de representantes de corrientes políticas. Ningún partido consulta con el pueblo, con sus electores y ni siquiera con sus militantes de base. En el país hay 108 millones de habitantes, pero menos de mil altos políticos y empresarios deciden (obviamente sin consultar) el “rumbo de la nación”.

5. Durante 70 años el PRI ejerció el monopolio del poder teniendo en sus manos el 100 por ciento de los cargos del ejecutivo, legislativo y judicial del país; pero no descuidó el control de los pequeños partidos (PAN, PPS, PARM y otros) mediante la entrega de subsidios económicos. Al iniciarse el neoliberalismo a principios de los años ochenta aquel monopolio comenzó a abrirse: irrumpió el PRD en 1988, que junto al PAN y el PRI conformaron las tres fuerzas partidarias. Se acabó el monopolio de un partido pero se conformó una clase política “muy plural” que mediante acuerdos se divide el pastel.

6. Cualquier mediano observador del funcionamiento de los partidos políticos podrá encontrar que un grupo de doscientos representantes de cada partido han cumplido más de tres décadas ocupando diputaciones, senadurías, gubernaturas y cargos de partido. Durante más de 30 años han cobrado fabulosos sueldos cambiándose de un cargo a otro. Claro en el PAN es más ridículo porque los cargos los ocupan papás, hijos, esposas, cuñados; pero es más de lo mismo. Pregunte cuantos años lleva ocupando cargos Beltrones, Gamboa, Gordillo, Pablo Gómez, Calderón, Cecilia Romero y otros.

7. No pienso que la democracia burguesa de elecciones sexenales o trianuales sea la adecuada para transformar el país. Al contrario, tengo la convicción de que el gobierno que esté sirviendo directamente al pueblo, mediante medidas de participación directa, horizontal y autogestiva, pueda gobernar mientras éste lo acepte y deje el poder cuando el pueblo lo repudie sin tener que esperar nada. Pero esos personajes de los partidos de la sociedad burguesa, a pesar de lo que proclamen en sus discursos, no están dispuestos a dejar de mamar la ubre del presupuesto. Buscan incluso la reelección indefinida.

8. Pero la clase política es muy cínica. A pesar de las protestas ciudadanas contra sus altísimo salarios (100 o 150 veces el salario de un trabajador y muy superior a los de los funcionarios de otros países), además de las prestaciones y concesiones, cuando se les ha pedido que rebajen un 10 por ciento sus ingresos, pegan el “grito” diciendo que trabajan mucho. La población no cree en ellos y los más conscientes les cuestionan sus privilegios. Para enfrentar las protestas se han integrado como clase política que, aunque tenga diferencias políticas entre sí, la defensa del cargo y los salarios los unifica a todos.

9. En vez de que los partidos y sus legisladores dediquen su tiempo y los cuantiosos recursos que reciben para ayudar a la población (que dicen representar) a la solución de sus problemas, se concentran en la ciudad de México o en las ciudades de sus entidades para hacer política interna de partido. Ellos saben que los votos concretos sólo sirven cuando han sido seleccionados como candidatos, pero también saben que los votos se compran con dinero que pueden conseguir entre los empresarios. Con base en sus experiencias esos flamantes “representantes” jamás regresan a los pueblos que les dieron sus votos.

10. Se vislumbra que en las próximas elecciones se registrará un gran abstencionismo (superior al 50 por ciento de los que tienen derecho a voto) porque la gente está cada día más decepcionada de los políticos y partidos. Sin embargo la clase política ha logrado que se destinen muchos más millones de pesos en los gastos destinados a las campañas políticas y a los comicios. No olvidar que se debe salir a votar cuando se tiene la convicción (el convencimiento) de que con el voto las cosas pueden cambiar en beneficio de las mayorías; si no es así, ¿para qué votar? Lo importante es luchar por nuestros derechos donde nos encontremos.

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